Católicos se alejan de la Iglesia por maltratos a LGTBQ
8:00 p.m. | 23 set 21 (AM/VN).- ¿Por qué los católicos deberíamos tender la mano a las personas LGTBQ? Primero porque son católicos, forman parte del cuerpo místico de Cristo, y además porque es parte de la ética cristiana abrazar al que es rechazado y marginado. Así nos lo recuerda el jesuita James Martin, cercano a muchos católicos LGTBQ que soportan con frecuencia comentarios de odio y homofobia de sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos y obispos. Todo eso es contundente, pero Martin agrega un motivo más: según un estudio, esos mensajes negativos a las cuestiones LGTBQ es una de las principales causas de que muchos católicos se alejen de la Iglesia.
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No hay duda de que las personas LGBTQ se cuentan entre los más excluidos de nuestra Iglesia. No podría decir cuántos católicos LGTBQ me han transmitido los comentarios de odio y homofobia que han tenido que soportar de párrocos, diáconos, religiosos, religiosas, colaboradores laicos, obispos y directores y profesores de centros educativos católicos, que supuestamente hablaban en nombre de la Iglesia. Casi a diario recibo mensajes a través de las redes sociales de gente preguntando: “¿Dónde voy yo ahora, si mi propio párroco me trata así?” o “¿Cómo puedo yo responder al director del colegio de mi hija, que dice tales cosas?” o “¿Cómo puedo yo permanecer en la Iglesia tras escuchar homilías como esa?”.
Me contaba una mujer que cuando le confesó a su párroco que era lesbiana, le dijo que él había rezado desde el día de su ordenación para no tener que encontrarse nunca con una persona homosexual. En algunas parroquias no solo son comunes sino esperables homilías que tachan de “agenda satánica” cualquier intento institucional de protección de las personas LGTBQ, como tratando de identificar a estas personas con el demonio, o sermones que equiparan moralmente el aborto con las uniones de personas del mismo sexo.
Los datos son claros
Una encuesta de 2016 del Public Relation Research Institute (PRRI) en EE.UU. mostraba a las claras que este tipo de mensajes negativos sobre las cuestiones LGTBQ son una de las principales causas de que muchos católicos decidan romper sus lazos con la Iglesia. Y esto es así entre los católicos en mayor proporción que en otras religiones. Al comparar a estos excatólicos con la media de la población americana que ha abandonado la religión de su infancia, cualquiera que esta sea, el informe concluye que quienes fueron educados como católicos mencionan como principales razones por las que abandonaron la Iglesia el tratamiento que se da a las personas homosexuales (39% de los católicos, frente al 29% del resto) y, en segundo lugar, el escándalo de los abusos sexuales del clero (32% frente al 19%, respectivamente).
Las estadísticas de Dignity USA nos pueden dar una perspectiva más amplia. Este grupo de apoyo a los católicos LGTBQ entrevistó informalmente a personas (no necesariamente personas LGTBQ) que habían abandonado la Iglesia y les preguntó si la doctrina eclesial sobre las cuestiones LGTBQ tuvo algo que ver con esa ruptura. El 64% respondió que sí. Cuando se preguntó a las personas LGTBQ si alguna vez se habían sentido incómodas o abiertamente discriminadas en alguna iglesia o celebración católica, el 72% contestó afirmativamente. Estas simples estadísticas deberían ser suficientes por sí solas para invitarnos a una metanoia, a un cambio de mentes y corazones que nos lleve a preguntarnos por qué nuestra Iglesia no solo no es un lugar de acogida para las personas LGTBQ, sino incluso un lugar de hostilidad.
Cuestión de vida o muerte
Estos prejuicios contra las personas LGTBQ no son solo una cuestión que incide en el número de fieles católicos, sino que llega a ser una cuestión de vida o muerte. A menudo, los católicos de buena fe desconocen estos hechos y sería bueno recordarlos. Provienen de una estadística que el Proyecto Trevor realizó en 2020. Es una iniciativa que trabaja en la prevención del suicidio en jóvenes LGTBQ. El informe demuestra que el suicidio es la segunda causa de muerte entre la juventud, afectando mucho más a jóvenes LGTBQ. Y según una encuesta entre estudiantes de enseñanza secundaria y bachillerato publicada en 2015 por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), el 29% de los escolares gais, lesbianas o bisexuales reconocieron haber tenido tentativas de suicidio durante el último año, cifra que solo fue del 9% para el conjunto de la población estudiantil.
El Proyecto Trevor de 2021, una encuesta nacional sobre la salud mental en la juventud LGTBQ, recoge las experiencias de más de 82 mil jóvenes entre 13 y 24 años de todo el territorio de los Estados Unidos. Es la investigación más extensa que se haya hecho y nos recuerda a los católicos la necesidad de que la Iglesia tome muy en serio las graves consecuencias que acarrea usar con los jóvenes un lenguaje estigmatizante. Aquí también nos impactarán los resultados, pero es crucial que los afrontemos.
De los jóvenes LGTBQ encuestados, el 42% respondió que, en los últimos doce meses, se había planteado seriamente acabar con su vida; el 48% reconocía que se había provocado autolesiones, el 46% había buscado asesoramiento psicológico o emocional de un profesional de salud mental y no pudo conseguirlo; el 13% se sometió a terapias de conversión, de los cuales el 83% lo hizo con una edad inferior a los 18 años. Las terapias de conversión entrañan un enorme sufrimiento mental, emocional, espiritual y a veces también físico. Sin embargo, es algo que todavía se fomenta desde algunas instancias de la Iglesia católica. Del mismo modo, uno de cada tres jóvenes LGTBQ refiere haber sido físicamente agredido o amenazado a causa de su identidad sexual. Y un 29 por ciento dijo haber sido expulsado de su propia casa o haber tenido que huir de su familia, pasando a vivir como personas sin hogar.
Numerosos defensores de la juventud LGTBQ, advierten que uno de los principales argumentos de este rechazo familiar de jóvenes LGTBQ que se ven abocados a vivir en la calle son los de carácter religioso. Debemos ser conscientes, por ello, de las consecuencias que un lenguaje estigmatizante en un contexto religioso puede acarrear. Por el contrario, el Proyecto Trevor informa que los jóvenes LGTBQ que nunca oyeron a sus padres usar la religión como argumento de hostilidad presentaban un riesgo más reducido de tentativa de suicidio, independientemente de si la religión era o no algo importante para ellos. Este sencillo hecho redujo a la mitad el riesgo de suicidio.
También datos esperanzadores en el Proyecto Trevor: los jóvenes LGTBQ que dijeron contar con el apoyo y aceptación de al menos un adulto, presentaron un 40 por ciento menos de riesgo de intento de suicidio. Este adulto de referencia no siempre era el padre o la madre, como hubiera sido deseable, y fue asociado a la figura de un sacerdote, un diácono, un colaborador laico de pastoral, un profesor, un empleado del comedor escolar, un párroco, etc.
Dios nos habla
¿Y si estas estadísticas fuesen el modo que Dios tiene de pedirnos que seamos ese adulto que los jóvenes LGTBQ necesitan en su vida? ¿Y si estos datos alarmantes fuesen la voz que le pide a gritos a la Iglesia que se convierta en esa fuerza positiva y vital? Volvamos la vista ahora a las personas LGTBQ en general, y aquí estamos hablando de los adultos también. Tienen casi cuatro veces más probabilidades de convertirse en víctimas de actos violentos, incluyendo la violación, el abuso sexual o los delitos de lesiones, de acuerdo con un estudio realizado en 2019 por el Williams Institute de la Facultad de Derecho de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Para el FBI, uno de cada cinco delitos de odio estarían motivados por prejuicios anti-LGTBQ.
Por cierto, otro de los estudios de la UCLA nos enseña que entre los cerca de 11,3 millones de adultos LGTBQ que existen en los Estados Unidos, se calcula que 1,3 millones son católicos romanos, lo que supone el 24,8 por ciento de todos los adultos LGTBQ que se confiesan creyentes. Son miembros del cuerpo místico de Cristo y están atentos a lo que decimos y hacemos desde la Iglesia. Cuando observamos este fenómeno con perspectiva internacional, la situación es todavía más preocupante. En muchos países la Iglesia podría ser, si así lo decide, una potente voz de protección, amor, misericordia y compasión en favor de las personas LGTBQ y en contra de las amenazas que se ciernen sobre ellas.
Problema internacional
Muchos países se consideran hoy potencialmente peligrosos para sus propios ciudadanos LGTBQ, debido tanto a la existencia de leyes discriminatorias como a la amenaza de la violencia social. Se incluyen aquí países con religión islámica dominante, numerosas naciones de África y Asia y algunos países excomunistas como es el caso de Polonia, con sus tristes “zonas libres de LGTB”. Si en más de 70 países, el simple hecho de ser LGTBQ se considera un delito, en muchos más se estima culturalmente aceptable el acoso o la agresión a las personas LGTBQ. En estos lugares una persona puede ser golpeada, detenida, encarcelada e incluso ejecutada por ser homosexual o haber mantenido una relación homosexual. Significa esto que en muchos países proteger a las personas LGTBQ es vital. ¿Dónde está la Iglesia en estos países? Pues, lamentablemente, en algunos de estos países la Iglesia está de parte del sistema represivo.
Son datos que causarán fuerte impacto en el corazón de los católicos, pero no hasta el punto de la desesperanza. La desesperanza no procede de Dios. Entonces ¿qué tipo de respuesta se espera de nosotros ante estas estadísticas que sobrecogen el ánimo? Ahora más que nunca, debemos mirar el ejemplo de Jesús, que siempre se puso del lado de los rechazados, los marginados, los arrinconados, los escarnecidos, los golpeados y los maltratados. Su ejemplo nos ayudará a avanzar.
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Fuentes
Texto original publicado en America Magazine y cedido por el autor a Vida Nueva. Traducción de Juan V. Fernández de la Gala.