“No más migrantes como moneda de cambio”
1:00 p.m. | 4 dic 21 (RM/SI).- El Papa acusó a los que usan la migración “para defender sus agendas políticas” y afirmó “que la falta de respeto humano en las fronteras nacionales nos minimiza en nuestra humanidad”, en un mensaje con motivo de los 70 años de la Organización Internacional para las Migraciones (presencia en 100 países). En el marco de ese importante manifiesto y de la visita de Francisco a un espacio emblemático para la crisis migratoria global (Lesbos), reproducimos un artículo de la revista Mensaje enfocado en la revisión de políticas migratorias, para las que se sugieren propuestas que contribuyen a la cohesión social en sociedades ya profundamente segregadas y desiguales.
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“Es aún más lamentable que los migrantes sean utilizados cada vez más como moneda de cambio, como peones en el tablero de ajedrez, víctimas de rivalidades políticas. Como todos sabemos, la decisión de emigrar, de abandonar la tierra natal o el territorio de origen, es sin duda una de las más difíciles de la vida”. Francisco, tras su denuncia, en la que expresó su dolor por las muertes en la frontera del Canal de la Mancha y de Bielorrusia o en las aguas del Mediterráneo, vuelve a lanzar un llamamiento para todos aquellos que han tomado lo que es, sin duda, “una de las decisiones más difíciles de la vida”, es decir emigrar y dejar su patria o territorio de origen.
Las palabras del Papa forman parte del mensaje que envió a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), principal organización intergubernamental en el ámbito de las migraciones con sede en Ginebra, que celebra su 70º aniversario y de la que la Santa Sede es miembro hace diez años. Francisco profundiza en la crítica y pregunta: “¿Cómo se puede explotar el sufrimiento y la desesperación para avanzar o defender agendas políticas? ¿Cómo pueden prevalecer las consideraciones políticas cuando está en juego la dignidad de la persona humana? La falta básica de respeto humano en las fronteras nacionales nos minimiza a todos en nuestra humanidad”.
https://www.iom.int/es/quienes-somos
Francisco añade que “más allá de los aspectos políticos y jurídicos de las situaciones irregulares, nunca debemos perder de vista el rostro humano de la migración y el hecho de que, por encima de las divisiones geográficas de las fronteras, formamos parte de una única familia humana”. Además, el Pontífice exhorta a llevar a cabo un cambio de punto de vista sobre el fenómeno migratorio: “En definitiva, la migración no es sólo una historia de migrantes sino de desigualdades, de desesperación, de degradación del medioambiente, de cambio climático, pero también de sueños, de coraje, de estudios en el extranjero, de reunificación familiar, de nuevas oportunidades, de seguridad y protección, y de trabajo duro pero decente”.
Y añade que “el debate sobre la migración no es realmente sobre los migrantes. O sea, no se trata sólo de migrantes: se trata más bien de todos nosotros, del pasado, del presente y del futuro de nuestras sociedades. No debemos dejarnos sorprender por el número de migrantes, sino encontrarnos con todos ellos como personas, viendo sus rostros y escuchando sus historias, intentando responder lo mejor posible a sus singulares situaciones personales y familiares. Esta respuesta requiere mucha sensibilidad humana, justicia y fraternidad”. Razón por la cual el Papa afirma en su mensaje: “Tenemos que evitar una tentación muy común hoy en día: descartar todo lo que resulta molesto. Esa es precisamente la cultura del descarte que tantas veces he denunciado”.
Con respecto a los beneficios que aportan los migrantes a las comunidades que los acogen, observa que “en los mercados de los países de ingresos medio-altos, la mano de obra migrante es muy demandada y bienvenida como forma de compensar la falta de mano de obra. Por otro lado, los migrantes suelen ser rechazados y sometidos a actitudes resentidas por muchas de sus comunidades de acogida”. Y el Papa condena ese doble estándar que deriva de priorizar los intereses económicos sobre la dignidad de las personas. “Esta tendencia se hizo especialmente evidente durante las cuarentenas por la COVID-19, cuando muchos de los trabajadores esenciales eran migrantes, pero no se les concedieron los beneficios de los programas de ayuda económica de COVID ni el acceso a la atención sanitaria básica o a las vacunas”.
Para concluir, enfatizó en la urgencia de encontrar “vías dignas para salir de las situaciones irregulares”. Y explicó que “cuantas más vías legales existan, menos probable será que los migrantes se vean arrastrados por las redes criminales de los traficantes de personas o por la explotación y los abusos durante el contrabando”. Además del tema jurídico, recordó también la necesidad de compromiso de la comunidad internacional, que “debe abordar con urgencia las condiciones que dan lugar a la migración irregular”. Y desde la Iglesia y sus instituciones, “seguirán con su misión de acoger, proteger, promover e integrar a las personas que se desplazan”.
ENLACE. Mensaje completo del Papa a la OIM por sus 70 años
El Papa desde Lesbos: “Detengamos este naufragio de civilización”
El papa Francisco visitó hoy el centro de migrantes en la isla griega de Lesbos, donde ya había estado hace cinco años, y allí criticó la indiferencia de algunos países europeos ante el flujo migratorio a través del Mediterraneo: “Detengamos este naufragio de civilización”, suplicó. “¡No dejemos que el mare nostrum se convierta en un desolador mare mortuum, ni que este lugar de encuentro se vuelva un escenario de conflictos!. Les suplico: ¡detengamos este naufragio de civilización!”, clamó desde el nuevo campo de Kara Tepe ante representantes de los refugiados, cooperantes y también la presidenta griega, Katerina Sakelaropulu. Tras haber saludado cariñosamente a numerosos migrantes durante un recorrido a pie por el campo, el pontífice lanzó un largo y duro mensaje en el que constató que las migraciones “son un problema del mundo”, “una crisis humanitaria que concierne a todos”, pero de la que nadie parece ocuparse, a pesar de que “están en juego personas, vidas humanas”.
Política migratoria: Un cambio de mirada es posible
Es urgente y relevante cuestionarnos si el foco de los esfuerzos de gobiernos y organizaciones es el adecuado y, también, si las medidas han sido coherentes con el objetivo de construir una sociedad más igualitaria y dar una protección efectiva de los derechos de quienes convivimos en ella. Tomando el caso de Chile, llamó la atención en el mensaje que acompañó la presentación la nueva Ley de Migración y Extranjería N° 21.325, promulgada en abril del presente año y pronta a entrar en vigencia, es su objetivo declarado de establecer “fuertes incentivos para la regularidad migratoria, de manera que el migrante pueda desarrollar su vida en las mejores condiciones posibles”. A continuación, este texto agrega que “por el contrario, se vuelve difícil la estancia en condiciones de irregularidad, aun cuando dichas personas gozan como tales de ciertos derechos fundamentales”.
¿Qué objetivo cumple, en términos de política pública, dificultar la estancia de personas que se encuentran en una situación migratoria irregular y limitar el ejercicio de sus derechos? Bajo la lógica de quienes impulsaron esta reforma legislativa, este tipo de normas permitiría reducir la irregularidad, ya sea en el ingreso o en la permanencia de las personas migrantes, al desincentivar el incumplimiento de la normativa migratoria.
Entre las dificultades que se imponen al extranjero en situación migratoria irregular, se encuentran la imposibilidad de acceder a ciertas prestaciones sociales, la aplicación de multas y, eventualmente, la privación de libertad y la expulsión ante el incumplimiento de los requisitos exigidos para la regularización migratoria. Adicionalmente, se limita la posibilidad de regularización migratoria en territorio nacional y se privilegia la solicitud de visas de residencia desde el extranjero.
Por otro lado, la evidencia internacional ha demostrado que este tipo de políticas migratorias restrictivas suelen no cumplir el objetivo que se proponen, esto es, reducir los flujos migratorios y la irregularidad migratoria, sino que, muchas veces, generan el efecto contrario. En este sentido, Stephen Castles, al analizar el efecto de este tipo de normas legales, concluye que están destinadas al fracaso mientras no “aborden las causas tanto de la migración económica como de la forzada en los modelos actuales de desigualdad mundial”. Un ejemplo de ello es el caso de Estados Unidos, país en el que, durante las últimas décadas del siglo XX, se adoptaron políticas migratorias basadas “en sentimientos antiinmigrantes y animadversión racial”, con la intención de bloquear el flujo migratorio proveniente, principalmente, desde México.
Estas políticas, sin embargo, terminaron por acelerar la tasa de crecimiento de la población indocumentada en Estados Unidos y han generado que, actualmente, más de once millones de personas migrantes residan y trabajen en situación irregular en ese país.
Junto con considerar la falta de evidencia que justifique la idoneidad de este tipo de normas para reducir la irregularidad migratoria, cabe también preguntarse si estas pueden justificarse éticamente y si son coherentes con los compromisos internacionales asumidos por el Estado en materia de derechos humanos, especialmente en cuanto al respeto y protección del principio de igualdad y no discriminación. Esto, teniendo en cuenta, además, que el objetivo de estas medidas podría ser alcanzado mediante alternativas menos costosas para la integración y cohesión social de las personas nacionales y migrantes: por ejemplo, facilitando la regularización migratoria y estableciendo canales de entrada seguros y ordenados para quienes deseen residir en nuestro país.
En otras palabras, si la finalidad de la política migratoria es reducir la irregularidad migratoria, ¿por qué no adoptar medidas tendientes a facilitar la regularización y asegurar de esta manera que las personas migrantes puedan ejercer plenamente sus derechos, reducir su precariedad laboral y, al mismo tiempo, permitir que puedan cumplir con las mismas obligaciones que se le imponen a los nacionales, incluyendo el pago de sus contribuciones e impuestos?
Además de observar que estas políticas no reducen el caudal migratorio, de señalar las preocupaciones éticas respecto al cuidado de la dignidad de los migrantes y de pensar que hay propuestas evidentes y menos costosas para ofrecer una mejor calidad de vida, el artículo en la revista Mensaje (leer aquí texto completo) plantea otras cuestiones, como la preocupación por quienes salen más perjudicados por estas políticas (los más pobres y vulnerables en el ámbito educativo y laboral), la necesidad de favorecer la regularidad migratorio, en lugar de hacer más difíciles e inaccesibles los trámites, y la necesidad de buscar espacios de integración regional, a partir del compromiso y diálogo de líderes políticos, considerando las similitudes culturales, históricas, religiosas y el idioma que compartimos.
ENLACE. Política migratoria: Un cambio de mirada es posible
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Fuentes
Vatican News / Revista Mensaje / Swissinfo / Video: France24 / Foto: Louisa Gouliamaki (AFP)