Mis decenas de años en el periodismo, en especial en la televisión, me convencieron de que los políticos, en particular los gobernantes, y el público respetan y hasta temen mucho la labor de los medios de comunicación.
En mis primeros años en la profesión era lugar común el caso de un congresista que rogaba a los periodistas a tenerlo presente. Decía “hablen de mí, mal, pero hablen. No me olviden”.
Y todo esto porque la prensa es una instancia del poder. Por eso hay una enorme tentación por parte de políticos sin escrúpulos y poca base democrática de invadir el espacio de la libertad. Hoy en día se gobierna desde los medios, de ahí ese afán del poder político.
Los gobernantes, por lo común, no se sienten cómodos ni especialmente complacidos con los medios de comunicación. Y esto se demuestra cuando el periodismo tiene que informar sobre los hechos y sucesos que se consideran negativos, que en alguna forma afectan la gestión de los gobiernos.
Ya en el siglo XVIII, el presidente norteamericano Thomas Jefferson afirmaba: « La triste verdad es que la supresión de la prensa no podría privar a la nación de sus beneficios más de lo que ya la priva su sumisión prostituida a la falsedad… Añadiré que un hombre que jamás mire un periódico estará mejor informado que quienes los leen, por lo mismo que quien no sabe nada está más cerca de la verdad que quien tiene la mente repleta de falsedades y errores». Así intentaba defenderse de las críticas que los periódicos hacían a su administración, quien diez años antes había firmado la frase conocida «prefiero periódicos sin gobierno, que gobierno sin periódicos».
Pocos años después, en Francia, Napoleón expresó: «La libertad de la prensa debe estar en manos del gobierno, la prensa debe ser un poderoso auxiliar para hacer llegar a todos los rincones del Imperio las sanas doctrinas y los buenos principios. Abandonarla a sí misma es dormirse junto a un peligro. Tres diarios adversos son más temibles que mil bayonetas».
Las Críticas de Churchill
Durante la Segunda Guerra Mundial, en una sesión de gabinete, Winston Churchill criticó severamente a la British Broadcasting Corporation (BBC) calificándola de un enemigo al interior de la propia casa, que hace más daño que bien. En la Guerra de Corea, el Jefe de Prensa del General MacArthur trataba a los periodistas como “enemigos naturales”. Inclusive ordenó que dos corresponsales fueran expulsados por haber transmitido despachos que proporcionaron “ayuda y comodidad al enemigo”. Pronto el general MacArthur implanto la censura total. Fue en realidad una confirmación del axioma de guerra que algunos comandantes temen más a la prensa que al enemigo.
Otro caso que destaca el poder del periodismo fue cuando el presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, acusó a los medios de comunicación de haber forzado su salida de ese organismo multilateral.
En el Perú
En el Perú, en los últimos meses, el Presidente Alan García emite con especial frecuencia comentarios muy críticos sobre la labor de los medios. Así en un acto del programa Agua para Todos, Alan García Pérez fustigó públicamente a la prensa, a la que tildó de “chismosa” porque no difunde –como él quisiera– las obras sociales que emprende su gobierno.
“Yo me pregunto: ¿dónde se informa con objetividad de eso (las obras públicas)? Se prefiere hablar de la secretaria de un congresista, se prefiere llenar páginas con cualquier chisme y por eso el pueblo no llega a enterarse ni conocer que el Perú tiene problemas, pero que también tiene avances futuros”, expresó.
El poder de los medios de comunicación se manifiesta con gran fuerza e influencia cuando existen en regímenes democráticos, en los que se respeta, mal que bien, la libertad de prensa. En esos regímenes los medios ejercen el Poder de Informar, que les da un papel preponderante en la marcha de las sociedades.
Cuando los gobiernos son dictatoriales, con poca o ninguna disposición a permitir esa libertad, entonces apelan a la estatización de los medios, en algunos casos radical, en otros disimulada (caso del régimen velasquista). También se apela a la compra de la línea editorial que conduce a una tarea informativa mediatizada y pro gobiernista, como sucedió en el régimen fujimontesinista, en la década del 90.
La Influencia en la Opinión Pública
Si bien está claro y sin mayores cuestionamientos las difíciles relaciones entre los medios y el Poder, no es tan fácil precisar con fundamentos, la influencia de los medios en la opinión pública.
Para algunos los medios son decisivos para que el ciudadano común actúe y proceda en determinada orientación. Hay muchos casos que avalan este criterio. Por ejemplo, cuando en 1969 hubo disturbios raciales en los Estados Unidos, se acusó a las trasmisiones televisivas de haber fomentado una revuelta, iniciada en Nueva York, en muchas ciudades norteamericanas, con fuerte población negra que se sintió solidaria con sus hermanos neoyorquinos. Sin embargo, en muchas localidades preponderantemente blancas no se registraron manifestaciones parecidas.
El ejemplo señala que los medios tienen influencia en la opinión pública cuando existe una predisposición o el ambiente favorable para el mensaje mediático.
Caso de Mario Vargas Llosa
El caso del candidato Mario Vargas Llosa en 1990 es una muestra de que cuando no hay consenso mayoritario en la ciudadanía toda la acción masiva y unánime de los medios a favor de determinada posición no logra cambiar la opinión de la gente. Como se sabe, Vargas Llosa fue apoyado por los medios, especialmente los televisivos, con los resultados conocidos. El gran novelista perdió las elecciones ante un candidato desconocido y sin mayor figuración en las encuestas previas.
En consecuencia, tal como piensan muchos periodistas, los medios no tienen siempre una influencia determinante en la opinión pública.