¿Cómo impacta Francisco en el mundo secular contemporáneo?

4:00 p m| 26 feb 16 (THE TABLET/BV).- El Papa no advierte a la gente acerca del Infierno. Esa es la crítica que formula un grupo de jóvenes académicos católicos en una conversación con Carmody Grey, una teóloga de la Universidad de Bristol, que responde asegurando que Francisco sí lo hace, pero de una manera no explícita, ni como una amenaza, sino que nos “toma por sorpresa”. Y es así, entre otras cosas, porque propone un discurso para todos, cercanos y no cercanos a la Iglesia, ya que según explica la teóloga, en el mundo secular contemporáneo, “nadie tiene miedo a la noción tradicional del Infierno”. Es por eso que lo que impacta en su mensaje, es cómo la noción de misericordia -emblema de su papado- relaciona la condena con el centrarse solo en uno mismo, y la salvación con el llegar a las periferias, donde están los que más necesitan; a eso agregarle que son los propios representantes de la Iglesia -obispos y sacerdotes- quienes reciben con mayor frecuencia esa crítica por encerrarse en uno mismo.

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Estaba tratando de defender a Francisco en una habitación llena de jóvenes católicos. Señalan que el problema con el Papa Francisco es que no advierte a la gente acerca del infierno. Además estaban convencidos de que su estilo representa una desviación peligrosa de la tradición de los papas: en lugar de ser preciso, cauto y analítico, Francisco es propenso a la exageración, generalización y a la falta de preocupación por la continuidad y coherencia de los magisterios papales.

Decidí dar la cara por él. Propuse que la imaginería vívida, la informalidad conversacional y afectividad, más que el atractivo intelectual que caracterizan su escritura, es en una auténtica tradición bíblica y profética, a diferencia de sus predecesores más cerebrales y cercanos a la filosofía.

Pero entonces uno de mis interlocutores, el único sacerdote presente, subió la apuesta: lo realmente preocupante sobre Francisco, dijo, es que no amenaza a la gente con la condenación. A pesar de sentirme algo intimidada por tener que responder a esta carga tan públicamente, estaba contenta que se expusiera tan claramente. Fue una síntesis acertada de lo que muchos de los críticos de Francisco piensan: que con él, “misericordia” es clave para indulgencia.

Desde esa postura, Francisco siempre puede ser invocado para decidirse por una ética banal “inclusivo”, y para bajar el tono de una identidad católica distinta. Sus comentarios acerca de la salvación de los ateos y los no católicos, su negativa a juzgar a las personas homosexuales, y sus implacables críticas a la moral basada en reglas, parecen corroborar la percepción de que es “blando”. Pero la verdad católica requiere un lado oscuro, ese elemento de severidad. ¿No es así?

Francisco cree que sí. Solo que no nos damos cuenta, porque él va a la yugular espiritual en palabras y gestos, que no se externalizan como los desvaríos de un déspota medieval. En su lugar, nos agarra por sorpresa. ¿Cuántas personas contemporáneas, de mentalidad secular, tienen miedo del “infierno”? Advertirles que en el juicio final pueden ser enviados a los fuegos eternos, significa nada para ellos. Pero quién podría ignorar las palabras del Papa en Estados Unidos: “El parámetro que usemos para los demás será el parámetro que el tiempo usará con nosotros. La regla de oro nos recuerda la responsabilidad que tenemos de custodiar y defender la vida humana en todas las etapas de su desarrollo”.

El Papa estaba hablando de ese grupo que no se cansa de llevar ante nosotros: Las grandes filas de los excluidos. Esa inmensa mayoría de la humanidad de la que nos alejamos, que empujamos a los márgenes, de modo que no tenemos que mirarlos a los ojos. Son esas vastas filas -los pobres, los oprimidos, los olvidados- que median para el juicio divino, y antes que ellos seremos encontrados culpables o inocentes.

Y hay un grupo en particular al que Francisco mantiene bajo permanente escrutinio estricto: los que representan a la Iglesia. Recuerda constantemente la furia de Jesús contra los fariseos. Una de sus intervenciones menos bienvenida fue cuando enumeró, en un discurso a la curia, una lista de 15 “enfermedades” comúnmente sufridas por representantes de la Iglesia.

Bajo Francisco, los obispos y sacerdotes que prestan servicio en la Curia la están pasando peor que los objetivos tradicionales de la ira eclesial, como los que están en situaciones personales “irregulares”. Pocas cosas, al parecer, son más ofensivas para Francisco que una Iglesia que solo se mira a sí misma: encerrada en nuestras reglas, preocupación solo por nosotros mismos, mientras que Jesús muere de hambre en la puerta.

Estos pensamientos vinieron a mi mente esta semana cuando leí el mensaje de Francisco para la Cuaresma. Ahí encontré la primera mención explícita de “infierno” que haya notado en su enseñanza. ¿Quién, en el mensaje de Francisco, está en peligro de ir allí? Aquellos que no muestran misericordia a los demás. Solo hay una forma de excluirse de la misericordia de Dios, y es encerrándose en uno mismo.

Por supuesto, Francisco es cualquier cosa menos áspero y sentencioso. Muchos ven en él a un rostro más tierno y maternal de la Iglesia de lo que han visto nunca antes en un Papa. Estamos cautivados por su hospitalidad incondicional del espíritu, su catolicidad de corazón, su capacidad de inclusión. Pero es un error considerar esta amabilidad y acogida como una evasión de las advertencias que encontramos en los Evangelios. En su enseñanza, como en la Escritura, la misericordia es inseparable del juicio: se trata de un haz de luz brillante que muestra los lugares oscuros.

Tenemos un Papa que no tiene miedo de decirnos que el juicio de Dios es real y algún día nos tocará, y también tiene el don de complementar esto con la noción de que la misericordia de Dios siempre es mayor que nuestras faltas.

De esta manera nos comunica claramente la paradoja del Evangelio, que debemos resistir la tentación de resolver antes de tiempo: el Juez y Salvador tienen la misma cara.


Fuente:

Texto de Carmody Grey, publicado en The Tablet / Foto: América Economía

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