¿QUO VADIS, CHILE?

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UAQL-BLOG QUO VADISna vez más las relaciones con Chile se han tensado.  El origen de este soterrado, pero evidente, enfrentamiento es la disputa sobre la soberanía del denominado “triangulo terrestre” en el extremo de la frontera, precisamente allí donde está delimitada el inicio de la frontera.

La verdad es que en la historia de las relaciones entre el Perú y Chile las tensiones territoriales siempre han jalonado nuestro azaroso y trágico destino común.  Estamos condenados a convivir a punta de contenciosos, siempre generados por Chile a contra el Perú.  Desde la tragedia de una cruenta guerra, con despojo territorial, cobro de indemnizaciones, muerte y destrucción, pasando por haber destruído la economía del Perú generando un atraso de casi 30 años, hasta la ocupación de nuestra nación por más de tres años.  Durante la ocupación, en Lima, se izó la bandera chilena y sus tropas desfilaron por nuestras calles.  Como los nazis en París de la Francia ocupada durante la II Guerra  mundial, saqueos y ese crimen de lesa humanidad que fue el incendio de la biblioteca nacional luego de vaciar cuanto estante pudieron.

Sin embargo, hoy más que nunca, mantenemos con Chile intensas relaciones comerciales y empresariales.  Mientras sus afiebrados  políticos y militares siguen desarrollando hipótesis bélicas contra el Perú, sus empresarios nos ven como un potencial mercado en el que desarrollan pingues ganancias.  Mientras los halcones de su diplomacia nos amenazan de modo directo (“no vamos a tener una tímida respuesta en defensa de nuestro territorio…”), seguimos hablando de “hermandad”, “buenos vecinos” y grandes inversiones, de las que esperan –ley en la economía- incrementar sus capitales –“retorno” en la jerga económica”-  a costa del bolsillo de los peruanos.  Evidentemente es una clara contradicción y en eso deberíamos revalorar nuestra política económica con Chile hasta tanto todos, absolutamente todos, los contenciosos hayan sido efectivamente superados.

Y es que la política chilena hacia el Perú ha tenido siempre esa metodología: se ha desarrollado a punta de contenciosos.  Ese es el leit motiv de su diplomacia.  Ese camino fue señalado por Diego Portales en el Siglo XIX y se ha cumplido con escrupulosidad. A Chile no le conviene dejar de tener  reclamos hacia el Perú. Nunca dejarán de tenerlos.  Pero, al mismo tiempo, apuntan hacia nuestra energía (gas), hacia nuestras riquezas naturales y hacia un intenso intercambio comercial.  Una paradoja que nos perjudica.

No queda duda que en la artificialidad del impasse por el “triángulo terrestre”  Chile carece de absoluta razón y fue creado por la diplomacia chilena del Presidente Piñera para aminorar en Santiago el adverso impacto de la sentencia de la Corte de la Haya en la delimitación marítima, por la cual, por primera vez en su historia, Chile retrocedió sus líneas hacia el sur, en lo que había sido un permanente avance histórico hacia el norte, a costa del Perú.

La creación del Distrito de “La Yarada-Los Palos” (Ley 30358) se ajusta perfectamente al Tratado de 1929 con que se zanjó (¿para siempre?) la delimitación territorial con Chile, disponiéndose el retorno de Tacna a seno nacional y sentenciándose la irremisible pérdida de Arica, ya que Chile jamás quiso cumplir el Tratado de Ancón de 1883 al fin de la Guerra del Pacífico.  En el Tratado de 1929 se pactó claramente que la frontera terrestre entre Chile y Perú quedó establecida en un punto marcado a 10 Kms.  al norte del puente sobre el Río Lluta, en el arco formado donde el mar termina y empieza la tierra, punto que recibió el eufemístico nombre de “Concordia”.  La creación artificial del “triangulo terrestre” obvia eso y fija arbitrariamente ese inicio en el hoy denominado Hito No. 1, ubicado a 256 mts. tierra adentro.  Al omitir el arco, generando una paralela, se da nacimiento a este malhadado “triángulo terrestre” de  32,000 m2 que es, ahora, la nueva manzana de la discordia.

Debemos revisar intensamente nuestra verdadera relación con Chile.  Mientras todos los temas territoriales, políticos y de buena vecindad no queden verdaderamente zanjados para siempre, pongamos en la congeladora las demás relaciones comerciales y empresariales en las que servimos de apetitoso mercado.  Sinceremos nuestra verdadera relación, ya que es evidente que la política de las “cuerdas separadas” no ha resultado beneficiosa para el Perú.

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