HÉROES Y VILLANOS

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Gracias a la iniciativa de la Comisión de Defensa del Congreso, se ha promulgado la ley que reconoce a los Comandos Chavín de Huántar como “Héroes de la Democracia”.  Eso es muy justo. A 20 años de la gesta en un grupo de elite de las FFAA realizó una impecable operación, con un costo mínimo de bajas entre los comandos y los rehenes (cálculos norteamericanos cifraban “razonablemente” las bajas en un 25%), operación militar alabada mundialmente, donde el arrojo, valentía, decisión y eficiencia de un grupo de militares trajo un exitoso resultado, este tardío reconocimiento viene ser una pequeña muestra de gratitud ante el enorme vacío de nuestra inveterada mezquindad con la que hemos sido formateados históricamente, desde la colonia hasta la república actual.

Por eso siempre se sostiene que el enemigo de un peruano es otro peruano.  El lema nacional “Firme y feliz por la unión” aún está pendiente de adquirir un significado pleno.

¿Qué hace que una persona esté conscientemente dispuesta a dar su vida por salvar a otra? ¿Qué se requiere para que un ciudadano esté en condiciones de ofrendar su mejor posesión –su vida- en aras de los demás, a quienes ni siquiera conoce, abandonando proyecto de vida, seres queridos y un mejor destino?  Son interrogantes que los civiles no queremos entender ni reconocer en las FFAA.  La respuesta es simple: la férrea disciplina física, mental y profesional con que son formados, al punto de entregar su vida ante una orden superior.   Esa disciplina, muchas veces objeto de burla, ridiculizada y satanizada por incomprendida, es la base para que un comando preparado esté dispuesto a sufrir privaciones, llegar al límite de su fortaleza física y, finalmente, estar mentalmente preparado para morir tan solo luego de recibir una orden superior.

Todavía hay una brecha conceptual entre civiles y militares.  Nos falta entender que los militares son ciudadanos a quienes el Estado confía un instrumento de poder que deben someter al servicio de la institucionalidad constitucional: las armas.  Y quizás a las FFAA les falte comprender que la civilidad no es más que su reserva moral dispuesta para la defensa de la sociedad y de la nación frente a los enemigos, antaño externos, hogaño internos y externos.

Por eso hay héroes y villanos.  Los delincuentes que redujeron a los rehenes a un secuestro (forma moderna de esclavitud) de más de 4 meses, en condiciones de oprobio humano, con todas las carencias y con el alma en vilo al no saber si sobrevivirían para ver el día siguiente, fueron los verdaderos villanos.  Cayeron defendiendo su delito, su crimen. Murieron matando.  Segaron 3 vidas inocentes. Llevaron las cosas al límite de su insania muriendo frente al Estado que defendía un fin superior.

Pero como somos así, han tenido que pasar 20 años para que recién podamos dedicar algún reconocimiento a los héroes de esta gesta.  Tampoco Bolognesi, héroe del Morro de Arica y pendón de la honra nacional al ofrendar su vida rechazando salvarla a cambio de una oprobiosa rendición que nos hubiera  condenado a la historia de la cobardía (como ocurrió con los comandos argentinos en Las Malvinas), fue inmediatamente reconocido como tal, ni se le ascendió a general ni a mariscal.  Se quedó como un simple coronel cuya gesta, con los años, fue engrandecida hasta llegar al santuario de los héroes nacionales referentes de nuestra identidad nacional, aún pendiente de culminar su plena construcción.

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