Los Obispos que dejaron de serlo

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4.00 p m| ROMA 21 jun 12 (BV/CHIESA) ¿Sabía usted que un Obispo de la Iglesia Católica puede ser retirado del cargo? Entre los miembros ancianos de la curia se recuerda la frase de un cardenal a quien le gustaba repetir: “entre los apóstoles traicionó uno sobre doce, hoy entre los sucesores de los apóstoles el promedio no es por cierto mejor”.
Hoy, sin contar las otras denominaciones cristianas, los obispos católicos herederos de los apóstoles son cerca de 5.200, y entonces, aplicando a ellos esta proporción “evangélica”, los émulos de Judas Iscariote en la Iglesia de Roma deberían ser más de 400. Una cifra quizás demasiado optimista a los ojos de los lefebvristas o, desde una perspectiva opuesta, de la galaxia eclesial progresista, pero por cierto mucho más alta que el número de los obispos que han sido castigados de diversas maneras, en los últimos años, por el único que tiene esta potestad, es decir, el Papa.

No existen estadísticas completas al respecto, también porque más allá de los casos más llamativos, sucede normalmente que el obispo invitado a dejar el gobierno de una diócesis por motivos doctrinales, morales, o por mal gobierno eclesiástico o administrativo, es convencido de entregar su renuncia al Papa antes de cumplir la edad jubilatoria de 75 años, sobre la base del conocido parágrafo 2 del canon 401 del Código de Derecho Canónico, el cual dice: “se ruega encarecidamente al Obispo diocesano que presente la renuncia de su oficio si por enfermedad u otra causa grave quedase disminuida su capacidad para desempeñarlo”. El Papa acepta su dimisión muy rápidamente.

Normalmente, este parágrafo se aplica a eclesiásticos golpeados precisamente por una “enfermedad” física o psíquica, pero no faltan los casos de “otra causa grave”.

Así, recientemente, el 7 de junio se registraron las dimisiones anticipadas del obispo auxiliar de Camberra (Australia), Patrick Percival Power, de 70 años de edad, conocido por sus posturas progresistas.

En el pasado los nombres de los obispos que abandonaron su cargo para casarse han sido más o menos rápidamente eliminados del Anuario Pontificio, el gran libro rojo que todos los años informa todo el organigrama de la Iglesia Católica.

En efecto, en el caso que un obispo, al que se le ha solicitado la dimisión, no acepte presentarla, es el Papa mismo quien lo “releva” del cargo. Lo cual sucede más bien muy raras veces. Pero sucede.

El pasado 19 de mayo, por ejemplo, ha sido “relevado” el obispo italiano de Trapani, Francesco Micciché, de 69 años de edad, por problemas administrativos. Mientras que el 2 de mayo de 2011, por motivos doctrinales, fue “relevado” el obispo australiano de Toowoomba, William M. Morris.

Otros obispos que han sido eliminados del Anuario Pontificio son también los que han sido reducidos al estado laical. Por decisión de autoridad como en el caso del célebre Emmanuel Milingo en el año 2009, o a pedido del interesado, como ha sucedido en el 2008 con el presidente electo del Paraguay y ex obispo de San Pedro, Fernando Lugo.

Se prevé que desaparecerá también del Anuario el nombre del ex obispo canadiense de Antigonish, Raymond Lahey, separado del estado clerical hace un mes, luego de una condena civil por posesión de material pedófilo-pornográfico.
Indudablemente, la mayor parte de los “graves motivos” que llevan a la dimisión anticipada de los obispos se refieren a cuestiones morales.

La lista es demasiado larga. Además de los casos señalados se recuerdan el del arzobispo polaco de Poznan en el 2002, del arzobispo de Milwaukee (Estados Unidos) en el 2002, el de Lexington (también en Estados Unidos) en el 2002, del arzobispo argentino de Santa Fe en el 2002, del obispo filipino de Novaliches en el 2003, del obispo argentino de Santiago del Estero en el 2005, del obispo de Zamora (México) en el 2006, del ordinario militar húngaro en el 2007, de los obispos centroafricanos de Bangui y Bossangoa en el 2009, del obispo brasileño de Minas en el 2009, del obispo holandés de Ngong (Kenia) en el 2009, del obispo irlandés de Benin City (en Nigeria) en el 2010.

Diferente es el caso de los obispos que han debido renunciar anticipadamente no por haber realizado acciones gravemente inmorales, sino por la acusación de haber ocultado las responsabilidades de sus propios sacerdotes.

El caso más llamativo es el del cardenal de Boston, Bernard Francis Law, quien renunció en diciembre del 2007, a los 71 años de edad. Pero están también los casos de los obispos irlandeses de Ferns en el 2002, de Limerick en el 2009, y de un auxiliar de Dublin en el 2010, y también el del ordinario de Maitland-Newcastle en Australia, en el 2011.

Pero entre los “graves motivos” que pueden llevar a la dimisión de un obispo no están solamente las cuestiones de moral sexual. Puede ser haber dejado de brindar auxilio en un accidente (el obispo de Phoenix, en Estados Unidos, en el 2003), la embriaguez (el obispo polaco de Elblag en el 2003), la adopción de una niña (el obispo indio de Cochin en el año 2009), la incapacidad para gestionar (el obispo de Koudougou, en Burkina Faso, en el 2011).

Por último, son especiales los casos de los obispos lefebvristas y chinos. A los primeros les ha sido levantada la excomunión, pero serán insertados en el Anuario Pontificio sólo si entran en plena comunión con Roma y en el momento que lo hagan. Los segundos están por el momento totalmente ausentes en el Anuario Pontificio, aun cuando están reconocidos por la Santa Sede por caminos no convencionales. Sus nombramientos sólo podrán ser insertados cuando sea posible para la Santa Sede relacionarse con ellos según las reglas válidas para toda la Iglesia.

Por el contrario, permanece inscrito en el Anuario Pontificio el nombre del obispo de Pyongyang, en Corea del Norte. Se trata de Francis Hong Yong-ho, quien hoy tendría cerca de 106 años, y que en realidad ha fallecido hace décadas, víctima del régimen comunista.

Obviamente, la Santa sede lo sabe, pero continúa impertérrita insertando su nombre en el Anuario, considerándolo un “desaparecido”.

Imagen: (Getty) Sesión plenaria de la Conferencia Episcopal Italiana el 24 de mayo del 2012 a la Ciudad del Vaticano.

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