Los inicios son inciertos. Dímelo a mí. Por eso cuando me propusieron escribir como invitada en este blog me demoré horas en comenzar. Empiezo, además, con una frase ajena… Interpretaciones a parte, el inicio está dado y espero no dejar de escribir hasta terminarlo. Esto no es algo nuevo, me sucedía ya en los exámenes del colegio o de la universidad. Veía que la gente empezaba a desarrollar las preguntas apenas recibía las pruebas, mientras yo, mirando a mi alrededor, más tranquila de lo que se esperaba que estuviera, pensaba en qué estarían escribiendo todos con tanto apuro, veía mi hoja vacía y esperaba algún toque de inspiración que me llevara a escribir la primera oración, a partir de la cual ya no paraba hasta el final.
En fin, aquí estoy y, como ya escribí no solo la primera oración sino incluso un párrafo entero, podré confiar en continuar escribiendo fluidamente. Me propusieron escribir acerca de algo que no entendiera… La lista de temas candidatos se hizo larga, aún no termina de completarse; así, pienso que de lo que debería escribir es acerca de por qué no entiendo nada, o, mejor aún, de por qué debería entender algo.
Voy a hablar de mí. Me gusta poder controlar las cosas que me rodean. Me estresan los imprevistos o giros inesperados. Suena aburrido pero no lo es tanto, es solo parte de mi neurosis, me gusta pensar que tengo el poder de estructurar mi entorno antes de que éste me desestructure a mí. Después de esta confesión que imagino sacará la sonrisa de mi novio quien vive diciéndome que acepte este rasgo mío, paso a plantear la relación con el tema que planteé en el párrafo anterior. Parte de este control es poder explicar las cosas que suceden, encontrarles un porqué (por qué-porque-por que).
Para mi defensa diré que no soy la única. ¿Quién no ha leído, o al menos revisado, alguna vez libros como “El gran libro de los porqués”, versión niño, adolescente y adulto? ¿Quién no ha sido atolondrado por la interminable lista de preguntas del tipo “y por qué” de los niños? No es que pretenda decir un “ampay me salvo” con esto, pero digamos que el afán histórico de la humanidad por buscar siempre una respuesta encontró en mí un buen aposento.
Será que el simple y sencillo “no sé” tiene en realidad cuerpo difícil y complejo. Pero lo cierto es que yo no sé. Así es (segunda sonrisa de mi novio), yo no sé muchas cosas. No sé más de lo que creo saber, no sé más de lo que quisiera saber, no sé incluso cuánto quisiera saber sobre algunas cosas. Y a medida que más repito estas dos palabras, más cómoda me voy sintiendo con ellas. ¡No sé! Así es, estoy curada. Yo, simple y sencillamente no sé. (Ojalá nadie vuelva a leer este artículo desde el inicio una vez terminado, así no podrán notar que todo el esmero que he puesto en escribir estos párrafos pretenden precisamente responder a un porqué).