Descubriendo el proceso para la santidad
3:00 p.m. | 11 jun 21 (VTN).- Hay muchas formas de definir la santidad. Una de ellas señala una vida ejemplar por sus virtudes, entre estas, el amor a Dios y al prójimo la más importante. En la Iglesia católica hay un organismo encargado de investigar a profundidad los candidatos a los altares: buscar rasgos del Evangelio en sus vidas, para que los fieles los vean como testigos creíbles e imitables. En el camino a la canonización hay un esfuerzo colectivo que puede durar años -a veces décadas- y que requiere la intervención de diversas competencias. El prefecto encargado de la Congregación para las Causas de los Santos explica su funcionamiento.
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La “fábrica de los santos” es una expresión que “también puede ser simpática, si se entiende en sentido positivo, es decir, como un lugar donde se trabaja mucho para llegar a la presentación seria y honesta de personas dignas” de este título, observa el prefecto de la Congregación, el Cardenal Marcello Semeraro, que en una entrevista explica el funcionamiento del organismo.
-La santidad es una llamada que el Señor dirige personalmente a “todos los fieles de cualquier estado y condición” (Lumen gentium), pero desde el principio la Iglesia ha sentido la necesidad de reconocer a los testigos ejemplares y aceptar “oficialmente” su fidelidad al mensaje evangélico. ¿Qué papel desempeña la Congregación para las Causas de los Santos a este respecto?
Como nos recordó el Concilio Vaticano II, la santidad es ciertamente una vocación universal, para todos y cada uno. En cuanto al reconocimiento oficial de la santidad de un cristiano individual, podemos decir que es una tradición antigua. Desde los primeros tiempos, en efecto, cuando se difundía la noticia de algún mártir, o de alguien que había vivido el Evangelio de manera ejemplar, se les proponía como modelos de vida a todo el pueblo y como intercesores ante Dios en las necesidades de los creyentes. Los procedimientos y las normas canónicas para declarar la santidad de una persona varían, pero el núcleo fundamental es este: la Iglesia siempre ha creído en la posibilidad de que sus miembros alcancen la santidad y que esta sea conocida y propuesta para la veneración pública.
En cuanto a la Congregación para las Causas de los Santos, ella sigue el proceso de beatificación y canonización de los Siervos de Dios asistiendo a los obispos en la investigación sobre el martirio, las virtudes heroicas o la ofrenda de la vida, y los milagros de un fiel católico que en vida, en la muerte y después de la muerte haya gozado de fama de santidad, o de martirio, o de ofrenda de su vida. Siervo de Dios se llama el fiel católico cuya causa de beatificación y canonización ha sido iniciada y para el que, en cualquier caso, siempre es necesaria una auténtica, difundida y sostenida “fama de santidad”, es decir, la opinión común de que su vida ha sido íntegra, rica en virtudes cristianas y fecunda para la comunidad cristiana.
-Su actividad supone un verdadero trabajo en equipo en el que participan postuladores, testigos, consultores, teólogos, estudiosos, médicos, cardenales y obispos. ¿Cuántas personas participan y cómo se articula el trabajo de la Congregación en sus distintas fases?
La nueva normativa para las Causas de los Santos, introducida en 1983, ha acortado enormemente el tiempo necesario para los procesos de beatificación y canonización. Basta pensar, por ejemplo, que en el pasado para iniciar el estudio de la vida, las virtudes o el martirio de un Siervo de Dios había que esperar cincuenta años después de su muerte. Hoy en día esto ya no es así. La duración de las Causas, sin embargo, depende de muchos factores: algunos son intrínsecos a las propias causas (complejidad de la figura de los candidatos o del periodo histórico en el que vivieron), otros externos (como la voluntad, preparación y disponibilidad de las personas que deben trabajar en ellas: postuladores, colaboradores externos, testigos, etc.).
Cada causa tiene sus números: los testigos escuchados en la fase diocesana pueden ser muchas decenas, así como los demás actores y especialistas. Cada proceso de beatificación y canonización tiene también sus propios tiempos: el de las investigaciones, el de la escucha de los testigos, el de la redacción de las Positiones, el del examen por los consultores teológicos y, según la causa, el de los consultores históricos. Luego están los tiempos de los expertos médicos cuando se trata de examinar un posible milagro de curación. El asunto, si estos pasos han sido positivos, pasa entonces a la sesión ordinaria de los miembros de la Congregación, es decir, de los cardenales y obispos.
Una vez terminado todo este proceso, la última palabra la tiene el Papa, a cuya aprobación el Prefecto de la Congregación somete las distintas causas. Estas son verdaderamente numerosas (en este momento, las que están en curso en la fase romana son casi mil quinientas, mientras que las que están en la fase diocesana son más de seiscientas), y el hecho mismo de que no todas lo consigan demuestra la seriedad de los procedimientos. Con esto, sin embargo, no se quiere decir que aquellos que no son propuestos para la veneración de los fieles no fueran figuras ejemplares por su testimonio de vida.
-El gran número de canonizaciones y beatificaciones promovidas por la Congregación es un indicador de la vitalidad de la Iglesia en cada época. De media, ¿en cuántas causas trabajan y cuántas se llevan a término cada año?
El balance de estas últimas cinco décadas de actividad de la Congregación no solo es positivo, sino sorprendente. La agilización de los procedimientos ha permitido aumentar el número de personas propuestas para la veneración de los fieles: provienen de todos los continentes y pertenecen a todas las categorías del pueblo de Dios. El balance espiritual y pastoral de estos cincuenta años desde la institución de la Congregación para las Causas de los Santos (1969) es singular: hasta 2020 el número total es de 3003 beatificaciones y 1479 canonizaciones.
Anualmente, habiendo normalmente dos sesiones ordinarias por mes y en cada una el examen de cuatro causas, el número aproximado de las que se concluyen en un año es de entre 80 y 90. Para estos y otros datos, se puede visitar el sitio de la Congregación (www.causesanti.va), que ofrece de forma ágil y completa toda la información sobre la Congregación y el camino a la santidad. Hasta la fecha, además de los principales documentos y publicaciones, el sitio contiene más de mil fichas sobre los beatos y santos de los últimos siete pontificados, enriquecidas con imágenes, citas, biografías, homilías, enlaces externos y material multimedia.
-A menudo desde afuera, dada la vitalidad con que se eleva a los altares a estos modelos de vida cristiana, la congregación es tildada de “fábrica de santos”. ¿Cómo se puede explicar el rigor que se sigue con respecto a un candidato a la beatificación y canonización?
La expresión puede resultar incluso agradable, si se entiende en el sentido positivo, es decir, como un lugar donde se trabaja mucho para llegar a la presentación seria y honesta de personas dignas de ser propuestas como modelos de santidad. Aunque el número de candidatos es considerable, es importante añadir que el trabajo no va en detrimento de la precisión, la profundidad y la autoridad. A partir de la “fama de santidad y de signos” en el pueblo de Dios, la investigación tiene una primera fase en la diócesis (apertura del proceso, recolección de testimonios y documentos, constitución de un tribunal con expertos teológicos e históricos).
Una vez llevado a Roma, se asigna un relator que guiará al postulador en la preparación del volumen en el que se sintetizan las pruebas recogidas en la diócesis con el fin de reconstruir con seguridad la vida y demostrar las virtudes o el martirio, así como la relativa fama de santidad y de signos de los que goza el Siervo de Dios. Se trata de la Positio, que luego es estudiada por un grupo de teólogos y, en el caso de una “Causa antigua” (es decir, relativa a un candidato que vivió hace mucho tiempo y del que no hay testigos oculares), también es analizada por una comisión de historiadores. Si estos votos son favorables, el expediente se somete a un nuevo juicio de los cardenales y obispos de la Congregación.
Si, finalmente, esto también es favorable, el Santo Padre puede autorizar la promulgación del Decreto sobre la heroicidad de las virtudes o sobre el martirio o sobre la ofrenda de la vida del Siervo de Dios, que se convierte así en venerable: es decir, se le reconoce haber ejercido en grado “heroico” las virtudes cristianas (teologales: fe, esperanza y caridad; cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza; otras: pobreza, castidad, obediencia, humildad, etc.), o haber sufrido una muerte “heroica”, o haber sufrido un auténtico martirio, o haber ofrecido la vida según los requisitos previstos por el Dicasterio.
La beatificación es la etapa intermedia con vistas a la canonización. Si el candidato es declarado mártir, se convierte inmediatamente en Beato, de lo contrario es necesario que se reconozca un milagro, debido a su intercesión. Por lo general, este acontecimiento milagroso es una curación considerada científicamente inexplicable, juzgada como tal por una comisión médica compuesta por especialistas, tanto creyentes como no creyentes. También acerca del milagro se pronuncian primero los consultores teólogos y después los Cardenales y Obispos de la Congregación y el Santo Padre autoriza el decreto correspondiente. Para que se produzca la canonización, es decir, para que sea declarado santo, al beato se le debe atribuir la intercesión eficaz de un segundo milagro, ocurrido después de la beatificación.
Más que una “fábrica” que produce santos en un flujo continuo, la Congregación es, pues, el Dicasterio de la Curia Romana que con siglos de experiencia se ha especializado en reconocerlos y que con gran diligencia, habilidad y rigor científico lleva a cabo un proceso que verifica si un fiel ha vivido una alta medida de santidad, para ser propuesto como modelo para la Iglesia universal.
-En la sociedad “líquida” teorizada por Bauman, la santidad aparece cada vez más como una opción a contracorriente. ¿Cuáles son los nuevos retos que la Congregación está llamada a afrontar para volver a proponer al mundo el encanto de la radicalidad evangélica?
La santidad es siempre la misma, en lo fundamental, pero es siempre nueva en sus figuras concretas, como ha recordado el Concilio Vaticano II (Lumen gentium, 41); toma aspectos diferentes en los mártires, en las vírgenes consagradas, en los ermitaños, en los monjes, en los pastores de la Iglesia, en los príncipes de las naciones, en las órdenes mendicantes, en los misioneros, en los contemplativos, en los educadores, en los santos de la caridad social. Basta con echar un vistazo a la lista y a las figuras de los santos de estos últimos cincuenta años -desde la creación de la Congregación para las Causas de los Santos- para comprobar hasta qué punto han germinado y madurado las semillas del Concilio que señalaban la santidad como una vocación universal, no como el privilegio de unos pocos elegidos.
Todo santo está por el crecimiento y la unidad de todo el cuerpo de la Iglesia; todo santo es consciente de que su tarea es una misión de la Iglesia. Los santos son figuras completas, viven de la pasión humana y cristiana, del deseo de lo sobrenatural, pero también del hambre y la sed de justicia, del amor a Dios y de la solidaridad con cada hermano. El pueblo cristiano percibe intuitivamente la credibilidad de la fe en Jesucristo, refiriéndose tanto a su historia biográfica como a su presencia continua en la Iglesia, especialmente en los santos.
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Fuente
Extracto de la entrevista publicada en Vatican News