“Si no sigues el Concilio, no estás con la Iglesia”

11:00 a.m. | 19 feb 21 (TT/VTN).- Francisco no pone freno a su espíritu reformador. Entre otras cosas, porque sabe que está en el corazón mismo de la renovación del Vaticano II. Por eso, cuando amenazan tormentas de cierta resistencia, el Papa no duda en expresar con contundencia dónde está su faro: “Quien no sigue el Concilio, no está con la Iglesia”. Luego, Francisco insistió en que el Vaticano II es “magisterio que no se negocia”, criticó a quienes “lo interpretan a su manera”, y advirtió que “con respecto a eso tenemos que ser exigentes, severos”.

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Los que rechazan las enseñanzas del Concilio Vaticano II se sitúan fuera de la Iglesia, ha dicho el Papa. Las declaraciones de Francisco han sido la crítica más fuerte a los católicos que cuestionan el Vaticano II, incluyendo algunos católicos “conservadores” que se oponen a la dirección de su pontificado. “O estás con la Iglesia y, por tanto, sigues el concilio, o lo interpretas a vuestra manera -según vuestro deseo- y no estás con la Iglesia”, dijo el Papa jesuita de 84 años a los miembros de la Oficina Nacional de Catequesis de la Conferencia Episcopal Italiana.

El Papa se ha comprometido a aplicar las reformas del concilio de 1962-65, la reunión de obispos que buscaba renovar la Iglesia. El concilio pretendió abrir un diálogo con el mundo contemporáneo y otras religiones y conectar más firmemente el catolicismo con sus raíces en el Evangelio. Propuso una visión de la Iglesia al lado de los marginados, hablando proféticamente de los “gozos y esperanzas, las penas y las angustias” de todos los pueblos. “Sé que el Señor quiere que el Concilio avance en la Iglesia”, dijo Francisco en 2018. “Los historiadores nos dicen que se necesitan 100 años para que un Concilio se aplique. Estamos a mitad de camino”.

Durante el pontificado de Francisco, los disidentes más ruidosos a la visión del concilio han venido de sectores conservadores, incluyendo figuras como el arzobispo Carlo Maria Viganò, el diplomático papal retirado que en 2018 pidió la renuncia del Papa. Viganò ha dicho que los obispos que participaron en el Vaticano II fueron “objeto de un sensacional engaño, de un fraude” y lo ha descrito como “la abdicación de la Iglesia católica”.

Pero en su discurso el Papa dijo que el concilio “no debe ser negociado” y que en este punto “debemos ser exigentes, estrictos”. Advirtiendo contra una mentalidad que dice “nosotros somos los verdaderos católicos”, citó a los creyentes que se separaron de la Iglesia romana tras el Concilio Vaticano I (1869-70) por la enseñanza sobre la infalibilidad papal, y que forman parte de la “Antigua Iglesia católica”. Francisco dijo que hoy este grupo ordena a las mujeres, lo que va en contra de la enseñanza oficial católica.

Los años que siguieron al Vaticano II fueron testigos de un intenso debate sobre cómo aplicar el concilio que había sido convocado por Juan XXIII. Aunque todos los papas posteriores trataron de seguir su mandato, muchos en la Iglesia que estaban entusiasmados por el espíritu de renovación que desató se desanimaron durante los papados de San Juan Pablo II y Benedicto XIV. Tenían la impresión de que Roma estaba reafirmando el control y definiendo de forma demasiado estrecha la aplicación del concilio.

Pero el desafío al que se enfrenta la enseñanza del Vaticano II en la era de Francisco no proviene de los “disidentes liberales” que intentan llevarla más allá de lo que los padres conciliares tenían en mente, sino de aquellos que cuestionan la sabiduría del Concilio en absoluto, o quieren reinterpretarlo de tal manera que pierda su impulso. Estos neotradicionalistas se encuentran entre los opositores más ruidosos al pontificado de Francisco.

Como resultado, algunos en Roma ven este pontificado como la “tercera fase” de la implementación del Vaticano II, después de dos pontificados en los que las reformas conciliares se llevaron a cabo con más cautela. Mientras que el difunto cardenal inglés Cormac Murphy-O’Connor dijo que Juan Pablo II y Benedicto mantenían los dedos en el botón de “pausa” del Vaticano II, Francisco ha pulsado “play”.

Gran parte de esto se debe a la recepción del Concilio en América Latina que, según el historiador de la Iglesia Massimo Faggioli, “fue un momento importante en la historia de la liberación del catolicismo europeo y colonial”. El catolicismo postconciliar en América Latina y Central vio florecer la teología de la liberación, poniendo el Evangelio al servicio de los pobres. En este periodo surgieron figuras señeras, como San Óscar Romero, de El Salvador. Monseñor Romero fue asesinado a tiros en 1980 mientras celebraba una misa después de haber hablado contra el régimen opresivo salvadoreño, y a veces se le describe como un “mártir de la Iglesia del Vaticano II”.

Una catequesis renovada

Dicho todo eso, hizo un llamamiento a “ofrecer una catequesis renovada que inspire todos los ámbitos de la pastoral: caridad, liturgia, familia, cultura, vida social, economía”. Para ello les animó a seguir la estela del período conciliar en el que “la Iglesia italiana fue rápida y capaz a la hora de acoger los signos y las sensibilidades de los tiempos”.

Solo así la catequesis se convertirá en “la vanguardia de la Iglesia”, no como una transmisión de conocimientos, sino como el ejercicio de “tomar de la mano y acompañar” al otro en la historia de la salvación. “Suscita un camino, en el que cada uno encuentra su propio ritmo, porque la vida cristiana no aplana ni homologa, sino que realza la unicidad de cada hijo de Dios”, detalló. Pero, por encima de esto, apuntó que el corazón catequético es “favorecer el encuentro personal” con Jesucristo. “Por lo tanto, debe estar entrelazada de relaciones personales. No hay verdadera catequesis sin el testimonio de hombres y mujeres de carne y hueso”.

El Papa compartió con ellos la importancia que puede llegar a tener en la vida de las personas la figura del catequista: “¿Quién de nosotros no recuerda al menos a uno de sus catequistas? Yo lo recuerdo. Me acuerdo de la monja que me preparó para la primera comunión y me hizo tanto bien. Los primeros protagonistas de la catequesis son ellos, mensajeros del Evangelio, a menudo laicos, que entran en juego con generosidad para compartir la belleza de haber encontrado a Jesús”. Así, definió al catequista como aquel que “custodia y alimenta la memoria de Dios; la custodia en sí mismo y –es un memorioso de la historia de la salvación– y sabe despertarla en los demás”. Para ello, animó a trabajar el que denominó “la dialéctica” de la cercanía.

ENLACE. Mensaje completo del papa Francisco

Fuentes:

The Tablet / Revista Vida Nueva

 

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