Francisco visitará Japón: inspiración y la comunidad católica
3:00 p.m. | 31 oct 19 (AN/VT).- El Papa visitará Japón del 23 al 26 de noviembre, encontrando a los más de 400 mil católicos en un país con más de 100 millones de habitantes. Aún cuando algunas organizaciones señalan que el número real de fieles es casi el doble, no alcanza ni el 1% del total. La historia resulta interesante, si se considera que el cristianismo llegó a Japón recién en el S. XVI y en un primer momento su avance fue sorprendente.
Con respecto a la visita, según lo programado y urgencias palpables en la población, Francisco -segundo pontífice en visitar el país asiático- fortalecerá su postura en contra de las armas nucleares, llevará un mensaje por la dignidad de la vida (altos índices de suicidios) y rendirá homenaje a la misión, que en Japón tiene una carga histórica, reflejada hasta ahora con los llamados “cristianos ocultos”.
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Arzobispo de Tokio sobre lo que urge en Japón previo a la visita de Francisco
Dado que el Santo Padre visitará Nagasaki e Hiroshima, se presta mucha atención a su mensaje por la paz y por la abolición de las armas nucleares. Naturalmente, difundir estos mensajes justamente desde las ciudades que fueron afectadas por la bombas atómicas tendrá un profundo impacto sobre las personas de todo el mundo y también en general sobre el público en Japón. El gobierno espera a alguien como el Santo Padre que con fuerte voz moral tome una clara posición contra las armas nucleares,
De todos modos, no se debe olvidar este aspecto: el tema elegido para la visita de Su Santidad en Japón es “Protege cada vida”. Hoy el “Evangelio de la vida” es realmente necesario en la sociedad japonesa, donde la vida humana no es respetada. Los seres humanos son evaluados en cuanto pueden contribuir a la sociedad y las personas discapacitadas son marginadas. A veces, no viene protegido ni siquiera el derecho a vivir para las personas discapacitadas.
En julio de 2016, un joven atacó una estructura de apoyo social en Sagamihara (Yokohama) y mató a 19 discapacitados. Según el homicida, quería reivindicar el hecho que aquellas personas minusválidas no contribuyen en nada a la sociedad y por lo tanto deben ser exterminadas. Un discreto número de personas expresó aprobación en Internet sobre esta opinión.
Por otro lado, desde 1998 hasta hoy, más de 20 mil, a veces más de 30 mil personas se suicidan en Japón cada año. En este país avanzado y moderno, con abundantes bienes materiales, la gente es dejada de lado y se quita la vida. Tantas personas perdieron su esperanza en el futuro, se sienten aisladas porque nadie se ocupa de ellos. Una maravillosa tradición de apoyo comunitario se convirtió en una fábula del pasado.
En el moderno Japón, aislamiento, pobreza, falta de respeto por la vida humana e incapacidad en encontrar esperanza están matando a la gente. La tendencia en la sociedad de tener menos niños y más personas ancianas, está haciendo aumentar la presencia de trabajadores migrantes. Muchos de ellos tienen dificultad en integrarse en la sociedad japonesa y se sienten aislados. Algunos de ellos sufren maltratamientos de parte de sus empleadores. Además, muchos están perdiendo la esperanza para el futuro.
Quizás supieron que recientemente, un nigeriano murió de hambre después de diversos días de una huelga de hambre a causa de su prolongado encarcelamiento en uno de los centros de detención de Nagasaki.
No quiero hacer juicios apresurados sobre las razones de la detención de extranjeros por manos de la Autoridad japonesa para la inmigración, pero como dato de hecho, en los medios en Japón llegaron muchas críticas contra el maltrato (de extranjeros) en los centro de atención por parte de personas encargadas de inmigración.
Los refugiados no son bienvenidos ni por el gobierno, ni por el público en general. El gobierno japonés es famoso por su reluctancia en garantizar el estatus de refugiado a aquellos que llegaron por razones de seguridad. En 2018, sobre 10.493 demandas, sólo 42 personas recibieron el estatus de refugiado.
A un país hecho así, el Santo Padre llevará un mensaje de amor y esperanza, para hacernos comprender que todos somos amados por nuestro Creador y así podemos todavía encontrar esperanza para el futuro. Él viene de visita con un mensaje de respeto por las vidas humanas, para que todos podamos ser incluidos en la sociedad y toda vida humana pueda recibir el debido respeto y atención.
Por esto, sinceramente espero que la atención del público sea dirigida no sólo al mensaje de paz del Papa, sino también a su mensaje de respeto por las vidas humanas. La Iglesia católica de Japón está lista para seguir el buen ejemplo de evangelización de nuestro Pastor. Estaré feliz en darle la bienvenida a Tokio.
La comunidad católica de Japón que el Papa visitará en noviembre
Los católicos en Japón representan alrededor del 0,3% de la población, de un total de 127 millones de habitantes. En 2018, según las estadísticas oficiales de la Iglesia católica (publicadas el pasado mes de julio por la Conferencia Episcopal japonesa), el país contaba con 440.893 católicos: así lo informa en una nota la Sociedad para las Misiones Extranjeras de París, en colaboración con Ucanews, evidenciando, al mismo tiempo, que se trata de cifras “engañosas” porque si se cuentan a “todos los católicos, incluidos los que no están registrados en las parroquias japonesas, su número exacto podría ser el doble. Hay por lo menos otros tantos católicos no registrados en el país, cuyo número sigue siendo incierto”.
La nota señala asimismo que la mayoría de los católicos no registrados no son japoneses y que muchas de las dieciséis diócesis del país tienen más católicos no japoneses que fieles japoneses. Muchos de los que no están registrados se encuentran en el país ilegalmente y se niegan a registrar sus nombres en cualquier lugar, por temor a dejar rastros de su paso a los servicios de inmigración o a la policía japonesa.
La capital japonesa es la metrópoli más grande del mundo con casi 37 millones de habitantes (más de la cuarta parte de la población del país) –continúa la nota– precisando además que las tres diócesis de Tokio, Yokohama y Saitama, en el área metropolitana de Tokio, tienen 174.878 católicos, de los cuales 97.656 viven en la arquidiócesis de Tokio.
Después de la zona de Tokio, la segunda mayor concentración de católicos se encuentra en Kyushu, donde la iglesia local heredó la fe transmitida por los “cristianos ocultos”, mientras cristianismo fue prohibido durante el período de persecución (1639-1873).
Las cuatro diócesis de la isla tienen un total de 106.203 católicos, de los cuales 60.933 están en la arquidiócesis de Nagasaki. Según las estadísticas de 2018, la evolución de la población católica japonesa en diez años muestra una disminución constante del número de católicos registrados en el país (440.893 católicos en 2018 frente a 447.886 en 2008).
La Agencia Informativa para las Misiones Extranjeras en París informa además que durante el año 2018, el número de adultos bautizados superó el número de niños recién nacidos bautizados. En 2018 se registraron 2.689 bautismos de adultos, de los cuales 798 en Tokio y 2.329 de recién nacidos, de los cuales 439 en Tokio. El número de bautismos para toda la población católica registrada ha ido disminuyendo constantemente desde 2006 (con 7.193 bautismos en 2006 en comparación con 518 en 2018). El país cuenta con 1.366 obispos, sacerdotes y diáconos, de los cuales 529 no japoneses. A finales de 2018, había 74 seminaristas, entre ellos 31 diocesanos.
El cristianismo y la cultura japonesa
En una cultura que por cientos de años ha sido guiada por la religión shintoísta y la budista, el cristianismo tiene una historia relativamente reciente que comenzó por el siglo XVI y como en otras partes del mundo tampoco estuvo exenta de carismáticos líderes, controversias, persecuciones, batallas y muertes.
El jesuita Francisco Javier fue el primer occidental culto que se involucró completamente con la cultura japonesa (1549). Compartió con ellos, visitó múltiples ciudades, estudió su idioma, conoció a sus autoridades, admiró su cultura e intentó describirle a Occidente, mediante sus sorprendentes cartas, lo evolucionada que era la organización social de los habitantes de este nuevo mundo.
Aprovechando esta inmersión en la cultura japonesa, Francisco Javier predica la palabra de Cristo y mediante ella construye una popularidad que no pasó inadvertida por parte de la población, logrando formar una pequeña comunidad con aprox. 1.000 nuevos cristianos. Aunque Francisco Javier se retira posteriormente hacia China en su periplo para difundir el cristianismo, los jesuitas se instalan en Japón para continuar la labor de quien sería canonizado muchos años más tarde y llamado San Francisco Javier, el Apóstol de Oriente.
Se estima que para el año 1557, ya existían en Japón más de 100.000 japoneses convertidos al cristianismo, donde se podían encontrar desde guerreros samurai hasta campesinos y pescadores. Ante el éxito de la evangelización, los jesuitas llegaron a especular que podrían convertir a todo Japón en un periodo de sólo 10 años.
ENLACE. Más sobre la historia del cristianismo en Japón (breve)
Para Francisco, un deseo que se hace realidad
“Con el tiempo surgió el deseo de ser misionero en Japón, donde los jesuitas siempre han hecho un trabajo muy importante”. El cardenal Jorge Mario Bergoglio confía su sueño en el libro “El Jesuita”.
Es el 2010. El arzobispo de Buenos Aires ve acercarse sus 75 años, una edad en la que se presenta la renuncia al cargo pastoral. Con los periodistas argentinos Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti, por lo tanto, acepta hacer un primer balance de su vida.
Y recordando su juventud y el espíritu que lo anima cuando decide ingresar a la Compañía de Jesús, inmediatamente indica la importancia que la dimensión misionera tiene en su elección, una parte integral del ADN del ser jesuita. Un deseo que el joven Jorge Mario Bergoglio verá ahora hecho realidad en su próximo viaje apostólico, cuando se convertirá en peregrino, pero también en misionero en la Tierra del Sol Naciente, después de haberlo visitado en 1987.
Japón y la Iglesia en misión
Para los jesuitas, Japón siempre ha despertado una atracción especial desde que, en 1549, Francisco Javier pisó esta tierra. En los cinco siglos que siguieron a la primera misión, la Compañía de Jesús nunca abandonó, siempre atenta con una mirada privilegiada dirigida al pueblo y a la cultura japonesa.
Una atención que, si es posible, también se ha fortalecido en las últimas décadas, considerando que dos de los últimos prepósitos generales, Pedro Arrupe y Adolfo Nicolás, han vivido muchos años en Japón. Y sin olvidar el gran papel que jugó un jesuita, Giuseppe Pittau, en el diálogo cultural entre Japón y Occidente.
Un esfuerzo de inculturación paciente, el de los jesuitas, que “no confía en el éxito rápido y los resultados inmediatos, porque Dios va a tres millas por hora, eso es según el ritmo del hombre”, como señaló el padre Nicolás en un artículo de 2014 para La Civiltà Cattolica titulado “Viviendo la misión en Japón”.
Pero, ¿qué de este país distante, además del que “pertenece” a todos los jesuitas, afectó personalmente al joven jesuita argentino que se convirtió en Papa? Él mismo da una respuesta cuando, en la homilía dada en Casa Santa Marta al comienzo de su pontificado, el 17 de abril de 2013, habla con admiración del testimonio ofrecido por la Iglesia japonesa, que permaneció viva a pesar de las persecuciones sufridas entre los siglos XVI y XVII.
Lo que más le impresionó al Papa es sobre todo la fuerza de los fieles laicos, los bautizados, que han permitido que la Iglesia supere la tormenta. Cuando los misioneros regresaron, recordó, encontraron “todas las comunidades en su lugar, todas bautizadas, todas catequizadas, todas casadas en la iglesia”.
Una reflexión que dos años después se expande y se profundiza, al recibir la Conferencia de Obispos de Japón en su visita ad limina. El Papa habla del legado de la Iglesia en Japón, que se basa en dos pilares: los misioneros que, después de Francisco Xavier, “ofrecieron su vida al servicio del Evangelio y del pueblo japonés” y precisamente los “cristianos ocultos”. Cuando todos los misioneros laicos y sacerdotes fueron expulsados del país, Francisco observa que “la fe de la comunidad cristiana no se enfrió”.
De hecho, las brasas de fe que el Espíritu Santo encendió a través de la predicación de esos evangelizadores “permanecieron” a salvo gracias a la solicitud de los fieles laicos “. Por lo tanto, la Iglesia en Japón nos recuerda con su historia, problemática y abundante de bendiciones, historia que los cristianos son misioneros por naturaleza. “Discípulos y misioneros de Jesucristo”, retomando el título del Documento de Aparecida, para el cual el Cardenal Bergoglio trabajó con tanto compromiso y pasión. Es esta Iglesia misionera, que evangeliza por atracción, lo que Francisco predica y atestigua desde el comienzo del pontificado y que en “su” Japón encuentra un terreno fructífero para la pequeña semilla de la Buena Nueva.
Un poco de contexto e historia: la relación de los japoneses con la religión
En 1996 el especialista en estudios religiosos Ama Toshimaro publicó una obra titulada ¿Por qué los japoneses son irreligiosos? (Chikuma Shinsho), que se tradujo a idiomas como el inglés y el coreano y obtuvo una gran resonancia. En el libro Ama sugiere que el motivo de que se considere a los japoneses como irreligiosos es que no profesan ninguna religión revelada.
Las religiones reveladas son aquellas que poseen un fundador —como Jesús en el caso del cristianismo, Buda en el del budismo o Mahoma en el del islamismo— y una doctrina claramente definida. En oposición a las religiones reveladas están las religiones como el hinduismo y el sintoísmo, ausentes de fundador. Se trata de religiones en las que el credo popular no identifica a ningún fundador concreto y que se han venido desarrollando de forma natural a través de individuos anónimos.
La religión en Japón se ha visto fuertemente influida por las religiones reveladas a lo largo de la historia. El budismo, que se introdujo en el siglo VI, fue la religión más influyente hasta mediados del siglo XIX.
Hoy en día la mayoría de los japoneses siguen celebrando los funerales según los ritos budistas y muchos están familiarizados con la iconografía budista, siendo algunos capaces de identificar las figuras de Amida-Butsu (Amitābha en sánscrito), Kannon-Bosatsu (Bodhisattva Avalokiteśvara en sánscrito) y Jizō-Bosatsu (Bodhisattva Ksitigarbha en sánscrito). Más de la mitad de los ciudadanos conservan la costumbre de visitar cada año el cementerio y juntar las manos ante las tumbas de los difuntos para rezar a Buda.
En la segunda mitad del siglo XIX el cristianismo se sumó al panorama religioso japonés con una resonancia notable. A pesar de que logró una gran repercusión en la cultura a través del sector escolar y académico, en la actualidad la comunidad cristiana tan solo representa un 1% de la población japonesa.
Por otro lado, el sintoísmo ha dado lugar a distintas religiones reveladas como el tenrikyō, fundado por la campesina Nakayama Miki a mediados del siglo XIX. La mayoría de las llamadas “nuevas religiones” han recibido la influencia del sincretismo del sintoísmo con el budismo; y es que el budismo tuvo tal impacto en Japón, que resulta imposible segregarlo claramente del sintoísmo hasta mediados del siglo XIX.
ENLACE. La religión en Japón: irreligiosidad y “elementos casi religiosos” (completo)
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Fuentes:
AsiaNews / Nippon.com / Vatican News