Se produjo la irremisible renuncia del ex ministro Thorne luego de que el Congreso le rehusara la cuestión de confianza solicitada. Fue la mejor manera, dentro de lo malo, de cumplir con la papeleta luego de que la censura era una amenaza inminente a raíz del traspié político incurrido en la celada del Contralor General de la República al grabar traicioneramente su conversación y luego propalarla en la prensa.
El Congreso podría haberle perdonado el evidente error. Sin duda. No era un tema cualitativo sino un tema cuantitativo: cantidad de votos. El gobierno, sus ministros y asesores no han terminado de asimilar que tienen una clamorosa minoría que es –además- dispersa, variopinta y desunida por los más disímiles intereses. Así jamás podrían pasar con éxito por las horcas caudinas del Congreso.
Fagocitado Thorne, momentáneamente el Congreso se ha dado por satisfecho y el Ejecutivo ha sentido que le han birlado dos alfiles (Saavedra y Vizcarra), un peón (González) y una reina (Thorne). Ciertamente el tablero político no pinta bien y la estrategia debería redirigirse en 360 grados si es que no quieren acercarse al jaque mate antes del tiempo reglamentario.
Así como fue desleal inaugurar restaurantes privados la víspera de la interpelación a Saavedra, ha sido clamorosa la ausencia de uno de los aúlicos voceros del ppkausismo, que ni siquiera se asomó a la votar en el Congreso. Así, jamás Thorne tendría ninguna oportunidad.
La mayoría en el Congreso le ha mostrado el músculo al Gobierno. Ha demostrado que ese músculo no duerme. Y ha evidenciado que pretende usar ese músculo durante todo el periodo de este Gobierno, lo que casi podría llevarle a la inacción absoluta, la crisis política, económica y el favorecimiento de condiciones absurdas para el 2021 para que termine favorecido un outsider de izquierda y, como el cangrejo, volver a retroceder otros veinticinco años. Y, de nuevo, volver a empezar.
En la mayoría del Congreso la inicial idea de compartir las responsabilidades de gobierno en el Ejecutivo ha sido descartada absolutamente. Pero, ello que puede ser un cálculo político partidario, puede terminar afectando a todo el país en su conjunto.
Sin embargo, es aún tarea pendiente el tender los necesarios puentes de entendimiento básico entre Ejecutivo-Legislativo. Se requieren de hábiles líderes políticos con verdadero liderazgo (no con frases altisonantes o insultantes que se consideren “inteligentes”). De no hacerse, seguiremos asistiendo a la tómbola política en que el juego de “tumbalatas” se irá trayendo abajo, uno a uno, a sus ministros.