Iglesias Orientales: vivas y unidas en la diversidad

4:00 p.m. | 11 mar 21 (VTN).- Un especial de Vatican News sobre los organismos más importantes de la Santa Sede explica la misión y el trabajo de la Congregación para las Iglesias Orientales. A través de una entrevista con su prefecto, el cardenal Leonardo Sandri, se observa el vínculo que se tiene con comunidades -diáspora- que han sufrido dramas humanos de larga data, en territorios emblemáticos como Tierra Santa y con diversas peculiaridades en la experiencia de vida, que incluye lo eclesial. La labor de la Congregación reconoce ese aporte único y es parte de su misión incorporarlo a los debates en Occidente.

——————————————————————————————–

Cuando se habla de Iglesias Orientales, las primeras imágenes que vienen a la mente son las de lugares antiguos que guardan tesoros de arte y rituales llenos de encanto. ¿Qué otros elementos caracterizan la identidad específica de las comunidades eclesiales de Oriente?

Es cierto, no hay que perder la peculiaridad de algo antiguo, precioso, de un tesoro de sabiduría, de belleza, de arte, de colores, porque esta es la experiencia que se tiene cuando se entra en una iglesia oriental en cualquier parte del mundo: te fascinan las oraciones, los cantos, los himnos, el olor del incienso, la luz de las velas, los ornamentos… ¡pero todo esto no es algo que pertenezca a un museo! Son comunidades vivas que, con parámetros diferentes a los nuestros -pensemos también en todo el debate dentro de la Iglesia latina sobre la orientación de la oración litúrgica- siguen viviendo su fe de una manera profundamente católica, aunque sea diferente a la que estamos acostumbrados.

 

Una de las peculiaridades es un tema muy importante para el Papa, el de la sinodalidad.

El Santo Padre pide a toda la Iglesia, una reflexión sobre lo que significa el ejercicio de la colegialidad y de la “sinodalidad”. Esta perspectiva sinodal caracteriza inmediatamente la vida de las Iglesias católicas orientales, ya que, de manera particular, las Iglesias patriarcales y arzobispales mayores se estructuran en torno a un Patriarca o Arzobispo Mayor, que ejerce la dirección de la Iglesia junto con el Sínodo de los Obispos, en un camino de comunión y colegialidad.

Después, la sinodalidad es evidente en la práctica relativa a la elección de obispos para las sedes de los territorios propios de las Iglesias católicas orientales. El Santo Padre está llamado, de hecho, a expresar su asentimiento sobre la dignidad para el episcopado de un candidato, pero la designación para una Sede en lugar de otra en un territorio propio es responsabilidad del Sínodo de los Obispos. Y pensemos, también, en la tan debatida cuestión de los sacerdotes casados. Algunas de las iglesias católicas orientales han conservado esta práctica (que también está presente en el mundo ortodoxo) por la que hay sacerdotes célibes y sacerdotes casados.

 

La historia de las Iglesias Orientales ha estado y está manchada de sangre por conflictos y violencia que a lo largo de los años han diezmado la presencia de minorías cristianas y han obligado a poblaciones enteras a un éxodo que parece no tener fin. ¿Cuáles son actualmente las situaciones de emergencia más complejas en los ámbitos de competencia de la Congregación?

Con motivo del Sínodo para Medio Oriente de 2010, muchos prelados de esas tierras pidieron que no se utilizara el concepto de minoría, sino el de presencia, para que los conceptos de minoría y mayoría -por muy comprensibles que sean a nivel estadístico- no fuesen la clave de lectura de su existencia en Medio Oriente. Con respecto a la pregunta, pensemos en los millones de desplazados internos en Siria y en los millones de desplazados fuera de Siria, en el vecino Líbano, en Jordania, pero también en Europa o en Estados Unidos. El frente sirio es una herida que sigue sangrando y que parece no poder cicatrizar, con la culpa de todos aquellos que, pudiendo, permanecen inertes ante el grito de dolor.

Pensemos además en la gran interrogante sobre la vida del Líbano, devastado en agosto del año pasado por las consecuencias de la grave explosión en el puerto de Beirut, pero que desde hace meses ya vive una fuerte inestabilidad, una profunda crisis económica con miles de personas por debajo del umbral de la pobreza. También la situación política de este país parece socavar la propia existencia de un “país-mensaje” en el que la convivencia entre cristianos y fieles de las distintas confesiones musulmanas parecía ser un hecho que lo convertía en un lugar privilegiado en todo Medio Oriente.

Antes de la guerra de las últimas décadas, el Líbano era considerado la Suiza de Medio Oriente por su belleza y riqueza, pero podríamos añadir que también por ser un lugar singular de convivencia pacífica entre los distintos componentes de la población. Pero no queremos olvidar otras realidades, como los retos de ser cristiano en la India de hoy, así como las continuas tensiones y el consiguiente sufrimiento de las poblaciones del este de Ucrania.

 

La presencia de cristianos orientales en países de mayoría musulmana plantea la cuestión del compromiso común contra el fundamentalismo, como se reiteró hace un año en la “Declaración de Abu Dabi”. ¿Qué papel desempeña la Congregación en la promoción de la “fraternidad humana” que promueven Francisco y el Gran Imán de al-Azhar?

La Congregación acogió con asombro y alegría el gesto que el papa Francisco quiso hacer en su viaje apostólico a Abu Dabi. Como prefecto tuve la alegría de poder acompañarlo y ser testigo de ese acontecimiento histórico. Los cristianos de Medio Oriente, de manera particular, (pero también en la India, con una presencia tan significativa de fieles siro-malabares y siro-malankares en un territorio de abrumadora mayoría hindú), representan en sí mismos una vocación de convivencia y de diálogo, en el esperado respeto mutuo de los derechos y en el deseo de construir el bien común como ciudadanos de un pueblo, de un país al que ciertamente aman. Las Iglesias católicas orientales han visto, pues, en este pasaje, casi el reconocimiento de un deseo y también de una práctica de vida que han intentado -aunque en medio de mil dificultades y sufrimientos- proponer y vivir en su experiencia milenaria en tantos lugares de Medio Oriente.

 

¿Cómo ha obrado la Congregación para que la Declaración dé sus frutos?

Respondiendo a lo que nos ha pedido el Santo Padre, inmediatamente después de regresar de Abu Dhabi, la Congregación escribió en su nombre a todos los responsables de las Iglesias orientales católicas enviando una copia del mensaje y pidiendo que este sea objeto de lectura, estudio, profundización y debate, dentro de los programas de formación (por ejemplo, entre los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa), pero también en las parroquias, universidades e institutos de cultura.

En este sentido, las Iglesias orientales y el Dicasterio se han sentido destinatarios, de manera particular, del deseo del Santo Padre de que ese mensaje sea conocido y difundido. Ciertamente, algunas experiencias de la vida nos dicen que ese mensaje indica un horizonte amplio, bello, compartible, pero que no siempre encuentra correspondencia en la realidad, pero esto no debe desanimar ni restar valor al documento si en algunos momentos de la historia o del presente parece desatendido. La esperanza es que el deseo y el compromiso personal de cada uno para la promoción de la “fraternidad humana” pueda acelerar el momento de su realización.

 

¿Cómo apoya la Congregación directamente a las iglesias locales?

Otro punto es el de los subsidios ordinarios que la Congregación garantiza cada año a las diócesis del territorio de manera que puedan garantizar un mínimo de actividades de la vida eclesial del anuncio del Evangelio de la Caridad. El total anual es de unos cuatro millones de euros. Ha habido algunas intervenciones de carácter más extraordinario relacionadas con el mantenimiento de los sacerdotes en territorios donde no es posible proporcionar ninguna otra forma de apoyo, como por ejemplo ocurre en Italia con el mecanismo del ocho por mil, por el que se han proporcionado en varias ocasiones subsidios extraordinarios para la vida de los sacerdotes en Siria, para que pudieran seguir asegurando su testimonio junto a la población que sufre.

Pensemos también en las subvenciones a las escuelas, al Secretariado de Solidaridad de Jerusalén y las del Patriarcado Latino: a menudo estas escuelas son realmente lugares de crecimiento, de formación en la convivencia pacífica. Pero a veces también se les ayuda para ser preservadas de las formas de discriminación, porque desgraciadamente en algunos contextos las escuelas públicas han visto a nuestros cristianos como protagonistas negativos. Casi dos millones de dólares al año van para ellos.

ENLACE. Entrevista completa al cardenal Leonardo Sandri

Información relacionada
Fuentes

Vatican News / Foto: St. Mary Malankara

 

Puntuación: 5 / Votos: 1

Buena Voz

Buena Voz es un Servicio de Información y Documentación religiosa y de la Iglesia que llega a personas interesadas de nuestra comunidad universitaria. Este servicio ayuda a afianzar nuestra identidad como católicos, y es un punto de partida para conversar sobre los temas tratados en las informaciones o documentos enviados. No se trata de un vocero oficial, ni un organismo formal, sino la iniciativa libre y espontánea de un grupo de interesados.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *