PRESIDENCIABLES, MINISTERIABLLES Y TUMBAMONTE

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Una encuesta sobre el tema quizás nos descubriría nuestro superávit en la producción de candidatos a la presidencia de la República. La falta de institucionalidad en nuestra aún frágil democracia y la carencia de verdaderos partidos políticos eficaz y nacionalmente organizados (con la excepción del APRA, que es lo que más se asemeja a ello) de donde surjan verdaderos líderes, abona a ello. Si bien es cierto la Constitución señala el derecho de cualquier ciudadano de poder aspirar a la presidencia de la nación, no es menos cierto que para conducir el país se requieren condiciones esenciales de liderazgo, carisma, conocimiento, capacidad y respaldo político necesarios.

Pero como la historia reciente demuestra que eso no ha ocurrido así, ya que los candidatos outsiders, sin partido, ni preparación, desclasados, son los que han llegado a la presidencia (sobre todo luego que AFF derrotara a MVLL), y que se puede llegar con movimientos aluvionales o surfeando la cresta la ola política en el último año del relevo constitucional, muchos políticos, y sus aprendices, creen que pueden ceñirse la banda presidencia por el solo voluntarismo de ponerse la etiqueta de “candidato presidencial”. La inferencia que hacen es simplona: si un personaje como AFF, desconocido, desclasado, sin preparación y sin partido ha llegado a la presidencia; yo, que soy más guapo, más preparado y con mejor estirpe o posición económico-política, con mayor razón tengo derecho a lograrlo. Y de allí salen los mesías, o salvadores de la patria, que ofrecerán el oro y el moro con tal de tener la fortuna de coger la ola divina en cuya cresta quisieran verse llevados hasta el sillón de Pizarro.

Otro tanto ocurre con los ministeriables. Muchos se consideran candidatos al fajín, y cada vez que se da un cambio de gabinete, real o artificial, actualizan su CV para hacerlo llegar y autoproponerse, por sí o por terceros. La inferencia es la misma: si fulanito, o sutanita, sin tener clase ni preparación, ha llegado a ser ministro(a), yo que soy mas guapo(a), más alto, más plantado, más preparado, con ás labia, con mayor razón debo ser llamado a serlo. No importa que haga una mala gestión,. Tampoco ineresa que nadie recuerde su paso por el ministerio. Bastará, para el CV y el recuerdo familiar, que firme en adelante como “exMinistro(a)” y que su fotito aparezca en la galería de los ex, que luce todo despacho ministerial. Para haber cumplido el cometido.

Esa también fue una mala lección heredada del gobierno de AFF al designar, en muchos casos, gente sin capacidad técnica ni política, sobre todo en los ministerios más importantes, trocando la eficiencia por la mera obsecuencia o servilismo.

Y luego viene el tumabamonte: una vez designado el nuevo gabinete con los propuestos, autopropuestos, surgen los francotiradores, propios y alquilados, en una suerte de sicariato político, surgen con acusaciones infladas y presuntos destapes para lograr hacer caer uno o más ministerios, en una suerte de tumbamonte de lam política criolla y con el objeto de dar en el blanco: el corazón del presidente de la república, ya que surgirá la regla: a ministro tumbado, ministro designado, obligándole a un permanente recambio en las carteras ministeriales.

Fue muy curioso, en la última crisis ministerial del ex Gabinete Villanueva, que las mismas personas que el viernes pedían su cabeza y exigían su renuncia por decoro, ante una clara e indebida desautorización, lamentaran su partida el lunes una vez formalizada su renuncia. Mientas no superemos este afán presidencialista, en vez de apuntalar o crear verdaderos líderes políticos, y mientras sigamos en la esta política cainita, conduciéndonos en una suerte de de antropofagamia política en que los resentidos y rencorosos –arropados de labia y de presunta verosimilitud-tenga presencia importante, poco habremos de avanzar en la institucionalización de nuestra democracia constitucional. que solo nos define como una democracia constitucional en ciernes y con una clase política de muy bajo nivel.

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