Archivo por meses: marzo 2014

LOS COMANDOS CHAVÍN DE HUANTAR EN EL BANQUILLLO

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Contra toda lógica y sentido común, los heroicos Comandos “Chavín de Huantar” se encuentran en el banquillo de los acusados. De héroes a villanos. estaba previsto, el fallo de la Corte de La Haya zanjó definitivamente el límite marítimo entre Perú y Chile.  La solución nos ha sido ampliamente favorable y ha generado desazón, controversia y airadas protestas en Chile, como las expresadas por su Senado, su Cámara de Diputados, el ex presidente Frei y la presidenta electa Bachelet.

Ogura El ex presidente Frei se ha descubierto como marcado antiperuano. La presidenta Bachelet, coincidiendo con el presidente Piñera, ha subrayado que la sentencia impone una pérdida “dolorosa” para Chile.  Si de pérdidas dolorosas se trata, nuestros vecinos debieran empezar por admitir que dolorosas, verdaderamente, fueron las ingentes pérdidas territoriales de todo departamento de Tarapacá y, en mesa, la del puerto de Arica a cambio de la recuperación de Tacna.

Nuestros vecinos nos acusan de estar colgados en la historia de hace 130 años y de no haber superado el trauma de la guerra, sus saqueos, incendios, latrocinios y pérdidas territoriales.  El problema es que la política chilena del Siglo XXI sigue siendo la misma que a inicios del Siglo XIX, y ha sido ejecutada tozudamente hasta ahora, en detrimento del vecino del norte.  Si revisamos desde entonces, el pensamiento de Diego Portales, que imponía un Chile en ascenso hacia el norte a costa del Perú se ha cumplido inexorablemente hasta el 26 de enero de 2014.  Con el fallo de La Haya Chile, por primera vez en su historia moderna, debe retroceder su expansión hacia el Perú, cediendo un importante espacio marítimo en que ejercía soberanía de facto, debiendo retrasar su línea de frontera hacia el sur.

El Mercurio ha acusado, entre otras cosas, que esta “pérdida” se ha debido a una falta de eficiente asesoría de su Cancillería.  Eso es verdad a medias, ya que si bien les ha faltado una adecuada asesoría jurídica, esta deficiencia no ha estado en referencia al caso ante la Corte, sino al interior de su Cancillería misma, ya que nunca debió llegar al juicio internacional, sino que debió haber resuelto el evidente impasse con un acuerdo de límites marítimos con el Perú cuando éste se lo pidió. Eso era lo verdaderamente inteligente.  El ninguneo y la prepotencia con el pedido de una demarcación consensuada, aferrándose a convenios de pesca para extraer un tratado de límites que la Corte ha señalado ser inexistente, les hizo perder el caso. Esa es la primera lección que deben extraer, si quieren en verdad evitar una nueva derrota en el futuro.

Y ello de cara a dos temas: (i) el necesario acuerdo para la ejecución  inmediata y plena del fallo, como la Corte misma lo ha ordenado; y, (ii) el cumplimiento irrestricto y leal del Tratado de 1929 que zanjó el límite terrestre con la pérdida irremisible de Arica, señalándose que la frontera  terrestre daría inicio 10 kms. al norte del puente sobre el río Lluta, en la costa, allí donde termina el mar y empieza la tierra, en un punto denominado Concordia, donde estaría el Hito 1, y que -a la fecha- no es el punto geográfico donde Chile ha ubicado “su” Hito 1, moviendo la demarcación más de 200 mts. al este, a fin de birlar de facto un triángulo de 3 hectáreas, lo que se ha convertido en nuevo foco de discusión y pretexto para el cumplimiento del fallo de La Haya.

Si algo debiera aprender Chile, de la lección de La Haya, es que con esa práctica ha perdido el caso, debiendo reformularla en 180° de cara a tener una verdadera relación de buena vecindad y equitativa con el Perú del Siglo XXI; si en verdad quiere afianzar inteligentemente sus relaciones comerciales, económicas y políticas, fortaleciendo la Alianza del Pacífico en la que ambos son socios principales

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VADE RETRO CHILE

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Como estaba previsto, el fallo de la Corte de La Haya zanjó definitivamente el límite marítimo entre Perú y Chile.  La solución nos ha sido ampliamente favorable y ha generado desazón, controversia y airadas protestas en Chile, como las expresadas por su Senado, su Cámara de Diputados, el ex presidente Frei y la presidenta electa Bachelet.

El ex presidente Frei se ha descubierto como marcado antiperuano. La presidenta Bachelet, coincidiendo con el presidente Piñera, ha subrayado que la sentencia impone una pérdida “dolorosa” para Chile.  Si de pérdidas dolorosas se trata, nuestros vecinos debieran empezar por admitir que dolorosas, verdaderamente, fueron las ingentes pérdidas territoriales de todo departamento de Tarapacá y, en mesa, la del puerto de Arica a cambio de la recuperación de Tacna.

Nuestros vecinos nos acusan de estar colgados en la historia de hace 130 años y de no haber superado el trauma de la guerra, sus saqueos, incendios, latrocinios y pérdidas territoriales.  El problema es que la política chilena del Siglo XXI sigue siendo la misma que a inicios del Siglo XIX, y ha sido ejecutada tozudamente hasta ahora, en detrimento del vecino del norte.  Si revisamos desde entonces, el pensamiento de Diego Portales, que imponía un Chile en ascenso hacia el norte a costa del Perú se ha cumplido inexorablemente hasta el 26 de enero de 2014.  Con el fallo de La Haya Chile, por primera vez en su historia moderna, debe retroceder su expansión hacia el Perú, cediendo un importante espacio marítimo en que ejercía soberanía de facto, debiendo retrasar su línea de frontera hacia el sur.

El Mercurio ha acusado, entre otras cosas, que esta “pérdida” se ha debido a una falta de eficiente asesoría de su Cancillería.  Eso es verdad a medias, ya que si bien les ha faltado una adecuada asesoría jurídica, esta deficiencia no ha estado en referencia al caso ante la Corte, sino al interior de su Cancillería misma, ya que nunca debió llegar al juicio internacional, sino que debió haber resuelto el evidente impasse con un acuerdo de límites marítimos con el Perú cuando éste se lo pidió. Eso era lo verdaderamente inteligente.  El ninguneo y la prepotencia con el pedido de una demarcación consensuada, aferrándose a convenios de pesca para extraer un tratado de límites que la Corte ha señalado ser inexistente, les hizo perder el caso. Esa es la primera lección que deben extraer, si quieren en verdad evitar una nueva derrota en el futuro.

Y ello de cara a dos temas: (i) el necesario acuerdo para la ejecución  inmediata y plena del fallo, como la Corte misma lo ha ordenado; y, (ii) el cumplimiento irrestricto y leal del Tratado de 1929 que zanjó el límite terrestre con la pérdida irremisible de Arica, señalándose que la frontera  terrestre daría inicio 10 kms. al norte del puente sobre el río Lluta, en la costa, allí donde termina el mar y empieza la tierra, en un punto denominado Concordia, donde estaría el Hito 1, y que -a la fecha- no es el punto geográfico donde Chile ha ubicado “su” Hito 1, moviendo la demarcación más de 200 mts. al este, a fin de birlar de facto un triángulo de 3 hectáreas, lo que se ha convertido en nuevo foco de discusión y pretexto para el cumplimiento del fallo de La Haya.

Si algo debiera aprender Chile, de la lección de La Haya, es que con esa práctica ha perdido el caso, debiendo reformularla en 180° de cara a tener una verdadera relación de buena vecindad y equitativa con el Perú del Siglo XXI; si en verdad quiere afianzar inteligentemente sus relaciones comerciales, económicas y políticas, fortaleciendo la Alianza del Pacífico en la que ambos son socios principales.

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LA HAYA: LA FUERZA DE LA RAZÓN

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De seguro que cuando usted lea estas líneas, ya sabrá el resultado de la sentencia de la Corte Internacional de Justicia de la Haya (CIJ), zanjando de modo definitivo el límite marítimo entre Perú y Chile, pendiente desde la demarcación territorial impuesta por el Tratado de 1929.

Chile no ha demostrado, en los últimos 130 años, ser especialmente cuidadoso con el cumplimiento de sus tratados con el Perú. Así, el Tratado de Ancón de 1883, eufemísticamente llamado de Paz y Amistad, que zanjó la Guerra del Pacífico, sancionaba la pérdida perpetua de Tarapacá, el pago de ingente indemnización a favor de Chile y la posesión chilena de los territorios de Tacna y Arica por 10 años, a cuyo fin un plebiscito ciudadano determinaría su permanencia: si para Chile o si para el Perú.

En 1893, un Perú derrotado, desunido y destrozado, no tuvo fuerza para imponer el cumplimiento del plebiscito que nos hiciera recuperar Tacna y Arica. Ni Chile fue especialmente diligente en hacerlo ya que, ayer como hoy, su diplomacia jugaba a que el status quo de hecho le generara derechos y beneficios que no le correspondían. No ocurrió en 1903, ni en 1913, ni en 1923. Pasaron más de 30 años de pertinaz incumplimiento chileno manteniendo por casi 4 décadas cautivas Tacna y Arica. En 1929, a impulso del presidente Leguía, la alicaída diplomacia peruana logró que el incumpliento del Tratado de Ancón fuera dirimido en arbitraje por el Presidente de los EEUU Calvin Coolidge en 1927, quien resolvió el impasse (después de comprobar la imposibilidad del plebiscito por falta de garantías  chilenas para hacerlo de modo imparcial y luego de la apropiación de Tarata por parte de Chile, que por decisión norteamericana tuvo que devolver en 1925) de modo salomónico: mitad y mitad, de modo que Arica también se perdía a perpetuidad a favor de Chile y Tacna se recuperaba al seno nacional luego de casi 4 décadas de cautiverio. Con ello, la solución norteamericana, rápidamente acogida por Chile, rompió para siempre una unidad geográfica, en la que Tacna perdía su puerto natural, Arica, y ésta perdía su valle natural, condenando a ambos territorios a una dependencia centralista de las respectivas capitales de sus repúblicas.

Pero la historia no acaba ahí. El Tratado de 1929 también imponía una serie de condiciones que Chile debía cumplir en favor del Perú por la irremisible pérdida de Arica. Ello no fue logrado sino hasta casi 7 décadas después. Y se puede afirmar que, a la fecha, tales acuerdos no han sido ejecutados a plenitud en las servidumbres que el Perú debe tener en su beneficio sobre Arica.

En esas circunstancias históricas llegamos al fallo de La Haya. Lo primero que hizo la diplomacia chilena fue apelar al ninguneo. Cuando Perú le planteó negociar los límites marinos (evidentemente no comprendidos en el Tratado Territorial de 1929) luego del auge del Derecho del Mar a partir de 1950, Chile sostuvo que nada tenía que negociar ya que esos límites estaban fijados, unilateralmente, en la Declaración de Santiago de 1952 (referida a las 200 millas de los territorios insulares) y el Convenio de Zona Especial Fronteriza Marítima (para efectos de la pesca) en que se hace referencia al paralelo. Lo segundo que hizo, frente a la demanda peruana, fue apelar a la amenaza, al considerar que la opción de solución pacífica de controversias era “un gesto inamistoso”, redefiniendo el diccionario jurídico.

Chile interpretó equívocamente dos cosas: que sólo era a su paralelo, y no en forma paralela a la costa (lo que perjudicaba a Tacna y beneficiaba a Arica); y que por arte de birlibirloque dos convenios de conveniencia pesquera eran tratados de límites. El derecho internacional determina, en forma absoluta, que por su trascendencia y en busca de la verdadera paz entre las naciones, los tratados de límites deben ser expresos, y no presuntos o extraídos de interpretaciones de otros convenios, como Chile hizo hasta hoy.

Es casi seguro que –al momento de leer estas líneas- la CIJ de La Haya, que depende de NNUU, determine entre Perú y Chile la verdadera pacificación de su zona marítima, pendiente de dilucidación por falta de un acuerdo armonioso con Chile y que, en defecto de ello, impondrá obligatoriamente en un histórico fallo, en lo que podrá considerarse como la primera victoria (jurídica) del Perú luego de 130 años de accidentada historia común, reelaborándose, con las necesarias bases de equidad y justicia, una nueva relación entre el Perú y Chile, obligados vecinos para siempre, y que en el Siglo XXI encuentra al Perú con un potencial social, económico y de recursos naturales que nadie –en su sano juicio- puede desconocer.

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