Dilemas morales, más de un camino para una decisión

Dilemas morales, más de un camino para decidir
1.00 p m| 9 oct 12 (THINKING FAITH/BV).-El filósofo jesuita Gerard J. Hughes propone que hay dos buenas razones para pensar sobre los dilemas morales. La primera, algo bastante simple, la búsqueda de una respuesta a la pregunta ¿Qué se supone que debemos hacer cuando estamos en un dilema?

La segunda razón es menos obvia, y se refiere a descubrir lo que nos pueden enseñar los dilemas morales acerca de los principios morales ¿Qué podemos aprender de nuestros conceptos sobre la moral?

¿Qué es un dilema?

Puede no entenderse muy bien cuando se dice estar en un dilema moral. Vagamente decimos que ocurre cuando alguien no está seguro de qué debe hacer en una situación en particular. Pero algunos filósofos han tratado de definir un dilema moral de manera mucho más precisa: estar en un dilema moral es afrontar una situación en la que no importa que se haga, haremos lo incorrecto.

La decisión que tuvo que tomar Sofía en la película “La decisión de Sofía” podría ser considerada como un dilema en el sentido antes mencionado. Era una madre judía llegando a un campo de concentración con sus dos hijos pequeños. Un oficial le pide que elija uno, el cual podría conservar; en caso se negara a elegir, matarían a ambos. Vamos a asumir que el oficial cumplirá su promesa (al menos el personaje de Sofía lo hace). Angustiada y sollozando la madre insiste en que es totalmente incapaz de hacer tal elección, por lo que el oficial empezó a llevarse ambos niños. En esa situación desesperada ella decide entregar a su hija y salvar a su hijo, pensando probablemente que tendría mayor chance de sobrevivir, por ser hombre y tener el cabello claro. Inmediatamente se llevan a la niña, que se aleja cargada por un soldado, gritando entre lágrimas, sin entender lo que está pasando. Aún después del final de la guerra, Sofía no tuvo más contacto con su esposo o con sus hijos, pero en la víspera de su nuevo matrimonio, ella se suicida al cruzar por su mente la idea de tener más hijos y recordar el sufrimiento de su hija por su traición.

¿Qué debió hacer Sofía? Podemos pensar sobre los principios morales que están involucrados. Uno podría ser “está mal abandonar un hijo a una muerte segura cuando pudo salvarlo”, otro puede ser “es totalmente injusto permitir que se mate a un hijo para que se salve otro, el fin no justifica los medios”, y así algunos más. Tal vez sería la justificación para decir que en un verdadero dilema, cualquier “solución” sería moralmente incorrecta. Más sobre esto más adelante.

Ahora pensemos en una situación, que lamentablemente, es más común. Pensemos en un voluntario que labora en un campo de refugiados con muchas personas en extrema necesidad. Este voluntario sabe que no hay expectativas de que llegue más comida en las siguientes tres semanas y para ese tiempo muchos morirán. Es así que el staff de voluntarios trata de llegar a un consenso de cómo distribuir esa poca comida que tienen. ¿Deben ser justos y entregar raciones iguales para todos pero arriesgando muchas vidas? o ¿deben considerar que si discriminan al momento de racionar la comida a favor de los que están en más riesgo, al final podrían morir menos? O de repente si favorecen a los que tienen más chance de sobrevivir, se podría salvar más gente. Y si se alimenta a los niños junto con las madres, de ese modo los niños podrían crecer mucho más sanos, con la esperanza de un futuro mejor. En todos los casos, menos en el primero, debemos dejar de alimentar gente que muere de hambre, y sin embargo el primero sería el escenario que al final podría tener resultados más desastrosos ¿Son todas las vidas “sagradas” o algunas son más que otras?

Doble efecto

Explicar que salvar a uno de sus hijos no implicaba abandonar al otro es una solución tradicional para la decisión de Sofía. Su intención finalmente era salvar uno de sus hijos, y eso es lo que hizo. Las consecuencias que ella pudo prever por su elección no hacen mayor diferencia acerca de lo que hizo. Este es el principio conocido como “Doble efecto”: lo que hizo tuvo un buen resultado (lo que fue su intención), pudo salvar a su hijo; y también tuvo un mal resultado (el cual ella podía prever, pero no era su intención), que fue abandonar a su hija. Sin embargo esta noción de “intención” parece poco realista: hacer algo conociendo sus inevitables consecuencias, aunque sea a regañadientes, también tiene de intención.

El problema en ambos casos es que los principios morales -sobre lo que es justo, sobre no abandonar personas en necesidad o sobre salvar vidas cuando se puede- entran en conflicto. La solución ofrecida por el “Doble efecto” maquilla este hecho, sugiriendo que solamente hay un principio moral que es relevante en cada caso, y que el juicio moral se debe centrar solamente en ese. Pero el conflicto entre principios es real y tal vez no debería darse el caso de que exista un principio que se ponga por encima de todos los demás en cada situación. Muchas veces se dice que no hay verdaderos principios morales si en alguna ocasión se permiten excepciones, lo cual es totalmente falso.

Probabilismo

Hay una forma diferente de ver estas situaciones. Existe una postura muy respetable en la teología moral que muchas veces es ignorada. Es conocida como “probabilismo” y fue sustentada en un primer momento por un Dominico a finales del siglo 16 y respaldada por los jesuitas de la Universidad de Lovaina en el siglo 17. Finalmente fue adoptada por moralistas respetables como San Alfonso María de Ligorio. Lo que afirma es simplemente esto: uno tiene el derecho de actuar en cualquier caso, siempre que se pueda obtener alguna noción de resultado positivo sobre esa perspectiva (la palabra “probabilismo” viene del latín “probabilis”, que significa “que puede ser razonablemente discutido”). Así, en el campo de refugiados, queda claro que hay más de una política a la cual se puede recurrir para repartir los alimentos, así como habrá alguna otra que no será tan razonable (por ejemplo “come el que llega primero”). Los voluntarios en el campo de refugiados no necesitan pensar que tienen que decidir por la alternativa correcta como si hubiera solo una, bastaría con que decidan por lo más razonable según las circunstancias. Si un dilema moral es visto de esta forma, no se dará el caso de que cualquier cosa que se decida será algo equivocado, por el contrario, habrá más de un camino para hacer las cosas moralmente correctas, según la razón.

Los dos ejemplos usados hasta ahora fueron bastante dramáticos, pero en la vida cotidiana se dan mucho otros casos. Por ejemplo, un señor de edad que ya no puede cuidarse solo, pero sin embargo quiere vivir por su cuenta para no ser una preocupación para sus familiares ¿Debería persuadirlo su familia cercana para que se mude con ellos? ¿Cómo deberían formarse nuestras leyes para soportar una sociedad en la cual cada persona tiene una perspectiva diferente sobre la moral? Al parecer es un error común suponer que solamente hay una moral a tomar como referencia para todos los casos. Las características de cada caso en particular entran en conflicto, porque el mundo de la moral es bastante complejo y nada sencillo. Sería suficiente poder decidir por una de las opciones razonables en cada una de las diferentes circunstancias.

El significado de las palabras morales

Hay una forma más de pensar sobre los dilemas morales: expresando cómo entendemos nuestras palabras morales. Pensar acerca de cómo ha cambiado nuestra noción de “coraje” desde que teníamos cinco años. Ser valiente no es solamente no llorar cuando te haces una herida en la pierna, involucra también hacerles frente a los peleones en el colegio a los nueve, vivir sobrellevando los efectos de un terrible accidente o defendiendo alguna causa impopular siendo ya un poco más adulto. “Coraje” es una palabra que continuamente aprendemos en qué situaciones podemos aplicarla y es un concepto que vamos definiendo delicadamente con el pasar de los años. En cualquier momento dado, el significado de nuestros términos morales serán un compendio de todas las decisiones que hemos tomado previamente. Así también puede darse con el uso de la palabra “abandonar”. Una madre puede dejar a su niño en la puerta de un hospital con la esperanza de que pueda ser bien cuidado ¿es eso “abandonar” al niño? ¿Será justo decir que Sofía “abandonó” a su hija?

Los dilemas morales se producen porque la dificultad de aplicar nuestros principios es bastante grande y en algunos casos extrema. En algunos casos un principio moral simplemente tiene que ser ignorado, en algunos otros casos debemos afinar nuestro entendimiento sobre los términos en los cuales se han formulado estos principios. Nuestro mundo es complejo y existe una resistencia hacia los conceptos simplificados y eso no es solamente una característica de nuestro mundo moral, en realidad también es aplicable en las formas en que tratamos de establecer las leyes de la física, la biología o de la psicología humana ¡pero eso ya es otra historia!

Artículo de Gerard J. Hughes SJ (tutor en Filosofía en Campion Hall, Oxford)

Extracto de artículo publicado en el blog “Thinking Faith”.

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