Religiones unidas en una cita por la paz
11:00 p m| 23 set 16 (AGENCIAS/BV).- Líderes de religiones y confesiones de todo el mundo se reunieron esta semana en la localidad italiana de Asís, en un encuentro internacional titulado “Sed de paz: religiones y culturas en diálogo”. La jornada organizada por las Familias Franciscanas y la Comunidad de San Egidio se viene realizando desde 1986. Durante los tres días que duró el Encuentro, políticos, sociólogos, economistas, obispos, pastores evangélicos, rabinos, jeques, etc. expusieron sus ideas en 29 paneles centrados en temas como economía y desigualdad, medioambiente, terrorismo, migrantes y refugiados, pobreza, las revoluciones en el mundo árabe, la convivencia de religiones en Israel, los desafíos de África y más.
Abrimos la nota con una breve entrevista del Vatican Insider al Secretario del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, que participó en el panel “1986 – 2016: la actualidad del espíritu de Asís” y que ayuda a tener una mirada panorámica de los temas tratados en el evento. Luego las intervenciones del Papa Francisco, y de otros líderes como el arzobispo de Canterbury, Justin Welby y el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, y enlaces a presentaciones de los paneles y discursos de cierre que se han recogido de la página web del evento.
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“El diálogo no es una opción, sino la verdadera respuesta al miedo”
El Secretario del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso participó en el Encuentro por la paz que se realizó en Asís esta semana. Debemos actuar como creyentes y como ciudadanos, explicó, para contribuir a la paz y a la construcción de una sociedad más armoniosa. También la comunidad internacional debe asumirse las propias responsabilidades. No debemos ceder a la tentación de construir muros y contraposiciones: “Que prevalezca siempre el respeto de la dignidad humana”.
-Monseñor Ayuso Guixot, a treinta años del primer histórico Encuentro por la paz de Asís con Juan Pablo II, muchos líderes religiosos se reúnen en la ciudad de Francisco en nombre del diálogo entre las religiones. Sin embargo, vivimos una estación difícil, con tantos atentados, conflictos y una xenofobia en aumento. ¿Qué papel pueden tener las religiones en esta situación?
Yo creo que estamos cobrando conciencia de un hecho: si por una parte la religión parece estar entrando un poco en el mundo de la política, también la política ve la necesidad de entrar en el mundo de las religiones.
-Entonces, a treinta años del Espíritu de Asís, viendo un mundo que sufre tanto, ¿qué podemos hacer?
Creo que es importante volver a descubrir ambas dimensiones de nuestra identidad, como creyentes y como ciudadanos; así, trabajando juntos armoniosa y respetuosamente en estas dos dimensiones de nuestra realidad, podremos construir nuestro porvenir en el respeto recíproco a pesar de las diversidades, y lograr hacer que prevalezca la dignidad humana, que es la que debemos preservar y que demasiadas veces falta.
-Hoy en Europa hay un clima extendido de miedo que obstaculiza el diálogo. ¿Con cuáles instrumentos es posible afrontar un sentimiento semejante, e incluso, a veces, irracional?
El diálogo, hoy, debe tener en cuenta el miedo, porque las dificultades que vivimos exigen que no seamos como la avestruz, sino que debemos reconocer las dificultades y saber que esta dimensión de miedo existe. Pero el miedo es enemigo de cualquier diálogo, por lo que no debemos desanimarnos, porque nos llevará a cualquier tipo de populismo. Pero el porvenir de la humanidad hay que construirlo juntos, en la fraternidad, como siempre repite Papa Francisco. Entonces, el diálogo se está moviendo hoy en estas dos realidades: por una parte el miedo y por otra la necesidad misma del diálogo. Por ello no hay que ceder al desánimo, hay que tener esperanza, y el hecho de seguir adelante no debe ser concebido como una forma de “buenísimo”, sino, más bien, con la conciencia de que el diálogo es algo serio, importante, vital; no es una opción, y exige un compromiso que nos lleve por la vía de la paz.
-También en el diálogo con el islam asistimos a una evolución: no existe solo la buena vecindad, sino que se están afrontando también otras cuestiones. ¿Cómo puede proceder este intercambio entre el cristianismo y el islam, entre “nosotros” y la cultura musulmana?
Debemos proseguir por el camino del diálogo islamo-cristiano, que encuentra sus dificultades, pero creo que es necesario distinguir: la violencia ciega, la manipulación de la fe, no forma parte de la religión, no es la religión islámica en cuanto tal la responsable de tantos males. Nuestro compromiso en el diálogo interreligioso, entonces, es el de retomar y renovar este camino, es decir ser constructores de paz, incluso en medio de estas dificultades, superándolas, y también una conciencia profunda por parte de cada uno de nosotros y, sobre todo, de quienes ejercen una autoridad (para ser claros, sin ambigüedad, en la condena de cualquier tipo de violencia y sentar las bases para construir un futuro que debe pasar necesariamente mediante la educación. Debemos trabajar día a día, y se necesitará tiempo para obtener la paz. El elemento que nos puede ayudar para alcanzar este objetivo siempre será la educación, una educación a todos niveles. También la comunidad internacional debe asumirse las propias responsabilidades, para que las leyes internacionales que existen puedan ser aplicadas.
-Los instrumentos están allí, y entonces, ¿qué aporte podemos dar nosotros?
Creo que una luz, un flash, nos la está dando Papa Francisco y a toda la humanidad; esperemos que si mensaje sea recibido por todos.
-El arzobispo de Ruan, monseñor Le Brun, dijo en Asís que el martirio del padre Hamel no debe ser utilizado como una bandera para combatir. ¿Existe un peligro en este sentido, que episodios como este se conviertan en un motivo más que alimente los conflictos?
Sí, puede suceder cuando hay personas que recorren no la vía del diálogo, sino que caen en el miedo, por lo que, como reacción, construyen muros, bloqueos, y ponen a las personas las unas con las otras. Mientras nuestra tarea es la de aprender de un hecho triste y doloroso, como el que sucedió en Ruan, tan bien descrito por el arzobispo que nos conmovió a todos, para recorrer la vía del diálogo. Hay que tomar este martirio (que también ha tocado los corazones de los musulmanes) como un ejemplo, un modelo y que podrá hacer que prevalezca el diálogo y que no cedamos a todos los que caen en la tentación de querer tirar todo lo que se ha hecho en los últimos 50 años, es decir, en la perspectiva católica, desde el Concilio Vaticano II. La dificultad está allí.
Sin embargo, no podemos encontrar las soluciones solo nosotros, líderes religiosos; claro, debemos educar a la verdadera fe, al respeto de las diferentes tradiciones religiosas y al mismo tiempo tener presente todas las dimensiones de la vida. Muchos de los problemas, de hecho, surgen de todas las desigualdades que hay, desde el punto de vista social, financiero, dificultades capaces de crear tantas pobrezas y tantos conflictos, guerras y miserias. Por ello, el camino cierto está allí: no hay alternativa, debemos hacer el mayor de nuestros esfuerzos para que una nueva generación, en el futuro, pueda conocer la paz, vivir en paz y gozar de los dones que Dios nos ofrece.
Sobre el evento: “Sed de paz. Religiones y culturas en diálogo”
Cerca de 500 líderes religiosos, 9 religiones representados (cristianismo, judaísmo, islam, budismo, jainismo, hinduismo, sintoísmo, sijismo, zoroastrismo), 12 mil peregrinos, 1500 voluntarios, además de 26 delegaciones islámicas llegadas de Egipto, Indonesia, comunidades italianas, y la presencia de 6 premios Nobel de la Paz, se desarrolla en Asís el Encuentro Internacional de diálogo y oración entre las religiones y culturas. Se cuenta además con la presencia de 20 niños y 25 refugiados que harán llegar a los embajadores presentes, mensajes de paz. Se habilitaron 19 lugares para reuniones y oraciones, siete pantallas gigantes dispersos en la ciudad de Umbría como para permitir al gran número de personas asistentes seguir los trabajos y diálogos.
La jornada se enmarca en la conmemoración de los 30 años de la histórica Jornada de Oración por la Paz, celebrada el 27 de octubre de 1986, promovida por San Juan Pablo II, donde una multitud de personas de fe, de diversas culturas se unieron en el llamado “espíritu de Asís”, para llevar paz al mundo signado por las guerras, divisiones y violencias de todo tipo.
Meditaciones del Papa, del Patriarca sirio-ortodoxo de Antioquía y del arzobispo de Canterbury
El Papa Francisco pronunció su meditación durante la oración ecuménica de los cristianos en la basílica inferior de San Francisco de Asís. Es uno de los momentos de oración en los que los creyentes de las diferentes religiones rezaron en grupos separados, cada uno según las propias tradiciones.
Bergoglio saludó uno por uno a los 200 participantes en las mesas redondas de la cumbre organizada por la Comunidad de San Egidio. Después hubo un almuerzo dentro del convento franciscano, con 400 personas, en el que participaron algunos prófugos y durante el que se festejó el 25 aniversario de la elección de Bartolomeo como Patriarca Ecuménico de Constantinopla (ver enlace al final).
El Papa después se reunió individualmente con Bartolomeo, con el Patriarca sirio-ortodoxo de Antioquía, con el arzobispo de Canterbury, con el filósofo Zygmut Bauman, con el presidente de los ulemas indonesios Din Syamsuddin y con el gran rabino David Rosen. Posteriormente se reunió con los cristianos, reunidos en la basílica inferior, para la oración común.
El primado anglicano, Justin Welby, dijo que “nosotros vivimos en un mundo que no logra distinguir lo que cuesta de lo que vale. Veamos a nuestro alrededor en la Europa de hoy”, nuestras “economías pueden permitirse gastar mucho, pero no son mas que fundamentos de arena. A pesar de todo, vivimos víctimas de la insatisfacción y de la desesperación; en la ruptura de las familias, en el hambre y en las desigualdades, en dirigirnos a los extremismos”. “Debemos escuchar a Dios”, que a menudo nos habla “mediante la voz de los más abandonados y de los más pobres”.
El Patriarca Bartolomeo, en su meditación, dijo: “‘Marana-Thá’; ‘Ven, Señor Jesús’ es el mayor testimonio de todo cristiano y hoy más que nunca resuena en demasiadas áreas del mundo, y sobre todo e Medio Oriente. Pero para que nosotros también podamos gritar ‘Ven, Señor Jesús’ con nuestros hermanos sedientos de paz, debemos, como Iglesias, pasar por una ‘metànoia’, una conversión intrínseca, un cambio radical de mentalidad, una profunda revisión, y ser capaces, como cristianos, de poner en práctica eso a lo que nos llama el Libro del Apocalipsis: escucha, conversión, testimonio profético”.
Tomando la palabra, Francisco dijo: “Las palabras de Jesús nos interpelan, piden que encuentren lugar en el corazón y sean respondidas con la vida. En su ‘tengo sed’, podemos escuchar la voz de los que sufren, el grito escondido de los pequeños inocentes a quienes se les ha negado la luz de este mundo, la súplica angustiada de los pobres y de los más necesitados de paz. Imploran la paz las víctimas de las guerras, las cuales contaminan los pueblos con el odio y la Tierra con las armas; imploran la paz nuestros hermanos y hermanas que viven bajo la amenaza de los bombardeos o son obligados a dejar su casa y a emigrar hacia lo desconocido, despojados de todo. Todos estos son hermanos y hermanas del Crucificado, los pequeños de su Reino, miembros heridos y resecos de su carne. Tienen sed”.
“Pero a ellos se les da a menudo —continuó—, como a Jesús, el amargo vinagre del rechazo. ¿Quién los escucha? ¿Quién se preocupa de responderles? Ellos encuentran demasiadas veces el silencio ensordecedor de la indiferencia, el egoísmo de quien está harto, la frialdad de quien apaga su grito de ayuda con la misma facilidad con la que se cambia de canal en televisión”.
“Ante Cristo crucificado, ‘fuerza de Dios y sabiduría de Dios’, nosotros los cristianos estamos llamados a contemplar el misterio del Amor no amado, y a derramar misericordia sobre el mundo. En la Cruz, árbol de vida, el mal ha sido trasformado en bien; también nosotros, discípulos del Crucificado, estamos llamados a ser ‘árboles de vida’, que absorben la contaminación de la indiferencia y restituyen al mundo el oxígeno del amor. Del costado de Cristo en la cruz brotó agua, símbolo del Espíritu que da la vida; que del mismo modo, de nosotros sus fieles, brote también compasión para todos los sedientos de hoy”.
“Que el Señor —concluyó— nos conceda, como a María junto a la cruz, estar unidos a él y cerca del que sufre. Acercándonos a cuantos hoy viven como crucificados y recibiendo la fuerza para amar del Señor Crucificado y resucitado, crecerá aún más la armonía y la comunión entre nosotros”.
Durante el encuentro de oración fueron leídos los nombres de 27 países que están en guerra. Inmediatamente después, el Pontífice, con los otros líderes cristianos, subió al palco que se encuentra en la plaza sobre la basílica inferior, a donde también se dirigieron los representantes de las religiones del mundo para la ceremonia final de la jornada.
Discurso final de Francisco en Asís: “Liberémonos de los pesos del fundamentalismo y del odio”
“No al paganismo de la indiferencia”, nuestro camino “es el de sumergirnos en las situaciones y dar el primer lugar a quienes sufren, asumir los conflictos y sanarlos desde dentro. Librémonos de los pesos del fundamentalismo y del odio”. En el corazón de Asís el Papa Francisco, en compañía de cientos de hombres y mujeres de todas las religiones del mundo, invoca la paz. Patriarcas, obispos y pastores, rabinos e imanes, exponentes del chintoísmo, del budismo y de las religiones hindúes que no se rinden a la violencia, al odio, a la ideología de las guerras disfrazadas de religión.
Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio, en su saludo explicó que la imagen de los líderes religiosos reunidos por la paz “es una imagen luminosa” y “desenmascara a quienes usan el nombre de Dios para hacer la guerra y aterrorizar”, como hace treinta años, en 1986, cuando Juan Pablo II “tuvo el valor de invitar a los que, durante milenios, eran considerados extraños”.
Los líderes religiosos escucharon a testigos de las guerras. Tamar Mikali, cristiana de Alejo, antes de la guerra era maestra. “Vengo de Alejo, la ciudad mártir de Siria —dijo—; Alepo, cuando pronuncio este nombre se me estremece el corazón. Me vuelven a la mente todos los amigos musulmanes y cristianos. Ahora se hacen diferencias entre cristianos y musulmanes, pero antes de la guerra no había diferencias. Después explotó la guerra, todavía no sé bien por qué. Comenzaron a llover misiles que destruían las casas. Todavía escucho los gritos de un padre, de una madre o los gritos de los niños que están buscando a sus padres”.
El Patriarca Bartolomeo recordó que “ni puede haber paz sin respeto y reconocimiento recíproco, no puede haber paz sin justicia, no puede haber paz sin una colaboración proficua entre todos los pueblos del mundo. Pero la paz también necesita justicia. Justicia es una renovada economía mundial, que esté atenta a las necesidades de los más pobres; es observar la condición de nuestro planeta, la salvaguardia de su ambiente natural, que es obra de Dios para los creyentes, pero también casa común para todos. Significa tener la capacidad de una solidaridad que no es asistencia, sino es sentir la necesidad, el dolor y la alegría del otro, como propios. Justicia es ser coherentes con lo que profesamos y creemos, pero también ser capaces de diálogo con el otro, capaces de ver las riquezas del otro, capaces de no someter al otro, capaces de no sentirnos superiores o inferiores a nuestro prójimo”.
Los líderes religiosos firman un llamado en el que se afirma: “Éste es el espíritu que nos anima: realizar el encuentro en el diálogo, oponerse a toda forma de violencia y abuso de la religión para justificar la guerra y el terrorismo. Sin embargo, durante los años transcurridos todavía muchos pueblos han sido dolorosamente heridos por la guerra. No se ha comprendido siempre que la guerra empeora el mundo, dejando una herencia de dolores y odios. Con la guerra todos pierden, incluso los vencedores”.
“La paz es el nombre de Dios. Quien invoca el nombre de Dios —afirma el documento firmado por los líderes de diferentes religiones— para justificar el terrorismo, la violencia y la guerra, no camina por Su sendero: la guerra en nombre de la religión se convierte en una guerra a la religión misma […] Que se abra finalmente un tiempo nuevo en el que el mundo globalizado se convierta en una familia de pueblos. Que se ejerza la responsabilidad de construir una paz verdadera”.
Finalmente, tomó la palabra el Papa Francisco: “Tenemos sed de paz —dijo. Tenemos el deseo de ofrecer el testimonio de la paz, tenemos, sobre todo, necesidad de rezar por la paz”. Bergoglio invitó a “salir, ponerse en camino, encontrarse juntos, trabajar por la paz”, porque “Dios nos lo pide, exhortándonos a afrontar la gran enfermedad de nuestro tiempo: la indiferencia”. Esta “es un virus que paraliza, vuelve inertes e insensibles; un morbo que ataca al centro mismo de la religiosidad, generando un nuevo y muy triste paganismo: el paganismo de la indiferencia”.
“No podemos permanecer indiferentes”, añadió recordando la visita con Bartolomeo al campo para refugiados de Lesbos y a las víctimas de las guerras, en las que hay “niños que no han conocido en sus vidas más que la violencia”. “No queremos que estas tragedias caigan en el olvido —afirmó Francisco. Nosotros deseamos dar voz juntos a cuantos sufren, a cuantos no tienen voz y no son escuchados. Ellos saben bien, a menudo mejor que los poderosos, que no hay ningún mañana en la guerra y que la violencia de las armas destruye la alegría de la vida”.
“Nosotros no tenemos armas —continuó el Papa. Pero creemos en la fuerza humilde y mansa de la oración”. La paz que desde Asís “invocamos no es una simple protesta contra la guerra, tampoco el resultado de negociaciones, de compromisos políticos o de mercaderías económicas sino que es el resultado de la oración”. Bergoglio recordó que “la diferencia no es para nosotros un motivo de conflicto, de polémica o de frío alejamiento. Hoy no hemos rezado los unos contra los otros, como a veces, desgraciadamente, ha sucedido en la historia. Sin sincretismos y sin relativismos, por el contrario, hemos rezado los unos al lado de los otros, los unos por los otros”.
Francisco insistió en que “el nombre de Dios nunca puede justificar la violencia. ¡Solo la paz es santa, no la guerra!”. La oración y la colaboración concretas “ayudan a no permanecer encarcelados en las lógicas del conflicto y a rechazar las actitudes rebeldes de quienes solo saben protestar y enojarse. La oración y la voluntad de colaborar comprometen a una paz verdadera, no ilusoria: no la quietud de los que escriban las dificultades y se voltean para otra parte, si no se ven afectados sus intereses; no el cinismo de quien se lava las manos de problemas que no son suyos; no el enfoque virtual de quien juzga todo y a todos desde el teclado de una computadora, sin abrir los ojos a las necesidades de los hermanos ni ensuciarse las manos por los necesitados. Nuestra vía es sumergirnos en las situaciones y dar el primer lugar a quienes sufren; asumir los conflictos y sanarlos desde dentro”.
“Paz —concluyó el Papa— significa acogida, disponibilidad al diálogo, superación de las cerrazones, que no son estrategias de seguridad, sino puentes sobre el vacío. Paz quiere decir colaboración”. “Deseamos que los hombres y mujeres de religiones diferentes, se reúnan y creen concordia por todas partes, sobre todo en donde hay conflictos. Nuestro futuro es vivir juntos. Por ello hemos sido llamados a liberarnos de los pesos de la desconfianza, del fundamentalismo y del odio”. “Que los creyentes —exclamó Francisco— sean artesanos de paz invocando a Dios y trabajando por los hombres”. Tras un minuto de silencio por las víctimas de la violencia y del terrorismo en todo el mundo, fue leído el texto del llamamiento de paz, suscrito por todos los líderes religiosos presentes en Asís.
Otros discursos destacados en Encuentro por la paz:
- Discurso de Abraham Skorka. Rector del Seminario Rabínico Latinoamericano “Marshall T. Meyer”, Argentina
- Discurso de Bartolomeo I
- Discurso de Joseph Coutts. Arzobispo católico, Pakistán
- Intervención de Andrea Riccardi. Fundador de la Comunidad de San Egidio
- Discurso de Tamar Mikalli. Testigo en Siria
- Discurso de Koei Morikawa. Patriarca de budismo Tendai, Japón
- Mensaje final del evento. Llamamiento de paz 2016
- Enlace a los discursos en paneles publicados por la Comunidad de San Egidio (Inglés-Italiano-Alemán)
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Fuentes:
Vatican Insider / Vida Nueva / Comunidad San Egidio