Lo que está en juego

Recién me enteré sobre lo que estaba pasando en el mercado mayorista de La Parada muy entrada la noche. Antes de ello la atención de la prensa parecía estar centrada en el proceso de revocatoria contra Susana Villarán y su equipo de concejales. Logré ver las imágenes de los noticieros de televisión con cierta angustia, impotencia y mucha preocupación.
Una amiga, historiadora ella, comentó que no recordaba un episodio de tal magnitud y violencia desde la huelga de policías de 1975. Claro, ella se refiere a algo ocurrido en Lima porque recientemente hemos tenido un sinfín de hechos violentos al interior del país. De hecho, los referentes más cercanos a este episodio y que haya ocurrido en Lima son los desalojos que se producen en diversos puntos de la ciudad.
Con acierto, la editorial de Peru21 señala que lo que aquí está en juego es el principio de autoridad y que por la sostenibilidad, no sólo política sino incluso a nivel de colectivo – país, necesitamos que La Parada se cierre.
Para mí los hechos del día de ayer me recuerdan al informe de la CVR. En dicho informe se señala que uno de los factores que facilitó el accionar de los grupos terroristas fue la ausencia del gobierno precisamente en las zonas donde empezó el conflicto armado interno. Este argumento puede que aún sea válido para entender los episodios al interior del país pero ya exige una reflexión cuando ocurre en la misma capital.
Lo que quiero decir es que ya no podemos hablar más de ausencia del gobierno o, dicho de otra forma, de una ausencia de la figura de autoridad. Lo que está ocurriendo ahora es un síntoma del debilitamiento de dicha figura, de su castración y hasta me atrevo a afirmar de su desestructuración. El repliegue desordenado y caótico de la policía, quienes eran correteados por los vándalos y delincuentes que los atacaron, me obliga a darle la razón al impresentable Aldo Mariátegui, quien en su columna en Correo, caracterizaba un cuerpo policial endeble, mal apertrechada y pésimamente organizado.
En este sentido lo de Susana Villarán me deja sentimientos encontrados porque por un lado aplaudo su actitud de asumir una responsabilidad que cualquier otro político tradicional hubiese pateado, así como lo ha hecho la dirigencia de los vendedores de La Parada. Pero por otro, su ausencia por motivos personales me deja un sinsabor porque entiendo que como autoridad hay momentos en los que tienes que hacer grandes sacrificios individuales. Lamentablemente del presidente Humala se puede decir tan poco ya que simple y sencillamente no se ha pronunciado al respecto.
Es por esto que La Parada debe cerrarse. Que continúe funcionando seria la señal más triste de impunidad, de informalidad y de desorganización que nuestras autoridades puedan dar. Significaría que con piedras, violencia, y vandalismo se puede obtener todo y ya sabemos muy bien a donde nos lleva este camino.

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Divagaciones sobre lo inútil.

Paseo entre mis pertenencias un libro de Eduardo Punset, El viaje a la felicidad, que compré el último fin de semana en la plaza de armas de Chosica. Mientras esperaba que trajeran el café miré por la ventana del restaurant donde nos habíamos sentado. Debajo de un árbol una señora con varios libros formados en torres, se alistaba para irse a casa. Para huir un poco de la conversación de mi familia me levanté y me acerqué.
Lo primero que me llamó la atención fue un libro de David Fishman. Acababa de salir en las librerías y casi de inmediato había su versión pirata. La verdad que esto no debería sorprenderme. Antes ya había visto que otros libros recién salidos de imprenta circulaban por mercados, cruces de avenidas y tiendas informales. ¡Y ni hablar de las películas que incluso antes del estreno en Perú ya se venden en las puertas de los cines!
Esperaba encontrarme con más libros de autoayuda de los que vi. Pero grande fue mi sorpresa al ver algunos ejemplares como La tejedora de sombras (librazo altamente recomendable), el último libro de Alán Garcia (Pizarro el rey de la baraja), algunos textos de Javier Moro (de los que he recibido buenos comentarios) y 3 libros del último Premio Nobel de Literatura, Mo Yan. ¿De donde carajo sacaron 3 libros con tanta rapidez en un medio como el nuestro donde encontrar las novelas completas de Irvin D. Yalom es como conseguir un incunable?
Los piratas tienen sus contactos. Ellos también son parte del circuito cultural. Claro, desde una muy particular posición de ilegalidad y mercantilismo. Aunque la única diferencia con las grandes librerías es que, éstas últimas pagan impuestos. Bueno, vamos, tampoco es poca cosa. Además, hay que reconocer que dan trabajo y todo eso. Pero he aquí lo siguiente que me llamó la atención: La tejedora de sombras me costó 60 soles en una conocida librería de Lima. Ahí, en la calle, bajo la bella luna de Chosica, estaba solo 18 soles. El segundo libro de la trilogía Millenium estaba al aire libre a tan solo 15 soles. En calidad era muy similar a la edición de bolsillo que venden en Lima por 55 soles. ¿Que será o a donde irán esos soles extras?
Finalmente me decidí por el libro de Punset. Me lo ofrecieron a 13 pero solo tenía 10. Al final la vendedora cedió. Cuando volví a mi sitio en la cafetería abrí el libro. Inmediatamente pensé que había desperdiciado 10 soles. El texto es el mismo al original, las imágenes si evidencian una fotocopia de mala calidad. Ya tengo el libro y no me desharé de él. Me recordará que las buenas cosas tienen su valor.

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La tejedora de sombras

El 2012 fue el año del psicoanálisis. Corrección. El 2012 fue el año del psicoanálisis junguiano. En Un método peligroso, que para ser exactos se estrenó el año anterior pero que para estas latitudes recién se hizo conocido este año, Cronenberg nos presenta a un Jung en plena construcción de su propia teoría sobre la naturaleza humana; aquella que lo llevó a divorciarse definitivamente de su maestro Freud. En cambio en La tejedora de sombras Jung ya es una figura respetable, una eminencia en torno a la cual danza Christiana Morgan.
Este detalle no es insignificante. Que La tejedora de sombras se ambiente en plena ebullición del psicoanálisis junguiano le permite a Volpi transformar un triángulo amoroso en un esbozo de la psique humana desde la versión más compleja: la femenina. Esa es precisamente su mayor fortaleza pero también su perdición.
He aquí el porqué.
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Unas palabras sobre in(tolerancia)

Para quienes hayan abierto los diarios seguramente se toparon con la noticia de un atentado en una embajada americana en Libia. La muerte de Christopher Stevens se suma a la enorme lista de personas que son víctimas de la sin razón. Todo porque a otras personas se les ocurrió hacer un video mofándose de los musulmanes y, válgame Dios, representando a Mahoma.
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Para volver a empezar

Cada cierto tiempo me ocurre que me desentiendo del blog y luego acuso que tiene que ver con mis dificultades para escribir, con lo jodido que es retornar o con cualquier otra cosa coyuntural. Esta vez no es así. Dejé de escribir por la sencilla razón que creo que es momento de ir dejando de lado este viaje para emprender otro.
No sé si este es el inicio del fin pero sí sé que me queda poco tiempo para seguir escribiendo por acá. De lo que sí estoy seguro es que es necesario que siga escribiendo. A veces, y lo he compartido en varias ocasiones, me gustaría escribir una novela. Pero como el trabajo a largo aliento me pesa hasta en las orejas, optaré por empezar con un cuento. Historias tengo varias. Es cuestión de encontrar las palabras.
Básicamente es lo que ha estado pasando por acá. En realidad es lo que se puede contar. Las mismas preocupaciones rondan por mi cabeza: educación, psicoanálisis, crianza, política, etc. Quizá lo dispersos de mis interese me han hecho agotar con rapidez. Cosa rara y extraña porque de cada tema hay mil posibles.
En fin, que pase lo que tenga que pasar.

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Lecciones desde Ignacio (2)

Hace unas semanas, mientras jugaba con Ignacio, vimos unas fotos en las que yo aparecía. Para mi sorpresa no le fue difícil a Ignacio reconocerme en ellas. Con mucha alegría me señalaba en las fotos y decía: “Papá”. Pero cuando le mostré una foto en donde él mismo salía no pudo reconocerse.
Hace unos días visité a una amiga. Mientras ella hablaba por teléfono con su hijo entablaron un juego que llamó mi atención. Ella le hacía preguntas como por ejemplo: ¿de qué color son tus ojos, tu cabello o tu piel? A cada pregunta se escuchaba que el niño corría a repreguntar, probablemente a algún adulto, cuál era el color de sus ojos, su cabello o su piel.
En un inicio a los niños les resulta más fácil mirar hacia afuera, reconocer a otras personas antes que reconocerse a sí mismos. Algo que la adolescencia trastoca por completo. En ese periodo los jóvenes empiezan a mirarse casi exclusivamente a ellos mismo y, lamentablemente poco o nada hacia el exterior, hacia otro ser humano. De hecho, si acaso miran a otra persona es en base a sus semejanzas antes que a sus diferencias. Lo diferente excluye.
Más lamentable es que este rasgo persiste hasta la adultez y peor aún que es mirada centrada en sí mismo es parcial. No se logra mirar los aspectos más flacos, los puntos débiles por decirlo de alguna manera. Se prioriza las fortalezas creyendo que son el aspecto central, lo que construye exclusivamente la identidad.
Pienso que mi labor como padre es precisamente es ser un espejo para Ignacio, devolverle sus gestos y sus miradas. Darle la oportunidad de verse a sí mismo a través de otra persona. Quizá de esa manera pueda hacerse una imagen más completa y, si cabe el término hasta más real.

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Lecciones desde Ignacio

A Ignacio no le gusta que me vaya a trabajar. Me abraza con sus bracitos y me aprieta fuerte. A veces tampoco le gusta que me vaya a jugar con la computadora. Me busca con la mirada y llora hasta que yo regrese. Pero cuando él se va a jugar o a pasear con su mamá sonríe y hasta salta de felicidad.
Igual pasa con su mamá. Si ella tiene que ir a lavarse las manos o necesita atender cualquier otra cosa, Ignacio llora. Pero ni se inmuta cuando me lo llevo de visita o cuando va con sus abuelos.
A Ignacio no le gusta que lo deje. Le duele que su papá o su mamá se vayan de su lado. Es como si nos quisiera todo el tiempo con él aunque, valgan verdades, ya para poco nos va necesitando.
Le duele el abandono como le dolería a cualquiera. Le duele quedarse mientras se van de él. Le duele el momento, porque vive el presente del abandono. Ignacio aún no interioriza que en algún momento volveremos. No va más allá de ese instante. Para él las partidas son un tipo de muerte.
Me sorprende que desde pequeño Ignacio tenga interiorizado un miedo que quizá lo acompañe toda su vida. De hecho todos nos asustamos en algún momento con la remota posibilidad de quedarnos solos. El miedo al abandono nos lleva a hacer cosas increíbles. Si no recordemos al pequeño Anakin Skywalker.

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