Los oxímoron de la vida diaria

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Rolando Arellano, Presidente de Arellano Marketing y profesor de Centrum Católica, ha publicado este interesante artículo en El Comercio que enfoca ángulos realmente novedosos en torno a los oxímoron en la actividad diaria y la política.

Aquí el artículo:

 

Un oxímoron, “luz oscura” o “instante eterno”, es una frase cuyas partes se excluyen mutuamente, pues une dos términos opuestos en un imposible lógico. Hay oxímoron verbales como “hace un frío infernal”, “ahorre comprando” o el conocido “fue sin querer queriendo”, y también no verbales como la vedette supuestamente recatada o el conservador que se dice revolucionario. Siendo interesantes como figura retórica, desgraciadamente hoy vemos –forzando mucho el término– los oxímoron prácticos en empresas, ciudadanos y autoridades. Ellos dan mensajes contradictorios, aparentemente sin entender los resultados negativos que acarrean para todos.

Un oxímoron práctico de la vida diaria es el del policía de tránsito que obliga a los choferes a desobedecer las luces del semáforo. Mientras una autoridad (el semáforo) les dice que paren, otra autoridad (el policía) les ordena pasar. Luego del desconcierto inicial, el resultado es la pérdida de respeto a ambas partes. Por eso cada vez menos automovilistas respetan los semáforos y hacen caso a los policías.

Vemos oxímoron en los municipios, que promueven el uso de bicicletas y medios alternativos de transporte, pero que solo autorizan –por ejemplo– restaurantes con estacionamiento para los autos de todos los comensales.

¿Resultado? Pocos restaurantes y más personas estimuladas a usar automóvil. Y también en las unidades de serenazgo, que llevan encendidas las luces intermitentes en sus simples rondas. Hacen así que las luces de emergencia pierdan sentido, al punto que hoy pocos hacen caso cuando las usan ambulancias o bomberos.

Oxímoron comunes del medio empresarial son los comerciales que ofrecen “créditos a sola firma”, pero que en la práctica solicitan una cantidad inmensa de documentos. Por cierto, no es que esté mal que los pidan, pero sí que anuncien lo contrario. Al final tienen clientes descontentos, una boca a oreja negativo creciente y una empresa en problemas.

¿Y qué decir del gerente “oximorista” que publicita que su empresa es un gran lugar para trabajar, pero que personalmente es muy poco tratable?

En los ciudadanos vemos contradicciones similares, como el querer más escuelas y hospitales, pero oponerse a que se construyan junto a sus casas. Las opciones son entonces construirlas en lugares lejanos y poco útiles, o no hacerlas. Otro oxímoron de la vida diaria es el de quienes no se alarman cuando suenan, justamente, las alarmas antirrobo de sus autos, facilitando el hurto, y de paso molestando a los vecinos. Y no olvidemos el oxímoron de las comunidades que quieren el canon minero, pero no quieren minas. Al final no tienen ni lo uno ni lo otro.

Y para terminar, vemos los oxímoron prácticos que nos presenta el gobierno cada día. Por ejemplo, el de querer fomentar la educación técnica porque el país lo necesita, pero exonerar del servicio militar solo a los universitarios. O hablar un día de la hoja de ruta y el otro señalar la importancia de la gran transformación. O decir que se respeta la democracia y a la vez felicitar a gobiernos que la maltratan.

Quizás piensen que así quedan bien con todas las opiniones, pero el resultado es el inverso. Los oxímoron desconciertan a todos, derechistas e izquierdistas, partidarios y opositores, empleados y empresarios. Basta con mirar las encuestas de popularidad. Y las intenciones de inversión

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