Futuro estudiante de gestión: La vida de Steve Jobs que no conocías (mala por cierto)

Personalmente me asusta como las personas crean ídolos cuando algún famoso fallece. Frases “célebres”, acciones, legados, etc. Si tuvieron éxito en la vida es para celebrarlo, claro, pero nunca debemos olvidar el lado humano de ellos: Son tan igual o peor que nosotros. Tuvieron talento y la suerte de estar en el lugar y tiempo correctos para ser exitosos pero siempre hay que ver la figura completa al momento de ensalzar o enaltecer a otro ser humano.

El hecho de ser un buen gestor, gerente o manager teniendo como modelo a la personas más célebre del siglo XX en el mundo de los negocios asusta porque muchos (especialmente gerentes, CEO’s, managers) pueden pensar que siguiendo su ejemplo o “siendo como él” pueden llegar a ser exitosos. Nada más erróneo que eso. Si la meta de la persona es ver las cosas objetivamente y sin nada de humanidad, of course, será considerado un tirano por sus empleados.

Considero que el éxito no necesariamente se puede conseguir de una sola manera. Hay muchas otras. Como dice el texto: “Con la muerte y canonización de Steve Jobs y la aparición de la biografía de Jobs como el texto sagrado para los gerentes, es posible que aumente el número de jefes que ven los malos tratos del Steve Malo como algo digno de imitar”Entonces, si se están planteando ser como Steve Jobs u otro “genio” como modelo de éxito, piénsenlo un poco mas. La lectura que sigue es una buena forma de advertir que el celebrar a alguien por sus éxitos obviando lo malo de su vida puede generar mas personas malas o más malas en el mundo. 

El éxito lo logras tú, siento tú mismo.

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Steve Jobs era un visionario, un innovador brillante que marcó el curso de industrias enteras con la fuerza de su voluntad, un genio al darles a los consumidores no sólo lo que querían, sino también lo que aún no sabían que querían.

También era un imbécil de marca mundial.

La biografía best seller de Walter Isaacson ofrece una mirada reveladora a lo que el autor ha llamado “el Steve Bueno” y “el Steve Malo”. El Steve Bueno era brillante, carismático, un campeón de la excelencia, un alquimista que transformó una compañía computacional moribunda en oro. El Steve Malo era petulante, descortés, despreciativo y controlador, un hombre que no pensaba dos veces antes de humillar públicamente a sus empleados, devorándose el crédito por trabajos que él no había hecho, profiriendo maldiciones cuando no se salía con la suya, o estacionando su Mercedes en espacios para discapacitados. Durante varios años, él incluso negó la paternidad de su hija, y la niña y su madre debieron vivir de la beneficencia.

La facilidad con la que las personas pueden poseer cualidades impactantemente contradictorias es uno de los misterios de la naturaleza humana; de hecho, es una de las cosas que separan a los humanos de, por ejemplo, un computador Apple. Cada uno de los componentes de un iPad es esencial al trabajo que produce. Sacas una parte y la máquina deja de cumplir su labor, y ni siquiera el servicio al cliente de una Apple Store puede arreglarlo. Pero los humanos están llenos de cualidades que de ninguna forma son integrales a su función en el mundo. Algunos aspectos de la personalidad tienen escasa o ninguna influencia en el rendimiento de una persona, y no es poca la gente que tiene éxito a pesar de sus cualidades más oscuras. Puedes ser un genio y a la vez un imbécil, pero los dos no están necesariamente ligados. De hecho, hay fuertes evidencias que sugieren que hay bastantes imbéciles que no son genios en nada que no sea… ser imbécil.

Pero esas sutilezas podrían estar perdidas en los CEO, gerentes medios y postulantes a amos del universo que han estado devorando la biografía de Steve Jobs y pensando “¡Mira! Steve Jobs era un imbécil y era uno de los hombres de negocios más exitosos del planeta. Quizás si me transformo en un mejor imbécil seré exitoso como Steve”.

Este tipo de pensamiento erróneo -llámenlo la lógica del imbécil– no es algo que el biógrafo de Jobs avale.

“(Jobs) no era el mejor gerente del mundo”, dijo Walter Isaacson en una reciente entrevista para el programa 60 Minutos. “De hecho, él podría haber sido uno de los peores”.

Pero la lógica del imbécil tiende a ignorar los hechos que no sancionan la propia imbecilidad. Este razonamiento distorsionado era ya prevalente antes de la muerte de Steve Jobs y es sólo posible que, a medida que la biografía de Isaacson se acerque a ser el libro más vendido de 2011, esto se propague más. Hace cinco años, cuando el profesor de administración e ingeniería de Stanford Robert Sutton estaba investigando su libro The No Asshole Rule: Building a Civilized Workplace and Surviving One That Isn’t, se encontró con un desconcertante número de líderes en Silicon Valley que pensaban que Steve Jobs era la prueba viva de que ser un jefe imbécil era algo imprescindible para construir una gran compañía.

La contratesis de Sutton era que los imbéciles -que él define como aquellos que deliberadamente hacen sentir mal a sus trabajadores sobre sí mismos y enfocan su hostilidad en los menos poderosos- envenenan el lugar de trabajo e inducen a empleados calificados a renunciar y, por lo tanto, son malos para los negocios, más allá del talento individual del imbécil o su efectividad.

Tanta gente mencionó como evidencia a Steve Jobs de que los CEO imbéciles construyen mejores compañías, que Sutton incluyó, con algo de reticencia, un capítulo en su libro titulado “Las virtudes de los imbéciles”, con Steve Jobs como el primer ejemplo. Existen evidencias de que las “exhibiciones de estatus” de parte de jefes agresivos pueden motivar a los trabajadores y darles a los vagos una patada en el trasero. Y los jefes imbéciles que son efectivos no son imbéciles todo el tiempo. Son capaces de transformarse en encantadores cuando la situación lo amerite, algo que Steve Jobs hacía muy bien, según cuentan muchos. Y también ayuda a las compañías el tener ejecutivos subordinados hábiles, que son buenos en limpiar lo que dejó el Imbécil General, así como los tristes hombres que cargan palas mientras caminan detrás de los elefantes en el circo.

Pero el libro de Sutton deja en claro que, principalmente, los imbéciles son malos para los resultados finales, sin mencionar el costo humano que tienen. Hay muchas compañías muy exitosas que no están lideradas por imbéciles (Google, Virgin Atlantic, Procter & Gamble y Southwest Airlines son algunas). De la misma forma, hay legiones de imbéciles liderando compañías que no son exitosas, en parte por su propio comportamiento.

Con la muerte y canonización de Steve Jobs y la aparición de la biografía de Jobs como el texto sagrado para los gerentes, es posible que aumente el número de jefes que ven los malos tratos del Steve Malo como algo digno de imitar. Es poco probable que el libro transforme en déspotas a los gerentes medios serios y justos. Es mucho más probable que convierta a los que ya son imbéciles en imbéciles más grandes, aumentando la temperatura de los peores actores y transformándolos en figuras combustibles en el lugar de trabajo: el imbécil en llamas.

Ya la web está llena de artículos que ponen a Steve Jobs como el modelo de liderazgo y éxito en la vida, con títulos como Diez lecciones de liderazgo de la Escuela de Administración Steve Jobs y 21 lecciones de vida por Steve Jobs. La mayoría de estos trabajos prefieren enfocarse en el Steve Bueno, pero no debería pasar mucho tiempo hasta que los escritores de libros de negocios apunten a las lecciones inmortales que se pueden concluir del Steve Malo y sus caminos imbéciles. Los títulos se escriben solos: Los siete hábitos de imbéciles altamente efectivos. El imbécil de un minuto. Quién es el imbécil que se comió mi queso.

El hecho es que Steve Jobs no fue exitoso porque fue imbécil. Él fue exitoso porque fue Steve Jobs. Tuvo un extraño sexto sentido para saber lo que los consumidores querían, una inigualable habilidad para adaptar tecnología existente y transformarla en algo nuevo y un compromiso con la calidad que transformó a clientes comunes de Apple en fanáticos de por vida. Ser un imbécil era parte del paquete, pero no fue lo esencial de su éxito. Pero ése no es el mensaje que la mayoría de los imbéciles en las esquinas de las oficinas quieren escuchar.

En: webonomia

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