Virtudes cristianas en ‘El Señor de los Anillos’

Virtudes cristianas en el Señor de los Anillos

8.00 p m| 22 ago 13 (THINKING FAITH/BV).- Thinking Faith presenta un ciclo de publicaciones sobre virtudes cardinales y teologales. Catalina Hudak Klancer enfocó este tema apuntando a su presencia en películas, en esta ocasión resaltando ejemplos de las siete virtudes -fe, esperanza, caridad, prudencia, templanza, fortaleza y justicia- en la producción épica de Peter Jackson, la trilogía “El Señor de los Anillos”, de J.R.R. Tolkien.

A lo largo de los siglos, la Iglesia Católica Romana ha capacitado, apoyado y promovido músicos, escultores, pintores y poetas, junto a filósofos y teólogos. Al hacerlo, ayudó a crear una cultura rica en la que los intereses de un campo de estudio y expresión de la humanidad a menudo se han convertido en espacio para la exploración en otro. La gran medievalista C.S. Lewis llama la atención sobre este fenómeno al describir la “Divina Comedia” de Dante Alighieri como Summa Theologica en verso. Al igual que Santo Tomás de Aquino, Dante deseaba iluminar a sus lectores para que comprendiesen mejor, y por lo tanto sean capaces de amar más profundamente, la justicia, el orden y la verdad. Que tanto la obra de Dante como otros medios artísticos sean adecuados para un proyecto tan solemne y glorioso, respalda su afirmación: “el arte es el nieto de Dios”.

Dante fue sólo uno de muchos en la tradición católica que lo pensó en esos términos. En el siglo XX, J.R.R. Tolkien concibió sus propias invenciones literarias de una manera similar, argumentando que: “La fantasía sigue siendo un derecho humano: hacemos a nuestra medida, porque también fuimos creados, y no sólo creados, sino hechos a imagen y semejanza de un Creador”. De hecho escribe, “tan grande es la generosidad con la que [los cristianos] se les ha tratado, que tal vez, se atrevería a intuir que con la fantasía se podría ayudar a enriquecer la creación”. Tolkien va tan lejos como para atreverse a plantear la posibilidad de que sus propias sub-creaciones de la humanidad pueden emerger algún día de las páginas en las que se escriben: “…todos los cuentos pueden hacerse realidad”.

Aunque las historias de Tolkien aún no se han convertido en realidad en el sentido más amplio, han tomado vida en las películas de Peter Jackson. Mientras que se puede resaltar en gran forma los hermosos decorados y el vestuario de la trilogía de Jackson que sin duda reforzaron la estética y la riqueza de la invención de Tolkien, este artículo analiza las formas éticas en las que su producción lo hace, en particular, centrándose en sus retratos de moralidad cristiana.

Al igual que otras grandes tradiciones religiosas y filosóficas, el cristianismo ha recomendado tradicionalmente una gran cantidad de virtudes: la humildad, la sabiduría, la lealtad, la honestidad e incluso la amabilidad entre ellos. Las más importantes, desde la perspectiva católica, son las cuatro virtudes cardinales, también valoradas por Platón y Aristóteles -la fortaleza, la prudencia, la templanza y la justicia- y las tres Virtudes teologales, probablemente más popularmente debatidas en la carta de San Pablo a los Corintios -fe, esperanza y caridad. Mientras que los ejemplos de fortaleza son de esperar en las películas más taquilleras con escenas de batallas épicas, la búsqueda de evidencias de la prudencia y la templanza en las mismas resulta un desafío. Sin embargo, observando la trilogía a través de la perspectiva de la filosofía moral de Santo Tomás, revela signos no sólo de estas disposiciones más calmadas, sino también de las virtudes teologales, e incluso guía al espectador hacia nuevas ideas con respecto a la verdadera naturaleza del valor.

Virtudes Cardinales

Como era de esperarse, vemos en “El Señor de los Anillos” mucho sobre la fortaleza, en forma de voluntad de enfrentarse al peligro físico. Esta cualidad se ejemplifica de manera más conmovedora con las personajes de Gandalf y Boromir en la primera película de la trilogía (La Comunidad del Anillo), y con Éowyn y Merry en la tercera (El Retorno del Rey), quienes luchan con toda su energía y ferocidad contra sus enemigos para defender a sus seres queridos. Sin embargo, la comprensión cristiana de la fortaleza, definida por Santo Tomás como la virtud necesaria para corregir la voluntad “reacia a seguir lo que es conforme a la razón, a causa de alguna dificultad que se presenta”, incluye el coraje militar, pero no se limita a ello. Vemos un tipo diferente de valentía en Frodo y Sam, que tienen la menos dramática tarea de mantener el compromiso de avanzar paso a paso hacia su destino. Es su fortaleza frente al tedio y el cansancio que trae toda la trilogía a su clímax: la destrucción de Mordor finalmente no se debe a un acto de gloriosa valentía en el campo de batalla, sino más bien el éxito de su triste y agotador viaje. La comprensión de Aquino sobre la fortaleza ejemplificado a través del martirio se exhibe en las tres películas de una manera particularmente lúgubre y prolongada, mientras Frodo camina, camina y sigue avanzando, negándose a dar marcha atrás aún cuando su muerte parece segura.

Esta aventura, vista de cerca, parece poco razonable. Podemos estar de acuerdo con Boromir cuando hace notar enérgicamente en la primera película, la imprudencia en el plan de Frodo, que le parece suicida. Después de todo, ¿qué posibilidades tiene un hobbit -un pequeño y débil miembro de la burguesía de la Tierra Media- de triunfar contra los grandes poderes del mal? Sin embargo, cuando miramos más de cerca a la prudencia, nos encontramos con que no se trata de lo que es fácil, sino más bien de lo que es correcto. Como Santo Tomás nos dice, “la rectitud de la elección requiere dos cosas: el fin debido y el medio convenientemente ordenado al fin debido”. La virtud de la prudencia promueve no sólo el deseo del fin correcto, sino también la capacidad de identificar los mejores medios para alcanzarlo. Fundamentalmente, y más bien por desgracia para el poseedor, ni medio ni fin pueden estar en su propio interés personal, una lección que Frodo aprende repetidamente a lo largo de la serie. Dado este entendimiento, el que puede parecer más prudente -Boromir- es en realidad el menos, ya que no apunta al fin correcto: la destrucción del Anillo. De hecho, se podría argumentar que, desde una perspectiva cristiana, la historia es menos heroica que prudente: Frodo está haciendo lo mejor que puede para lograr el objetivo identificado como el correcto.

Un argumento similar puede elaborarse acerca de la templanza, la virtud del equilibrio y la armonía que parece tener poco lugar en un mundo de opciones violentas y desesperadas. Resulta que, en la Tierra Media, la templanza se manifiesta de manera dramática. Su papel en restricción de la voluntad se manifiesta más crudamente en la forma en que ayuda a personajes tentados por el poder. En la primera película, Gandalf, Galadriel y Aragorn son expuestos a adueñarse del Anillo, y, conscientes de sus propias limitaciones y con diversos grados de lucha, cada uno de ellos se niega a aceptarlo. Su victoria moral es más evidente que nunca cuando se yuxtaponen con otros personajes que finalmente no resisten la tentación. Saruman, en particular, ofrece una lección realista sobre la importancia salvífica de la templanza: dar paso a su deseo por el poder, que corrompe y, eventualmente, en la versión extendida de la tercera película, lo destruye. En resumen, las películas nos muestran que el ejercicio de la verdadera virtud puede ser muy diferente en diferentes circunstancias: Un punto con el cual Tomás de Aquino estaría de acuerdo totalmente.

Por último, otro caso difícil: si la justicia es un “hábito por el que un hombre entrega a cada uno lo que corresponde”, no vemos a los personajes ejerciéndola hacia Gollum. Gollum recibe perdón constantemente de las manos de aquellos a los que convirtió en sus enemigos: Bilbo no responde a las amenazas de Gollum; Frodo no lo mata en defensa propia, y hasta Sam, quien lo desprecia abiertamente, muestra indulgencia hacia él. Ninguno de estos personajes está dispuesto a juzgar y sentenciar con la muerte, aún cuando puede ser merecida. Sin embargo, para el final de la historia, los personajes cosechan lo que han sembrado, tanto para bien y para mal: Frodo es justamente recompensado por su misericordia a Gollum, cuando las fuerzas abandonan al hobbit en el Monte del Destino y el otro lucha por obtener finalmente el Anillo. Cuando finalmente Gollum le arrebata el Anillo y cae en el fuego de la montaña, no sólo recibe finalmente su merecido, sino que también evita que Frodo tenga un destino similar, que no hubiera merecido.

Virtudes Teologales

Cuando Gandalf le dice a Frodo que sea cuidadoso al juzgar duramente la situación en las minas de Moria, también sirve de consuelo: “Hay otras fuerzas que se mueven en este mundo Frodo, además de la voluntad del mal”. ¿Es la costumbre de justicia lo que provoca el climax de la trilogía?

Las películas permanecen silenciosas sobre esta cuestión: aunque sabemos que Gandalf simplemente se desapareció después de caer en Moria, no sabemos qué lo envió de vuelta a la Tierra Media para completar su tarea. Por otra parte, en ningún momento de la trilogía alguien expresa alguna expectativa de ser salvado por fuerzas divinas, y no hay ángeles que bajen del cielo (aunque las águilas lo hacen en la última batalla ante las puertas de Mordor). Tanto el dogma y la adoración están ausentes de la trilogía. Sin embargo, en una carta enviada a un amigo jesuita, Tolkien dice que el “Señor de los Anillos es, por supuesto, una obra fundamentalmente religiosa y católica”.

En primer lugar, la trilogía como un todo está impregnada por la fe, definida por Santo Tomás (y la Biblia) como “fundamento de las cosas que se esperan, la evidencia de las cosas que no se ven”. En sus fines ejercitan de manera natural su fe -la gente no va en busca de aquello que tiene delante de ellos- y el objetivo central de Frodo y Sam es uno entre los muchos que hay en las tres películas, entre ellas la de Boromir al buscar un aliado en Rivendell, la de Aragorn, Gimli y Legolas de rescatar a Merry y Pippin, y la de Gandalf para encontrar la ayuda militar de los Rohirrim en el momento que más lo necesitan.

El éxito no es seguro en ninguna de esas misiones, por lo que es necesario incluir la virtud de la esperanza: como explica Santo Tomás, el fin de la esperanza es “un buen futuro, difícil pero posible de obtener”. Las metas perseguidas por cada miembro de la Comunidad son de hecho difíciles de obtener, tanto es así, que cuando Pippin pregunta a Gandalf, en la tercera película, si hay alguna esperanza para Frodo y Sam, Gandalf le contesta: “Nunca tuvimos mucha esperanza. Sólo la esperanza de un tonto”. Independientemente de que sea escasa, la esperanza es un elemento clave en la historia, y la virtud detrás de una de las escenas más conmovedoras de la trilogía. Al final de la segunda película (Las Dos Torres), cuando Frodo está cerca de colapsar, Sam le dice, “al final, toda esta oscuridad es pasajera… un nuevo día llegará, y cuando el sol brille, brillará más que cualquier otro día”. La gran amistad entre los dos hobbits permite a Sam compartir su esperanza por un mañana mejor con Frodo, quien encuentra la fuerza para seguir adelante.

Esta amistad, en el corazón mismo de la trilogía, es el epítome de la semilla de la virtud de la caridad o, como a menudo se traduce, “amor”. La doctrina cristiana afirma que la caridad es principalmente, pero no exclusivamente, dirigida hacia Dios: Santo Tomás expresa la opinión de muchos cuando explica que el amor al prójimo está íntimamente unida al amor a Dios, y subraya la naturaleza de la caridad, que debe ser expresada en actos de amor no solamente hacia otros, sino por su bien, incluyendo, pero sin que se limite, a dar dinero a las personas necesitadas. En las películas, Sam ofrece un retrato conmovedor de cómo los cristianos deben dedicarse a los demás, mostrando amor genuino y también entrega desinteresada, lo que implica acompañar a Frodo hasta Mordor, y al final hasta cargarlo por la ladera del Monte del Destino.

Fuente:

Thinking Faith

Puntuación: 5 / Votos: 2

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Un pensamiento en “Virtudes cristianas en ‘El Señor de los Anillos’

  • 21 enero, 2014 al 4:34 pm
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    Es una forma de verlo muy interesante, creo que Tolkien mezclaba muchas cosas religiosas y de mitología en sus escritos, yo vi en las <a href="http://www.hbogola.com/#home">películas online</a> de HBO la de El Señor de los Anillos, Las Dos Torres y me parece que una de las filosofías más interesantes es la de los Ents.

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