Partidos políticos se interesan por el Pensamiento Social de la Iglesia
Se reconoce cada vez más que el Pensamiento Social de la Iglesia ofrece una de las respuestas más convincentes y moralmente interesantes a la reciente crisis financiera. Personajes como Lord Glasman, judío perteneciente al partido laborista en la cámara de los lores del Reino Unido, además defensor del Pensamiento Social de la Iglesia, y Jon Cruddas, diputado por Dagenham y Rainham y jefe de revisión de la política laborista, se han visto atraídos por los recursos del Pensamiento Social de la Iglesia en temas que van desde la dignidad en el aspecto laboral, el derecho a un salario digno y la visión para una economía civil. Para estos políticos, y para un número cada vez mayor de personajes vinculados a temas económicos y que hablan de su interés por estas ideas de forma más privada, el Pensamiento Social de la Iglesia (PSI) prevé un mundo con valores, de relaciones y creatividad social más allá de los estrechos límites de un marco expresado principalmente en el lenguaje de lucro, la mercantilización, elección y consumo ilimitado. La oportunidad de abogar por una visión católica de la vida económica es actualmente mayor: muchos de los relatos alternativos se han topado con obstáculos morales insalvables y hay una mayor apertura a un cierto grado de reflexión en las últimas tres o cuatro décadas en lo que respecta a formulación de políticas, su impacto social y un sensibilizado modelo de la persona humana.
Esta tesis fue el centro de una edición de un programa de políticas públicas de la Radio 4 de la BBC, “Análisis”, difundido el 5 de noviembre de 2012. Matthew Taylor, ex funcionario bajo el mandato de Tony Blair, sin ser católico, explicó que estaba intrigado de que la izquierda secular recurría a los recursos del PSI. Para los defensores de la izquierda parece ofrecerles una visión integral de una política que finalmente coloca la visión de la persona humana y sus relaciones en el seno de las instituciones sociales. También ofrece un énfasis triple que está ayudando a la izquierda para reorientar su política: ofrece una serie de razones que fundamentan la necesidad de hablar de moral y justicia en la vida económica, la necesidad de considerar el rol del Estado en el que no sea portador de toda responsabilidad por el bien común, y por último una visión de amplia participación para construir una sociedad civil más fuerte, una condición base para la renovación social y política. Esto fue puesto en un lenguaje más sencillo y cotidiano por Jon Cruddas: “No puedes estacionar la forma en que vives en la puerta de la oficina o negocio. Tiene que ser mantenida en todos los aspectos de tus deberes cívicos: patrones de empleo, el impuesto que pagas y la forma en que cuidas el medio ambiente”.
Cuando fui entrevistada para ese programa me sorprendió un poco la preocupación por la capacidad del PSI para interactuar en la plaza pública. Me hicieron varias preguntas (que no salieron al aire), que exploró la línea de pensamiento en que la promoción del PSI es en realidad una hábil estratagema de los medios de comunicación, como cortinas de humo, para cubrir malas noticias sobre la Iglesia. Siguiendo en esta línea se me pidió que explicara si el PSI es un intento de presentar el rostro aceptable de la Iglesia.
Una acusación era (para citar a Taylor), “Usted ha puesto todas las cosas controversiales para la persona moral en el cajón de lo malo, pero en algún momento se le pedirá a estos políticos y líderes empresariales considerar todo eso, también, como el precio por el “don” del PSI. La ventaja de ser entrevistado por alguien que se encuentra en un espacio muy diferente es que sus preocupaciones y procesos de pensamiento son un reto: algunas personas encuentran la noción del pensamiento social de un “católico” muy difícil de digerir, y es importante entender cómo algo que consideramos que es un “don” puede ser percibido por los demás. Aparte de las teorías de conspiración, las preguntas más profundas que subyacen a esta línea de la entrevista eran realmente acerca de la idoneidad del PSI para ser un verdadero socio en un contexto marcado por la pluralidad. Esto no debe ser confundido con el deseo de relativizar la verdad o la moralidad, sino que expresa (creo) una preocupación genuina por una forma de diálogo que posibilite la negociación de bienes y verdades en una época verdaderamente compleja. Esa es una pregunta importante e interesante. Tanto Glasman como Cruddas tenían ideas interesantes sobre cómo nos enfrentamos a este desafío. Glasman, influenciado por la interacción del PSI con la comunidad con iniciativas empresariales (Ciudadanos del Reino Unido en particular) sugiere que el PSI, al rechazar un camino revolucionario, manifiesta una lenta y paciente teoría del cambio.
Si bien esto requiere tiempo y puede parecer laborioso, de hecho abre un espacio para el cambio que puede ser verdaderamente plural: encarnado y practicado a existir dentro de las instituciones, las redes y organizaciones, y convertirse en más poderosa y sostenible por su voluntad de tender puentes y negociar entre los grupos e instituciones. A su vez, Cruddas sugiere que tenemos que crear un proceso gradual en el que “tradiciones exiliadas” (siendo el PSI una de ellas) se regresen al juego en todos los niveles de la comunidad política. Tales tradiciones exiliadas no llegan a dictar los términos, pero son hablantes de la verdad y valores, y las realizaciones de deseo y virtud, necesariamente dentro de una arquitectura pluralista de prácticas políticas -y, podríamos añadir, el PSI debe comprometerse a hablar, actuar y escuchar con humildad y confianza. Y, por supuesto, el PSI no se mantendrá sin cambios por este encuentro.
Taylor concluyó el programa con el pensamiento desafiante de que dos factores podrían inhibir las posibilidades de que el PSI pueda contribuir en este momento: en primer lugar, que el deseo por control episcopal fallaría en dejar que una iniciativa necesariamente compleja y creativa, que florece desde el PSI, se desarrolle en todas las profesiones y sectores. En segundo lugar, que los políticos y economistas cedan a la tentación de instrumentalizar el PSI, recogiendo los elementos que se adapten y haciendo caso omiso de los que no lo hicieron, socavando así su coherencia fundamental. Sobre esta última cuestión, Taylor parece haber tenido en cuenta la tendencia de cada partido político para poner a prueba secciones del PSI con entusiasmo, sin embargo hay trabajo por hacer para una funcionalidad integral. La tradición laborista ha tendido a sentirse más a gusto con los elementos estructurales del PSI en el trabajo, los salarios y la solidaridad social. No le ha ido tan bien en la guerra y la paz, en la protección de un espacio para la sociedad civil, y el Nuevo Laborismo continuó con una fuerte dosis de derechos procesales.
A su vez, los conservadores han tendido a aprobar del PSI su crítica al socialismo; se sienten atraídos por el lenguaje de la subsidiariedad y por priorizar la integridad política de la familia, y se han sentido más cómodos que sus pares laboristas y liberales en la lectura de la teología moral católica, en conjunto con el PSI. Sin embargo, hay una insalvable diferencia cada vez más notoria con la idea de que el Estado tiene un papel importante y activo a la hora de establecer el bien común, una tendencia más dramática en los EE.UU. que en Gran Bretaña en la actualidad. Los liberales, respecto del PSI, se sintieron en sintonía por el lenguaje de la dignidad humana, la valoración positiva de los derechos humanos y el énfasis incesante en la justicia social y la subsidiariedad, y más bien han diferido en la noción de bien común -de hecho, a veces con el mismo lenguaje de bien común como base moral para la política. Históricamente, nunca existió un partido completamente a gusto con la cobertura total del PSI: Taylor sin duda acertó al resaltar esos problemas.
Como parte del ímpetu por realizar el programa “Análisis” se organizaron una serie de conferencias celebradas en Cambridge en febrero y marzo de 2012, un simposio internacional sobre la crisis del capitalismo y el bien común, celebrado a finales de noviembre, y la relacionada pero separada iniciativa “Un esquema para un mejor negocio” apoyada por el arzobispo de Westminster.
El objetivo de las conferencias de Margaret Beaufort era triple: dar a conocer más ante la esfera pública en Cambridge y abarcar más que el PSI en la vida económica; para poner a prueba nuestra teoría de que el PSI es una útil herramienta de análisis y pastoral para la renovación económica; y empujar al PSI a desarrollar un análisis más maduro, en los aspectos que nos parecía que debía reforzarse. Las conferencias, dictadas en febrero y marzo de 2012 y serializadas en breve en “The Tablet”, levantaron más preguntas que respuestas -pero esto tal vez sea lo necesario para tomar con seriedad el PSI. Estas preguntas incluyen: si el PSI habla de “estructuras de pecado”, ¿tiene sentido pensar en la necesidad de “estructuras de virtud” en la vida económica -o incluso en instituciones virtuosas? La respuesta del PSI a la crisis económica es estructural y no es principalmente acerca de una moral individualista: va mucho más allá de un llamado a la aparición de banqueros “con moral”. ¿Cuál es el lugar del dinero en la comprensión del bien común -y, sobre todo, es el PSI tan claro como debería acerca de si el dinero (y en particular el sistema monetario) es considerado como un bien público o privado? Catherine Cowley sostuvo en la conferencia final que el PSI ha evitado responder a esta pregunta directamente, y sin embargo es imprescindible. Dado el poder del dinero para generar bienestar o miseria, para habilitar o frustrar las condiciones para la solidaridad, ¿no es casi evidente que el sistema monetario es un bien público y no privado? Mientras que la encíclica del Papa Benedicto XVI, Caritas in Veritate habló directamente a las primeras etapas de la crisis financiera, no trataba con tanta claridad a estas cuestiones, ya que se manifestaron en la posterior crisis de la deuda soberana.
El Simposio se centró en estas cuestiones, explorándolas en lo que se llama el “nivel mezzo”, el nivel medio ignorado a menudo por el PSI entre la macro/global y la micro/personal. Por ejemplo, el profesor Geoff Moore de Durham observó las prácticas de virtud y excelencia al interior de las empresas, basándose en el trabajo de Alistair MacIntyre para comentar en un área descuidada por el PSI. La conversación fue dominada por la idea de una economía civil, una visión que se desarrolló en la Caritas in Veritate. Defensores de la economía civil sostienen que se deben abordar mercados como parte de una moral económica más amplia, y enraizar un nuevo modelo económico en compromiso con una justa administración de los precios, salarios y tasas de interés. Promueven una economía basada en el aprendizaje profesional, asociaciones profesionales, y la distribución de riesgos y beneficios. El núcleo de las perspectivas de la economía civil es el énfasis puesto en el papel del Estado como agente moral en lugar de neutral. En este rol, el Estado debe reformar la ley de empresa para fomentar el “ethos” interno de las empresas y recompensar aquellas que ofrecen tanto beneficio social y ganancias modestas.
Voy a terminar con un epílogo sobre la importancia de la política. El Pensamiento Social de la Iglesia es alabado por su capacidad para mover hacia arriba y hacia abajo el orden ético, se dirige sin problemas a lo internacional y mundial tanto como a la local y personal. Quizá donde es bastante más débil es en el nivel de las conversaciones sobre la forma y los compromisos de la comunidad política nacional. El PSI encuentra dificultades al desarrollar una explicación de la democracia o al responder a los retos de la negociación de las políticas públicas a nivel del Estado-nación. Y sin embargo, los políticos y creadores de políticas están dispuestos a recibir el apoyo del PSI en esta instancia. Si se trata de comprender la magnitud de la crisis del capitalismo, será necesario desarrollar un mayor grado de comodidad a la hora de involucrarse en cuestiones de políticas públicas a nivel nacional, y desarrollar un lenguaje para comunicar acerca de los cambios en el Estado y sus prácticas. Es probable que esto sea particularmente cierto en relación a pulsar una evolución de las políticas en el bienestar, la inmigración, la educación, la justicia penal, la vivienda y la asistencia sanitaria, así como las cuestiones económicas más estrechas.
Los pasos para la intermediación en las relaciones necesarias para tener conversaciones fructíferas suelen ser pequeños: como uno de los participantes del simposio comentó, con demasiada frecuencia los católicos conversan sobre la vida económica y sus prácticas, sin contar con políticos en la habitación como participantes y agentes responsables. Intermediar por una conversación amplia acerca de los temas mencionados es exactamente lo que las iniciativas descritas anteriormente han tratado de hacer. Aquellos que no suelen sentarse juntos alrededor de una mesa a dialogar y escuchar, son los que se han sido invitados a hacerlo, para compartir puntos de vista, problemas y soluciones. En mi estimación esa experiencia ha sido tan valiosa como contribución al bien común así como las muchas ideas que hemos generado y compartido.
Artículo publicado en Thinking Faith.