¿Por qué el Papa no menciona a Putin? Diplomacia sin condenas para lograr la paz

9:00 a.m. | 19 mar 22 (SI/TT).- La guerra en Ucrania ha generado una tensión que ha marcado el pontificado de Francisco. Por un lado, el Papa es una voz profética de la justicia que defiende a los oprimidos en diversas partes del mundo, y por otro es un jefe de Estado con considerable influencia diplomática. La postura actual de Francisco podría describirse como “neutralidad profética”, pero equilibrar esos dos brazos del papado es una operación difícil. Ante algunas voces que critican el “silencio” de Francisco al no mencionar explícitamente el nombre de Vladimir Putin, la respuesta ha llegado desde el Vaticano con la “diplomacia sin condenas” con el fin de sostener la posibilidad diplomática de detener la guerra. Tal como hicieron otros pontificados en la historia.

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Desde que comenzó la guerra en Ucrania, el papa Francisco se ha enfrentado a críticas por no mencionar a Rusia y a Vladimir Putin como el injusto agresor. Incluso se le ha acusado de “silencio” ante las atrocidades. En un editorial de la edición de hoy del diario vaticano, L’Osservatore Romano, se explican los motivos de la diplomacia sin condenas que está llevando a cabo Francisco para “dejar un resquicio abierto” a la posibilidad de detener la guerra. “Hay quienes han acusado al papa de silencio por no haber nombrado explícitamente a Putin, olvidando que en las guerras, los pontífices nunca llamaron al agresor por su nombre, no por cobardía o exceso de prudencia diplomática, sino para no cerrar la puerta, para dejar siempre un resquicio abierto a la posibilidad de detener el mal y salvar vidas humanas”, explica Andrea Tornielli.

En un artículo de portada del diario vaticano, Tornielli, director editorial de la información vaticana, y de algún modo el principal portavoz del pontífice, señala que en las últimas semanas “Francisco ha sido objeto de algunas críticas por parte de quienes esperaban que en sus declaraciones públicas mencionara explícitamente el nombre de Vladimir Putin y de Rusia”. Rechaza estas acusaciones alegando que las palabras del pontífice no deben “reflejar los dictados de un telediario”. Recuerdan desde el Vaticano que incluso Juan Pablo II durante la guerra en Kosovo, en 1999, nunca nombró a los autores de la limpieza étnica, manteniendo siempre un canal de contacto abierto con Serbia y tampoco nombró a los jefes de Estado occidentales que, en 2003, apoyaron la guerra en Irak basándose en informaciones falsas sobre las armas de destrucción masiva.

El director editorial de la información vaticana enumera los llamamientos que el papa ha realizado desde que comenzó la invasión rusa a Ucrania y destaca que “Francisco también quiso despejar el campo de la hipocresía del gobierno ruso, que insiste en llamar a la guerra en curso ‘operación militar especial’, enmascarando tras los juegos de palabras su verdadera y cruda realidad, la de una guerra de agresión”. “Ha sido bastante claro sobre quién es el pecador y contra quién se peca”, dijo un diplomático de alto rango. Otro diplomático dijo que intervenir directamente con Putin es “probablemente lo más útil que pueden hacer”. El 18 de marzo, el Papa Francisco describió la guerra en Ucrania como un “perverso abuso de poder” alimentado por “intereses partidistas, que condena a personas indefensas a sufrir todas las formas de violencia brutal”. El domingo pasado, pidió el fin de la “masacre” en Ucrania y de la “inaceptable agresión armada”. Todo eso debería dejar claro cuál es la postura del Papa ante la invasión de Ucrania por parte de Putin.

 

El padre Antonio Spadaro, director de la revista de la Compañía de Jesús, “Civiltá Catolica” y uno de los más cercanos asesores del papa Francisco, explicaba este lunes en sus redes sociales a propósito de las críticas: “La diplomacia vaticana es clara pero no publicitaria. Se utiliza para tejer y coser, no para cortar. No condena a los líderes religiosos o políticos, para que pueda seguir siendo de ayuda. Apela a la resolución de conflictos y, en cambio, condena las elecciones y acciones políticas o estratégicas. El Sucesor de Pedro, que en los últimos años ha advertido proféticamente de la Tercera Guerra Mundial ya en marcha, sigue los pasos de sus predecesores y se sitúa junto a los inocentes, combatiendo el mal con el bien”. El veterano “vaticanista” italiano, Marco Politi, en uno de sus artículos publicados en el diario “Fatto Quotidiano” afirma a su vez la importancia de que el Vaticano “se mantenga alejado de los tonos exagerados de los medios occidentales” contra Rusia y Putin.

Mientras tanto, continúan las actividades diplomáticas de la Santa Sede. El cardenal Pietro Parolin reiteró su oferta de ayudar a mediar en el conflicto entre Rusia y Ucrania y en el pasado ha descrito el enfoque diplomático de la Santa Sede como “neutralidad positiva”. Esta semana, Francisco se reunió con el primer ministro de Eslovaquia, Eduard Heger, y con el ministro de Asuntos Exteriores de Letonia, Edgars Rinkevics. Heger, cuyo país es fronterizo con Ucrania, dijo que la Santa Sede estaba utilizando sus canales diplomáticos con Moscú para tratar de detener la guerra, y señaló su conexión con los líderes de la Iglesia Ortodoxa Rusa. El 17 de marzo, el Papa habló directamente con el Patriarca Cirilo, explicándole que los cristianos ya no pueden hablar de una “guerra santa” o incluso de una “guerra justa”. Según el Vaticano, el Patriarca Cirilo, que ha apoyado la invasión de Ucrania por parte de Putin, estuvo de acuerdo con el Papa en que es necesario asegurar un acuerdo de paz lo antes posible.

Otro punto a tener en cuenta es que la labor diplomática de la Santa Sede no impide que los líderes de las iglesias locales se manifiesten con firmeza, y varios obispos han pedido al Patriarca ruso, el Metropolitano Cirilo, que retire su apoyo a la invasión de Putin.

Mientras tanto, en Nicaragua, la dificultad de mantener una posición profética y diplomáticamente neutral ha llevado a la expulsión del embajador papal. En noviembre pasado, el presidente Daniel Ortega envió una señal de advertencia al destituir al arzobispo Waldemar Sommertag de su cargo de decano del cuerpo diplomático. Ahora, el diplomático polaco de 54 años se ha visto obligado a abandonar el país. Ortega, que gobierna con su esposa Rosario Murillo, ha encarcelado a opositores políticos, ha reprimido a la sociedad civil y recientemente ha ganado unas elecciones calificadas de “pantomima”.

Sommertag apoyó la postura de la iglesia local a favor de la democracia y se le atribuyó el mérito de haber contribuido a la liberación de 500 presos políticos. Sin embargo, también fue criticado por los opositores al régimen de Ortega por no haber sido más explícito. Ha sido otro diplomático católico que ha intentado buscar la reconciliación y la justicia en medio de la agitación política. El Vaticano reaccionó a su expulsión con un reproche inusualmente duro, calificando la decisión de “grave e injustificada” y que no representa la opinión del “pueblo profundamente cristiano de Nicaragua”. La expulsión del embajador papal por parte de Ortega ha puesto en grave tensión las relaciones entre la Iglesia y el Estado en el país. También ha mostrado el precio que a veces hay que pagar por la diplomacia profética.

Los riesgos de la diplomacia sin condenas

Algunos de sus propios obispos y partidarios dentro de la Iglesia Católica dicen que el pontífice corre el riesgo de deslizarse de su estatus de superioridad moral hacia el turbio terreno ocupado por figuras como el papa Pío XII, el papa que durante la Segunda Guerra evitó criticar a Hitler y las potencias del Eje cuando Alemania invadió Polonia y se dispuso a perpetrar el Holocausto. “El atolladero actual del papa Francisco tiene muchos puntos en común con la situación que enfrentó Pio XII”, dice David I. Kertzer, historiador experto en Italia y el Vaticano que en junio próximo lanzará su nuevo libro, “El papa en guerra”, sobre Pio XII, Hitler y Mussolini.

Kertzer dice que Pío XII también intentó hacer equilibrio entre los intereses internos y las presiones de la opinión pública para que denunciara el accionar de Hitler. En cambio, para referirse a los horrores de la guerra Pío usaba un lenguaje genérico, que hoy tiene reminiscencias en el que usa Francisco. “La posición que el papa está adoptando, o no adoptando, no está carente de riesgos”.

Tal como se argumenta en L’Osservatore Romano, los pontífices históricamente han evitado tomar partido en los conflictos bélicos, para preservar mejor las posibilidades de la iglesia de desempeñar un papel constructivo en posibles conversaciones de paz. Además, hay católicos romanos en todo el mundo, y ponerse de un lado u otro en una posible conflagración global puede poner en riesgo la vida de millones. Y criticar al patriarca Cirilo, con quien Francisco intenta abonar una relación desde hace años, para reparar una división entre las iglesias occidental y oriental que se remonta a 1054, agravaría una situación ya grave, al sumarle una dimensión de guerra religiosa.

El miércoles, Francisco y Cirilo hablaron mantuvieron una videoconferencia en la que ambos manifestaron su esperanza “de que se pueda lograr una paz justa lo antes posible”, según un comunicado del patriarcado de Moscú. “Eso me llamó mucho la atención”, dice Kertzer, y señala que durante la Segunda Guerra Mundial, el Papa Pío XII también solía decir que la verdadera paz requería justicia. “Pero ese era el lenguaje usado por Hitler y Mussolini”, ya que ambos dictadores decían que las injusticias del Tratado de Versalles impedían la paz verdadera y luego trataron de tergiversar el lenguaje cuidadosamente neutral del pontífice como evidencia de que estaba de acuerdo con ellos. Kertzer dice que si bien Francisco es diferente a Pío XII en muchos aspectos, “a sabiendas o no, en este momento él también se está prestando a que los rusos lo utilicen como argumento a su favor”.

 

El papel de los líderes religiosos puede parecer secundario frente a los horrores del campo de batalla en Ucrania. Pero la religión, o el misticismo cristiano, es fundamental para el proyecto nacionalista de Putin, tanto en Rusia como en el extranjero. Durante años, los populistas europeos e incluso algunos tradicionalistas de la Iglesia católica vieron a Putin —que se reunió tres veces con Francisco—, como un verdadero defensor de la cristiandad por su adopción de la herencia cristiana y su oposición a los valores liberales. Los admiradores católicos de Putin han comparado al líder ruso con el papa Juan Pablo II, de quien suele decirse que contribuyó a derrocar al comunismo soviético, porque tanto Putin como Juan Pablo II han exaltado la herencia cristiana compartida de Oriente y Occidente por encima de los valores seculares, ya sean comunistas o liberales.

La visión nacionalista e imbuida de religión de Putin de un “Russky Mir”, un “Mundo Ruso”, hunde sus raíces insondables en el mito, más que en la historia real, pero es una ilusión avalada por el patriarca Cirilo. Y también es una de las grandes justificaciones de Putin para ir a la guerra. En plena división entre las iglesias rusa y ucraniana, Francisco se convirtió en el primer pontífice que se reunión con un patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa. En ese encuentro en Cuba en 2016, Cirilo y Francisco firmaron una declaración conjunta de objetivos comunes, que incluía evitar un conflicto armado en Ucrania.

Pero ahora que Rusia ha provocado unilateralmente esa guerra, para sanar las heridas entre las iglesias de Oriente y Occidente y así cumplir con el proyecto de su pontificado, Francisco parece tener que pagar el costo de no culpar públicamente a Putin y a Cirilo de abrir heridas reales y derramar sangre real. Y no está claro cuánto tiempo más será sostenible esa neutralidad papal. “Sin duda, el Papa está bajo presión”, dijo Kertzer.

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Fuentes

The Tablet / Swissinfo / La Nación / New York Times / Videos: Rome Reports y Vatican News / Foto: Reuters

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