P. Federico Lombardi SJ: “Comunicaciones para crear comunión, encuentro y diálogo”
9:00 a m| 1 jun 16 (RD/BV).- El P. Federico Lombardi, jesuita, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede y Portavoz del Santo Padre, ofreció una entrevista al portal de noticias católicas Religión Digital, en la que habló sobre la reforma que se vive en El Vaticano en el ámbito de las comunicaciones, y sobre el nuevo escenario en el que se debe desenvolver la Iglesia ante las nuevas tecnologías que impactan en los modelos de comunicación, que no solo considera a los medios tradicionales -y a los nuevos medios “sociales”- sino también a nivel interpersonal.
Hay que recordar que hace unos meses -y después de 25 años-, el P. Lombardi concluyó su servicio como director de Radio Vaticana, en el contexto de la reestructuración de los medios vaticanos, que ha unificado todas las iniciativas de comunicaciones de la Santa Sede bajo la dirección un nuevo dicasterio. El P. Lombardi llegó a la emisora en 1990 como director de los programas, después fue nombrado, en 2005, director general. Sus superiores le encomendaron en 2001 el Centro Televisivo Vaticano y desde 2006 la dirección de la Sala de Prensa vaticana.
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Extracto de entrevista realizada por Guillermo Martín Rodríguez
Publicada en Religión Digital
-Desde 1931, hasta hoy, 2016, con usted, que ha sido el último Director general, Radio Vaticano ha estado bajo la égida de los jesuitas. Han pasado 85 años. ¿Les queda a ustedes una cierta dosis de nostalgia del pasado, la satisfacción de la Obra Bien Hecha, o las dos juntas?
Podemos decir que un poco las dos, efectivamente, porque es una obra a la que yo he dedicado un tercio de mi vida, 25 años, y los jesuitas 85 años, con muchas personas. Es, por tanto, una cosa que hemos sentido como algo muy importante en nuestro servicio a la Iglesia y hemos procurado hacerlo con todo el corazón. Pero no diría yo que es un hecho de una tristeza particular. No es un drama. Las cosas cambian y evolucionan y es natural que se den tiempos diferentes.
Yo recuerdo que hace diez años, al menos, con motivo de la celebración del 75º aniversario de la creación de la Radio, yo decía continuamente “la Radio vaticana no es ya una radio en el sentido estricto del término”, porque la habíamos hecho evolucionar hacia un servicio de comunicación multimedial, en el que estaba incluida ciertamente la radio, en el sentido estricto de la palabra, pero había también muchos servicios vía internet con la publicación de textos, de imágenes, de vídeo-noticias, etc. Todos éramos perfectamente conscientes, por lo tanto, del cambio del mundo de las comunicaciones, en el sentido de la convergencia digital, la digitalización de la convergencia entre los diversos medios, y que, por lo mismo, en el contexto de los diversos medios al servicio del Vaticano, al servicio de la Santa Sede, era necesaria una atenta reflexión y una reorganización porque estamos en el tiempo de la ‘multimedialidad’.
La conciencia del cambio de la situación y también de las fórmulas de organización y de responsabilidad en el campo de los medios, era algo absolutamente claro. Yo era plenamente consciente de que, con ocasión de esta reforma, la figura del Director general de Radio Vaticano, del que dependían un importante departamento redaccional, uno técnico y uno administrativo, no tenía ya motivo de existir, porque estas diversas funciones tenían que ser organizadas de manera diferente. Al final lo que realmente cuenta es la misión, no una u otra institución que durante un determinado tiempo desarrolla una tarea concreta.
-El 27 de junio de 2015 el Papa Francisco hizo pública la Carta apostólica en forma de Motu proprio: “El contexto actual de la comunicación”. Con ella instituye la Secretaría para la Comunicación. ¿Qué alcance tiene la creación de este nuevo Dicasterio en la intención reformadora del Papa y en el conjunto de la comunicación de la Iglesia?
Es un hecho, me parece, muy natural, que corresponde al tiempo en que vivimos, a la evolución de las tecnologías, de los lenguajes de la comunicación en el mundo de hoy y, por tanto, es normal, digamos, que todo este sector sea considerado y lo sea precisamente en su conjunto, coherentemente, no sólo una institución particular dedicada a la prensa, otra a internet, sino todo en su conjunto. Pero esto con una visión muy clara de la misión, que es siempre la misma, es decir, cambian los contextos comunicativos, pero como no ha cambiado la misión de la Iglesia en el mundo, como no ha cambiado la misión del Papado que es la de servir a la Iglesia universal en su unidad, guiarla en su camino, del mismo modo no ha cambiado la misión de los comunicadores, colaboradores del Papa, que intentan muy sencillamente apoyar, difundir, hacer llegar a todos el contenido y el espíritu de los mensajes que el Papa y la Iglesia de hoy tienen que dar a la humanidad. Se puede hacer con medios diversos.
En el pasado se hacía unas veces escribiendo en los periódicos, otras veces con la radio y otras con las imágenes. Hoy se hace también con los vídeos-sociales; digo ‘también’ porque no es solo con ellos. Éstos alcanzan a muchas personas y tienen un lenguaje adecuado a la mentalidad de los jóvenes y de las personas de hoy, etc. Probablemente dentro de diez o veinte años se usarán formas de comunicación que nosotros ahora ni siquiera nos las imaginamos. Pero insisto en que la misión no cambia: anunciar a Jesucristo, anunciar el servicio de la Iglesia, y hacerlo colaborando con el Santo Padre, valorizando con sonidos, con palabras, con imágenes, con mensajes lo que él dice, y hacerlo llegar hasta los confines del mundo y posiblemente haste los rincones más escondidos de la humanidad, incluso de las regiones más difíciles.
-Algunos afirman que las principales consecuencias de la moderna tecnología digital son la dificultad para comunicarnos y relacionarnos con otras personas. Pero no hemos de olvidar que Benedicto XVI hablaba de Internet como “lugar de encuentro”, y de las redes sociales como “lugares” para la evangelización. ¿Como puede superar la Iglesia los obstáculos de aislamiento de las personas, la virtualidad en la relación interpersonal frente a la intercomunicación real, la dificultad en el uso correcto de las redes sociales, y la comprensión de un lenguaje que aparece empobrecido, si no degradado, en la transmisión eficaz del mensaje de Cristo?
Esta es una pregunta que requiere tratar todos los problemas de la comunicación del mundo de hoy y de las tecnologías de comunicación. No me atrevo a responder descendiendo a detalles. Digo simplemente que es necesario mucho realismo, incluso en el uso de la comunicación. Existen aspectos positivos en el uso de determinadas tecnologías, como existen evidentemente riesgos y ambigüedades. Luego vemos que lamentablemente en el uso de Internet y de las nuevas tecnologías se pueden crear fenómenos de dependencia psicológica de las personas, o de aislamiento. Los jóvenes son a menudo absolutamente prisioneros del uso del medio, más que del contenido que es vehiculado por el mismo.
Pero estos son problemas que probablemente han existido siempre en el uso activo de un instrumento. Por tanto creo que la importancia de la vida de la Iglesia en los aspectos fundamentales que son el testimonio, la vida de la comunidad en concreto, etc. siguen siendo siempre fundamentales. Es necesario que los comunicadores sepan hacer de la comunicación un servicio a la comunión. Esta ha sido para mí la palabra inspiradora fundamental: comunicación para la comunión.
Después del Concilio Ecuménico Vaticano II, con la promulgación del Decreto Inter Mirifica y de la Instrucción Pastoral de Pablo VI Communio et Progressio, que ha sido el documento que ha intentado traducirlo en la práctica, ha sido cada vez más claro en un mundo como el nuestro que la comunicación es fundamental, y que cada día tiene en sí mayores posibilidades. Pero hay que utilizarla con una finalidad muy clara, que es la de crear comunión, crear diálogo entre las personas, capacidad de entenderse, comunicar para el bien, comunicar para la solidaridad, no para la división entre las personas, para la contraposición, para la manipulación, para alcanzar un determinado poder sobre el otro. Estas son cosas que pueden parecer teóricas, pero en realidad son en extremo concretas.
-En el momento actual se percibe un impulso en esta evolución de acercamiento del magisterio de la Iglesia al mundo de las comunicaciones. El Santo Padre, en su Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales del año 2014, se pregunta ¿cómo se puede poner la comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro, ya que el poder de la comunicación está en la “proximidad” (quien comunica se hace prójimo)? ¿Se han puesto ya en movimiento recursos técnicos, programación digital, uso de las redes sociales en apoyo y consolidación de la cultura del encuentro?
Sí. Yo creo que esta es la finalidad de la comunicación de la Iglesia, precisamente como comunicación que tiende a una finalidad muy profunda, la de tocar el corazón, ayudar a la persona a convertirse en miembro de una comunidad y entrar en relación con Dios, con las realidades espirituales a través de un diálogo con el otro. El modo en que esto se hace depende de la capacidad, de la creatividad. Pongo un pequeño ejemplo. Durante el viaje del Papa a Lesbos la televisión ha mostrado abundantemente el modo en que el Papa encontraba a los refugiados. Lo mismo sucede durante las audiencias, nos deja ver cómo el Papa se acerca a los enfermos, a los niños, los acaricia, los conforta.
Esto es un modo de ayudar a la cultura del encuentro y de la misericordia a través de imágenes concretas que tocan el corazón, permitiendo entrar en profundidad actitudes positivas. En cambio, el modo de comunicación verbal, como puede ser el del audio de la radio o a través de la comunicación escrita, esto se hace, naturalmente, en modos diferentes, no sólo a través de imágenes visivas, sino también de conceptos; a través, por ejemplo, del tono de la voz o de la palabra, hay una comunicación que puede ser muy inspiradora. A cada uno le corresponde, según su propia genialidad, hacer comprender.
Pero esto es necesario llevarlo en el corazón. Es decir, la comunicación -yo siempre lo he dicho a mis colaboradores- no es algo que expresa simplemente conceptos fríos de información que son comunicados asépticamente. En general, incluso la información más general, la comunicación en su conjunto, es algo que sale del corazón y de la mente de una persona, y alcanza su objetivo cuando llega a la mente y al corazón de otra persona y los ha puesto en movimiento para que se acerquen y se encuentren. Ahora bien, cómo cada uno manifiesta y usa el lenguaje y el instrumento de comunicación para manifestar su corazón y su identidad profunda y ponerla a disposición del otro, esto, a mi modo de ver, no es una receta que uno puede describir, es necesario vivirla, experimentarla. Creo que el interlocutor o el oyente comprende prefectamente el espíritu con el que se realiza la comunicación. En este sentido la comunicación, en buena parte, tiene la dimensión de testimonio ya que el comunicador se comunica a sí mismo, pues cada uno “dat quod habet, non dat quod non habet” (da lo que tiene, no da lo que no tiene).
-Damos un paso atrás. El Miércoles, 29 de abril de 2009, usted fue investido Doctor Honoris Causa por la UPSA (Universidad Pontificia de Salamanca). Ha sido el segundo de los Doctores ‘Honoris Causa’ de la Facultad de Comunicación. ¿Qué ha significado esta investidura para usted, para Radio Vaticano, para la Oficina de Prensa y, concretamente en el ámbito de los Medios de Comunicación social de la Iglesia? ¿Esta investidura ha tenido un significado especial?
Para mí ha significado un reconocimiento del servicio que estaba haciendo, que había hecho y que hago para la Iglesia. Debe quedar muy claro que yo nunca he sido un teórico de las comunicaciones sociales, ni un estudioso, ni un profesor de comunicaciones sociales. Yo he sido un trabajador práctico en este campo, haciendo una experiencia en campos diversos, porque antes, cuando era joven fui redactor de la Civiltà Cattolica durante doce años; luego he estado en Radio Vaticano durante veinticinco años; en el Centro Televisivo doce años; ahora llevo ya diez años en la Oficina de Prensa.
He tenido un género de comunicación bastante diverso. Digamos, por tanto, que he aprendido a comunicar siempre en la práctica, no haciendo el estudioso sino afrontando la realidad desde la perspectiva de una misión. Yo he vivido con empeño el servicio de comunicador porque he creído en la misión de servicio de la Iglesia y de los otros que me era dada, era un modo de servir coherentemente con mi vocación religiosa y sacerdotal al servicio del Evangelio y de la Iglesia.
Me ha sido dado, además, en un tiempo, que era durante el pontificado de Benedicto XVI, en el que ciertamente no han faltado dificultades de comunicación de este pontificado en relación con el mundo, el mundo circunstante. Por lo tanto me ha parecido el reconocimiento de un trabajo, de un esfuerzo en aras del empeño, de la transparencia, de la lealtad de la comunicación en tiempos difíciles de la Iglesia en su relación con el mundo en ese momento.
-En su discurso de agradecimiento puso usted de relieve algunas cuestiones de vital importancia en la actualidad de la comunicación, como, por ejemplo, que nos encontramos ante una nueva realidad, ya que no se trata únicamente de difundir contenidos, sino de interactuar cada vez más. ¿A qué se refiere? ¿Cómo se puede llevar a cabo esta ‘interactuación’ entre la Iglesia y su mensaje, por un lado y la sociedad civil, receptora de ese mensaje, por otro?
Me parece que esto expresa claramente la realidad actual en la que vivimos. Inclusive el hecho de que en la perspectiva de la relación entre la Iglesia y el mundo, que nosotros vivimos ahora muy intensamente a partir del Concilio Vaticano II. No nos concebimos como una realidad externa de la que parten mensajes que caen de lo alto sobre un auditorio que nos debe escuchar y aprender sin dialogar con nosotros. Creo que debemos sentirnos parte de una Iglesia en camino, que es un pueblo en camino, junto con el gran camino de la humanidad que nos circunda. Nosotros servimos a esta humanidad dialogando con ella, intentando expresar con palabras positivas lo que tenemos que decir de manera tal que sea bien comprensible y, al mismo tiempo, procurando escuchar todo lo que los otros dicen, de tal manera que se establezca un diálogo. Profundizar el mismo conocimiento, la misma experiencia religiosa y la fe que nosotros tenemos en relación con las expectativas, con las preguntas de la humanidad en camino.
El modo de estar en camino junto con los demás en el mundo de hoy, aun teniendo una misión y un servicio espiritual muy claro, un don muy precioso que compartir con los otros, insisto en compartir, se vive también con modos de comunicación que evolucionan en el tiempo. Tal vez dentro de unos años surgirán otros que nosotros hoy no tenemos presentes, no conocemos.
-Otra cosa que usted destacó en su discurso fue el hecho, constatado en más de una ocasión, de que es imposible que la Iglesia comunique sin provocar “contradicciones y conflictos” en la sociedad actual.
Cuando uno habla del hecho de que se dan diferencias, contrastes en la confrontación y en la interacción con el mundo, no me refiero solamente a malentendidos, o a ocasiones en que tal vez uno podía comunicar de alguna otra manera el mismo concepto. Me refiero al hecho de que la Cruz de Jesucristo no siempre es aceptada por todos; no es el mensaje más deseado por muchas personas. En el mensaje cristiano hay un signo de contradicción, a veces intrínseco, en cuanto indica una dirección diversa a muchas de las tendencias de este mundo, que son de grandes tentaciones, de grandes riesgos que la humanidad corre.
Esto es sobre todo lo que yo entendía aquí, y que luego puede manifestarse inclusive en ocasiones en que la comprensión se hace más difícil precisamente porque uno está andando en una dirección diversa. Pero evidentemente podemos poner ejemplos muy sencillos: Los discursos de acogida o de solidaridad que el Papa Francisco está haciendo por lo que concierne a los migrantes, por lo que respecta a personas en dificultad en nuestra sociedad, o por lo que se refiere a relaciones de justicia entre pueblos diferentes o entre partes diversas de la sociedad, son cosas que van fuertemente contra corriente respecto a muchas posiciones y suscitan muchas reacciones negativas.
En este sentido me parece que todos los papas como todas las personas conscientes de en qué consiste el mensaje cristiano, no alimentan en absoluto la ilusión de agradar a todos o que puedan realizar su misión sin descontentar y suscitar reacciones negativas. Esto sería más bien, todos lo entienden, un signo negativo, es decir, que se ha aguado y que se ha buscado solamente el consenso, en lugar de anunciar el evangelio de Criso con sus exigencias.
-¿De qué forma interviene el Papa -si es que interviene- desde los medios de comunicación, incluidos los digitales y redes sociales, en la acción apostólica de fortalecimiento y “proximidad” de la Iglesia y del hombre de hoy?
El Papa Francisco tiene una capacidad particular de manifestar su proximidad al hombre de hoy, con su lenguaje y con sus gestos. Esto se ha visto ya desde el comienzo de su pontificado. Es un don, un carisma que él tiene. Este don es particularmente coherente, particularmente utilizable y valorizable por parte de muchos medios de comunicación, de manera especial por las redes sociales del mundo de hoy, que viven y se alimentan precisamente de palabras o de imágenes concisas que impactan muy fuertemente, que manifiestan un gesto, una expresión del rostro, una caricia, un abrazo, las imágenes con Instagram o también de Twitter, con frases breves tomadas de los mensajes del Papa.
Tienen un éxito grandísimo. Con la palabra éxito quiero decir que se difunden natural y fácilmente. Esto no es el fruto de un estudio realizado en torno a una mesa o de un guru que se lo ha enseñado al Papa. Es el fruto de un don, de un modo suyo de ser y de comunicar, sencillo, concreto, espontáneo que, afortunadamente, se presta mucho a este género de comunicación.
-¿Tiene usted noticia de que en España haya algunos sectores religiosos que se manifiesten fuertemente politizados o que muestren tendencias poco ortodoxas, teniendo en cuenta la fuerte crisis de fe y de religiosidad que se respira; el momento sociopolítico, económico, de corrupción plurifacética y el anticlericalismo que se vive?
Digamos que ciertamente una dinámica compleja como la de la Iglesia es siempre una dinámica que puede comportar tensiones, momentos de gran comunión y momentos de gran tensión. Yo he vivido recientemente y muy intensamente los Sínodos, por ejemplo. En los Sínodos se ha vivido una dinámica de profunda comunión, de investigación común de los Obispos; pero también, a veces, una dinámica de tensiones y de posiciones diferentes en que intentaban comprenderse y moverse hacia una síntesis superior. Por tanto, no hay que asombrarse ante una realidad que no sé si llamar de conflictos, prefiero llamarla de tensiones internas, dinámicas, lo cual es absolutamente natural.
Pero lo que es la misión y que yo he vivido desde mi punto de vista como comunicador eclesial al servicio del Papa y al servicio de la Iglesia universal es la de actuar siempre y fuertemente en la dirección del diálogo y de la comunión. Para mí es siempre prioritario, en el modo de comunicar, procurar crear la posibilidad de encontrarse una unión superior, bien que a veces tenga que tomar nota, debo verificar o tengo que decir que existen posiciones diversas, pero las considero como elementos de una dinámica que tiende siempre a una unidad de la comunidad en camino. Yo estoy convencido de que el servicio del Santo Padre a la Iglesia universal es un servicio a la unidad de la Iglesia, evidentemente. En este sentido mi servicio como comunicador es de ayudar a la dinámica de la comunicación a encontrar con el camino las indicaciones y el espíritu de una comunidad en camino.
-El final de la entrevista se refiere a la figura de su tío Ricardo Lombardi, fundador del Movimiento por un Mundo Mejor (MMM). Predicador famoso, fue llamado en Italia “el micrófono de Dios”; viajero y peregrino incansable por el mundo entero. Solía introducir sus discursos con el famoso incipit “Jesús me ha dicho”, muy eficaz en el plano de la comunicación de masas.
Si debo ser sincero, he de decir que en mi vocación religiosa y de jesuita, no ha tenido un influjo directo la figura de mi tío, que era ya una persona muy famosa que realizaba su apostolado por todo el mundo y no tenía ocasión de encontrarlo prácticamente nunca. Lo mío fue una vocación nacida en el ámbito de la juventud católica y también de la escuela de los jesuitas. Luego, más adelante, cuando me hice religioso jesuita, he tenido modo de conocerlo, de encontrarlo y de tener más profundamente una idea de su obra y de su espíritu.
Fue un hombre de gran coraje y valentía proponiendo al Papa Pío XII la necesidad de una reforma de la Iglesia, de una renovación, una reforma en tantas direcciones que hoy pueden parecernos muy normales y en cierto sentido descontadas. Pero en la Iglesia, en aquel momento, probablemente no lo eran. El contexto, digámoslo así, era muy clerical, más rígido. Estamos en un momento anterior al Concilio Vaticano II. Él ha insistido muchísimo ante Pío XII para que hiciera un Concilio. Pío XII no se atrevió a hacerlo pero su sucesor sí se atrevió.
Vivía con mucha intensidad el deseo de una renovación apostólica, misionera de la Iglesia, con una visión de la vida comunitaria de la Iglesia, muy renovada por el Concilio, no dividida en categorías, sino de un modo muy comunitario, muy participado. Por esta razón, en su Movimiento había personas que expresaban las diversas realidades de la Iglesia: había laicos, personas procedentes de diversas órdenes religiosas. Todos juntos se esforzaban en llevar adelante una hipótesis de renovación eclesial. En este sentido fue un anticipador de dimensiones que ahora nosotros definimos como espiritualidad de comunión en la Iglesia, como misionaridad, como responsabilidad de los laicos. Son mensajes que encontramos como totalmente normales, pero entonces era necesario empeñarse con coraje para llevarlos adelante y él verdaderamente lo ha hecho. En este sentido es la persona que yo he admirado en su valentía y en su empeño apostólico.
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Fuente:
Extracto de entrevista publicada en Religión Digital, realizada por Guillermo Martín Rodríguez