Arz. de Alepo: Demostraciones de fuerza no ayudan a solucionar el conflicto
10:00 a m| 24 abr 18 (AN/VI/LV).- La operación militar de los EE.UU., Francia y el Reino Unido, orientada a castigar al ejército sirio por el (presunto) uso de armas químicas, ha tenido “gran relevancia a nivel mediático, en el plano internacional”. Para la opinión pública y para los periódicos se ha tratado de un “evento dramático”, pero para la población civil “la vida continúa, sin que haya una impresión real de viraje” en el conflicto. Así comentó Mons. Antoine Audo, arzobispo caldeo de Alepo, en diálogo con AsiaNews.
Monjas trapenses de la misma región también se manifestaron a través de una carta enviada hace algunas semanas a la Agencia Fides, donde relatan su preocupación por el rol negativo de algunos medios, gobiernos y organismos internacionales, que alimentan la propaganda de guerra. Por su parte, Mons. Mounir Khairallah, obispo maronita de Batroun en el Líbano (país que limita con Siria y que recibe gran número de sus refugiados) opinó sobre la coyuntura del conflicto: “Es evidente la lucha de intereses entre potencias. Pero seguimos ofreciendo testimonio de que se puede vivir juntos”.
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“La prueba de fuerza de los EE.UU. no preocupa a un pueblo tan atormentado”
“Ciertamente, es un hecho grave –subraya el prelado- pero para las personas la vida continúa, sin una impresión real de drama”. Es innegable que hay un sensación de “tristeza”, por una paz que es percibida como algo cada vez más lejano, prosigue, y también porque “al hablar con las personas después de las misas del fin de semana, vemos surgir que la guerra ya ha pasado a ser un aspecto de la vida cotidiana”.
“Los éxitos de la operación –comenta el obispo- no son tan dramáticos. Es evidente que se ha tratado de una demostración de fuerza, de un nuevo capítulo de la batalla de poder entre las potencias”. Siria, subraya, es un país “cada vez más martirizado a causa de los intereses internacionales, de la lucha de poder entre rusos y americanos, entre sunitas y chiitas, entre Irán y Arabia Saudita. Intereses económicos, comerciales y estratégicos a los cuales se viene a sumar el tráfico y la venta de armas”. “Siria es una realidad histórica autónoma, de la cual me enorgullezco, con un gobierno y un pueblo –concluye- y están haciendo todo lo posible por destruirlo. Y los pobres son los que pagan más caro este conflicto”.
Mientras tanto, desde Moscú siguen llegando duras condenas al ataque aliado, que en Francia fue defendido por boca de su presidente Emmanuel Macron, quien se refirió al mismo como una operación legítima y “conducida de manera perfecta”. El inquilino del Eliseo precisa que el ataque no es una declaración de guerra contra el presidente sirio Bashar al-Assad y su gobierno, sino una respuesta ante el uso de armas químicas, que está prohibido por la resoluciones de la ONU.
En ese momento también reveló que había convencido al presidente de los EE.UU., Donald Trump, de permanecer en Siria por largo tiempo. “Hace diez días –dijo Macron- el presidente Trump afirmó que los Estados Unidos tenían intenciones de retirarse de Siria. Lo hemos convencido de que es necesario quedarse por mucho más tiempo”.
Pocas horas después, la Casa Blanca desmintió las declaraciones, con una toma de posición rotunda respecto a las palabras del presidente francés. “La misión de los EE.UU. no ha cambiado –afirma el comunicado- el presidente ha aclarado que quiere que las fuerzas militares” desplegadas en Siria “hagan su retorno a la mayor brevedad posible”. Lo que queda pendiente es precisar si hay determinación en lo que concierne a la lucha contra el Estado islámico (EI, ex ISIS) y si se habrán de crear las condiciones para impedir su regreso.
Justamente, hoy 24 de abril, el presidente norteamericano ha recibido a su homólogo francés, y ya en una conferencia compartida conjunta han adelantado algunas intenciones, aunque se entiende que no está del todo resuelto. “En lo que se refiere a Siria, me encantaría salir de ahí. Me encantaría traer a nuestros guerreros de vuelta a casa”, afirmó Trump, quien resaltó que han hecho “un gran trabajo” al recuperar los territorios que llegó a controlar el grupo yihadista Estado Islámico (EI) en Siria e Irak. Aunque reiteró que quiere “salir” de Siria, Trump indicó que coincide con Macron en la necesidad de no dar a Irán “vía libre” en el Mediterráneo.
Luego de siete años de conflicto (en el cual del 95% de los civiles muertos, fue por disparos de armas convencionales, es decir, no-químicas), el gobierno de Damasco controla más de la mitad del territorio nacional; la oposición ha extendido su dominio –compartido en algunos sectores con ex miembros de al Nusra, rama de al Qaeda en Siria- sobre el 12% del país. Al quedar atrás la marcha sobre Guta oriental, hoy el gobierno apunta a reconquistar Deraa, en el sur -donde se ha desencadenado una revuelta callejera que luego derivó en un conflicto sangriento- e Idlib, en el norte.
En vista de los esfuerzos de la diplomacia de la ONU en Ginebra y de los intentos promovidos a través de los coloquios entre Turquía, Irán y Rusia para tratar de trazar acuerdos en pos de una tregua estable y duradera, los responsables de las principales confesiones cristianas en Siria renuevan el llamamiento para el fin de los combates. En un documento conjunto, los patriarcas greco-ortodoxo, siríaco-ortodoxo y greco-melquita denuncian la “brutal agresión” contra Siria, que constituye una “flagrante violación” de las leyes internacionales.
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Los líderes cristianos agregan que no hay “pruebas claras” sobre el uso de armas químicas por parte del ejército del gobierno y advierten que semejantes ataques terminan por favorecer a los grupos terroristas. Por eso, hacen un llamamiento a las Naciones Unidas y al Consejo de Seguridad (organismo que ha sido blanco de duras críticas del nuncio apostólico, el Card. Mario Zenari) a fin de que “traigan la paz” y bloqueen “la escalada de violencia”.
“En Medio Oriente la división no vencerá”
-Monseñor Khairallah, ¿qué está sucediendo?
No quiero entrar directamente en las cuestiones políticas de estas horas. Pero vemos claramente la lucha de los intereses que ha en el Medio Oriente. Me recuerda lo que sucedió en el siglo XIX; también entonces Rusia se había puesto en juego con respecto a la penetración del mundo protestante anglosajón y de potencias católicas como Francia. También entonces, bajo las etiquetas religiosas, había intereses políticos y económicos, y el resultado fue la repartición al final de la Primera Guerra Mundial.
Lo mismo está sucediendo ahora: los estadounidenses hablan expresamente de un nuevo Medio Oriente. Con Israel y Arabia Saudita que quieren una geografía nueva con fronteras confesionales: Como Israel es un Estado para los hebreos, se quisiera crear en Líbano un Estado para los cristianos, en Siria un Estado para los alawitas, otro para los sunitas entre Siria e Irak, una nación para los kurdos… Y Rusia, por su parte, detrás de la defensa de las minorías cristianas, protege sus intereses geopolíticos. No creo que se llegue a una guerra abierta entre ellos; pero cada uno trata de decir hoy: “Yo soy el padrón”
-¿E Irán? Hay mucha preocupación en el Occidente por su avance en Medio Oriente.
En Líbano no hay ninguna preocupación por Irán. Teherán es un diablo para los estadounidenses y para Israel. Pero a nosotros no nos da miedo, en cuanto sauditas. Porque fue Arabia Saudita, con los países del Golfo, la que financió con cientos de millones de dólares la guerra bajo la bandera de este extremismo, volviendo a encender el enfrentamiento entre los sunitas y los chiitas. Ahora dicen que nunca han apoyado al Estado Islámico o a otros, que luchan contra ellos. Está bien. Pero que no vengan a decir que Irán es el enemigo. Para nosotros Teherán está lejos. Es la política israelí la que necesita este espectro para inculcar miedo.
-En este contexto, ¿cuál es el papel de las Iglesias?
Ser una presencia que ofrezca el testimonio del amor de Dios por toda la humanidad, demostrar que se puede vivir juntos entre religiones, confesiones, pertenencias políticas, pertenencias culturales. Es el papel de la Iglesia y, sobre todo, el papel del Líbano que Juan Pablo II llamaba “País mensaje”. Nosotros decimos a las grandes potencias: vamos hacia los fundamentalismos o hacia los extremismos que acaban en el terrorismo. Pero ellos no lo aceptan: buscan la guerra para demostrar que no es posible vivir juntos. La historia de nuestros países, por el contrario, está hecha de comunidades compuestas: el Líbano, Siria, pero también Egipto e Irak son cuna de diversidades étnicas, culturales, religiosas. Por ello, en la región que es la tierra de Cristo, debemos continuar siendo testimonio de la vida juntos, del servicio a cada hombre que tiene derecho a vivir en su dignidad, en su libertad, y de gozar todos sus derechos.
-¿Esto es todavía posible en Siria, a pesar de o que ha sucedido en los últimos años?
Claro. En el terreno real vemos que Siria ahora está dividida en dos o tres partes por lo menos. Pero no puede funcionar, porque es una división impuesta. Una Siria desmembrada es lo que quisiera Israel, pero se equivocan: los países confesionales no son el futuro. De lo contrario, la perspectiva es lo que está ya sucediendo ahora: vamos hacia la exclusión del otro, hacia el fanatismo, hacia la cerrazón y no podrá durar eternamente. El estratagema de la división no funcionó en el Líbano después de veinte o treinta años de guerra. Tampoco funcionará en Siria.
-Mientras tanto, el drama de los prófugos sirios es una realidad.
El Líbano soporta el peso más grande: somos un país geográficamente pequeño, con apenas 4 millones de habitantes. Para nosotros, acoger un millón y medio de refugiados sirios (que se suman a los 500 mil palestinos que están en el Líbano desde hace ya setenta años) es una carga que pesa en todos los niveles. Lo hemos aceptado para no negarles a los sirios el derecho a la vida, a huir de la guerra. Pero ya no podemos hacerlo solos. Llega el 10% de la ayuda internacional: nos prometen miles de millones y llegan algunos millones. Y el resultado es que todo el Líbano lo resiente: los ciudadanos bajo el umbral de la pobreza han aumentado (un 35%), un dato impensable hace 10 o 20 años. Los libaneses no quieren expulsar a los sirios, pero así no se puede seguir.
-¿Cuáles son otras posibilidades?
El único camino es llevar nuevamente la paz a Siria. Y, a pesar de las noticias de estas horas, estoy convencido de que está cerca. Porque ahora el verdadero negocio ya no es la venta de armas, sino la reconstrucción. Los cálculos estadounidenses hace dos años estimaban este negocio en 300 mil millones de dólares, que ahora se han convertido en 400 mil millones de dólares. Los que estaban interesados en que explotara la guerra para vender armas ahora apostarán por esto. Claro, la intervención de Rusia ha arruinado los planes, pues pone en juego también sus intereses. Pero, al final, cada uno tendrá su parte. Y esto es de lo que se está discutiendo en las mesas que cuentan.
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Fuentes:
AsiaNews / Vatican Insider / Agencia Fides / La Vanguardia