Hace unos días tuve que llamar la atención de una alumna del colegio donde trabajo porque me pareció que estaba infringiendo una norma algo estricta pero norma al fin y al cabo. Le pasé la voz con la mayor amabilidad que pude y le pedí que dejara de hacer lo que estaba haciendo. Grande fue mi sorpresa cuando esta alumna me respondió, con bastante molestia, que no entendía el porqué de mi llamada de atención ya que para ella no había infracción alguna. Peor aún, su molestia la llevó a dejarme parado con la palabra en la boca. Ni siquiera me dio la oportunidad para decirle que a pesar de que entendía su malestar había una norma que cumplir ni tampoco se permitió escuchar que su molestia no era frente a mí sino frente a la norma.
26/07/10: Metamorfosis I
Del consultorio al patio de recreo