Hablar del dolor (o Veo la luz ¡Y quema!)

Buen tiempo atrás me empezó a doler la espalda. No podía agacharme o enderezarme sin sentir que me partía en dos. Incluso tuve días en los que no podía levantarme de la cama. A veces, a escondidas y sin mucha responsabilidad, cuando el dolor era muy intenso, tomaba uno o dos relajantes musculares para soportar el dolor.

Y así estuve por días, semanas y meses hasta que me cansé y fui a ver a un especialista.

Él me pidió que me acostara en una camilla y que abrazara mi rodilla, metió su mano entre mis brazos y rodillas y me hizo tronar la espalda tan fuerte que realmente me asusté de haberme roto la espalda, pero no. En realidad, después de eso me sentí muy bien.

Aprendí a cuidarme un poquito más. Antes de cualquier actividad deportiva, estiraba la espalda; empecé a agacharme doblando las rodillas y controlar mi peso porque eso podía disparar el dolor.

Hace unos meses, volvió el dolor, pero esta vez era distinto.

A veces el dolor era como una piedra en la espalda; otras era la huella de un golpe. Lo que había aprendido ya no me servía. Los estiramientos, el descanso e incluso los relajantes dejaron de funcionar.  El dolor empezó a extenderse: a veces sentía un jalón en el glúteo, otras veces un hormigueo.

De vuelta fui a una consulta médica. Probaron lo de siempre y otras cosas nuevas, como la acupuntura. El dolor se redujo, pero nunca se fue. Volvió a hacerse crónico. No me incapacitaba y no me abandonaba. Pensé que quizá debía acostumbrarme.

Hasta que un día noté que cuando caminaba sentía que pisaba más fuerte con una pierna que con otra. Entonces volví a consulta.

Otro día podré contar sobre el tipo de dolor que conocí en esa primera sesión porque ahora quiero contarte que al salir volvió a pasar que descubrí la vida sin dolor. Como la primera vez, cuando me crujieron la espalda, sentí que volvía a la normalidad, pero esta vez, quizá por la edad o que sé yo, lo he sentido con mucha más consciencia.

Al día siguiente me fui a nadar y por primera vez -después de meses- nadé sin problemas, sin sentir que sostener la postura horizontal me requiriese mayor esfuerzo. Entonces, noté que había nadado muy mal solo por no poder sostener la postura porque no tenía la espalda bien. También noté que dormir (sí, dormir en tu cama) no tenía que ser sinónimo que al día siguiente, levantarse tome 2 o 3 minutos de preparación mental, de anticipación del dolor. Y así, muchos otros pequeños detalles.

Y aquí viene lo más raro.

Después de unos días, empecé a extrañar el dolor.

Y es que el cuerpo y la vida se ordenan en torno a ese dolor, a esa limitación. Caminaba evitando ciertos trechos para no sentir dolor, dejé de nadar en estilo mariposa para no sentir dolor, bajé el ritmo de mis salidas en bicicleta para no sentir dolor y qué otras cosas más me habré excusado de hacer o de dejar de hacer por evitar sentir el dolor. De pronto, estaba libre de esa excusa. ¡Oh, demasiada libertad!

Así que ahora hablo de un dolor físico como excusa y quizá como metáfora para no hablar de un dolor que no es físico. ¡Qué locura que extrañe mi dolor! ¡Qué locura que extrañe lo que me hizo doler!

Como diría Homero Simpsons: Veo la luz ¡Y quema!

 

 

El eterno retorno…

5 años, 10 meses y 19 días o, si prefieres, 2150 días ha sido el tiempo que me ha llevado volver acá, recuperar el blog y sentarme a escribir prometiéndome sostenerlo como al inicio.

Mucha agua ha pasado bajo el puente. Turbia, clara, mansa, abrumadora, de todo tipo. De hecho, podría cuestionarme si el puente sigue ahí. También podría cuestionarme si hay alguien cerca a ese puente que le de sentido al puente, al agua y al discurrir.

Podría cuestionarme muchas cosas más, pero mejor paro que me da miedo.

Así que, ¿Qué prometo hoy además del eterno retorno?

Dejemos las cosas claras. Aquí va mi propuesta a ver si interesa a alguien.

  • Como ando escuchando muchos podcasts, algo de música y leyendo de vez en cuando; además de ir al cine y ver algunos cortos; pues prometo eso: compartir referencias, cosas interesantes que por ahí andan escondidas o no tan escondidas.
  • Como de aquí a esta parte he desarrollado la vocación de ir por el mundo tomando café en todas partes, pues te puedo compartir eso: algunos lugares donde puedes tomar café, leer, comer algo y demás. Sigo buscando lugares para comer, pero de hecho me he dado cuenta que jamás hablé de eso por aquí antes. En todo caso ahí va: lugares para visitar (y quizá comer o tomar café. Bueno es lo más probable).
  • Como también me he vuelto fotógrafo, eso también: fotos (mías o referencias a fotos interesantes que quizá puedan ser de interés), pero con menos frecuencia porque, mis fotos ya están en mi Instagram o 500px y la de otros, pues no sé si me censuren por aquí ya que el desnudo es uno de mis temas de interés.
  • Y para cerrar, porque si sigo prometiendo más caeré en el saco de un político cualquiera, ficciones de mis experiencias y vivencias de mis ficciones sin avisarte cuál es cuál.
  • Súmale a eso que, de vez en cuando andaré renegando, opinando, frustrándome/ilusionándome con este “triciclo ambulante llamado Perú”.
  • Al menos un post a la semana.

Fin del comunicado.

 

Y la canción del mes fue…

No recuerdo como llegué a Big Mouth, serie de Netflix que por cierto recomiendo y de la cual les contaré otro día, pero una de las cosas más hermosas que me ha dejado es este canción que es una maravilla.
El vídeo conmueve en su simpleza y la letra toca en su profundidad. Charles Bradley es un genio y se ha unido a la lista de músicos que le dan sentido a la nostalgia.

Llovía. Pero llovía de verdad y no como estamos malacostumbrados los limeños: a esas lloviznas acobardadas.
Con una cámara en mano y una personalidad bastante neurótica, tomar fotos era una suerte de aventura.
Antes del viaje pensé llevar un trípode. Seguro que mayor estabilidad el efecto seda del agua le daría más calma a la fotografía y contrastaría con lo dramático del contraluz del cielo. Lástima. Priorice un equipo reducido.
Pero aquí está y me gusta porque tomar una foto como esta cuesta aunque no parezca.

 

Más fotos en https://500px.com/jorgerivasrivas

Otro intento de volver pero de otra forma

Casi he abandonado el blog y pienso que quizá, de alguna manera, es algo que tendrá que ocurrir tarde o temprano. Así que éste es un intento más por volver pero esta vez ya con menos palabras y explorando un medio al que me he dedicado en los últimos años; al inicio en silencio pero ahora con más valentía para compartirlo.

Me he metido en la fotografía y voy descubriendo el tipo de fotógrafo que soy.

Hoy compartiré una foto que hice ayer. Si te interesa ver más de mi trabajo puedes visitar estas páginas:

https://500px.com/jorgerivasrivas (Se supone que este es un site de fotógrafos de alto nivel. No sé que hago yo ahí)

El clásico instagram… https://www.instagram.com/rivas.jorge/

Y mi nueva página en facebook https://www.facebook.com/VeDobleOficial/

Y la foto de ayer.

Canta un pájaro no sé dónde
Debe ser tu alma siempre en vela
Que entre los soldados se esconde
Su canto me encanta y desvela
Un pájaro canta de Guillaume Apollinaire

 

Una buena sorpresa

Quiero hablar de Radio Ciudad Perdida, una novela que ya tiene 9 años desde que salió a la venta pero que recién me decidí a leerla hace unas semanas.

Aunque lo tomé con desconfianza, ya que últimamente estoy algo alejado de la literatura, debo reconocer que estoy gratamente complacido. Si bien había escuchado y leído algunas cosas sueltas de Daniel Alarcón, Radio Ciudad Perdida es, sin temor a equivocarme, una de las mejores novelas que un escritor peruano haya podido producir.

Radio Ciudad Perdida

Radio Ciudad Perdida

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Lo que hacen los mejores profesores universitarios (1)

Ken Bain escribe Lo que hacen los mejores profesores universitarios para presentar de manera amigable, clara y sencilla los resultados de su investigación sobre las mejores prácticas docentes a nivel universitario.

Lo que hacen los mejores profesores universitarios

Lo que hacen los mejores profesores universitarios

Aun cuando el tema es sumamente complejo, Bain logra presentar las ideas fundamentales con sencillez pero sobre todo recurriendo a ejemplos concretos de lo que hacen los mejores profesores universitarios.

En esta oportunidad los dejaré con una breve presentación sobre como Arnold Arons, docente de la University of Washington, trabaja 10 habilidades de razonamiento y hábitos de pensamiento que, para él y para el autor de este libro, constituyen el pensamiento crítico.

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