Legado de fe, esperanza y vida del P. Adolfo Nicolás

8:00 p.m. | 28 may 20 (VN/SJ).- El 20 de mayo falleció el P. Nicolás a los 84 años, jesuita español que fue superior general de la Compañía de Jesús entre los años 2008 y 2016. Su muerte se informó desde Japón, la tierra en la que encarnó como misionero y en la que ha pasado la mayor parte de su vida. El P. Arturo Sosa, que le sucedió en el cargo, celebra la “vida marcada por un servicio intenso”, así como el “coraje y la humildad” de este religioso que nos ha dejado un legado eterno en su experiencia, mensajes y diálogos. Recordamos también su visita a Lima en el 2012.

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El padre Arturo Sosa, actual superior general de la Compañía de Jesús, comunicó la noticia a través de una carta a todos los jesuitas. En sus palabras, el padre Sosa describe a su predecesor como “un hombre sabio, humilde y libre; entregado al servicio de modo total y generoso; conmovido por los que sufren en el mundo, pero a la vez rebosante de la esperanza que le infundía su fe en el Señor Resucitado; excelente amigo, de los que aman la risa y hacen reír a otros; un hombre del Evangelio”.

Nacido en Palencia (España) en 1936, entró en el noviciado de los jesuitas de Aranjuez en 1953. Con 24 años fue destinado a Japón. Desde ese momento hasta su elección como superior general, en 2008, trabajó en Asia, sobre todo en Japón y Filipinas, desempeñando distintos cargos, entre ellos el de Provincial de Japón en la década de los 90, o el de moderador de los Provinciales Jesuitas de Asia Oriental y Oceanía. También trabajó con población inmigrante en una parroquia de Tokio.

En 2008, tras la renuncia del P. Peter-Hans Kolvenbach, fue elegido por la Congregación General 35 como Superior General de los jesuitas, convirtiéndose en el vigésimo noveno sucesor de San Ignacio. A su generalato aportó su conocimiento y sensibilidad de las culturas orientales, la espiritualidad en diálogo con otras religiones y reafirmó el compromiso prioritario por la promoción de la justicia y la reconciliación. En el intenso trabajo con las provincias jesuitas, insistió repetidamente en la necesidad de combatir la superficialidad, impulsando la creatividad y la profundidad.

En 2014, a la edad de 78 años, anunció su voluntad de presentar la renuncia, lo que hizo ante la Congregación General 36, celebrada en Roma en 2016. Tras ello, regresó a Asia, primero a Filipinas y después a Japón, donde ha residido hasta ahora.

Hombre de alma extensa y expandida, horizontal y acogedora, reclamaba que “el cristiano es esencialmente comunitario. Vaya donde vaya, crea comunidad, porque acepta, perdona, alegra, apoya, aguanta”. También tuvo un mensaje claro para los jóvenes: “Ustedes son los responsables del presente histórico. No solo debemos hacer lo que nos gusta y queremos, sino lo que necesitan los demás y podamos colaborar y aportar”.

Su ser jesuita se aprecia claramente en esta llamada: “Las soluciones del pasado ya no sirven para los problemas de ahora. Las situaciones contemporáneas exigen creatividad. La globalización no la podemos parar, pero sí podemos humanizarla, y eso exige creatividad”.

Conformado desde sus raíces

Donde se puede apreciar claramente quién era Adolfo Nicolás, es en esta larga y distendida entrevista con el equipo de comunicación de la Compañía. Allí, entre otras cosas, recuerda su infancia: “Mi niñez ha estado marcada por los desplazamientos. Nos movíamos de una a otra ciudad siguiendo los destinos de mi padre. Antes de llegar a la universidad, estuve en siete colegios distintos”.

“Para un niño, esto es una experiencia muy dura; hacer amigos y dejarlos una y otra vez. Al final resultó ser una bendición. En Japón, cada seis meses me movía de una comunidad a otra. He tenido que viajar frecuentemente en el sudoeste asiático: diferentes países, lugares, comunidades, y mi experiencia pasada me ha hecho mucho bien en este sentido. Lo que fue dolor en mi infancia, resultó una bendición para el futuro”.

También destaca cómo le han marcado los suyos: “He nacido en una familia trabajadora, en un pequeño pueblo. Esto me ha dado una gran sensibilidad hacia lo sencillo, que no siempre he sabido apreciar. Me encantan las relaciones sencillas, la vida sencilla y la gente no muy sofisticada. A pesar de haber vivido más tarde en ciudades como Barcelona y Madrid, la sencillez de mi pueblo siempre ha sido clave para mí: los cielos abiertos de Castilla, los anchos horizontes”.

ENLACE. Conversación de un equipo de comunicaciones jesuitas con el P. Adolfo Nicolás (2008)

 

No es una cruz

Y no deja de lanzar un aviso a navegantes hacia cierto perfil de consagrados: “No me gusta –y no quiero juzga a nadie- cuando un religioso, jesuita o no, habla de la vida religiosa como una cruz, algo difícil con lo que hay que cargar. La mayoría de las veces no tiene sentido, porque la gente casada tiene también enormes problemas y dificultades, y la gente que lucha por ganarse la vida de forma ordinaria carga con frecuencia con una gran dosis de cruz”.

“He visto gente luchando toda su vida; los inmigrantes, por ejemplo. Por ello, poner de relieve o exagerar las dificultades de la vida religiosa no tiene mucho sentido. Creo en el servicio, y en mi vocación como una vocación de servicio. Me gusta servir y creo que es nuestra espiritualidad”.

Finalmente, se puede adentrar en el corazón de su alma leyendo este extracto de su homilía, en la iglesia romana del Gesù, en una misa celebrada el 20 de enero de 2008: “La fuerza del servidor es solamente Dios. Nosotros no tenemos otra fuerza. Ni las fuerzas externas de la política, de los negocios, de los medios de comunicación, ni la fuerza interna de la investigación, del estudio, de los títulos. Solamente Dios. Como los pobres”.

En dicha reflexión, por cierto, ya se adelantó unos años a Francisco al señalar las periferias existenciales que han de ser abrazadas desde el Evangelio: “Oramos todos juntos por este sentido de misión de la Iglesia, para que sea a favor de las ‘naciones’, no de nosotros mismos. Las ‘naciones’ que todavía están lejos, no geográficamente, sino humanamente, existencialmente. Para que la alegría, la esperanza que viene del Evangelio, sea una realidad con la que nosotros podamos colaborar un poco. Haciéndolo con mucho amor, y con un servicio desinteresado”.

Formar pensadores críticos, contra la “Globalización de la superficialidad”

El Padre Nicolás quería que las escuelas jesuitas fueran diferentes, que fueran profundas, que formaran pensadores críticos. También quería que toda la Compañía de Jesús estuviera abierta a aprender de Asia y de los pueblos de las “fronteras”. Unos meses después de su elección como superior, el Padre Nicolás habló con periodistas jesuitas:

“¿Qué espero de los jesuitas? Si trato de poner las cosas en una idea o una frase, diría que espero realmente que nos insertemos profundamente en lo que hacemos -sea trabajo pastoral, educación, investigación, espiritualidad-, no en términos de éxito o en términos de factores exteriores. Cualquiera que sea el tema que abordemos, incluso aquellas cuestiones sobre las que a veces la gente se siente tan incómoda (como las relaciones con la jerarquía local), si podemos profundizar lo suficiente en ello, podemos encontrar tantas posibilidades de cooperación, de ayuda a la gente, porque en lo más profundo de nosotros mismos encontramos al Señor que inspira nuestro mejor servicio a los demás. Pedir a los jesuitas que profundicen en los temas y que profundicen en el discernimiento sobre cuáles son las posibilidades y cómo podemos servir mejor, esa será mi parte clave y central”.

Alentó la creatividad entre sus hermanos jesuitas al adaptarse a los contextos cambiantes de su ministerio. En abril de 2010, hablando en México en un encuentro internacional de educadores en escuelas jesuitas, advirtió sobre la “globalización de la superficialidad”:

Cuando se puede acceder a tanta información tan rápidamente y sin dolor; cuando se puede expresar y publicar al mundo las reacciones de uno de forma tan inmediata y tan irreflexiva en los propios blogs o micro-blogs; cuando la última columna de opinión del New York Times o de El País, o el más reciente vídeo viral, puede difundirse tan rápidamente a personas que se encuentran a medio mundo de distancia, moldeando sus percepciones y sentimientos, entonces el trabajo laborioso y minucioso del pensamiento serio y crítico suele sufrir un cortocircuito.

Quería que las escuelas jesuitas fueran diferentes, que fueran profundas, que formaran pensadores críticos. También quería que toda la Compañía de Jesús estuviera abierta a aprender de Asia y de los pueblos de las “fronteras”, un temprano modelo jesuita de los días de Francisco Javier, Matteo Ricci y otros.

El pensamiento del P. Nicolás, en el borrador de una carta

Hace algunos años, durante el pontificado del papa Benedicto XVI, el P. General Adolfo Nicolás esbozó puntos para una posible carta a la Compañía. Aunque nunca escribió la carta, sí compartió estos puntos con algunos amigos. El siguiente texto, aunque todavía resulta improvisado e informal, expresa claramente la dirección de su pensamiento. Con el permiso del P. Nicolás, lo compartimos ahora.

De la distracción a la dedicación: una invitación al centro (P. Nicolás)

Durante algún tiempo, los religiosos nos hemos preguntado acerca de nuestra vida en la Iglesia y el poder y la atracción de nuestro testimonio. No se necesita una visión extraordinaria o un análisis profundo para darse cuenta de que lo que llamamos “vida religiosa” ha perdido algo de su impacto en la Iglesia y fuera de sus muros. Por supuesto, esto no es universal. Algunos grupos de religiosos han mantenido e incluso aumentado su credibilidad por la autenticidad de su vida, su servicio a los pobres o la profundidad de su oración. Sin embargo, las preguntas persisten. ¿Qué hemos perdido? ¿Dónde nos hemos equivocado? ¿Hemos entendido mal nuestra llamada a la renovación? ¿Estamos sin rumbo?

Las distracciones durante el tiempo de oración fueron una gran preocupación en los primeros años de mi vida religiosa. Cuando en aquellos noviciados aislados, casi ocultos, de antaño, buscábamos en nuestras vidas algo que decir en las confesiones semanales, las distracciones en la oración siempre nos salvaban. Me llevó muchos años de lucha y fracaso darme cuenta de que mi verdadera distracción estaba en mi vida, no en mi oración. Estaba distraído en casi todas las áreas de la vida, el trabajo o el estudio. No es de extrañar que mi oración sufriera el mismo malestar. ¿Cómo podría centrarme en la oración, cuando mi mente y mi corazón estaban distraídos con tantas cosas?

Esta comprensión me abrió de par en par una puerta a la conciencia y a uno de los medios de oración ignacianos más tradicionales: el Examen. Yo, como muchos de mis amigos en la vida religiosa, no era una mala persona. Éramos compañeros decentes, esforzándonos lo más posible en hacer bien lo que se nos pedía que hiciéramos, desde la oración hasta la enseñanza, jugar al fútbol y ayudar en la liturgia de la Semana Santa. Incluso cantábamos bien. Pero estábamos “distraídos”. Puedo ver eso después de releer a nuestros Maestros, los Clásicos… (leer aquí el texto completo).

La visita al Perú del P. Adolfo Nicolás (2012)

El P. Adolfo Nicolás SJ, superior general de la Compañía de Jesús, visitó el Perú entre el 28 de octubre y el 4 de noviembre, en el marco de la 25ª Asamblea de la Conferencia de Provinciales de la Compañía de Jesús en América Latina (CPAL).

Durante su visita se reunió con sus jesuitas, académicos, jóvenes, empresarios, autoridades en general y visitó parroquias con presencia jesuita. Compartimos algunos enlaces sobre su visita en el año 2012:

Información relacionada:
Fuentes:

Vatican News / Vida Nueva / InfoSJ / Jesuitas LAT / America Magazine / Religión Digital

 

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