Un cardenal y un filósofo dialogan sobre Amoris laetitia
7:00 p m| 7 abr 17 (VI/BV).- Un cardenal y un filósofo. Ennio Antonelli y Rocco Buttiglione se sentaron a dialogar sobre Amoris laetitia y su aplicación. El purpurado fue secretario de la Conferencia Episcopal de Italia, además de arzobispo de Florencia y presidente del Pontificio Consejo para la Familia por voluntad de Benedicto XVI. El filósofo es uno de los mayores conocedores del pensamiento de Juan Pablo II. De su conversación nació un denso y eficaz libro de 100 páginas firmado por ambos (“Terapia del amor herido en Amoris laetitia“, Ares, Roma, 104 pp.).
En la publicación los autores presentan, con diferentes textos, sus consideraciones y una lectura atenta del documento del Papa Francisco. Se trata de un nuevo y significativo paso para una mejor comprensión de la exhortación fuera de los opuestos extremos y de lecturas simplistas, tanto de los que afirman que nada ha cambiado como de los que dicen que todo ha cambiado en relación con la disciplina de los sacramentos para las personas que viven en las llamadas situaciones “irregulares”. Texto publicado en Vatican Insider.
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Situaciones de fragilidad
En el breve prefacio firmado por el cardenal y el filósofo, sobre las “situaciones de fragilidad” de las parejas se lee: “El Papa reconoce que en el reciente Sínodo sobre la familia surgieron múltiples puntos de vista y preocupaciones pastorales, que él compara con todos los matices de un ‘precioso poliedro’. Esta imagen geométrica sugiere que las diferentes perspectivas, en la medida en la que corresponden a la realidad, se pueden armonizar entre sí”.
“Lo hemos experimentado nosotros mismos, confrontando nuestras interpretaciones de la exhortación apostólica post-sinodal sobre el amor en la familia. Confirmando que los que afrontan el tema de quienes conviven sin matrimonio sacramental se basan en la distinción entre el orden ético objetivo y la responsabilidad personal subjetiva, hemos podido aclarar algunas afirmaciones que son objeto de discusión en el mundo eclesial y encontrar la convergencia en relación con algunas orientaciones para la praxis, que nos parecen equilibradas y prudentes”.
La novedad de Amoris laetitia
Antonelli, afirma en su texto, un análisis sistemático, que “la atención pastoral por la formación de la conciencia y por la responsabilidad personal constituye la principal novedad” del documento. En relación con la responsabilidad de las personas “se afirma repetidamente una gradualidad, que incide mucho en la evaluación y en la manera de afrontar el tema de las convivencias extra-matrimoniales… Una cosa es un comportamiento objetivo gravemente desordenado y otra un pecado mortal personal. El pecado, efectivamente, además del ‘grave desorden objetivo’, implica también la ‘plena advertencia’ y el ‘deliberado consenso’. Cuando los condicionamientos internos o externos atenúan o anulan la responsabilidad subjetiva, puede darse que una persona siga viviendo en gracia de Dios incluso en una situación objetiva marcada por el error y por el grave desorden moral”.
El cardenal recuerda que “fuera de la Iglesia católica y más generalmente fuera del cristianismo, en medio de muchos errores teóricos y prácticos, se puede vivir el amor auténtico y pueden florecer incluso santos heroicos y grandes místicos. De manera análoga, en la sociedad secularizada de hoy, en la que están bastante difundidas la ignorancia y la inmadurez en el campo ético-espiritual, se puede verificar la insensibilidad a algunos valores morales y la incapacidad de apreciarlos y realizarlos, sin que, debido al condicionamiento cultural, exista la plena culpabilidad personal”.
Contexto social y condicionamientos
“Debemos darnos cuenta –escribe Antonelli– de que el contexto social y cultural influye profundamente a la conciencia subjetiva de las personas y que ahora la sociedad y la cultura del Occidente están ampliamente descristianizadas y necesitan una nueva, valiente y paciente evangelización. La jerarquía de los valores interiorizada en los corazones a menudo no corresponde con la verdad objetiva del bien y del mal, ni siquiera entre muchos cristianos practicantes. Por lo tanto, la prioridad pastoral, según Amoris laetitia, es cuidad, sanar, reconstruir la mentalidad, la afectividad, los criterios de juicio y de acción para que estén cada vez más en sintonía con la razón y la fe”. Se trata de un camino de maduración “que exige un compromiso fatigoso y difícil”.
Las aperturas sobre los divorciados que se han vuelto a casar
En relación con los divorciados que viven en segunda unión, el purpurado reconoce que Amoris laetitia parece querer abrir una nueva espiral. Antonelli observa que el lenguaje utilizado en el documento “es prudente y parece sugerir una puesta en práctica también prudente. En algunos casos es posible que en una situación objetiva de grave desorden moral, como en la unión en adulterio, falte la plena responsabilidad subjetiva y, por lo tanto, el pecado mortal. Me parece que esta indicación, muy sobria y poco delineada, requiere mayores precisaciones y motivaciones”.
Después de haber recordado que “solo Dios ve el corazón de las personas” y “su interioridad espiritual”, y que “la Iglesia evalúa sobre todo su manera exterior de vivir y su compatibilidad con la eucaristía”, el cardenal sugiere que “en algunos casos particulares, por motivos verdadeeramente importantes”, se pueden “hacer excepciones, de manera análoga a lo que ya se hace con los cristianos no católicos”.
Aunque, de hecho, “la comunión eucarística, en línea de principio, exija la plena comunión eclesial y su coherente expresión visible, incluso los cristianos no católicos, especialmente los ortodoxos, que se encuentran en comunión incompleta con la Iglesia católica, pueden ser admitidos excepcionalmente y a ciertas condiciones. La misma praxis pastoral, por analogía, puede aplicarse a los que viven en una situación de desorden moral objetivo”.
Posibilidad, no reivindicación de derechos
Amoris laetitia, sostiene el cardenal Antonelli, “no concede al cristiano que convive derechos que reivindicar y no da al sacerdote órdenes que ejecutar. Solamente habla de posibilidades. La decisión que hay que tomar debe ser encomendada al discernimiento prudente y a la caridad pastoral, sapientemente iluminada, del sacerdote. De cualquier manera, sin ninguna excepción posible, antes de admitir a la eucaristía, el sacerdote debe discernir si existen por lo menos las disposiciones subjetivas convenientes. Sobre ellas debe haber una probabilidad bastante sólida que pueda ser considerada una certeza prudencial”.
La conciencia del penitente, añadió el cardenal, “podría ser recta, aunque, debido a objetivas dificultades, no logre todavía observar la norma (por ejemplo practicando la continencia sexual), pero trate de hacer lo posible para superar las dificultades”. En presencia de estas “disposiciones subjetivas, el sacerdote puede conceder la absolución sacramental y la comunión eucarística, estando consciente, además, de que se trata de una excepción que no debe transformarse en práctica ordinaria”.
Para evitar los escándalos, precisa el purpurado, “la admisión a los sacramentos debe darse con reserva (por ejemplo donde no haya conocidos). Concediendo la comunión eucarística solo en casos excepcionales, por importantes motivos y con discreción, no se dañan la indisolubilidad del matrimonio ni la necesaria totalidad de la comunión eclesial, ni se aprueban las convivencias extra-matrimoniales”.
Guía para perplejos
El profesor Rocco Buttiglione, que ha intervenido en diferentes ocasiones sobre el argumento, tanto comentando el documento como respondiendo a las “dudas” de los cuatro cardenales o recordando el desarrollo del pensamiento de Papa Wojtyla, en su texto decidió responder puntualmente a 22 objeciones que han surgido en el debate tras la publicación del documento. Por ejemplo, a la pregunta sobre si es lícito en algunos casos “dar la absolución a personas que, a pesar de estar vinculadas en un matrimonio anterior, convivan ‘more uxorio’ y tengan relaciones sexuales entre sí”, respondió: “Parece que, a la luz de Amoris laetitia, pero también de los principios generales de la teología moral, la respuesta debe ser positiva, por lo menos en algunos casos. Hay que distinguir claramente entre el acto, que es materia de grave pecado, y el agente, que puede encontrarse en condiciones que limiten su responsabilidad por el acto o, en algunos casos particulares, que pudieran incluso anularla”.
Buttiglione propone el ejemplo de una mujer que vive en condiciones de absoluta dependencia económica y psicológica y a la cual las relaciones sexuales sean impuestas en contra de su voluntad. “Aquí faltan las condiciones subjetivas del pecado (plena advertencia y deliberado consenso)”.
Y a la objeción que para recibir la absolución es necesario el propósito de ya no volver a pecar, el filósofo responde: “El penitente debe tener el deseo de salir de su situación irregular y comprometerse a llevar a cabo actos que le permitan salir efectivamente de ella. Pero es posible que no sea capaz de llevar a cabo esta distancia ni reconquistar la propia soberanía sobre sí mismo inmediatamente. Es importante aquí el concepro de ‘situación de pecado’, ilustrado por Juan Pablo II. No se puede creíblemente prometer que ya no se cometerá cierto pecado si se vive en una sitiación que expone a la tentación irresistible de cometerlo. Hay que comprometerse, para poder mantener el propósito, a salir de la situación de pecado”.
“Tratan al Papa con sospechas”
Después de haber puntualmente examinado y respondido a las 22 objeciones, Buttiglione ofrece al lector algunas reflexiones finales sobre los que critican Amoris laetita. “Se nota a veces una actitud de desconfianza a priori, una disponibilidad a creer cualquier acusación, un deseo de buscar significados ocultos detrás de palabras cuyo sentido es evidente y fácilmente comprensible. Se acusa al Papa de negar todas las verdades de la fe católica que él no reafirma explícitamente en este texto, en lugar de situarlo en el contexto general de la tradición y de la enseñanza de la Iglesia”.
Se trata al Papa, continúa el filósofo, “no como a un maestro de la fe, sino como un sospechoso que debe justificarse”. En otras ocasiones, explica Buttiglione, “no se comprende el género literario eligido por el Pontífice. Papa Francisco decidió escribir un texto homilético/pastoral, familiar e incluso poético. Pedir un nivel de precisión apropiado para un texto jurídico está fuera de lugar. Significa meterse en una longitud de onda que no es la suya y hacerle pregunras a las cuales no pretende responder. Otras veces no se comprenden las claves fundamentales del texto”.
Dos errores simétricos
Según el filósofo, estas son las dos claves de lectura fundamentales para comprender Amoris laetitia: “La primera es la misericordia. El texto se dirige a pecadores y les ofrece misericordia. Muchas cosas que no pueden darse a quienes las reivindican como justicia o derecho pueden ser concedidas a quienes las reivindican como misericordia. Sorprende ver que falte, en algunos eminentes estudiosos que han expresado posiciones críticas, la dimensión de la gradualidad (en el bien y en el mal) y, como consecuencia, la comprensión de toda la temática de las condiciones subjetivas del pecado (plena advertencia y deliberado consenso). Falta todo el tema de las circunstancias atenuantes que no justifican nunca la acción pero disminuyen y a veces anulan la culpa de quien la comete”.
Cada vez que el Papa reconoce una circunstancia atenuante que disminuye la culpa, observa Buttiglione, “algunos críticos ven una plena justificiación que transforma en una buena acción una acción mala. Falta la noción (fundamental) de pecado venial. Es el error simétrico y opuesto al error de la ética de la intención. Esa que considera que la intención del agente decide la cualificación moral del acto. La ética objetivista cree, por el contrario, que el lado subjetivo de la acción escompletamente irrelevante”.
La perspectiva clásica y la historia
Según el filósofo, la ética católica nos demuestra, en cambio, “que existe una materia de la acción que nos dice si el acto es bueno o malo y un lado subjetivo de la acción que nos dice cuál es el nivel de responsabilidad del sujeto por esa acción. Los críticos no consideran nunca esta perspectiva, que es, además, completamente clásica y también es la perspectiva de san Juan Pablo II”.
La segunda clave de lectura, según Buttiglione, es la historia. “El Papa nos ha advertido desde el inicio: el tiempo vale más que el espacio. En lugar de cubrir espacios es importante activar procesos. Los críticos siempre consideran situaciones estáticas, para decir si corresponden a la regla o no. El Papa, en cambio, siempre considera situaciones dinámicas, en vía de evolución, y se hace siempre la pregunta: ‘¿Hacia qué dirección va el cambio? ¿Hacia una aceptación cada vez más plena del amor (y de la ley) de Dios, o hacia su abandono?’. No se puede juzgar a la persona concreta si no se le considera en su desarrollo histórico”.
Fuente:
Vatican Insider