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En medio de los diversos escándalos suscitados a raíz de las revelaciones brasileñas, se han ido destapando en el Perú (y tal parece que serán aún más) diversas repercusiones judiciales de muy diverso calibre.
Apenas se dio a conocer alcance nacional de “Lava Jato”, diversos comentaristas y opinólogos rápidamente escribieron y se desgañitaron acusando la inmoralidad en el ojo ajeno. Poco a poco las caretas se han ido cayendo y vemos ahora como muchos de esos moralistas han tenido relación con la empresa involucrada en tan serios cuestionamientos.
Para empezar un asiduo columnista escribe y pontifica acerca de la cuestión sin decir que ha sido abogado de esa empresa, y de sus empresarios, hasta finales del año pasado.
Un connotado presidente “pipiris nice” de un exclusivo club limeño se cansaba de botar a cuanto socio consideraba que había violado los valores del club conforme a sus estatutos. Sin contemplaciones también expulsaba a toda su familia. Ahora le cayó la quincha pues este –hoy- expresidente acaba de ser suspendido al lado de su familia por su propio club por haber intermediado cuando menos un pase de la empresa con un expresidente regional y un abogado de otro no menos connotado Estudio.
Una gerente –con paranoia fujimontesinista- de una connotada firma auditora supuestamente especialista en “buenas prácticas corporativas” acompaña a su hermano recientemente liberado luego de ser detenido por corrupción en una institución deportiva del Estado. El exdirector de esta firma auditora también pregona la transparencia y las buenas prácticas corporativas, cuando su firma tiene como cliente a la cuestionada empresa. Un figuretti abogado presidente de otra institución de “transparencia” es socio principal de un Estudio que tiene como cliente a la empresa de marras. Respecto del tema está inusualmente mudo.
Un connotado abogado que postea permanentemente severas reflexiones anticorrupción, no cuenta que tuvo como cliente a un expresidente -con orden de detención vigente- fugado del país, a quien prestó asesoramiento en el desdoroso caso de la hija no reconocida, que finalmente lo fue por la presión social y política. Y cuando puede se jamonea que en su cumpleaños asisten a su casa por lo menos 13 integrantes de la Corte Suprema, compartiendo el ágape con otros tantos jueces y fiscales. De eso no tiene memoria.
Ese es el problema de nuestro país, pacato y virreinal, en donde muchos de sus connotados componentes viven en medio de una doble moral. Por fuera flores, por dentro temblores. Para mis amigos todo, para mis enemigos la ley (y, de paso, un fiscal y un juez que los persigan).