Fallece Hans Küng: teólogo influyente del siglo XX

7:00 p.m. | 7 abr 21 (AM/LN).- Küng floreció como teólogo católico durante las décadas que siguieron al Concilio Vaticano II (1962-65), al escribir varios libros de referencia. Si bien dedicó sus estudios a diversos aspectos de la vida cristiana, académicamente brilló por llevar el ecumenismo y el diálogo interreligioso a un nuevo nivel, y por estimular una ética global. Además, ha sido inspiración de las reformas actuales que se impulsan en la Iglesia, gracias a una vida de lucha por equilibrar la fidelidad a la fe y la tradición católica, con una preocupación real por la cultura y las necesidades de nuestro tiempo.

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A los 93 años murió Hans Küng, el famoso teólogo suizo “rebelde”, que en su juventud fue amigo de Joseph Ratzinger, con quien participó en el Concilio Vaticano II y que fue sancionado por la Congregación para la Doctrina de la Fe. Eso sucedió en tiempos de Juan Pablo II (1978-2005) por sus cuestionamientos al dogma de la infalibilidad papal. Küng nació el 19 de marzo de 1928 en Sursee, pequeño pueblo del cantón suizo de Lucerna, se ordenó sacerdote en Roma en 1954, después de estudiar teología en la Pontificia Universidad Gregoriana. Después de un breve período de actividad pastoral en su diócesis de origen, se dedicó a la investigación teológica.

Küng fue colega de Joseph Ratizinger –hoy papa emérito, Benedicto XVI, que cumplirá en abril 94 años-, en la Universidad alemana de Tubinga, así como en el Concilio Vaticano Segundo (1962-65). Lo cierto es que los dos eximios teólogos siempre mantuvieron posiciones irreconciliables en varias cuestiones doctrinales. En distintos libros, algunos “best-seller”, Küng criticó duramente el dogma de la infabilidad papal y otras doctrinas.

En 2013, Küng dijo que se planteaba recurrir a la eutanasia ante la progresión que sufría de su enfermedad de Parkinson. “No quiero seguir viviendo como una sombra de mi mismo”, escribió en el tercer y último volumen de sus memorias. Más adelante en esta publicación retomaremos sobre su relación con Ratzinger y el castigo impuesto por Juan Pablo II. Es importante primero conocer su camino y trabajo teológico.

Un estilo histórico de teología

Küng nunca interiorizó la síntesis medieval que caracterizó el imaginario teológico católico hasta el Vaticano II. Pensaba históricamente, y esto significaba estar atento a cómo los conceptos y el lenguaje reflejan la cultura, el tiempo y la sensibilidad de las situaciones históricas. Nombrado perito o consultor experto en el Concilio Vaticano por el Papa Juan XXIII, Küng interactuó con los principales teólogos católicos de la época. Tomar en serio la historia pasada y observar cómo hemos avanzado se convirtió en una lógica profunda del pensamiento de Küng en libros como El Concilio y la reunión (1960), Estructuras de la Iglesia (1962) y La Iglesia viva: Reflexiones sobre el Concilio Vaticano II (1963).

Entre el final del Concilio Vaticano II, en 1965, y 1980, Küng escribió tres grandes libros que, en conjunto, expresan la sustancia de la fe cristiana. El primero, La Iglesia (1967), presenta a la Iglesia utilizando el lenguaje bíblico para interpretar la eclesiología del Vaticano II. Para algunos, sigue siendo la mejor eclesiología católica en un solo volumen del período posterior al Vaticano II. En 1974 Küng escribió Sobre el ser cristiano, que intentaba resumir la fe cristiana utilizando nuestra comprensión de Jesucristo como el centro que informa el conjunto. Con él, junto con Schillebeeckx, se convirtió en uno de los primeros teólogos católicos destacados en abordar la cristología tomando en serio una consideración histórica crítica de los datos del Nuevo Testamento.

En 1978 (inglés 1980) Küng publicó Does God Exist? An Answer for Today (¿Existe Dios? Una respuesta para hoy), que en más de 800 páginas analiza exhaustivamente el desafío moderno a la fe en Dios y ofrece una respuesta cristiana inteligente. Cabe destacar que esta trilogía no comienza con Dios y llega hasta la Iglesia. Desde el principio, Küng intenta hablar con la gente de las parroquias que se hace preguntas, e invita al mundo a escucharlas. Utiliza la historia y las experiencias que hay detrás de los acontecimientos para conectar con un amplio público.

Diálogo interreligioso y la ética en un contexto mundial

Se puede considerar el comienzo de 1980 como el inicio de un capítulo distinto en la carrera de Küng. Comenzó a pensar en términos más amplios que la Iglesia católica, o incluso el cristianismo, cuando abordó el estudio del diálogo interreligioso en el contexto de nuestra interdependiente y móvil existencia planetaria. El tamaño de la imaginación y el compromiso de Küng quedan reflejados en el título de su obra de 1986: El cristianismo y las religiones del mundo: Caminos de Diálogo con el Islam, el Hinduismo y el Budismo.

Los eruditos de estas religiones miden su éxito en la lectura de sus creencias con precisión, pero todo el mundo puede admirar el compromiso del pensador cristiano con la conversación y lo que supone participar en ella. Su convicción sobre el diálogo interreligioso se resume en esta incisiva máxima: “No hay paz entre las naciones sin paz entre las religiones. No hay paz entre las religiones sin diálogo entre las religiones. No hay diálogo entre las religiones sin investigar el fundamento de las religiones” (Küng, Christianity: Esencia, historia, futuro – 1995).

En la década de 1990, Küng se centró en la cuestión de una ética común a la que pudieran adherirse las religiones y las naciones. En 1991 publicó Global Responsibility: En busca de una nueva ética mundial, en el que exploraba el posible lugar de la religión en un orden mundial pacífico. Estaba convencido de que los valores comunes para una ética humana podían encontrarse dentro de las religiones del mundo; son “comunes” en el sentido de que los hombres y las mujeres podrían adscribirse a ellos en función de sus religiones particulares o de una humanidad compartida.

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La rebeldía de Küng por la infalibilidad papal

“¿Infalible? Una pregunta”, es el título del libro de Küng que examinó críticamente el dogma de la infalibilidad papal decretado con el Concilio Vaticano I en 1870. En 1970 desencadenó una oleada de fuertes polémicas que desde la Universidad de Tubinga, donde Küng enseñaba, y desde el mundo académico alemán, enseguida llegaron a Roma. Tanto es así que en 1975 la Congregación para la Doctrina de la Fe le llamó formalmente la atención y, cuatro años más tarde, le retiró el título de “teólogo católico”, necesario en Alemania para enseñar en las facultades de teología de la universidades públicas.

La sanción tuvo entonces una repercusión mundial y Küng ya no pudo dar clases en la facultad donde se había vuelto profesor en 1960, con tan sólo 32 años. No obstante, mantuvo la cátedra en el Instituto para la Teología Ecuménica que había fundado después del Concilio Vaticano II.

Como hemos podido conocer, la mirada de Küng, de todos modos, fue mucho más allá de los dogmas y del cristianismo: trasladó su enfoque ecuménico a las religiones del mundo, delineando la idea de una alianza ética e intelectual entre todas las religiones en defensa de la paz y de la dignidad humana. Después de mucha polémica, el reacercamiento de Küng con la Iglesia se dio en septiembre de 2005, cuando se reunió con su viejo colega Ratzinger, que se había transformado en Benedicto XVI. Se trató de un encuentro que hizo historia y que en su momento se interpretó como un gesto importante del recién electo Pontífice conservador, al ala progresista de la Iglesia.

Antes de la elección de Benedicto XVI –luego de la muerte de san Juan Pablo II-, Küng llegó a comparar a Ratzinger -durante casi un cuarto de siglo prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, el ex Santo Oficio-, a un “jefe de la KGB”. El 30 de marzo de 2005, cuando Juan Pablo II agonizaba, Küng publicó un artículo en el Corriere della Sera en el cual hizo “un sincero análisis” de la Iglesia católica. En once puntos, explicitó lo que para él fueron las más grandes contradicciones del pontificado de Karol Wojtyla: en síntesis, un excesivo cierre de la Iglesia ante la modernidad (especialmente, en cuestiones de ética sexual), y, en consecuencia, la traición de las nuevas perspectivas abiertas por el Concilio Vaticano II.

Cuando el 19 de abril del mismo año, tras un cónclave relámpago resultó electo Ratzinger, Küng manifestó una “profunda decepción”. Aunque reconoció que podía haber esperanza en el caso de que “el Gran Inquisidor” (como también lo definía) hubiera decidido “seguir una línea de acción moderada”. Después de su clamoroso encuentro con Benedicto en Castelgandolfo, Küng no ocultó su felicidad: “es una señal de esperanza”, afirmó. Aunque nunca llegó a reunirse con Francisco, entre ellos hubo una relación epistolar, sobre cuestiones teológicas, que Küng desde el principio apreció y destacó: las cartas del papa del fin del mundo empezaban siempre con un “querido hermano”.

ENLACE. El Papa bendijo a Hans Küng antes de morir: “Se sintió en paz con la Iglesia y con Francisco”

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Antecedentes en Buena Voz Noticias
Fuentes

America Magazine / La Nación / Foto: El País (Fernando Domingo-Aldama)

 

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