NI UNA MÁS

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blog aql niunamenosA despecho de la nominación #NiUnaMenos, este título pretende decir lo mismo con una semántica quizás más coherente con su significado. Finalmente, como bien dijo una valiosísima mujer, #NiUnaMenos ya es un valor por sí mismo simbolizando –sin ninguna duda- la necesaria protesta por el innegable maltrato, dejación, machismo y violencia moral y física contra la mujer desarrollados a lo largo de la historia de la humanidad y que, en pleno Siglo XXI, en la era tecnológica más avanzada de la civilización, cuando casi ha sido posible explorar el universo, cuando la ciencia y su avance han logrado sus más altas cotas, resulta intolerable que aún subsistan atávicas condiciones de agresión y minusvalía a la mujer tan solo por su género.

Nacemos fisiológicamente diferentes. Pero convivimos en la misma comunidad entrelazados de manera inseparable ya que los unos sin las otras no podríamos desarrollarnos, ni tener progenie, ni dar curso a la esencia de la vida que sólo se logra cuando los géneros se encuentran y –por igual- dan lugar a la maravillosa y permanente generación de la vida. Por eso la igualdad se da en el plano de los valores, de los derechos, de las obligaciones, de las oportunidades y de los beneficios. No existe razón que permita sustentar lo contrario.

Pero no ha sido así: en el Perú la mujer adquiere el derecho al voto recién en la década de los ’50. Por más de 120 años nuestro sistema constitucional las ignoró como si no fueran parte de la comunidad política, como si su participación, importancia y aporte valiera nada. La Constitución española de 1978 privilegia la sucesión real en el hijo varón, aunque sea menor, sobre las hijas mujeres del rey. Por eso Felipe VI, siendo menor a sus dos hermanas, fue coronado rey y no Elena de Borbón. Pero la Carta española grita que todos sus ciudadanos tienen exactamente los mismos derechos en plena igualdad. Son las groseras contradicciones de la hora actual.

Subsisten comunidades donde las mujeres no pueden tener permiso de conducir. Las hay en que no pueden salir de su casa sin taparse la cabeza, como con vergüenza.  En una de esas –hace poco- un hermano dio muerte a su hermana invocando el “honor familiar” ya que no le gustaba su exposición en las redes sociales. Por alguna razón solo se habla de “trata de blancas” y no de “blancos y blancas”. Y, cuando se refiere a la explotación sexual, sólo las mujeres son las víctimas, nunca los hombres.

Uno de los primeros casos que Gonzalo vio como practicante,   en 1978, se trató de una mujer que –estando embarazada- había sido masacrada con particular sadismo por su pareja, lesionándola severamente hasta provocarle el aborto. El juez en primera instancia fijó en apenas 10,000 soles -de esa entonces- la “justa” reparación. Apelado el fallo por el agresor, la Corte Superior rebajó la condena a 5000 soles.

¿Subsiste el machismo? Sin duda; muchas veces soterrado, muchas veces escondido en una supuesta broma o sarcasmo, muchas veces refinado en el doble sentido, cuando no de modo abierto con grotescas expresiones. Es la cultura en la que nos hemos criado y que hemos bebido junto –cruel ironía- con la tibia  leche materna.

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