Lo que es y lo que debe ser la piedad popular según el Papa Francisco

Piedad popular

11.00 a m| 9 may 13 (ECCLESIA/BV).- “Tesoro”, “fragua de santidad”, “pulmón de fe y de vida cristiana” son algunas de las definiciones con las que el Papa se refirió a la piedad popular, que fue el tema central en dos de las homilías que ofreció la semana pasada.

Es importante remarcar su visión positiva, alentadora y propositiva sobre esta importante realidad eclesial, que hace eco tanto de las palabras de Benedicto XVI, quien la describió como el “precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina”, como del documento conclusivo de Aparecida, en el que se reivindica la verdadera espiritualidad popular.

Una de las homilias estuvo dedicada también a las hermandades y cofradías, a quienes invocó reforzar su autenticidad evangélica y su ardor misionero, sin olvidar la esencial dimensión caritativa de las mismas. Desde estos principios, lo que el Papa Francisco quiere es que intensifiquen su vida cristiana y su presencia activa en la comunidad eclesial, “como células vivas, como piedras vivas”.

Ante la presencia de representantes de estas cofradías y hermandades, el Papa resaltó que sus procesiones, celebraciones, romerías y demás manifestaciones tienen que “ser Iglesia”: “Veo en esta plaza una gran variedad de colores y de signos. Así es la Iglesia: una gran riqueza y variedad de expresiones en las que todo se reconduce a la unidad, al encuentro con Cristo”.


A continuación una recopilación de frases del Papa Francisco sobre la piedad popular y las hermandades y cofradías:

La piedad popular es un tesoro que tiene la Iglesia, espacio de encuentro con Jesucristo. Para conservar, cultivar y acrecentar este tesoro, es preciso acudir siempre a Cristo, fuente inagotable.

– Las Cofradías y las Hermandades son una realidad tradicional en la Iglesia que ha vivido en los últimos tiempos una renovación y un redescubrimiento. Han de esforzarse en reforzar su fe, cuidando la formación espiritual, la oración personal y comunitaria, la liturgia.

– A lo largo de los siglos, las Hermandades han sido fragua de santidad de muchos que han vivido con sencillez una relación intensa con el Señor. Es necesario, pues, seguir caminando con decisión hacia la santidad, no conformándose con una vida cristiana mediocre.

– Pertenecer a una cofradía o hermandad es una ocasión providencial para comprender mejor qué es lo esencial, es decir, creer en Jesucristo, muerto y resucitado por nuestros pecados, y amarse unos a otros como Él nos ha amado.

La piedad popular es una senda que lleva a lo esencial si se vive en la Iglesia, en comunión profunda con sus pastores.

– En las parroquias, en las diócesis, las cofradías y hermandades han de ser un verdadero pulmón de fe y de vida cristiana, que, con variedad de colores y de signos, expresión misma de la Iglesia, han de confluir, se han de reconducir a la unidad, al encuentro con Cristo.

Una misión específica de las cofradías y hermandades, misión importante, es mantener viva la relación entre la fe y las culturas de los pueblos a los que pertenecen. Cuando, por ejemplo, llevan en procesión el crucifijo con tanta veneración y tanto amor al Señor, no hacen únicamente un gesto externo; indican la centralidad del Misterio Pascual del Señor, de su Pasión, Muerte y Resurrección, que nos ha redimido; e indican, primero a los cofrades y también a la comunidad, que es necesario seguir a Cristo en el camino concreto de la vida para que nos transforme. Del mismo modo, cuando manifiestan la profunda devoción a la Virgen María, señalan al más alto logro de la existencia cristiana, a Aquella que por su fe y su obediencia a la voluntad de Dios, así como por la meditación de las palabras y las obras de Jesús, es la perfecta discípula del Señor (cf. Lumen gentium, 53).

– Esta fe, que nace de la escucha de la Palabra de Dios, las cofradías y hermandades la manifiestan en formas que incluyen los sentidos, los afectos, los símbolos de las diferentes culturas. Y, haciéndolo así, ayudan a transmitirla a la gente, especialmente a los sencillos, a los que Jesús llama en el Evangelio “los pequeños”.

– El caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador.

– Los miembros de las cofradías y hermandades han de ser, pues, auténticos evangelizadores. Que sus iniciativas sean “puentes”, senderos para llevar a Cristo, para caminar con Él.


Fuente:

Revista Ecclesia

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