Dejar una carrera política por la vida consagrada

4:00 p.m. | 12 may 20 (AM/ST).- Un giro improbable. Una importante autoridad norteamericana -segundo a cargo del Estado de Washington- decidió abandonar una ascendente carrera política para dedicar su vida al servicio en la Compañía de Jesús. Cyrus Habib, iraní de 38 años -ciego desde los 8 y sobreviviente de cáncer-, explica que después de una extensa y profunda reflexión, decidió dar un paso adelante en su vocación de servicio: “dedicar su vida de una forma más directa y personal a servir a los marginados y aliviar a los que sufren heridas espirituales”. El mismo Habib contó su historia en America Magazine.

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Hace poco anuncié que no me presentaré a la reelección como vicegobernador del estado de Washington y he decidido entrar en la Compañía de Jesús. Esta decisión es el resultado de dos años de un minucioso discernimiento guiado por la oración.

Pero como ese proceso ha sido casi totalmente privado, entiendo que será una gran sorpresa para mis electores y partidarios. Muchos se preguntarán por qué alguien que ha pasado los últimos ocho años con una carrera política ascedente y que tiene una oportunidad nada despreciable de acceder a la gobernación el año que viene, cambiaría una vida de autoridad por una de obediencia. Quiero dedicar un momento a discutir esta decisión, así como expresar mi profunda gratitud a todos aquellos que han ayudado a que estos ocho años para los que fui elegido en el cargo hayan sido tan exitosos y gratificantes.

Fui elegido como representante estatal en 2012, senador estatal en 2014 y vicegobernador en 2016. Mis razones para postularme y mis prioridades en el cargo estaban firmemente arraigadas en la enseñanza social católica, que coloca a los pobres, los enfermos, los discapacitados, los inmigrantes, los prisioneros y todos los marginados en el centro de nuestra agenda social y política.

Desde mi infancia supe lo que era ser excluido por ser un niño ciego de una familia iraní, y he tratado de usar el poder que me han dado los votantes para asegurar que avanzamos de manera determinada hacia un futuro en el que nadie se sienta abandonado o dejado de lado en nuestra sociedad.

Por eso, como parlamentario, presenté un proyecto de ley para establecer la licencia remunerada por enfermedad en todo el estado y también patrociné la Ley de Derechos de Voto en Washington para que nuestras elecciones fueran más equitativas. Y es por eso que hice del acceso a la educación superior la máxima prioridad en la oficina del vicegobernador, y quedé satisfecho cuando a través de la legislación que propusimos y los programas que lanzamos, logramos eliminar los obstáculos -a la universidad- para innumerables washingtonianos que serán los primeros de sus familias en contemplar siquiera la posibilidad de seguir una educación post-secundaria.

Pero en los últimos dos años, me sentí llamado a una vocación diferente, aunque también orientada al servicio y la justicia social. He sentido la llamada a dedicar mi vida de una forma más directa y personal a servir a los marginados, a empoderar a los vulnerables, a aliviar a los que sufren heridas espirituales y a acompañar a los que disciernen su propio futuro. Para mí, esto está enraizado en mi fe en el Evangelio de Cristo.

Pero mi deseo de encontrar algo más grande que yo al acompañar a los pobres y abandonados de este mundo será familiar para aquellos de muchas tradiciones espirituales diferentes. He llegado a creer que la mejor manera de profundizar mi compromiso con la justicia social es reducir la complejidad de mi propia vida y dedicarla a servir a los demás.

Ahora tengo la seguridad que, si bien es cierto que seguimos necesitando personas de buena voluntad para servir en cargos políticos, para hacer frente a los desafíos que nuestro país enfrenta se requerirá algo más que la elaboración de políticas.

La gente necesita desesperadamente compañía y apoyo espiritual. Desde nuestra cultura del descarte, que trata a los trabajadores y a nuestro medio ambiente como algo desechable, hasta una nueva generación de jóvenes deseosos de cambiar el mundo pero que luchan con una ansiedad, alienación y otros desafíos de salud mental sin precedentes -pasando por el miedo y el aislamiento que todos estamos experimentando como resultado del coronavirus-, este es un momento en el que necesitamos basarnos en la sabiduría de aquellos que más han vivido y cultivar nuevas formas de sabiduría forjadas en las raíces del momento actual.

La Iglesia católica ha luchado con problemáticas sociales y morales complejas durante 2.000 años, y aunque puedo ser tan impaciente como cualquiera cuando avanza demasiado despacio, sé por experiencia personal cuánto podemos beneficiarnos todos de un vocabulario moral que insiste en la dignidad de todas y cada una de las personas. Y también sé que, en esta época de consumismo, desconfianza y polarización, muchos americanos anhelan un encuentro con lo trascendente, lo alegre, lo amoroso.

Yo mismo experimento ese consuelo cada vez que hablo con mi modelo a seguir, el reverendo Mike Ryan, el pastor de la catedral de St. James en Seattle. Y porque Dios es lo suficientemente grande para hablarnos a través de muchas tradiciones diferentes, lo sentí cuando tuve el privilegio único de conocer y aprender del Dalai Lama el año pasado. ¿Cómo podría resistirme a la oportunidad de participar, aunque sea brevemente, en la obra vivificante de la renovación espiritual que nuestro mundo y estos tiempos necesitan tan desesperadamente?

Los jesuitas son conocidos por su dedicación a la educación, en particular a la educación superior, por su filosofía de encontrar a Dios en todas las personas, culturas y cosas, por su defensa de una Iglesia y un mundo más inclusivo y por servir como guías espirituales enraizados en las prácticas contemplativas de la espiritualidad ignaciana.

Y ahora el papa Francisco, el primer Papa jesuita, ha traído estos valores a su liderazgo de la Iglesia global y, al hacerlo, inspiró a una generación de católicos a volver a comprometerse con su fe. En este momento, es demasiado pronto para saber adónde me llevará mi vida como jesuita, pero confío en que implicará la enseñanza, el diálogo intercultural e interreligioso, la defensa y el acompañamiento espiritual.

Por último, y lo más importante, quiero agradecer a todos aquellos que hicieron posible que yo sirviera al público en un cargo electo, todos los voluntarios, donantes, personal y colegas que me han acompañado en este viaje. Atesoro nuestros logros compartidos más de lo que podría escribir aquí. Los cargos electos y el servicio gubernamental son objetivos muy nobles, y la gente con la que he trabajado sólo ha profundizado mi respeto por nuestra forma de gobierno. Gracias por lo que han hecho y por lo que continuarán haciendo por nuestro país.

Les pido que me mantengan en sus oraciones mientras recorro este nuevo camino; ustedes, por supuesto, estarán en el mío.

Cyrus Habib explicó por qué deja la política para unirse a los jesuitas

La enfermedad y posterior muerte de su padre. Sus propios recuerdos de haber tenido cáncer de niño. Una cultura política que vio que se volvía cada vez más tóxica.

Cyrus Habib, dijo que estas cosas contribuyeron a su decisión de unirse a la orden religiosa jesuita y no buscar la elección para un segundo mandato. En una entrevista, Habib explicó que la decisión de cambiar su vida vino después de haber llegado a un punto bajo espiritual y emocional en los últimos años y cada vez más comenzó a preguntarse si su carrera política lo estaba haciendo feliz.

El anuncio de que se uniría a la Compañía de Jesús fue una rara sorpresa en la jerarquía de la política demócrata estatal. Es común que los funcionarios electos renuncien a la reelección para buscar un cargo público más poderoso, o tal vez para dejar el servicio público por un trabajo privado lucrativo o de alto perfil. ¿Pero abandonar una carrera política en ascenso para acogerse a los votos jesuitas de pobreza, castidad y obediencia?

Habib, de 38 años, dijo que había estado ponderando la decisión durante algún tiempo. Solicitó y fue aceptado por la orden jesuita el año pasado. “Mi intención es ser ordenado”, dijo. “Esa es mi esperanza”.

Elegido para el cargo estatal en 2016, Habib había sido anteriormente representante estatal y senador. Cuando a su padre le diagnosticaron cáncer en el 2013, “impactó de manera determinante mi vida”, dijo Habib, quien buscó a su sacerdote en la Catedral de St. James de Seattle, donde asiste. El sacerdote le recomendó un libro de James Martin, un escritor y académico jesuita titulado “La guía jesuita para (casi) todo”.

“No sabía nada sobre lo que significaba convertirse en jesuita”, dijo Habib, quien luego comenzó a explorar más… (leer aquí el artículo completo).

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Fuentes:

America Magazine / Seattle Times

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Buena Voz

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