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18/07/18: José Maria Caballero: un economista comprometido

UN ECONOMISTA COMPROMETIDO: JOSE MARÍA CABALLERO
Efraín Gonzales de Olarte

Conocí José María Caballero (JMC) hace cuarenta años, cuando leí un documento suyo “Reforma y reestructuración agraria en el Perú” , cuya principal conclusión decía lo siguiente:
“La principal consecuencia que yo extraigo de esta visita a la estructura agraria que emerge tras la reforma es que nos encontramos de un lado, frente a un proceso de desarrollo del capitalismo de estado en la agricultura, y de otro frente a un proceso de liberación de la opresión gamonalista sobre el campesinado, sin que se abra, sin embargo, para éste una vía de desarrollo a largo plazo. La reforma profundiza el capitalismo allí donde las relaciones capitalistas existían ya, cambiando además su carácter para darle un tinte estatal; para ser más exacto un tinte estatal-cooperativo, en el sentido que más adelante precisaré. Donde las relaciones capitalistas estaban ausentes, la reforma es incapaz de crearlas, aunque si destruye en gran medida las “formas semiserviles”, en el sentido en las que definiera más arriba. La opresión señorial sobre el campesinado cede, fenómeno que ya venía sucediendo en las últimas décadas y que la R.A. ha acelerado poderosamente. Se encuentra en este sentido más libre. Libre pero sin futuro. Libre pero condenado a la miseria. Y esto no se debe tanto a la extracción –directa o a través del mercado- del excedente que genera, como a que el desarrollo del capitalismo, al tiempo que horada las bases de la economía y la cultura campesina, se muestra incapaz de incorporarlo al modo de producción capitalista, sin dejarle espacio tampoco para su florecimiento independiente. El progreso social del campesinado empobrecido peruano no es posible bajo el capitalismo. Es tarea del socialismo”.
En aquel entonces, me impresionaron dos cosas de la visión de José María. Primero, que un economista de origen español hubiera entendido la complejidad de la estructura agraria peruana de aquel entonces, en una estadía relativamente corta, mostrando una sensibilidad intelectual para comprender un fenómeno como la reforma agraria, que obviamente había sacudido al “establishment” rural y peruano de entonces. En segundo lugar, su convicción que para los pobres del campo, los campesinos, no habría solución en el capitalismo y que era tarea del socialismo. Pese a que el “gobierno revolucionario de las fuerzas armadas” había logrado conmover la estructura tradicional y semi-feudal del agro peruano, sin embargo su reforma no favorecía a quienes deberían haber sido sus principales beneficiarios: los campesinos pobres, sobre todo los de la sierra peruana. Llegar a semejante conclusión era justamente contrario a lo que se esperaba y la investigación de Caballero tenía un sólido sustento empírico y analítico. Por entonces, yo estaba abocado a una investigación sobre las economías campesinas del Cusco y constatábamos el aserto de Caballero, en el campo.
Un tiempo después lo conocí personalmente, no recuerdo bien si en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) o en el Instituto de Estudios Peruanos (IEP), pues los dos trabajábamos en ambas instituciones, a fines de los años setenta y comienzos de los ochenta del siglo pasado. Su formación académica era muy sólida, había estudiado la Maestría en Economía en la Universidad de Sussex y había venido al Perú para tener una experiencia en un país del sur y para buscar un tema sobre el cual desarrollar su tesis doctoral. Su elección fue precisamente la economía política de la reforma agraria peruana de los años setenta y su asesor era otro estudioso de la economía peruana: el profesor inglés Valpi FitzGerald quien escribió dos libros sobre la economía política de las reformas estructurales llevadas a cabo por la Junta Militar presidida por el General Juan Velasco Alvarado. Aquellos años fueron de una gran actividad intelectual y académica en torno a las reformas velasquistas, las que además fueron parte de una corriente de gobiernos reformistas y progresistas en latino-américa: Bolivia, Chile, Uruguay, Panamá.
El sector rural y la agricultura fueron sujetos de innumerables investigaciones y estudios y la reforma agraria el “campo” del debate tanto entre la derecha y la izquierda, pero sobre todo dentro de la fragmentada izquierda peruana, que una parte apoyaba las reformas velasquistas asumiendo que eran de corte socialista y la otra, de la cual hacia parte José María Caballero, que sostenían que eran reformas burguesas para desarrollar el capitalismo, sobre la base de un estado que se hizo propietario y productor en los sectores económicos más importantes de la economía, los denominados sectores estratégicos. Frente a tal controversia, se desarrolló una intensa actividad investigadora, en buena parte financiada por fundaciones extranjeras y organismos internacionales que tenían curiosidad por saber del transcurrir y destino de las reformas socio-económica y políticas del gobierno militar “ni capitalistas ni socialista” y obviamente conocer el futuro económico y político del Perú.
El IEP, el principal instituto de investigaciones independiente del Perú, fue uno de los centros que se interesó en estos temas y llevó a cabo varios proyectos de investigación, siendo uno de ellos el proyecto sobre: “La reforma agraria y desarrollo rural en el Perú”, para el cual creó un equipo multidisciplinario de investigación dirigido por José María Caballero. La idea era investigar en profundidad las principales aristas de dicha reforma y, sobre todo, analizar sus resultados. Sobre ellos se comentan extensamente en los otros artículos de este libro.
Así la reforma agraria, las políticas agrarias, las cooperativas agrarias, los campesinos y sobre todo la estructura agraria se convirtieron en la temática estudiada por José María y su equipo. Pero indudablemente, había una característica del Perú que había que incorporar en el análisis de lo contrario no se entendería el problema agrario en el Perú: las diferencias espaciales de la agricultura y la ganadería. La costa y la sierra eran no sólo geográficamente distintas, sino también habían tenido historias distintas, pues el desarrollo agrario fue diferente, primero por razones espaciales, la costa tiene agricultura en 57 valles irrigados por ríos intercalados por amplios desiertos, en cambio la sierra, por su orografía, tiene centenas de valles estrechos irrigados por ríos de distinto caudal y, sobre todo, tierras de secano en terrenos con pendientes variables, en algunos lugares con andenería, y grandes extensiones de pastos naturales en sus partes más altas. En segundo lugar, las historias agrarias han sido diferentes, las haciendas azucareras de la costa han sido muy distintas de las haciendas agrícolas o ganaderas de la sierra, las relaciones capitalistas y la tecnología en la costa, antes de la reforma agraria, estaban muchos más desarrolladas que en la sierra, la cual en gran parte tenía relaciones pre capitalistas y en varios lugares relaciones semi-feudales y los hacendados eran denominados “gamonales”. Además, existían las comunidades campesinas, en aquel entonces en un número superior a las tres mil, con una población cercana a los tres millones de campesinos, con relaciones de trabajo y de servidumbre variables con las haciendas colindantes, pero con sistemas organización interna basadas en el trabajo recíproco “ayni” o trabajos colectivos sobre recursos colectivos (tierras de labranza y pastos naturales) la “minka”. Era pues un mundo complejo, con pasado muy denso y tecnológicamente atrasado.
Quizás por esta razón José María se interesó en entender la sierra peruana y trabajó en un libro excepcional: “Economía agraria de la sierra peruana, antes de la reforma agraria de 1969”, que fue publicado por el IEP. Es un gran fresco de lo ocurrido en el mundo rural de la sierra antes de la reforma agraria, visto desde la perspectiva de la economía política, que a muchos nos ayudó a entender por qué la reforma agraria y las otras reformas del gobierno militar no resolverían el gran problema de la sierra peruana, que era una combinación de bajas productividades, relaciones sociales pre capitalistas, grandes distancias a los mercados y la pobreza de los campesinos.
Uno de los temas centrales del desarrollo en el Perú era y, sigue siendo, el medio y los mecanismos para impulsar el desarrollo humano de los campesinos en particular y de los habitantes rurales en general. Su desarrollo vendría desde afuera como un proceso de absorción por las ciudades vía su integración a mercados de trabajo urbanos o desde dentro vía el incremento de sus productividades y la diversificación de sus productos, acompañado del cambio de destino de sus mercados, por ejemplo para la exportación. Obviamente, las reformas velasquistas no tenían una visión clara de cómo resolver este problema y esto es lo que sostenía JMC en sus estudios.
Su equipo del IEP produjo un importante número de publicaciones que permitieron, por primera vez en el Perú, tener una visión amplia y minuciosa de los principales ángulos del complicado problema agrario y de sus relaciones con el resto de la economía y la sociedad, para el período pre reforma agraria y de la reforma misma. Varios de sus colaboradores siguieron trabajando en los temas iniciados con JMC durante varios años, lo que muestra la importancia de la investigación en equipo con la dirección, de un maestro visionario.
Más allá de los problemas agrarios, José María era un excelente profesor de economía, sus alumnos de la PUCP lo recuerdan como un defensor de la Escuela de Cambridge (Inglaterra) en controversia con la escuela de Cambridge (USA) en su mayor parte neoclásicos seguidores de Paul Samuelson, Robert Solow y otros, enfrentados a la Profesora Joan Robinson, Nicholas Kaldor y otros, en la famosa y, casi olvidada, “controversia de Cambridge” sobre el capital y la teoría que lo sustentaba. Este espíritu dialéctico y de debate fue parte de la formación de los estudiantes de la PUCP de los años 70 y 80s, espíritu que hoy está siendo peligrosamente reemplazado por la extrema formalización matemática, el fuerte peso de la econometría y por la pérdida de contacto con la realidad en muchos aspectos, que profesores como JMC insuflaron en la formación de los economistas.
Dentro de su perspectiva, defendía la idea de John M. Keynes, según quien un buen economista debería ser un buen historiador, un buen matemático y buen escritor. Debido a su formación europea –hispano-británica- JMC combinaba de manera natural sus aproximaciones económicas, con una visión histórica y humanista, que lo convertían en un economista y un humanista al servicio de la enseñanza y de la investigación. Siempre recalcaba que el economista tiene su razón de ser si sirve a su sociedad, para mejorarla y cambiarla hacia una más justa y más integradora. Era pues un economista comprometido con su tiempo y su sociedad, es decir aquella en la que él vivía, estudiaba y comprendía. Un ejemplo a seguir.
Un trabajo suyo sobre las cooperativas y socios de las cooperativas agrarias generó debate. JMC postuló que lo socios de las cooperativas tenían una suerte de esquizofrenia, razón por la cual dichas cooperativas terminarían fracasando y, uno de los pilares, de la reforma agraria “ni capitalista ni comunista” no tendría futuro. La idea era que los cooperativistas eran, por un lado, copropietarios y por el otro lado trabajadores, la pregunta era ¿Cómo conciliarían dos roles contradictorios?, es decir, optarían por la maximización de las ganancias de la empresa cooperativa o abogarían por mejores ingresos laborales. Un problema distributivo concentrado en una sola persona, mientras que en el capitalismo los dos roles se asocian a dos personas diferentes. De ahí la esquizofrenia.
La pregunta era legítima y no había forma de soslayarla si uno quería saber el futuro microeconómico de la reforma agraria. Los hechos posteriores dieron razón a la teoría de JMC, pues las cooperativas entraron en crisis económicas y posteriormente se fueron desintegrando, en la medida que los “socios” se comportaron más como trabajadores –pidiendo sus reivindicaciones sociales- antes que como propietarios, esto debido básicamente a que el Estado peruano mantenía una supervisión cercana a la del propietario y en la práctica era el propietario. Los cooperativistas nunca se sintieron realmente propietarios, porque no tenían capacidad de decisión autónoma, hasta que se fragmentaron y repartieron las cooperativas, entonces se convirtieron en pequeños propietarios.
José María no sólo era un teórico, un investigador empírico y profesor universitario, era sobre todo un hombre comprometido con la gente que estudiaba. Recuerdo que en uno de los últimos congresos de la Confederación de Campesinos del Perú (CPP), que se llevó a cabo en la Comunidad de Equecco Chacán en la Pampa de Anta en el Cusco el año 1978, participó activamente en las discusiones sobre ¿qué hacer para incorporar al campesinado en la economía y la sociedad peruana? Para entonces el gobierno militar había tenido una crisis, que debido a una enfermedad incurable del General Velasco fue reemplazado por el General Morales Bermúdez y, sobre todo, porque la crisis económica y el relativo fracaso de las reformas militares estaban llevando al fin de aquel experimento. En consecuencia, la confederación debía evaluara la situación y tomar decisiones sobre el futuro de la reforma agraria para los campesinos.
Las discusiones eran largas y tediosas, los acuerdos se llegaban a las 3 o 4 de la mañana, cuando la mayor parte de los participantes se dormían. En esos momentos prevalecía el criterio de la directiva y de los que todavía estaban despiertos, pero sobre todo las decisiones se definían en función de la “correlación de fuerzas” entre los partidos de izquierda que participaban en las distintas federaciones campesinas departamentales y en la CCP. Uno de los temas críticos era si invadir o no las cooperativas, que ya estaban comenzando a parcelarse. José María intervino en varios momentos siempre en favor de la mejora de los campesinos y sus opiniones eran muy tomadas en cuenta.
Al terminarse el financiamiento para el proyecto sobre la reforma agracia JMC comenzó a planear su vuelta a Europa y a Cambridge, pues tenía pendiente la tesis. Su partida fue muy sentida sobre todo por sus colaboradores más cercanos y por sus colegas, como yo, más cercanos en aproximaciones teóricas, preocupaciones e investigaciones. Sabíamos que la investigación agraria sufriría con su partida.
Pese a su brillantez JMC no logró terminar su tesis doctoral en Cambridge, que tuvo que ser sobre la reforma agraria en el Perú. Nunca conversé sobre este tema con él, era un tema delicado. Al respecto, años después, tuve una conversación con su asesor el profesor E.V.K. FitzGerald. Le pregunté qué pasó con la tesis de José María, él me respondió que el problema era que el asesorado era más brillante que el asesor. Tuve que inferir que JMC no había logrado escribir lo que hubiera querido y lo que se esperaba de él, después de un largo período de investigaciones. Quizás por esta razón publicó dos artículos en el Cambridge Journal of Economics, sobre la eficiencia de la aparcería y sobre el intercambio desigual entre campesinos y no campesinos, con lo que, hasta cierto punto, cerró su capítulo académico relacionado con el Perú y se fue a trabajar a la FAO en Roma.
Posteriormente, sólo lo vi episódicamente en Roma o en Lima, sobre aquella etapa de su vida, tanto Héctor Maletta como Raúl Hopkins tienen una apreciación presentada en este libro a la que yo me remito.
Antes de terminar esta breve nota de recuerdo a un gran economista y mejor amigo, quisiera reflexionar sobre su poderosa hipótesis según la cual los problemas del campesinado no se pueden resolver bajo el régimen capitalista y que es tarea del socialismo lograrlo.
En primer lugar, su percepción fue de un período de grandes cambios sociales en el Perú y de gran efervescencia política, cuando el Perú tenía una estructura agraria incompatible con un desarrollo capitalista, sobre todo en la sierra y los campesinos habían logrado organizarse en torno a sus intereses en la Confederación Campesina del Perú (CCP) que tenía una dirección política de izquierda socialista. El socialismo aparecía como una posibilidad y requería de una organización y representación política para ser viable. El Perú transitó por esta senda después que la dictadura militar cayera y se convocara a elecciones democráticas, previa aprobación de una nueva constitución. Las posibilidades de la izquierda de llegar al poder por la vía electoral estuvieron abiertas en los años 80’s, en Lima se eligió a un alcalde de Izquierda, Alfonso Barrantes, quién posteriormente como candidato a la presidencia de la república llegó con la Izquierda Unida al “ballotage” con el APRA y Alan García el año 1985. Debido a la diferencia en la votación Barrantes declinó pasar a la segunda vuelta y, creo, que ahí se acabaron las posibilidades de la izquierda de llegar al poder, en consecuencia, creo que también se cerró la posibilidad de una vía socialista para los campesinos y pobres del campo.
En segundo lugar, después del desastroso primer gobierno de Alan García una parte de la izquierda, no creyente en el sistema democrático electoral, pasó a las armas e instauraron una guerra particular basada en acciones terroristas aisladas pero bien coordinadas, en la cual los campesinos fueron conminados a seguir a Sendero Luminoso en base a acciones de terror y al miedo, es decir, cualquier posibilidad de mejoría para los campesinos pasaría por someterse a una dictadura del “pensamiento Gonzalo”. Obviamente, ese socialismo no era el que presumía JMC. Finalmente, cayeron los principales líderes de los movimientos que creyeron en la guerra popular como la vía para refundar el Perú y estos movimientos languidecieron, con sus líderes en la cárcel,
En tercer lugar, en 1990 el Perú había llegado al límite de un país viable. La administración aprista dejó en bancarrota económica y financiera al Perú, medio país estaba en estado de emergencia por las acciones terroristas y el Estado peruano estaba a punto de colapsar, pues se sostenía con una presión tributaria de 5% del PBI. Si alguien tenía un accidente debía ir a una posta médica, portando su algodón, gasa, agua oxigenada y algún medicamento, pues lo único que podían ofrecer eran médicos y enfermeras calificados. Esta triple crisis –económica, política y estatal- fue asombrosamente superada gracias al apoyo de los organismos internacionales que promovieron las recetas del “Consenso de Washington”, que permitieron que el Perú saliera de su crisis financiera. Sin embargo, la salida política fue a costa de apoyar un régimen denominado “democradura” o “dictablanda”, en la medida que el gobierno del Ing. Alberto Fujimori se salió del orden constitucional, cerró el congreso, eliminó los gobiernos regionales, intervino el poder judicial, en base a un golpe de estado el año 1992, apoyado por los militares y con la asesoría de un nefasto personaje: Vladimiro Montesinos. La comunidad internacional instó al gobierno fujimorista a reestablecer la democracia, lo que sucedió con la aprobación de una nueva constitución (1993) hecha por un congreso constituyente. El modelo económico neoliberal liberó todos los mercados, abrió la economía a la competencia internacional, atrajo capitales que se concentraron en la minería, finanzas y servicios en base a las privatizaciones y concesiones lo que coincidió con una coyuntura excepcional de capitales internacionales excedentarios buscando donde invertir. El efecto fue que la economía comenzó a crecer nuevamente, pero la pobreza no retrocedía y las desigualdades se acentuaron. Bajo este régimen los campesinos se favorecieron de las políticas sociales y parte de su producción fue requerida para proveer a los programas sociales, cuyo efecto conjunto fue el inicio de la reducción de la pobreza hacia mediados de los años noventa.
El año 2000, el fujimorato quiso re-elegir por tercera vez al Ing. Fujimori, para lo cual el gobierno, bajo la asesoría de Montesinos, urdió una serie campañas y procesos para facilitar la reelección, sin embargo, se filtraron varios videos en los cuales se observaba al asesor comprando votos en el congreso, campañas en los periódicos y en la televisión, es decir finalmente se hizo transparente el carácter corrupto del gobierno fujimorista. El epílogo fue que el Ing. Fujimori renunció por fax desde el Japón y el Congreso terminó eligiendo al Dr. Valentín Paniagua como Presidente de la república en un gobierno de transición. Posteriormente, se eligieron cuatro gobiernos consecutivos, que mantuvieron el modelo económico y gracias a la extraordinaria coyuntura financiera internacional la economía creció como nunca entre 2003 y el 2014. Este crecimiento redujo la pobreza urbana de manera drástica, la pobreza rural y la extrema pobreza si bien se redujeron, no lo hicieron a la velocidad de la urbana, lo que mantuvo las desigualdades. Los campesinos no parecen tener un mejor destino aún con un gran crecimiento, en mi criterio porque el modelo económico primario-exportador y de servicios no los integra en la dinámica económica de las ciudades y de la costa. ¿Sigue teniendo razón José María Caballero? Quizás sí, sin embargo un proyecto político socialista no sólo está ya lejano, sino que dadas las nuevas estructuras económica, social y política, proponer cambios radicales ya no es “políticamente correcto” ni económicamente viable, dada la globalización. Creo que la solución a los problemas de pobreza, sub empleo y bajos niveles de bienestar de los campesinos consiste en que las ciudades los absorban, que se integren a mercados de trabajo en los sectores modernos del campo y que algunos cambien su matriz productiva reduciendo su autoconsumo y aumentado su oferta mercantil. Es decir, creo que la solución para los campesinos ya casi no está en el campo sino en la ciudad, es decir, la solución está en que dejen de ser campesinos y se integren en otros sectores. No sé qué pensaría José María sobre estas afirmaciones, pero estoy seguro que estaría de acuerdo con aquel sistema que resuelva los problemas de los campesinos como personas, antes que como productores-consumidores.
Quiero terminar recordando a José María como el ser humano entrañable que era. Fue un buen padre. Lo recuerdo leyendo a sus dos hijos: Rodrigo y , Amadis de Gaula de Rodriguez de Montalvo antes de dormir o tocándoles la flauta con una pasión de músico, todo esto en su departamento de Residencial San Felipe. Creo que también fue un buen esposo y con seguridad un gran amigo. El estaba comprometido con la vida, con la familia con la cultura, eso lo ha hecho una persona inolvidable.
Ahora que ya no está con nosotros, me parece muy significativo que sigamos evocándolo y citándolo como si él aún estuviera. Hay personas que te marcan para toda la vida y una de ellas fue José María Caballero, maestro, padre y amigo.
Lima abril 2018.

25/04/18: Pobreza nacional y pobreza regional

LA POBREZA NACIONAL Y LA POBREZA REGIONAL
Efraín Gonzales de Olarte

Al parecer, la reducción de la pobreza en el Perú está relacionada con el crecimiento económico, siempre que sea por lo menos 4% al año. Si baja de esa cifra la pobreza vuelve, como parece que ha sucedido el 2017. El problema es que no sabemos a ciencia cierta a qué se debe el crecimiento, hay varias interpretaciones. Por un lado, hay varios macroeconomistas que sostienen que el crecimiento depende del sector exportador, sobre todo minero, el cual a su vez depende de los precios internacionales. Si esto fuera así el 2018 es probable que se reduzca la pobreza. Por otro lado, hay quienes incluyen, entre los factores del crecimiento, la forma como se maneja la política económica, sobre todo la política del gasto público, que bien utilizado puede activar la economía. Esto quiere decir que probablemente el año 2018 no retroceda la pobreza, en la medida que hay que reducir el déficit fiscal que alcanza un preocupante 3% del PBI. Luego, hay un sector, de ideas básicas, que sostiene que la inversión es el principal factor de crecimiento, lo que haría que el 2018 tampoco se reduzca la pobreza.
Creo que todas estas hipótesis son válidas y hay que hacerlas funcionar en conjunto. Si lo hacemos, probablemente encontremos algunas contradicciones entre una y otro entrada. Por ejemplo, si se requiere más gasto y más inversión, obviamente choca contra cómo reducir el déficit fiscal. Este es uno de los temas críticos que deberá resolver el nuevo ministro. Está claro que si las exportaciones aumentan, tendrán un impacto positivo en la recaudación fiscal y, como corolario, en el gasto público y probablemente en los programas sociales y en la inversión pública. Esto quiere decir, que la reducción de la pobreza dependerá de los precios de los minerales, lo que hace del Perú un país muy vulnerable a la coyuntura internacional y la pobreza un fenómeno cíclico.
Sin embargo, hay algunos temas que no son tomados en cuenta. El primero, es cómo explicar que la región más pobre, según el índice último, tenga la mina más rentable de oro y que genera buena parte de las divisas y de los impuestos a la renta. El segundo, la región que más se ha empobrecido es el Cusco que tiene un flujo turístico que no ha disminuido, al contrario ha aumentado. ¿cómo explicar estas paradojas?
La respuesta está en la débil integración entre sectores y provincias de las regiones del Perú, es decir, lo que suceda en los sectores dinámicos –minería o turismo- no incide en los pobres del campo (que son la mayoría de los pobres). En un estudio nuestro encontramos que no hay relaciones de causalidad entre la dinámica urbana (ciudades grandes) y el entorno rural de las principales regiones del Perú, es decir, si las ciudades crecen no repercute sobre sus entornos. Una explicación de esta situación es que debido a las exportaciones mineras y de gas, el sol peruano se ha convertido en una moneda fuerte, es decir tenemos un dólar barato, lo que hace que sea más fácil importar que producir varios productos de consumo básico y, como consecuencia, los productores de las regiones no puedan competir y en consecuencia, no puedan generar mayor producción, mayor empleo, mayores ingresos y, en consecuencia, reducir la pobreza. Una segunda explicación, es que no ha habido políticas sectoriales para conectar las actividades agrícolas y hacerlas más rentables.
Por estas razones, está claro que en la base de los determinantes de la pobreza están las estructuras productivas de cada región, con productividades muy heterogéneas y muy bajas en los sectores intensivos en mano de obra.
Creo que las políticas para reducir la pobreza pasan por políticas que promuevan la inversión y nuevas tecnologías en las regiones, sobre todo en aquellas que tienen más pobres. Desde nuestro punto de vista estas políticas deben estar orientadas a integrar las ciudades con sus entornos rurales. Si esto se logra la pobreza se reducirá progresivamente y de manera permanente y no estaremos esperando a que suban los precios del oro o el cobre para que esto suceda.
Ojalá, que la nueva administración –con gran presencia de ex gobernantes regionales- sea consciente de esta posibilidad.
Abril 2018

05/02/18: Agricultores y papas en el Perú 2018

AGRICULTORES Y PAPAS
Efraín Gonzales de Olarte

Un buen año agrícola es un mal año para los agricultores productores de papa. Parece paradójico, pero no lo es. Veamos porqué. La producción de papa y otros tubérculos tiene algunas características cuyo tratamiento no es tan simple como se cree. Un mal diagnóstico del problema puede llevar a medidas desesperadas como la de comprar los excedentes.
La primera característica es que hay una enorme variedad de papas, se estima que diariamente en los mercados del Perú habría más de cien variedades en venta. La segunda es que la papa se produce desde el nivel del mar hasta casi 4mil m.s.n.m., de ahí las variedades que se adaptan a diversas altitudes y variados eco-climas. La tercera. es el producto por excelencia de los campesinos, sobre todo de los pobres, porque es una fuente alimenticia importante y en general producen para su autoconsumo. La papa es la base de la economía y de la vida de los campesinos. La cuarta es que la papa no se puede almacenar de un año para el otro, como es el caso del maíz, las habas o el arroz, la única manera de hacerlo sería deshidratándola y produciendo chuño o moraya. La quinta es que las unidades productivas –comunidades, familias comuneras, pequeños y medianos agricultores y grandes empresas- rebasan el millón, esto quiere decir que hay productores de papa en cada valle costeño, interandino y en las tierras de ladera. La sexta es que la papa tiene un valor relativamente bajo por kilo y su mercado espacial está limitado por el costo de transporte, es decir, un productor de papa blanca de Huánuco o Junín no puede vender su papa en Tacna o Tumbes, porque las distancias son grandes y los costos de transporte harán que el precio de la papa al llegar a destino sea mucho mayor que la papa producida en los valles de Tacna o el norte. En consecuencia, los mercados de la papa son regionales y, en muchos casos, micro-regionales cuando las carreteras son malas y las productividades bajas.
La agricultura depende en gran parte del clima y de la disponibilidad de agua. Un buen año tiene ambos atributos y el resultado es que la producción es mayor a la esperada, en consecuencia, en el mercado hay una mayor oferta. Sin, embargo por el lado de la demanda de papa hay dos tipos: la demanda para consumo directo, que es la mayor parte de ella, y la demanda para la transformación industrial, que es la menor. Los peruanos tenemos establecido un consumo anual de papa para la alimentación que es más o menos fija, nadie va a comer más papa fresca si los precios bajan, es decir la demanda por papa es “inelástica”. En el mercado nos encontramos frente a una mayor oferta frente a una demanda rígida, la consecuencia no sólo es una disminución del precio sino que, además, se genera un excedente que no se puede vender en el mercado local, pero tampoco se puede vender o exportar en otros mercados, porque en cada región ocurre lo mismo y los costos de transporte limitan el ámbito del mercado, es decir, el kilogramo de papa blanca hoy está a 40 centavos de sol, mientras que una buena papa amarilla o huayro de exportación podría valer 3 a 4 soles, en cualquiera de los casos el costo del transporte por kilo y por cada 100 kilómetros está a casi un sol, obviamente la proporción del costo de transporte es de 250% en el primer caso y de 25% en el segundo caso. Saque sus conclusiones.
El problema adicional para los agricultores modernos y los campesinos tradicionales en un buen año la reducción del precio puede ser tan crítica que no llegan a cubrir los costos de producción, en consecuencia tendrán pérdidas. Un buen año agrícola es un mal año comercial.
Situación como esta no se da todos los años, pero cuando ocurre obviamente los productores de papa están en problemas financieros.
Frente a una situación así surgen varios comentarios. Primero, el número y la heterogeneidad de los productores de papa es tan grande, tanto como la desigualdad de su producción, que los precios se fijan en función de la demanda en cada mercado local, en las ciudades, es decir que los precios son distintos en cada región o microrregión, por lo que las políticas deberían ser sectoriales y, sobre todo, regionales. Se trata pues de mercados acotados por la geografía.
Segundo, el principal problema de la papa es que no se ha logrado industrializarla o darle mayor valor agregado, por ejemplo en las ofertas gastronómicas. La demanda de la papa como insumo tiene una elasticidad demanda mucho más alta, es decir que una sobre producción puede bajar el precio pero no tanto como cuando sólo se usa para el consumo directo. Si por ejemplo, la papa se utilizara para producir etanol y este sirviera como combustible automotor, los precios de la papa serían mayores, muy estables y no habría sobre excedentes. Además, si la economía crece, la demanda por papa crecerá también. Esta sería la solución para erradicar la pobreza de los campesinos. Mientras la papa tenga una baja demanda industrial, el problema de sobreproducción y precios bajos será una constante.
Tercero, una de las principales ausencias en la política agraria es que no hay un sistema de seguros que permita a los agricultores recuperar su inversión en caso de revés comercial. Por alguna, razón la orientación neoliberal de la política económica está en contra de las políticas sectoriales, que en el caso de la agricultura es una necesidad imperativa y que existe en todos los países, salvo en el Perú.
Cuarto, en casi todos los países desarrollados los agricultores son subsidiados por el estado por razones de seguridad alimentaria. La producción que alimenta a una nación debe estar asegurada y el estado, es decir toda la sociedad, asume los riesgos que conlleva la agricultura, tan dependiente de fenómenos naturales no controlables por nadie. Es conocido los cientos de millones de dólares que gastan los Estados Unidos para subsidiar el trigo y la leche o el Japón para subsidiar el arroz. En el Perú la palabra subsidio está vedada por razones ideológicas de los que creen que la economía de mercado se parece a los libros de texto.
Es obvio que hay dos planos en los que hay actuar. En el corto plazo, la compra de los excedentes de papa por el Estado peruano debería estar dirigida a los campesinos más pobres y no tanto a los agricultores comerciales que aprovechan de la ocasión para asediar a un estado débil como el peruano. Hay varios comentaristas que dicen que la compra de estos excedentes se hará con la plata de todos los peruanos (nuestros impuestos) lo que se olvidan es que todos los peruanos estamos comprando papa más barata, es decir hay una compensación. En el mediano y largo plazo, lo que cabe es tener un política agrícola-regionalizada, que incluya el planeamiento de cultivos, el manejo del agua, el acceso al crédito y a seguros de producción, pero sobre todo se requiere de una política que está más allá, en la industria, los servicios y la exportación de papas exóticas y ecológicas cuya calidad puede ser pagada por consumidores externos fácilmente.
Finalmente, es importante la investigación para encontrar nuevos usos a la papa: alcoholes, chips, harina, deshidratación y otras aplicaciones que sólo la investigación puede ofrecer.
La papa fue domesticada por los antiguos peruanos y nosotros lo modernos peruanos no hemos hecho mucho para mejorar su uso.
Lima, febrero 2018

21/12/17: El pensamiento económico de la izquierda peruana

EL PENSAMIENTO ECONÓMICO DE LA IZQUIERDA PERUANA

Efraín Gonzales de Olarte

La izquierda peruana ha dejado de tener un pensamiento económico capaz de ser utilizado para convencer al electorado y menos para gobernar.

El problema esencial del pensamiento económico de izquierda es cómo tener una economía política socialista para administrar un país capitalista como el Perú. O, alternativamente, cómo proponer una economía socialista capaz de convencer el abandonar el neoliberalismo.

Lo cierto es que después de la caída de los países socialistas o comunistas, que acarreó el abandono del marxismo-leninismo como teoría interpretativa y el abandono del estructuralismo y dependentismo de América Latina, las fuentes teóricas de la izquierda se han agotado y no han podido ser renovadas.

Por otro lado, la fuerza y simplicidad del neoliberalismo, aunada a los resultados de crecimiento económico con escasa redistribución de las dos últimas décadas han puesto una barrera difícil de vencer a cualquier propuesta redistribucionista, ya sea redistribución del patrimonio y de los stocks o ya sea de los ingresos o flujos. Las posibilidades de reformas de la propiedad que fortalezcan la propiedad colectiva y/o estatal están supeditadas a resultados políticos altamente favorables, por ejemplo que un eventual gobierno de izquierda obtenga una votación mayoritaria acompañada de una mayoría en el congreso. Es decir, cualquier propuesta socialista pasa por una legitimidad y mayoría política, pero para tal fin la propuesta de gobierno debería ser tan convincente como para que la mayoría del electorado abandone su adhesión, implícita o explícita, al modelo neoliberal o que los resultados económicos sean realmente catastróficos, lo que no parece ser el caso peruano en los próximos años.

El nacionalismo económico como propuesta de izquierda es una de las ideas que no tiene la fuerza suficiente en un mundo globalizado, con muchos tratados de libre comercio. En el Perú actual, esta idea tiene un enorme desafío, pues para promover la demanda interna por bienes y servicios producidos en el territorio nacional se requiere de costos y precios muy bajos, capaces de competir con las importaciones cuyos precios relativos son bajos debido al atraso cambiario. Por consiguiente, el nacionalismo económico sólo podría ser creíble si el Perú tuviera altas productividades, lo que no es la realidad actual. Además, esto rige también para cualquier otro tipo de nacionalismo, de centro, derecha o izquierda.

Los chinos, comunistas declarados, sostienen que son un país comunista con dos sistemas: el capitalista que se subordina al comunista, es decir la economía planificada regula y orienta a la economía de mercado. Esta curiosa situación es posible ya que China tiene un régimen político autoritario capaz de planificar en el largo plazo, aprovechando las posibilidades de negocio de empresas capitalistas, bajo reglas impuestas por el estado comunista. Pero lo que se aprecia es que la principal característica económica de China es tener alta productividades en buena parte de los sectores modernos y exportadores, que se combinan con bajos costos de la mano de obra. Todo esto es posible bajo un régimen político vertical que es capaz de generar reglas económicas rígidas, las que engendran una alta credibilidad en los inversionistas, en las empresas y en los países con los que comercia China.

Si la idea de las varias izquierdas es llegar al gobierno dentro de las reglas democráticas, no queda otro camino que redefinir el significado de izquierda en estos tiempos. Me parece que la única posibilidad de tener una propuesta cercana al ideal socialista: “dar a cada uno de acuerdo a sus necesidades y pedir de cada uno de acuerdo a sus capacidades”, pasa por alguna variante social-demócrata. Esto se emparenta con el pensamiento neo-keynesiano o neo-estructuralista, cuya esencia es modular los ciclos económicos para que el desempleo y el sub empleo sean bajos y, al mismo tiempo, establecer políticas redistributivas.

La clave de las políticas redistributivas de corte izquierdista pasa por: ¿cómo redistribuir el capital y el patrimonio sin quitarle a nadie? Pero: ¿qué entendemos por capital y patrimonio hoy? Es obvio que en el siglo XXI el llamado capital humano y el capital intangible son las formas más importantes del capital, a diferencia de los siglos XIX y XX, en los cuales el capital físico (maquinarias, fabricas, etc) fue su principal forma. Por otro lado, el único patrimonio redistribuible son tierras, minas, petróleo, bosques de propiedad del estado. En consecuencia, la izquierda para ser viable debería enfocar su idea económica en algún modelo en el cual el capital humano y los capitales intangibles (creatividad, cocina, arte, patrimonio histórico, cultura, etc.) sean el eje de la economía. Sobre esta base se podría definir las políticas económicas, tanto macroeconómicas como sectoriales. La potenciación de políticas sectoriales con asociaciones público-privadas basadas en resultados medibles es una de las posibilidades de diferenciarse del pensamiento de derecha que detesta las políticas sectoriales. Además, las políticas sectoriales permiten organizar la política a través de los intereses económicos sectoriales. Podría constituir un eje político importante para una izquierda creativa, la que parece no existir en el Perú.

Finalmente, viendo el comportamiento de las varias izquierdas existentes en el Perú es poco probable que tengan la capacidad de articular una doctrina económica creíble y aceptable, una imagen política basada en principios éticos acordes con la solidaridad y la inclusión y un liderazgo convicente.

Lima, diciembre 2017

 

 

 

06/12/17: EL PAPA FRANCISCO EN EL PERÚ Y EL DESARROLLO HUMANO

DESARROLLO HUMANO EN EL PERÚ
A PROPÓSITO DE LA VISITA DEL PAPA FRANCISCO

Efraín Gonzales de Olarte

El enfoque convencional de la economía parte de la idea que un país mejora si su producto bruto o sus ingresos mejoran, es decir, la medida del progreso y del desarrollo económico es el crecimiento del PBI, es decir, el fin último pareciera ser que la producción material e inmaterial crezca. El enfoque del desarrollo humano pone las cosas de otra manera, lo importante de una economía es cuánta oportunidad crea para que sus habitantes estén mejor, o simplemente, que puedan elegir entre una u otra opción de trabajo. Es decir, el indicador económico en este enfoque es cuántas personas logran tener un empleo decente (formal, con salario adecuado y con buenas condiciones de trabajo), cuántos estudiantes logran aprobar sus cursos en el colegio o la universidad, cuántas personas tienen acceso a un buen servicio de salud, independientemente de su nivel de ingresos, o cuanto niños tienen una buena alimentación. Obviamente, para todo esto es importante el crecimiento del PBI, pero no cualquier crecimiento. Si el PBI crece a 3% al año y genera 3% adicional de empleo decente, o si gracias al crecimiento económico los rendimientos educativos y el nivel de estudios mejoran, estamos frente a una economía al servicio de la gente, y no al revés la gente al servicio de la economía.

Precisamente, el Papa Francisco es un promotor de una sociedad con una economía que genere mayores oportunidades para los que menos tienen, es decir promueve una economía redistributiva y solidaria. Pero además, señala que el crecimiento económico no debe depredar más los recursos naturales y no debe ahondar el problema del cambio climático. La propuesta del Papa, en este sentido es todo un desafío, pues nos obliga a conciliar tres grandes objetivos: ser eficientes en lo económico, ser equitativos en lo social y promover la sostenibilidad de la naturaleza. Es decir, promueve un triángulo que en la actualidad es imposible de lograr, pues si quieres ser más eficiente en economía debes maximizar tus ganancias, si lo haces probablemente tienes que pagar menos salarios o debes sobre utilizar los recursos naturales o quemar petróleo para generar energía barata, en consecuencia, no se puede lograr los tres objetivos al mismo tiempo, a menos que cambies de valores y cambies de racionalidad económica y del uso de recursos naturales. Este el verdadero desafío de la humanidad hoy, como morigerar las ansias de ganancias, cómo pensar más en “el otro” y como mantener “nuestra casa común”.

Por ello, la venida del Papa al Perú es un momento importante para reflexionar sobre el futuro nuestro, de todos los peruanos y de todos los suramericanos, pues nos hemos acostumbrado a promover el crecimiento económico sin reparar en sus efectos distributivos y en sus efectos sobre la naturaleza.

En los últimos veinticinco años hemos tenido, ciertamente un crecimiento importante que ha mejorado muchas cosas en el Perú, pero no ha sido un crecimiento equitativo para todos, algunos son mucho más ricos que antes y es verdad que hay menos pobres, pero si la pobreza hubiera disminuido con la misma intensidad con la que los sectores ricos vieron crecer sus ingresos, ese sería el modelo a promover. Pero, esto no ha sucedido, por ello debemos pensar en hacer serios ajustes al modelo de vida y cultura que tenemos, pero esto no pasa solamente por una decisión política, pasa sobre todo por un cambio de forma de pensar la economía, por un cambio ideológico más acorde con que nuestro planeta y sus recursos naturales son finitos. Aquí la ecuación se cierra, pues necesitamos un crecimiento con equidad humana y con sostenibilidad de nuestra casa común.

02/11/17: DESCENTRALIZACIÓN, CORRUPCIÓN Y RECONSTRUCCIÓN

DESCENTRALIZACIÓN, CORRUPCIÓN Y RECONSTRUCCIÓN
Efraín Gonzales de Olarte

La prueba de fuego para la descentralización es la reconstrucción del norte, pues ésta dependerá de la capacidad de coordinación entre los tres niveles de gobierno. Por un lado, los gobiernos regionales y locales quienes están cerca de los problemas de sus respectivas poblaciones, saben de manera directa cuáles son los temas críticos para reconstruir lo destruido por el niño costero y por otro lado, el gobierno central que maneja los recursos financieros tiene la capacidad de asignar los montos necesarios para la reconstrucción además de las capacidades para intervenir directamente en ciertos sectores.
Hasta el momento, los avances son aún desconocidos y todo parece indicar que las grandes obras no avanzan como deberían hacerlo, a tal punto que el director ejecutivo encargado por el gobierno central para la reconstrucción ha renunciado, al parecer por desavenencias con varios gobiernos regionales. Es decir, no se ha llegado a coordinar con los gobiernos sub-nacionales.
La falta de coordinación es uno de los principales problemas de la descentralización. No se ha logrado construir un sistema descentralizado de gobierno, en el que no solamente se sepa cuáles son las funciones de cada nivel, cuáles son sus responsabilidades, sus recursos, pero sobre todo no se ha llegado a tener un ente técnico coordinador y planificador, que permita una acción concertada y ágil del estado.
El otro problema es que el proceso de descentralización ha estado plagado de corrupción en varios gobiernos regionales y municipales, tanto que no sólo hay varios gobernadores y alcaldes con juicios o directamente en prisión, sino que se ha generado una gran desconfianza en la capacidad del estado de actuar éticamente en todo lo que tengan que ver con el gasto público tanto corriente como de inversión. Por ello, para llevar a cabo cualquier proyecto de reconstrucción de una carretera, puente, o alcantarillado, los procesos de licitación tienen tantos candados y duran tanto tiempo que las obras se han retrasado ya de manera preocupante. Las lluvias ya han comenzado y quién sabe si en el próximo verano se habrán concluido por lo menos las obras de defensas y encausamiento y defensa de los ríos, para evitar la inundaciones que tanto daño hacen, sobre todo a los más pobres. Es decir, un país con altos grados de corrupción, en todos los niveles de gobierno, no puede reconstruir rápidamente.
Además, un gran error legislativo fue prohibir la reelección de gobernadores y alcaldes, pues, la falta de experiencia de las nuevas autoridades retrasa la toma de decisiones, más aún si tienen encima todo el sistema de control al cual tienen que habituarse. Estoy seguro que aquellas regiones o municipalidades que tienen gobernantes experimentados lo harán mejor.
Uno de los principales problemas de la descentralización es que no ha logrado conformar una capa de políticos regionales y locales y una masa de funcionarios capaces de mantener políticas de estado de manera eficaz y moderna. Si a esto agregamos que el segundo gobierno aprista redujo los sueldos de gobernadores, alcaldes y funcionarios, decisión desafortunada que ha impedido la creación de una generación de técnicos y gestores con capacidad de formulación y ejecución de proyectos de inversión y de desarrollo, que hoy hacen falta para la reconstrucción.
En conjunto, el proceso de descentralización, no ha logrado construir una instancia de coordinación y planificación con la que el gobierno central, los gobiernos regionales y los municipales puedan trabajar de manera sincronizada y con “checks and balances”, no ha logrado construir una burocracia descentralizada profesional y efectiva, pero sobre todo debido a todos estos factores se ha llegado a una situación de corrupción endémica, v.g. Lavajato, que ha paralizado obras y obstruye una reconstrucción del norte más rápida..
Quizás la coyuntura actual podría ser el pretexto para repensar la descentralización, no tanto como un proceso de transferencia de funciones, sino como un proceso de reorganización del estado, para lo cual ciertamente se necesita planificación concertada de largo plazo, creación de una burocracia profesionalizada y eficaz y un gran liderazgo político, técnico y ético. Será capaz el gobierno de acometer este desafío?
Lima, 30 de octubre 2017

11/10/17: EL PENSAMIENTO ECONOMICO DE LA DERECHA EN EL PERÚ

Hace algunos años llevé a cabo una investigación sobre “el Consenso de Washington” que se utilizó en los años 90 del siglo pasado en América Latina para promover los ajustes estructurales de carácter neoliberal. Uno de los aspectos que estudié, a través de muchas entrevistas en Washington, fue cómo pensaban los economistas del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial, del Banco Interamericano y del Departamento del Tesoro. No me sorprendí al oír que todos tenían un pensamiento económico estándar y neoclásico. Uno de los economistas del FMI, que se ocupaba del Perú, me sintetizó la idea, me dijo que el Consenso de Washington era lo que pensaban los departamentos de economía de las principales universidades norteamericanas.  Estos departamentos – Chicago, Harvard, MIT, Berkeley, Minnesota, etc.- estaban y están dominados por el pensamiento económico neoclásico que promueve la economía de mercado, la intervención restringida del estado, la propiedad privada y la libertad de decisión de cualquier agente económico.

Pero lo más interesante es que, en esas famosas escuelas de economía, han estudiado y estudian los futuros funcionarios de las entidades arriba indicadas, pero también los futuros ministros funcionarios de economía y hacienda, los futuros presidentes, directores de los bancos centrales e inclusive varios futuros presidentes de nuestros países latinoamericanos. No solamente ello, sino que también en muchos casos, estos economistas han generado relaciones de amistad, en las aulas universitarias e incluso muchos han sido roomates. Obviamente, se ha ido generando una comunidad a la que denominé “la corporación de los economistas neoclásicos” que son los que manejan las economías de nuestros países y funcionan como una corporación.

Dadas las bases filosóficas, teóricas e ideológicas de la escuela neoclásica –en todas sus especialidades- los sectores empresariales y capitalistas que, por alguna razón casi siempre son derecha y de variable conservadurismo, han adoptado este paradigma tanto en sus decisiones empresariales de carácter microeconómico y para fijar su posición frente a las políticas económicas y sociales, porque además le son favorables a sus intereses. Es obvio que estamos frente al paradigma dominante actual sobre otras escuelas de pensamiento económica que tuvieron su momento, el keynesianismo o el estructuralismo.

En este contexto, me he preguntado, como lo hace Jean Tirole en su magnífico libro “La economía del bien común”, cómo se conectan los economistas peruanos con la política y ¿cómo? resultan tomando decisiones muy importantes para la vida y el bienestar todos nosotros. Creo que tienen tres rutas. La primera es perteneciendo y militando en un partido político, en cuyo caso la doctrina y la visión económica partidaria hará que tengan diagnósticos y propuestas de políticas económicas consistentes con su ideología. La segunda es a través de la exposición de sus puntos de vista a través de sus investigaciones, libros, artículos periodísticos, y que los políticos adopten sus visiones. La tercera, que es la situación más corriente en el Perú de hoy, es participar en alguno de los movimientos políticos existentes, que no tienen doctrina definida, pero que llegan al poder y a gobernar. Muchos de ellos son en realidad tecnócratas que ofrecen sus conocimientos y experiencia económica a quien se la pida y les pague.

Como los partidos políticos peruanos han dejado de ser lo que deberían ser, la mayor parte de economistas entran a la política por la segunda y tercera vías. Dado el paradigma neoclásico dominante, la mayor parte de economistas que adscriben o han sido formados en esta perspectiva son los que “manejan la economía”. No olvidemos que el ajuste estructural neoliberal fue pro mercado, pro empresarial y anti intervencionista y ha sido apropiado por empresarios y capitalistas como el “modelo que funciona”, lo que hace que economistas neoclásicos capitalistas y empresarios compartan una misma visión económica y, hasta cierto punto, política.

Esto me permite afirmar que, hoy, el pensamiento económico de derecha en el Perú es básicamente neoclásico, a diferencia del pensamiento de derecha de fines del siglo XIX y comienzos del XX, que tenía un componente de identidad política y una visión muy distinta sobre el papel del estado.

El problema central de esta situación es que la teoría neoclásica no ha recibido casi ningún aporte teórico de los economistas neoclásicos de países como el Perú. Nuestros economistas son básicamente “consumidores” de las teorías vigentes en el norte, sin espíritu crítico, fundamental en el pensamiento científico, razón por la cual este pensamiento se ha convertido más bien en una ideología, que es defendida y promovida. Lo cual no es ningún pecado, pero si es grave si se aplica a la política económica sin tener una conexión con “la política” y con el contexto socio económico y político del Perú.

No parece existir el menor deseo de contrastar las bases teóricas de los libros de texto con nuestra realidad, salvo honrosas excepciones, para ver que de pronto varias de las teorías aceptadas como axiomas no funcionan tal y cual dicen los textos o los artículos de la American Economic Review, sino de otra manera, razón por la cual varias de las políticas económicas y sociales no dan los resultados esperados.

El pensamiento neoclásico y, en consecuencia, el pensamiento de derecha se vería enriquecido si las teorías “generales” del norte fueran adaptadas a casos particulares. No creo tampoco que haya que inventar teorías nuevas, lo que sí es esencial es desarrollarlas cambiando algunos o todos sus supuestos, algunas funciones de comportamiento, imaginando otros marcos institucionales. Pero este esfuerzo está fuera de la mente de los economistas neoclásicos criollos. Es decir, tenemos una derecha económica poco creativa y bastante dogmática. A tal punto, que basta que algún economista no neoclásico tenga un punto de vista distinto o que compita con “las verdades neoclásicas y neoliberales”, para que inmediatamente sea calificado con distintos adjetivos, ocultando así su falta de argumentos teóricos o empíricos[1], pero sobre todo impidiendo el debate.

En este sentido son casi religiosos y defensores del dogma neoliberal, lo que obviamente no permite avanzar hacia una síntesis de puntos de vista contrarios. Si hubiere más debate y más apertura intelectual e ideológica tanto las políticas económicas, como las decisiones económicas y, quizás incluso la política, podría mejorar muchísimo en el Perú.

Pero obviamente, esto revela la pobreza teórica e ideológica de la denominada derecha en el Perú.

[1] El mejor ejemplo de este pensamiento se encuentra en un sitio web denominado “Lampadia”, que es la versión criolla del Instituto CATO de Washington, Think Tank del conservadurismo americano más rancio.

13/09/17: La casi imposible formalización en el Perú

LA CASI IMPOSIBLE FORMALIZACIÓN EN EL PERÚ

Efraín Gonzales de Olarte

 

La informalidad es un problema que tiene más de diez definiciones, en consecuencia, su tratamiento puede ser tan disperso como definiciones hay. Si realmente no hay unanimidad conceptual y tampoco definición jurídica convencional puesta en algún código o ley, ¿cómo resolverlo?

Se asume que en el Perú el 70% del empleo es informal y no menos del 40%  PBI también es informal. En el primer caso se refiere a aquellos trabajadores que no tienen contrato laboral, que no tienen beneficios sociales y que probablemente reciben salarios por debajo del mínimo legal. En el segundo caso los productores no tienen un RUC, es decir no tienen un registro tributario que los incorpore como contribuyentes.

¿Por qué no se formalizan? En verdad por tres razones: porque el Estado peruano es tan débil que no los puede registrar y controlar, porque sus productividades son tan bajas que no tienen capacidad de pagar impuestos, seguros sociales, y otras cargas, sin perder, y, finalmente, porque hay una ideología de asedio al estado, sacándole la vuelta, no pagando impuestos y beneficiándose con los impuestos no pagados.

Estamos frente a un problema “duro” casi imposible resolver por un estado débil, bajas productividades y la cultura de “pepe el vivo” que atraviesa todas las capas sociales.

El actual gobierno, que había prometido avanzar con la formalización, hasta el momento ha fracasado, como lo han hecho gobiernos anteriores.

En nuestro criterio para poder formalizar es necesario avanzar en estos tres frentes, de lo contrario no es posible. Pero ante todo nos tenemos que preguntar y responder de manera convincente. ¿Qué entendemos por formalización? y ¿por qué es necesaria la formalización?

De las múltiples definiciones sobre formalización nos quedamos con aquella de que un agente económico es formal si está registrado en las instituciones del estado que le corresponden y que, en consecuencia, se rige por el marco legal económico existente. La formalización es necesaria pues asegura que las actividades económicas se realizan dentro de un marco institucional y legal que garantiza igualdad de derechos y obligaciones de los agentes económicos: empresarios, trabajadores, consumidores, estado. Es decir, la formalización es integradora del mercado con el estado y viceversa.

La meta de la formalización no sólo es legal e institucional, es sobre todo una que define ciertos niveles de productividad que garanticen los costos de la formalidad, consecuentemente exige ciertos niveles de inversión, de calificación de los trabajadores y tecnología adecuada, que en su conjunto permitan la competitividad de los productores y de los trabajadores. Es decir, la formalización presiona a mínimos productivos. Esta es la razón por la cual en el Perú la informalidad es tan alta, es decir, la mayor parte de los productores no cuentan con niveles de capital adecuados, sus trabajadores son poco calificados y sus tecnologías son o tradicionales o de baja calidad.

Por estas consideraciones la lucha contra la informalidad es, en realidad, una lucha por mejorar los niveles de desarrollo productivo, con sus tres componentes, mejoras en la productividad, fortalecimiento del estado, en sus tres niveles de gobierno y el cambio de cultura y la ideología del productor y la del trabajador.

En primer lugar, las mejoras de productividad pasan fundamentalmente por una combinación de mayor inversión – la cual a su vez depende de acceso al crédito- mayor calificación de los trabajadores, de acceso a información sobre posibilidades de negocio. Pero, para que estos tres factores sean efectivamente promotores de aumentos de la productividad se requiere discriminar a las empresas y concentrarse en la pequeña y micro empresa, pues la grande y la mediana no sólo tienen acceso a estos factores, sino que ya tienen productividades que las hacen competitivas. Para promover actividades que inicialmente son de pequeña escala se requiere políticas sectoriales-regionales, es decir, es importante escoger qué sectores se debe apoyar y en qué regiones y una política de estado pro productividad.

En segundo lugar, el fortalecimiento del estado tiene dos niveles, por un lado es necesario recuperar la “credibilidad” en el estado, mediante el funcionamiento eficaz de sus instituciones, en sus tres niveles de gobierno. Por otro lado, es necesario simplificar procedimientos y requisitos para la formalización, esto nos lleva a una reforma de segunda generación, pero que tiene un profundo trasfondo ético y moral. La simplificación se debe basar sobre la “confianza”  que a su vez descansa sobre principios éticos como: la honradez, la verdad, el respeto de los derechos de otros. Hoy lamentablemente, estos principios no sólo se han perdido, sino que hacer lo contrario es lo más común.

En tercer lugar, como derivación de lo anterior tenemos uno de los principales problemas que tiene el Perú, su cultura forjada durante el proceso de reformas estructurales combinada con una dictadura en los años 1990 y 2000. La idea liberal que combina libertad con competencia mercantil, ha sido degrada a competencia en base a corrupción, engaño y el comportamiento de Pepe el vivo. Es una cultura chicha donde todo vale, las normas sólo las usamos si nos favorecen y hay que usar del estado para medrar, para asediarlo. Es decir, el estado no es nuestro sino ajeno.

Obviamente, lograr cumplir con estos tres objetivos para la formalización es casi imposible en el Perú. Por ello, cada vez está más vigente que nunca aquella frase: en el Perú los problemas se solucionan solos o no se solucionan.

18/07/17: Ciclo político y ciclo económico. Perú 2017

 

LA POLÍTICA AFECTA A LA ECONOMÍA Y LOS PERUANOS PERDEMOS

Efraín Gonzales de Olarte

Los comentaristas y algunos “gurúes” de la economía han pasado de afirmar que el “ruido político” afecta la inversión a que la crisis política está parando la economía. Es decir, comienzan a reconocer que la economía y la política están estrechamente ligadas. Sólo que antes “el ruido” político era un estorbo para la inversión, es decir que los políticos estaban creando una atmosfera que afectaban las “expectativas” de los inversionistas, y en consecuencia había que disciplinar o invocar a los políticos que no hagan tanto ruido.

Ahora la situación es distinta, el enfrentamiento entre ejecutivo y legislativo, la pusilanimidad del Presidente ante las bravatas de una oposición empeñada en vacarlo, pero sobre todo, la tormenta generada por la masiva corrupción desatada por las malas prácticas de Oderbrecht, que en su conjunto han convertido a la política peruana en una fuente de incertidumbre, de vergüenza y de inestabilidad. Estamos frente a una crisis política inédita y de duración indeterminada, que obviamente comienza a convertirse en una segunda fuente de freno al crecimiento económico.

Hoy, además de la clásica crisis del comercio exterior peruano debido a factores externos y exógenos, que explica la tendencia decreciente del producto bruto interno, tenemos un conjunto de señales políticas que afectan y afectarán los comportamientos económicos. Es decir, se han generado dos fuentes de recesión y estancamiento económico.

Por el lado económico, los grandes y medianos inversionistas piensan dos veces antes de emprender proyectos nuevos, dado que no se sabe si las tensiones entre el congreso y el ejecutivo pueden generar leyes controvertidas con sus intereses, o peor aún, sus contrataciones con el Estado peruanos se van a hacer más lentas debido a los temores de corrupción. En cambio los pequeños inversionistas, cuyos proyectos son en general de rápida maduración, invertirán en función de la demanda del bien o servicio que ofrezcan, pero igualmente lo harán con cautela, pero invertirán porque no tienen alternativa de hacerlo fuera del país.

Por otro lado, el estado que se ha pasmado debido al permanente entredicho entre ejecutivo y legislativo, hace inversiones con mucha menor velocidad para cumplir con todos los requisitos, para evitar que haya corrupción, además varios gobiernos regionales y locales están con procesos administrativos y con juicios por mala gestión. Es decir, tampoco el estado está en condiciones de contrarrestar los efectos de la caída externa.

En resumen, por el lado económico externo e interno todo se está parando. La política se ha finalmente reconectado con la economía, pero por el peor lado, por el lado de la creciente incapacidad del estado y del gobierno de manejar la economía con un mínimo de credibilidad. Todo ello debido a que no hay posibilidades visibles de arreglos políticos entre oficialismo y oposición, para en primer lugar darle gobernabilidad al actual gobierno y, en segundo lugar, para reordenar y disciplinar el aparato estatal en todos sus niveles. Esto no se pude hacer con un gobierno débil, petardeado por un congreso mediocre y obsesionado con no dejarlo gobernar.

La peor combinación en política es un gobierno pusilánime con un congreso con mayoría absoluta cuyo poder es utilizado para fines particulares y no para el bien común.

 

22/06/17: Reconstrucción del norte: oportunidad para no desperdiciar

RECONSTRUCCIÓN DEL NORTE: ¿PARA RECUPERAR INFRAESTRUCTURA O PARA NORMALIZAR LA VIDA DE LA GENTE?

Efraín Gonzales de Olarte

La destrucción de las ciudades, poblados y campos del norte ha tenido un impacto enorme sobre las condiciones de vida de las personas y familias, debido a las pérdidas materiales que han sufrido. Por ello, es importante promover una reconstrucción de las condiciones de trabajo y vida de las personas, en función de ello es que hay que plantear la reconstrucción de la infraestructura pública y privada. Plantear como objetivo principal y único la reconstrucción de puentes, calles, carreteras, canales de riego es un camino equivoco basado en una visión según la cual el desarrollo es la acumulación de cosas: maquinarias, casas, edificios, etc. en lugar de plantear recomponer las familias y su vida social y económica, para lo cual se requiere lo anterior. Este es el camino correcto para que la reconstrucción sea efectiva, durable y socialmente responsable. Reconstruir infraestructura es mucho más fácil que reconstruir vidas.

Las metas de reconstrucción deberían ser definidas de la siguiente manera y con los siguientes objetivos: 1. Cómo regenerar el empleo dependiente y cómo facilitar el auto empleo perdidos. 2. Cómo recuperar las viviendas de las familias y aprovechar para ubicarlas mejor y para que tengan acceso a agua, desagüe y electricidad. 3. Cómo recuperar la infraestructura productiva (tierras, talleres, bodegas, etc.). La programación de las inversiones en la reconstrucción debería ser funcionales a estos objetivos, de tal manera que se reconstruya las economías locales y regionales previamente existentes, a través de la reconstrucción de la infraestructura básica y de la productiva.

El segundo tema es cómo incorporar a las personas y familias en la solución de sus problemas, es decir, es importante la participación civil en asociación con el estado y, eventualmente, con el sector privado para que el proceso de “normalización de la vida de la gente” y de la reconstrucción de infraestructura que contribuya a recuperar, sino mejorar, las estructuras sociales y el rol de las personas en cada lugar afectado. Es decir, es fundamental evitar el asistencialismo y el posible clientelismo que, eventualmente, se generan en este tipo de intervenciones del estado. Para ello, los procesos previos de organización de los damnificados, de un planeamiento participativo y de una priorización de las acciones es fundamental. No se puede emprender un proceso de esta naturaleza sin un plan estratégico, sobre todo teniendo en cuenta que los recursos financieros del Estado son limitados.

Es obvio que hay cierta infraestructura cuya recuperación, reparación o construcción se debe hacer de manera inmediata, para afrontar las contingencias posibles del verano del 2018. Pero aún en estas acciones, la contratación de trabajadores debería tener como prioridad a los afectados, para que puedan tener ingresos aun temporales.

En el resto de acciones se requiere de una concertación de acciones entre los afectados, el Estado (gobiernos regionales y locales y la Autoridad para la reconstrucción) y la sociedad civil (ONGs, gremios, asociación de padres de familia, asociaciones de usuarios), para que el proceso tenga “fortaleza social” desde el inicio y se consolide en el proces.

La clave de la reconstrucción socio-económica y material reside en el enfoque que se le dé. Si partimos de la idea de: ¿qué podemos hacer por ellos? estaremos generando un proceso débil, pues la reconstrucción sólo dependerá de lo que hagan terceros y el asistencialismos y clientelismo aparecerá rápidamente. Es más importante partir de la idea ¿qué pueden hacer los afectados por ellos mismos? y combinarla con la anterior. Si se logra esta combinación de enfoques la reconstrucción podrá generar desarrollo sostenible y humano en el largo plazo.

Junio 2017