Contra la polarización en la Iglesia
3:00 p m| 23 nov 16 (PÁGINA12/BV).- Francisco clausuró el “año santo de la misericordia” con un consistorio en el que creó a 17 nuevos cardenales. Fue un momento de gran celebración eclesial, pero también una oportunidad del Papa para reafirmar sus posiciones saliendo al cruce de los cardenales que pusieron en duda su autoridad en relación a los cambios que viene introduciendo en la Iglesia, en particular respecto de la familia y la situación de los divorciados vueltos a casar.
Esa posición se vio refrendada además en dos recientes entrevistas, difundidas en el periódico italiano Avvenire y en el canal Tv2000, en las que también se refirió a otros temas como algunos recuerdos y frutos del Año Santo, el empuje actual del ecumenismo, y la orientación de la Iglesia hacia el Vaticano II.
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En la mencionada coyuntura, Bergoglio dijo que prefiere a sus detractores a los aduladores. “Yo tengo alergia de los aduladores. Me viene natural, no es virtud” dijo en una entrevista difundida por Tv2000 e InBlu Radio (emisoras de la Conferencia Episcopal Italiana). Y agregó que “los detractores hablan mal de mí, y yo me lo merezco, porque soy un pecador”. Según Francisco “adular a otro es usar una persona con un objetivo oculto o que se vea, pero para obtener algo para sí mismo”. Recordó también que “nosotros, en Buenos Aires, a los aduladores los llamamos chupa medias”.
Sin embargo, continuando con la polémica planteada aunque sin aludir nunca de manera directa a la misma, el Papa afirmó que “algunos siguen sin comprender, o blanco o negro, aunque sea en el flujo de la vida en donde hay que discernir”. Así lo manifestó, refiriéndose a la propia Iglesia y en clara alusión a los cardenales conservadores, en una entrevista publicada el viernes último en el periódico católico italiano Avvenire.
En la clausura del consistorio Francisco aludió a las disputas en el mundo y en la propia Iglesia. “¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento se siembran por este crecimiento de enemistad entre los pueblos, entre nosotros!”, exclamó. Y dijo también que estos enfrentamientos existen “entre nosotros, dentro de nuestras comunidades, de nuestros presbiterios, de nuestros encuentros. El virus de la polarización y la enemistad se nos cuela en nuestras formas de pensar, de sentir y de actuar. No somos inmunes a esto y tenemos que velar para que esta actitud no cope nuestro corazón”.
En diferentes pasajes de su alocución en el consistorio el Papa insistió en la idea de que “el virus de la polarización y de la enemistad permea nuestras formas de pensar, de sentir y de actuar”, señalando que hay una tendencia que lleva a pensar que el otro, el diferente o el que piensa distinto es un “enemigo”.
La semana anterior un grupo de cuatro cardenales condenó por “ambiguo” el documento Amoris Laetitia (La alegría del amor) que sintetizó las principales conclusiones de los sínodos episcopales sobre la familia realizados en 2014 y 2015. En el texto se incluye, entre otros temas, la sugerencia para que los divorciados vueltos a casar sean acogidos en la Iglesia, incluso en el sacramento de la eucaristía.
La carta difundida por el grupo de cardenales bajo el título “La búsqueda de la claridad: una súplica para desatar los nudos en Amoris Laetitia” cuenta con la firma de los alemanes Walter Brandmüller y Joachim Meisner, el italiano Carlo Cafarra y el estadounidense Raymond Burke. Este último reiteró sus críticas al Papa en una entrevista publicada en el periódico católico The Register.
En la ocasión el cardenal conservador que también había hecho público su respaldo a Donald Trump, aseguró que “la autoridad eclesiástica sólo está al servicio de la tradición” y que él mismo, en su condición de obispo, se siente en la obligación de advertir sobre los “errores” de la máxima autoridad de la Iglesia Católica exigiendo que se corrija el rumbo. Burke arremetió también contra la idea que “el Papa tendría que ser una especie de innovador que lidere una revolución en la Iglesia o algo similar (porque esta atribución) es totalmente ajena al cargo de Pedro” (el primer Papa y en su cuya tradición se basa el pontificado).
En una entrevista anterior publicada por CNSNews/InfoCatólica, Burke había rechazado toda posibilidad de que la Iglesia modifique su tradición sobre el matrimonio. Cuando fue consultado específicamente sobre si el Papa tendría esa potestad, el cardenal norteamericano afirmó que “no, porque la Iglesia en este asunto sigue tanto la ley natural como la ley divinamente revelada”.
Ahora Francisco reiteró que “estas personas (los divorciados) son y continúan incorporadas en Cristo en virtud de su bautismo” y corresponde a los pastores “la importante responsabilidad (…) de no considerarlas jamás extrañas al Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia”. Y para que no queden dudas agregó que “estamos llamados a no excluirlos de nuestra ansia pastoral, sino a dedicarnos a ellos y a su situación irregular y su sufrimiento con toda premura y caridad”.
En su diálogo con los periodistas de Avvenire, el Papa fue consultado directamente sobre las críticas en su contra a lo que respondió que “no me quita el sueño” porque “yo sigo el camino de los que me han precedido, sigo el Concilio”, dijo. Según Francisco lo que se está viviendo en la Iglesia se debe a una comprensión todavía incompleta del Concilio Vaticano II (1962-65). “El Concilio nos ha dado esto, pero los historiadores dicen que un Concilio, para que lo absorba bien el cuerpo de la Iglesia, necesita un siglo… Estamos a la mitad” afirmó sin referirse nunca de forma directa a sus detractores.
A pesar de la seguridad que demuestra en sus declaraciones públicas, Bergoglio tomó la decisión de suspender la semana anterior dos reuniones públicas del consistorio al que debían asistir todos los cardenales, y los observadores de la política vaticana indican que la determinación buscó, precisamente, evitar escándalos públicos sobre estas diferencias y evitar que los conservadores utilizaran ese escenario para continuar con su prédica contra lo que consideran el “progresismo” de Francisco supuestamente contrario a la ortodoxia católica.
Entrevista en Avvenire: “No estoy inventando ninguna doctrina, sólo sigo el Concilio”
“La iglesia no es un equipo de futbol que busca hinchas”. Responde de esta manera el Papa a una pregunta de Stefania Falasca, editorialista del periódico italiano Avvenire, en la larga y articulada entrevista que le concedió a pocos días de la clausura del Jubileo extraordinario de la Misericordia. Se trata de una entrevista que se concentra mucho sobre el ecumenismo. El texto íntegro se encuentra en la edición impresa del periódico católico italiano. Entre las respuestas hay una en la que Bergoglio relaciona ciertas “réplicas” contra la exhortación post-sinodal Amoris laetitia con la lenta y todavía incompleta recepción del Concilio Ecuménico Vaticano II. Como se recordará, hace pocos días se publicó una carta de cuatro cardenales dirigida al Papa y que contiene algunas “dudas” sobre el documento dedicado a la familia.
“Amoris Laetitia” y el “legalismo”
La Iglesia solo existe —dijo Francisco a Avvenire— como instrumento para comunicar a los hombres el plan misericordioso de Dios. En el Concilio, la Iglesia sintió la responsabilidad de estar en el mundo como signo vivo del amor del Padre. Con la Lumen Gentium volvió a las fuentes de su naturaleza, el Evangelio. Esto desplaza el eje de la concepción cristiana de cierto legalismo, que puede ser ideológico, a la Persona de Dios que se hizo misericordia en la encarnación del Hijo. Algunos siguen sin comprender, o blanco o negro, aunque sea en el flujo de la vida en donde hay que discernir. El Concilio nos ha dado esto, pero los historiadores dicen que un Concilio, para que lo absorba bien el cuerpo de la Iglesia, necesita un siglo… Estamos a la mitad.
Un Año Santo sin grandes gestos
Los que descubren que son muy amados comienzan a salir de la mala soledad, de la separación que lleva a odiar a los demás y a sí mismos. Espero que muchas personas hayan descubierto que son muy amadas por Jesús y que se dejen abrazar por Él. La misericordia es el nombre de Dios y también es su debilidad, su punto débil. Su misericordia lo lleva siempre al perdón, a olvidarse de nuestros pecados. A mí me gusta pensar que el Omnipotente tiene una pésima memoria. Una vez que te perdona, se olvida. Porque es feliz de perdonar. Para mí esto basta […] Jesús no pide grandes gestos, sino solo el abandono y el reconocimiento. Santa Teresa de Lisieux, que es doctor de la Iglesia, en su “peque vía” hacia Dios indicó el abandono del niño, que se duerme sin reservas entre los brazos de su padre y recuerda que la caridad no puede quedarse encerrada en el fondo. Amor de Dios y amor por el prójimo son dos amores inseparables.
No hubo un “plan” para el Jubileo
No, no hice un plan. Simplemente hice lo que me inspiraba el Espíritu Santo. Me fueron viniendo las cosas. Me dejé llevar por el Espíritu. Se trataba solo de ser dóciles al Espíritu Santo, dejar que fuera Él quien hiciera las cosas. La Iglesia es el Evangelio, es la obra de Jesucristo. No es un camino de ideas, un instrumento para afirmarlas. Y en la Iglesia, las cosas entran en el tiempo cuando el tiempo está maduro, cuando se ofrece.
La aceleración de los encuentros ecuménicos
Es el camino del Concilio que sigue adelante, se intensifica. Pero es el camino, no solo yo. Este camino es el camino de la Iglesia. Yo me he encontrado con los primados y con los responsables, es cierto, pero también mis predecesores hicieron sus encuentros con estos o con otros responsables. No he acelerado nada. En la medida en la que seguimos avanzando, el camino parece más rápido, es el motus in fine velocior, diciéndolo según el proceso expresado en la física aristotélica.
Los caramelos del Patriarca Bartolomé
En Lesbos, mientras saludábamos juntos a todos, había un niño hacia quien me incliné. Pero el niño le interesaba, estaba viendo detrás de mí. Me volteo y veo la razón: Bartolomé tenía los bolsillos llenos de caramelos y se los estaba dando a los niños, todo contento. Este es Bartolomé, un hombre capaz de seguir adelante entre muchas dificultades el Gran Concilio ortodoxo, capaz de hablar de teología de alto nivel y de estar, simplemente, con los niños. Cuando venía a Roma ocupaba la habitación en la que yo estoy ahora. Lo único que me ha reprochado es que tuvo que cambiarse.
Las acusaciones de “protestantizar” a la Iglesia (después del viaje a Lund)
No me quita el sueño. Yo prosigo por el camino de quienes me precedieron, sigo el Concilio. En cuanto a las opiniones, siempre hay que distinguir el espíritu con el que las dicen. Cuando no hay un espíritu malvado, ayudan a caminar. Otras veces se ve inmediatamente que las críticas salen de acá o de allá para justificar una postura pre-asumida, no son honestas, están hechas con espíritu malvado para fomentar división. Se ve inmediatamente cuando ciertos rigorismos nacen de una falta, de querer ocultar dentro de una armadura la propia y triste insatisfacción. Si ves la película “El almuerzo de Babette” está este comportamiento rígido.
El ecumenismo práctico y las disputas teológicas
No se trata de dejar algo al lado. Servir a los pobres quiere decir servir a Cristo, porque los pobres son la carne de Cristo. Y si servimos a los pobres juntos quiere decir que nosotros los cristianos nos encontramos unidos tocando las llagas de Cristo. Pienso en el trabajo que después del encuentro en Lund pueden hacer juntas la Caritas y las organizaciones luteranas de caridad. No es una institución, es un camino. Ciertas maneras de contraponer las cosas de la doctrina frente a las cosas de la caridad pastoral, en cambio, no siguen el Evangelio y crean confusión.
La unidad entre los cristianos está en camino
No se llega a la unidad porque nos ponemos de acuerdo entre nosotros, sino porque caminamos siguiendo a Jesús. Y caminando, por obra de Aquel a quien seguimos, podemos descubrir que estamos unidos. Es el caminar detrás de Jesús lo que une. Convertirse significa dejar que el Señor viva y opere en nosotros. Así descubrimos que estamos unidos también en nuestra común misión de anunciar el Evangelio. Caminando y trabajando juntos, nos damos cuenta de que ya estamos unidos en el nombre del Señor y, por lo tanto, de que la unidad no la creamos nosotros. Nos damos cuenta de que es el Espíritu el que nos impulsa y nos saca adelante.
Si tú eres dócil al Espíritu, será Él quien te diga el paso que puedes dar, lo demás lo hace Él. No se puede ir detrás de Cristo si no te lleva, si no te impulsa el Espíritu con su fuerza. Por esto es el Espíritu el artífice de la unidad entre los cristianos. Es por eso que digo que la unidad se hace en camino, porque la unidad es una gracia que hay que pedir, y también es por esto que repito que cualquier proselitismo entre los cristianos es pecaminoso. La Iglesia no crece nunca por proselitismo, sino “por atracción”, como escribió Benedicto XVI. El proselitismo entre los cristianos, entonces, es en sí mismo un pecado grave, porque contradice la dinámica misma de cómo volverse cristianos y seguir siéndolo. La Iglesia no es un equipo de futbol que busca hinchas.
La clave del ecumenismo
Hacer procesos en lugar de ocupar espacios también es la clave del camino ecuménico. En este momento histórico, la unidad se hace por tres caminos: caminar juntos con las obras de caridad, rezar juntos y reconocer la confesión común tal y como se expresa en el común martirio recibido en el nombre de Cristo, en el ecumenismo de la sangre. Ahí se ve que el Enemigo mismo reconoce nuestra unidad, la unidad de los bautizados. El Enemigo no se equivoca en esto. Y todas estas son expresiones de una unidad visible. Rezar juntos es visible. Hacer obras de caridad juntos es visible. El martirio compartido en el nombre de Cristo es visible.
El “cáncer” en la Iglesia
Sigo pensando que el cáncer en la Iglesia es glorificarse recíprocamente. Si uno no sabe quién es Jesús, o nunca lo ha encontrado, siempre lo puede encontrar; pero si uno está en la Iglesia, y se mueve en ella justamente en el ámbito de la Iglesia, cultiva y alimenta su hambre de domino y afirmación de sí, tiene una enfermedad espiritual, cree que la Iglesia es una realidad humana autosuficiente, en la que todo se mueve según lógicas de ambición y de poder. En la reacción de Lutero también estaba esto: el rechazo de una imagen de Iglesia como organización que podía seguir adelante sin la gracia del Señor, o considerándola algo descontado, garantizado a priori. Y esta tentación de construir una Iglesia autoreferencial, que lleva a la contraposición y por lo tanto a la división, siempre vuelve.
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Fuentes:
Página 12 / Vatican Insider / Radio Vaticana