El verdadero Bergoglio

Jorge Bergoglio

9.00 p m| 12 set 13 (AMERICA/BV).- Dos nuevos libros logran colocar tanto a Jorge Mario Bergoglio SJ, y al Papa Francisco en contexto, y ayudan a explicar el misterio de este hombre que parece haber salido “de la nada” para dirigir la Iglesia Católica en un momento crítico. Ambos son resultados de exhaustivas investigaciones, recopilación de testimonios y documentos, y análisis de sus respectivos autores, que nos brindan más luces para conocer esa compleja etapa en la vida de Bergoglio, en medio de la “Guerra Sucia” en Argentina a fines de los años setenta.

El primero, “Pope Francis: Untying the Knots” (“El Papa Francisco: desatando nudos”), de Paul Vallelly, reconocido escritor británico, especialista en temas religiosos, se publicará a fines de este mes, y el segundo “La lista de Bergoglio” del italiano Nello Scavo, a publicarse en el mes de octubre.

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Desatando nudos

Los conocidos años oscuros durante la “guerra sucia” en Argentina, cuando la jerarquía católica local se negó a oponerse públicamente a un liderazgo militar brutal, han planteado preguntas acerca de nuestro nuevo Papa que, según los informes, alienó a muchos miembros de la Compañía de Jesús, cuando se desempeñó como maestro de novicios y provincial.

Paul Vallely, un respetado escritor sobre temas religiosos, éticos y sociales, tanto para “The Independent” y “The Tablet”, viajó a Roma y Argentina para investigar al Papa Francisco y ofrecer un retrato honesto. Nos encontramos con un hombre que, si bien tomó desiciones de las cuales hoy se siente avergonzado, pudo resurgir en una nueva persona, luego de lo que él consideró un período oscuro.

Jorge Bergoglio se unió a la Compañía de Jesús en 1958, fue ordenado sacerdote en 1969, nombrado maestro de novicios en 1971 y provincial entre los años 1973 y 1979. Durante ese tiempo, Argentina fue gobernada principalmente por los militares; un dictador, Juan Perón, y la Junta Militar desde 1976 hasta 1983. En el período conocido como la “Guerra Sucia” (1976-1981), decenas de miles de ciudadanos, entre ellos 150 sacerdotes católicos, fueron asesinados simplemente por ser sospechosos de tendencias marxistas. Fueron “desaparecidos”, y se sabe que en muchos casos fueron arrojados desde un avión en el océano. Más de 500 mujeres embarazadas fueron detenidas como prisioneras hasta que nacieron sus hijos. El Estado entregó los bebés a las “buenas familias católicas” (pro – Junta) y mató a las madres.

Como provincial, dice el autor, Bergoglio no apoyó los cambios realizados por el Concilio Vaticano II, prohibió libros de jesuitas simpatizantes de la Teología de la Liberación, sustituyó nuevas canciones con viejos himnos latinos en la Misa y se opuso al Cuarto Decreto sobre justicia social en la 32a Congregación General de la Compañía de Jesús. El incidente más controvertido se refiere a dos viejos sacerdotes jesuitas, Orlando Yorio y Francisco Jalics, quienes fueron profesores de teología y filosofía de Bergoglio en su formación como jesuita, y luego insistieron en vivir con los pobres en una pequeña comunidad. Bergoglio les ordenó salir de la “favela” y, cuando se negaron, los expulsó de la Compañía. El gobierno los secuestró y torturó durante cinco meses, para luego arrojarlos desnudos en cualquier carretera. Bergoglio realizó varios esfuerzos para liberarlos, pero uno de los sacerdotes quedó convencido por muchos años que el provincial los había entregado.

Vallely concluye que Bergoglio, secretamente hizo mucho para proteger a las víctimas de la junta militar, pero sentía que no podía hablar porque había visto a sacerdotes y obispos asesinados por ello. Sentía que su trabajo era proteger a sus jesuitas, y se consoló con el hecho de que todos ellos lograran sobrevivir ese período. Por desgracia, la mayoría de la jerarquía argentina parecía cómodo con la junta. Vallely meticulosamente evalúa el tema, y concluye que Bergoglio, de unos 30 años, era demasiado joven para ese nivel de responsabilidad y careció de la experiencia necesaria para controlar el caso de los dos sacerdotes. De hecho, el propio Bergoglio llegó a estar de acuerdo con esto, escribe Vallely.

No parece haber un “momento de Damasco”, como ocurrió con San Pablo, para explicar el cambio de Bergoglio. Después de haber perdido la confianza de sus compañeros jesuitas que se quejaron de él a la sede de los jesuitas en Roma, y después de algunos años como rector universitario y docente, en 1990 fue enviado a Córdoba, Argentina, durante dos años para trabajar en una tesis doctoral. Se descubrió poco de esos años, pero Bergoglio indica en una entrevista posterior cómo lo pasó cuando dice, “Tuve que aprender de mis errores en el camino… Cometí cientos de errores. Errores y pecados”. Estaba convencido de que necesitaba el perdón, y sin dudar recurrió a los Ejercicios Espirituales de San Ignacio para darle un vuelco a su vida.

En 1992 Bergoglio fue nombrado obispo auxiliar de Buenos Aires y luego arzobispo en 1998. Pronto demostró ser muy hábil para la administración mostrando también humildad y preocupación por los pobres. Caminó por las calles de los barrios más pobres, los que ordenó que Jalics y Yorio abandonen en 1976, como si fuera su casa. Su compromiso con los pobres no era simple caridad. Cuando en el 2001 la crisis económica de Argentina golpeó y la austeridad recaía principalmente sobre los más pobres, Bergoglio recurrió a la Teología de la Liberación y su crítica al “capitalismo salvaje”, que fragmenta la vida social y económica. La injusta distribución de los bienes, dijo, crea un “pecado social”.

Cuando un desconocido bien vestido amenazó de muerte a un joven sacerdote de las villas, el “Padre Pepe”, para que baje el tono de su retórica anti-droga, Bergoglio dijo “lo único que le voy a pedir a Dios es que si tiene que morir alguien, que ese sea yo y no ustedes. Porque ustedes tienen que seguir en las villas haciendo lo que hacen”. El obispo pasó el día siguiente en el barrio escuchando, conversando y bebiendo té con la gente. El tercer día se celebró una misa al aire libre en la Plaza de Mayo y avisó a los medios de comunicación que tenía algo que decir: denunciar a los vendedores de drogas y sus amenazas de muerte.

Sin secretaria tomó todas las llamadas él mismo. El hombre que había estado tan seguro de sí mismo y dominante con los jesuitas aprendió a escuchar, y el hecho de consultar se convirtió en pieza clave de su estilo administrativo. Todo esto generó dos nuevos grupos de enemigos para Bergoglio: el gobierno, cuyas políticas económicas estaban perjudicando a la gente; y los obispos aliados con el Opus Dei y los militares durante la “Guerra sucia”. Este grupo extendió chismes calumniosos para minar su candidatura durante el cónclave papal en 2005. Durante las elecciones del 2013 fue el discurso de tres minutos y medio de Bergoglio, en el que advirtió a sus hermanos cardenales que la Iglesia estaba sufriendo de “narcisismo teológico”, (que Henri de Lubac SJ llamó “mundanidad espiritual”) lo que convenció a los cardenales de que éste era el hombre para guiarlos.

El título “Desatando nudos” refiere a una pintura en Augsburg que Bergoglio admira. Se muestra a la Virgen María desenredar una cinta con la ayuda de los ángeles. Esto es sólo el comienzo de la historia de la segunda vida de este hombre. Tal vez vio esta cinta como su vida. La primera vida nunca va a desaparecer. Se reconcilió con el Padre Jalics hace algunos años. Ahora en cada residencia jesuita cuelga una foto del Papa Francisco y Adolfo Nicolás, SJ, Superior General de la Compañía de Jesús, saludándose con alegría. Pero por la noche en Roma, se sienta solo, hace y recibe llamadas telefónicas, escucha a la música clásica y reza. Los capítulos de una vida nunca se cierran, sino que son absorbidos por la vida misma a medida que avanza, alimentando el coraje y la humildad de uno.


La Lista Bergoglio

Parafraseando el titulo de la película de Steven Spielberg, “La lista de Schindler”, sobre el accionar de un empresario que salvó a 1.200 judíos del nazismo, el libro se denomina “La lista de Bergoglio: Los salvados por el Papa Francisco. Las historias jamás contadas”. Fue escrito por el periodista Nello Scavo, del diario Avvenire, de la Conferencia Episcopal italiana. La obra contiene documentos, entre ellos la transcripción del interrogatorio hecho en 2010 como testigo a Bergoglio por los jueces que investigan las violaciones a los derechos humanos.

Con prefacio del Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, el libro, de 192 páginas, editado por Emi, expone los casos de sacerdotes, creyentes laicos y no creyentes, disidentes, intelectuales, sindicalistas y estudiantes perseguidos por los militares, que testimonian cómo Bergoglio los salvó.

En el libro se llega a la conclusión de que el entonces joven jefe de los jesuitas organizó “una red clandestina” para salvar a los perseguidos, a los cuales ofrecía numerosos consejos sobre cómo burlar la censura, despistar a las fuerzas de seguridad y preparar fugas al exterior.

El entonces cardenal Jorge Bergoglio nunca quiso responder las imputaciones. Sólo rompió el silencio para el libro “El jesuita”, editado en 2010. Allí cuenta que en el colegio jesuita Máximo, de San Miguel, en el gran Buenos Aires, donde residía, escondió “a unos cuántos: no recuerdo el número -dijo-, pero fueron varios”. También contó que allí cobijó a tres seminaristas de la diócesis de La Rioja luego del asesinato del obispo de La Rioja Enrique Angelelli.

Con ocasión de un viaje a La Rioja para participar de un homenaje a Angelelli, al cumplirse 25 años de su muerte, el entonces obispo de Bariloche, Fernando Maletti, coincidió en el micro con uno de esos seminaristas, ahora sacerdote, quien le dijo que en el colegio Máximo pudo ver con sus compañeros a personas que hacían “largos ejercicios espirituales de 20 días”. Agregó que con el tiempo se dio cuenta que eso era una “pantalla para esconder gente” propiciada por Bergoglio.

El hoy Papa contó, además, que logró sacar del país por Foz de Iguazú a un joven que era bastante parecido a él con su cédula de identidad, disfrazado de sacerdote. Y que llegó a ver dos veces al dictador Jorge Videla y al almirante Emilio Massera para abogar por la liberación de los sacerdotes jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics, secuestrados en una villa porteña. Bergoglio dijo que “nos movimos como locos” para obtener su liberación, que se produjo meses después.

Tras su elección como Papa, se conoció el testimonio del cura uruguayo Gonzalo Mosca, quien dijo que se salvó por la “valiente intervención” de Bergoglio.

Fuentes:

America Magazine / El Clarín

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