EL CELO POR LA VERACIDAD INFORMATIVA

El celo periodístico por la veracidad de sus informes es una de las grandes virtudes de los medios de comunicación norteamericanos. Cuando comprueban que un informe ha fallado en la exactitud exigible, adoptan las medidas más drásticas que incluyen el despido de los responsables.
Como se sostuvo en una entrega anterior, la credibilidad es el principal capital de toda empresa periodística seria y cualquier amenaza contra ese principio debe ser severamente sancionada, para evitar erosionar la confianza depositada por la opinión pública en un medio de comunicación. Al respecto, cabe recordar el caso de la poderosa cadena televisiva CBS.
Hace cuatro años, esa cadena divulgó, en un documento de 224 páginas, los resultados de una minuciosa investigación de cuatro meses, con el propósito de determinar por qué se cometieron tantos errores éticos y profesionales en la difusión de un informe televisivo en el prestigioso programa noticioso “60 Minutos”, dirigido por Dan Rather.
El segmento se trasmitió en la campaña electoral del 2004 y en él se atribuía a los familiares de George W. Bush, quien iba por la reelección, el uso de influencias inapropiadas para que el ex presidente eludiera los rigores del servicio militar, en plena guerra con Vietnam. La acusación se sustentaba en documentos que más tarde resultaron falsos.
El episodio estremeció los cimientos del periodismo investigador estadounidense, y puso en duda el rigor de un género periodístico- y de un programa en particular -que tenía, antes de salir al aire, pautas y reglas de conducta interna sumamente exigentes para verificar hasta el cansancio todas y cada una de las imágenes y palabras que se propalan y pronuncian.

La Comisión

CBS encargó a Dick Thornburgh (ex fiscal general) y Louis Boccardi (ex presidente de la Associated Press) llevar hasta sus últimas consecuencias esa pasión por la verdad y la objetividad que distingue al periodismo serio. Ambos escribieron una autopsia descarnada y precisa, desprovista de emociones y conjeturas, donde se hilvanaon con rigor de cirujano los hechos y las circunstancias que precedieron a la elaboración del segmento noticioso.
El informe comienza describiendo el momento exacto en que arriba a la mesa de redacción la idea de elaborar una pieza sobre los recursos utilizados por Bush para escapar de la guerra de Vietnam. Y a partir de allí, se rastrea el lento y gradual proceso de transformación de una inexactitud en una mentira, así como el papel que desempeñaron los periodistas y productores involucrados, hasta culminar finalmente determinando a algunos de los directivos de la cadena con el propósito de ocultar los errores cometidos y evitar que la verdad salga a flote.
El documento final debería ser el nuevo libro de consulta de cualquier profesional de la comunicación contemporánea. Allí se detallan, por ejemplo, los rigurosos procedimientos que acompañan a cualquier investigación, antes de que se propale; las distintas pruebas de verificación de los datos; la validez de las fuentes independientes; los pasos que se siguen para evitar contaminar la información con criterios subjetivos; la necesidad de separar la opinión de la información; la obligación de contrastar versiones y evitar prejuicios políticos o raciales o de cualquier otra índole a la hora de interpretar los datos y, sobre todo, tratar de vivir lo más lejos posible de las nefastas influencias del temido tótem del ráting: el sometimiento, en suma, a los rigores implacables de la verdad. Como decía Sherlock Holmes:”Déme solo los hechos, señora, los hechos”.

Las Sanciones

La actitud de los directivos de CBS fue quirúrgica, si cabe el término. Despidió a tres altos ejecutivos, lo mismo que a los productores del informe. También aceptó la renuncia de Dan Rather, sin lugar a dudas, el periodista más serio y famosos de la cadena.
Y lo que ha sido realmente un paso adelante en esa maniática obsesión por conquistar la verdad y en respeto a la opinión pública,. se creó una nueva división ejecutiva, a cargo de un alto responsable de la cadena para que se dedique exclusivamente a verificar que todos y cada uno de los pasos previstos en una investigación se cumplan religiosamente. Antes de difundir un informe cualquiera, el periodista tiene que demostrarle a su cadena que dice la verdad. Fue la primera prueba de fuego.
Según los autores de la investigación se tiene que conseguir que el televidente encienda su pantalla y sintonice un programa noticioso, sabiendo a ciencia cierta que todo lo que allí se dice es verdad, confiando en que no se le va a engañar.

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