Francisco a víctimas de abusos: “Fui parte del problema y pido perdón”

9:00 a m| 8 may 18 (LN).- Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo, tres víctimas del sacerdote pederasta chileno Fernando Karadima, fueron invitados por el Papa a la Casa Santa Marta todo un fin de semana, después de que explotara el caso del obispo Juan Barros, pupilo de Karadima, por las investigaciones de monseñor Charles Scicluna. Los tres expresaron reconocimiento y aprecio por el gesto de Francisco, y la “enorme generosidad y hospitalidad de estos días”.

Subrayaron que han podido ver el rostro amigable de una Iglesia que en el pasado los trataba como “enemigos”, y expresaron también la esperanza de que la Iglesia tome el timón de la lucha contra la pederastia, contra los abusos de poder y contra el encubrimiento de las acusaciones. Y también, que el Papa “transforme en acciones ejemplares sus cariñosas palabras de perdón. De no ser así, todo esto será letra muerta”.

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“Yo fui parte del problema, yo causé esto y pido perdón”. Fueron las palabras que les dijo el Papa a Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo, tres emblemáticas víctimas de abusos sexuales cometidos en Chile, a los que hospedó durante varios días en Santa Marta para compartir el dolor, escuchar y pedirles formalmente disculpas.

En una intensa conferencia de prensa en la Sede de la Asociación de la Prensa Extranjera, las tres víctimas se mostraron muy emocionadas por sus “reparadores” encuentros -individuales y uno grupal- de los últimos días con Francisco, a quien hallaron “increiblemente receptivo, atento y empático durante las largas horas de conversación”.

Encontraron además al Papa “verdaderamente y profundamente dolido” por su error de percepción de las cosas en Chile y, como habían adelantado, le reclamaron “acciones concretas” y “medidas drásticas” para terminar para siempre con la cultura del abuso sexual, el abuso de poder y del encubrimiento en la Iglesia. Algo que, en una declaración pública que leyeron al principio del encuentro, calificaron como crímenes y corrupción que no se agotan en Chile y una “una epidemia que ha destruido miles de vidas de niños, niñas y jóvenes” en todo el mundo.

“Con el Papa hablamos mucho y de varios temas. Nunca vi a alguien tan dolido cuando pide perdón como él: el Papa fue muy solemne, estaba también muy emocionado y me dijo ‘yo fui parte del problema, yo causé esto y te pido perdón'”, contó Cruz, que confesó que entonces rompió en llanto. Como Hamilton y Murillo, sus compañeros de lucha desde hace más de diez años, Cruz fue víctima de los abusos perpetrados por el sacerdote pedófilo Fernando Karadima hace más de 30 años, pero también del encubrimiento de obispos vinculados con él, como el de Osorno, Juan Barros.

“Le conté al Papa que no sólo Juan Barros, sino también Andrés Arteaga, Tomislav Koljatica y Horacio Valenzuela (obispos de Karadima) vieron cómo Karadima tocaba y abusaba de jóvenes”, dijo Cruz, ante una pregunta.

El caso Barros marcó a fuego la visita del Papa a Chile, en enero pasado, y fue el detonante del giro radical que tuvo Francisco en el manejo del escándalo de abusos que sacude a este país. Desde 2015, cuando lo designó al frente de la diócesis de Osorno, Francisco respaldó a Barros contra viento y marea. Rechazó dos veces su renuncia y tildó de “calumniadores” a las víctimas como Cruz, Hamilton y Murillo que lo acusaban de haber encubierto los abusos de Karadima. Al regresar de Chile, las cosas cambiaron.

“Cuando regresó a Roma de Chile, el Santo Padre no volvió victorioso porque se dio cuenta del desastre que había sido la visita y de las mentiras de la Conferencia Episcopal chilena. El Papa habló con algunas personas y decidió enviar una misión especial a Chile”, explicó Cruz, ante una pregunta sobre el giro de 180 grados de Francisco. Cruz, de hecho, aseguró que fue el informe realizado por su enviado especial a Chile, el máximo experto en abusos, monseñor Charles Scicluna, lo “que le abrió los ojos al Papa, que estaba mal informado”.

Tras ese informe, fruto de entrevistas con más de 64 testimonios -entre los cuales las tres víctimas luego invitadas al Vaticano-, el Papa escribió una carta a los obispos chilenos en la que pidió perdón, admitió haberse equivocado en su percepción, también debido a información no veraz y equilibrada y adelantó que tomaría medidas “de corto, mediano y largo plazo” para intentar reparar el escándalo. Y convocó al Vaticano primero a las víctimas y, a partir del 14 de este mes, a los 33 obispos chilenos.

Mal informado

“Mi conclusión es que el Papa estaba mal informado, pero ahora lo sabe todo y queremos medidas bien drásticas, bien concretas y que el ejemplo de Chile sea un modelo para el resto del mundo”, dijo Cruz, ejecutivo de una empresa de comunicación de 53 años, que vive en Estados Unidos, católico practicante y el que pareció más emocionado durante la conferencia de prensa. “Todavía tengo que procesar lo que viví. No es normal que un Papa te invite una semana a su casa y te pida perdón”, confesó, evidentemente conmovido.

Maltratado y difamado por la jerarquía eclesiástica chilena, como sus amigos Hamilton y Murillo y muy activo en los medios, en los últimos meses Cruz había criticado fuertemente al Papa, llamándolo incluso “mentiroso” porque le había enviado una carta con detalles de cómo Barros miraba mientras él era abusado. Una epístola enviada a través del cardenal estadounidense Sean O’Malley, arzobispo de Boston y presidente de la Pontificia Comisión para la Protección de Menores, que se presume que Francisco nunca llegó a leer, vista su desinformación sobre la existencia de víctimas.

“No le pregunté qué pasó con esa carta, no lo presioné con eso, pero le dije que me había dolido cuando habló de calumnias, que me dolió que un papa argentino no supiera lo que pasaba en Chile y le dije que tenía gente tóxica que lo rodea, como el nuncio (Ivo Scapolo), Ezzati (el cardenal, Ricardo), Errázuriz (cardenal, Francisco) y varios obispos”, agregó Cruz, tal como había adelantado la semana pasada en una entrevista con La Nación.

El nombre de Errázuriz fue varias veces mencionado en la conferencia de prensa por las víctimas, que acusaron al ex arzobispo de Santiago de ser el máximo encubridor de Karadima y por ello un “criminal” que está libre sólo porque han prescrito sus delitos. “Le pido públicamente al presidente de mi país que tome la decisión más sabia y apruebe la ley de imprescriptibilidad de los abusos”, clamó Hamilton, médico gastroenterólogo.

Abusado por Karadima en su propia casa estando su primera esposa presente en la planta baja, ante una pregunta de qué fue lo que más los impactó de sus encuentros con el Papa, Hamilton contestó, sin dudar: “Cuando me dijo que no hay vuelta atrás”. “Para mí fue un encuentro muy grato y reparador. Su pedido de perdón es sincero, si se equivoca es un ser humano, pero al pedir perdón por su equivocación demuestra su infalibilidad”, subrayó.

“Para mí el momento más importante fue cuando me dijo que el abuso y el encubrimiento no son un pecado, sino corrupción. Cuando dijo eso pensé que quizás hará algo muy importante”, dijo a su turno Murillo, filósofo que trabaja en una fundación que lucha contra el abuso infantil.

Las tres víctimas, que no ocultaron su agotamiento emocional por la intensidad de los momentos vividos, si bien reclamaron que el Papa actúe con fuerza, respetaron la confidencialidad de sus “francas conversaciones” con él. Y, ante reiteradas preguntas de la prensa, no especificaron qué les dijo el Papa, ni las medidas que concretamente tomará para revertir la situación en Chile, donde la Iglesia católica es la más desprestigiada de América latina.

“Le pedimos al Papa que no le tiemble la mano ante los crímenes y la corrupción que hubo en Chile con los abusos, pero que también hay en el resto del mundo y no sólo en el ámbito de la Iglesia, también en las familias, en centros deportivos, etc”, dijo Murillo. “Hay una crisis, una epidemia y el Papa tiene que hacer algo concreto, radical. La Iglesia tiene que ser aliada en esta lucha contra los abusos, no refugio de encubridores”, agregó. En vista de la renovación que deberá darse en la Iglesia chilena, Murillo advirtió que “hay obispos (chilenos) que ya están haciendo lobby para salvarse”.

Todos ex seminaristas en la parroquia El Bosque que dirigía Karadima, en un barrio de clase alta de Santiago, Cruz, Murillo y Hamilton destacaron que el Papa les pidió su opinión acerca de aspectos concretos y también teóricos del tema del abuso y el encubrimiento. De hecho, quedaron en enviarle en los próximos días sugerencias. Y se mostraron dispuestos a seguir trabajando con él, a través de su contacto, el monseñor español Jordi Bertomeu, que trabaja en la Congregación para la Doctrina de la Fe -el dicasterio que se ocupa de los abusos-, que viajó junto a Scicluna a Chile.

“Estamos enfrentando la mayor crisis de la Iglesia en su historia, es una crisis interna que está matando la fe desde adentro, desde la credibilidad. La Iglesia no debe seguir apagando fuegos e incendios, como un bombero”, subrayó Hamilton. Como sus compañeros, se mostró esperanzado en que su estadía en el Vaticano, un hecho sin precedente, marque una cambio de página, aunque sin estar dispuesto a poner las manos en el fuego. “Todos se merecen una segunda oportunidad. Si no vemos cambios, vamos a seguir nuestra lucha por todos los que sufrieron abusos en el mundo. Si vemos cambios, medidas concretas, vamos a ser los primeros en volver para ayudar al Papa”, concluyó.

 

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Fuentes:

La Nación / Vatican Insider

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