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18/07/18: José Maria Caballero: un economista comprometido

UN ECONOMISTA COMPROMETIDO: JOSE MARÍA CABALLERO
Efraín Gonzales de Olarte

Conocí José María Caballero (JMC) hace cuarenta años, cuando leí un documento suyo “Reforma y reestructuración agraria en el Perú” , cuya principal conclusión decía lo siguiente:
“La principal consecuencia que yo extraigo de esta visita a la estructura agraria que emerge tras la reforma es que nos encontramos de un lado, frente a un proceso de desarrollo del capitalismo de estado en la agricultura, y de otro frente a un proceso de liberación de la opresión gamonalista sobre el campesinado, sin que se abra, sin embargo, para éste una vía de desarrollo a largo plazo. La reforma profundiza el capitalismo allí donde las relaciones capitalistas existían ya, cambiando además su carácter para darle un tinte estatal; para ser más exacto un tinte estatal-cooperativo, en el sentido que más adelante precisaré. Donde las relaciones capitalistas estaban ausentes, la reforma es incapaz de crearlas, aunque si destruye en gran medida las “formas semiserviles”, en el sentido en las que definiera más arriba. La opresión señorial sobre el campesinado cede, fenómeno que ya venía sucediendo en las últimas décadas y que la R.A. ha acelerado poderosamente. Se encuentra en este sentido más libre. Libre pero sin futuro. Libre pero condenado a la miseria. Y esto no se debe tanto a la extracción –directa o a través del mercado- del excedente que genera, como a que el desarrollo del capitalismo, al tiempo que horada las bases de la economía y la cultura campesina, se muestra incapaz de incorporarlo al modo de producción capitalista, sin dejarle espacio tampoco para su florecimiento independiente. El progreso social del campesinado empobrecido peruano no es posible bajo el capitalismo. Es tarea del socialismo”.
En aquel entonces, me impresionaron dos cosas de la visión de José María. Primero, que un economista de origen español hubiera entendido la complejidad de la estructura agraria peruana de aquel entonces, en una estadía relativamente corta, mostrando una sensibilidad intelectual para comprender un fenómeno como la reforma agraria, que obviamente había sacudido al “establishment” rural y peruano de entonces. En segundo lugar, su convicción que para los pobres del campo, los campesinos, no habría solución en el capitalismo y que era tarea del socialismo. Pese a que el “gobierno revolucionario de las fuerzas armadas” había logrado conmover la estructura tradicional y semi-feudal del agro peruano, sin embargo su reforma no favorecía a quienes deberían haber sido sus principales beneficiarios: los campesinos pobres, sobre todo los de la sierra peruana. Llegar a semejante conclusión era justamente contrario a lo que se esperaba y la investigación de Caballero tenía un sólido sustento empírico y analítico. Por entonces, yo estaba abocado a una investigación sobre las economías campesinas del Cusco y constatábamos el aserto de Caballero, en el campo.
Un tiempo después lo conocí personalmente, no recuerdo bien si en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) o en el Instituto de Estudios Peruanos (IEP), pues los dos trabajábamos en ambas instituciones, a fines de los años setenta y comienzos de los ochenta del siglo pasado. Su formación académica era muy sólida, había estudiado la Maestría en Economía en la Universidad de Sussex y había venido al Perú para tener una experiencia en un país del sur y para buscar un tema sobre el cual desarrollar su tesis doctoral. Su elección fue precisamente la economía política de la reforma agraria peruana de los años setenta y su asesor era otro estudioso de la economía peruana: el profesor inglés Valpi FitzGerald quien escribió dos libros sobre la economía política de las reformas estructurales llevadas a cabo por la Junta Militar presidida por el General Juan Velasco Alvarado. Aquellos años fueron de una gran actividad intelectual y académica en torno a las reformas velasquistas, las que además fueron parte de una corriente de gobiernos reformistas y progresistas en latino-américa: Bolivia, Chile, Uruguay, Panamá.
El sector rural y la agricultura fueron sujetos de innumerables investigaciones y estudios y la reforma agraria el “campo” del debate tanto entre la derecha y la izquierda, pero sobre todo dentro de la fragmentada izquierda peruana, que una parte apoyaba las reformas velasquistas asumiendo que eran de corte socialista y la otra, de la cual hacia parte José María Caballero, que sostenían que eran reformas burguesas para desarrollar el capitalismo, sobre la base de un estado que se hizo propietario y productor en los sectores económicos más importantes de la economía, los denominados sectores estratégicos. Frente a tal controversia, se desarrolló una intensa actividad investigadora, en buena parte financiada por fundaciones extranjeras y organismos internacionales que tenían curiosidad por saber del transcurrir y destino de las reformas socio-económica y políticas del gobierno militar “ni capitalistas ni socialista” y obviamente conocer el futuro económico y político del Perú.
El IEP, el principal instituto de investigaciones independiente del Perú, fue uno de los centros que se interesó en estos temas y llevó a cabo varios proyectos de investigación, siendo uno de ellos el proyecto sobre: “La reforma agraria y desarrollo rural en el Perú”, para el cual creó un equipo multidisciplinario de investigación dirigido por José María Caballero. La idea era investigar en profundidad las principales aristas de dicha reforma y, sobre todo, analizar sus resultados. Sobre ellos se comentan extensamente en los otros artículos de este libro.
Así la reforma agraria, las políticas agrarias, las cooperativas agrarias, los campesinos y sobre todo la estructura agraria se convirtieron en la temática estudiada por José María y su equipo. Pero indudablemente, había una característica del Perú que había que incorporar en el análisis de lo contrario no se entendería el problema agrario en el Perú: las diferencias espaciales de la agricultura y la ganadería. La costa y la sierra eran no sólo geográficamente distintas, sino también habían tenido historias distintas, pues el desarrollo agrario fue diferente, primero por razones espaciales, la costa tiene agricultura en 57 valles irrigados por ríos intercalados por amplios desiertos, en cambio la sierra, por su orografía, tiene centenas de valles estrechos irrigados por ríos de distinto caudal y, sobre todo, tierras de secano en terrenos con pendientes variables, en algunos lugares con andenería, y grandes extensiones de pastos naturales en sus partes más altas. En segundo lugar, las historias agrarias han sido diferentes, las haciendas azucareras de la costa han sido muy distintas de las haciendas agrícolas o ganaderas de la sierra, las relaciones capitalistas y la tecnología en la costa, antes de la reforma agraria, estaban muchos más desarrolladas que en la sierra, la cual en gran parte tenía relaciones pre capitalistas y en varios lugares relaciones semi-feudales y los hacendados eran denominados “gamonales”. Además, existían las comunidades campesinas, en aquel entonces en un número superior a las tres mil, con una población cercana a los tres millones de campesinos, con relaciones de trabajo y de servidumbre variables con las haciendas colindantes, pero con sistemas organización interna basadas en el trabajo recíproco “ayni” o trabajos colectivos sobre recursos colectivos (tierras de labranza y pastos naturales) la “minka”. Era pues un mundo complejo, con pasado muy denso y tecnológicamente atrasado.
Quizás por esta razón José María se interesó en entender la sierra peruana y trabajó en un libro excepcional: “Economía agraria de la sierra peruana, antes de la reforma agraria de 1969”, que fue publicado por el IEP. Es un gran fresco de lo ocurrido en el mundo rural de la sierra antes de la reforma agraria, visto desde la perspectiva de la economía política, que a muchos nos ayudó a entender por qué la reforma agraria y las otras reformas del gobierno militar no resolverían el gran problema de la sierra peruana, que era una combinación de bajas productividades, relaciones sociales pre capitalistas, grandes distancias a los mercados y la pobreza de los campesinos.
Uno de los temas centrales del desarrollo en el Perú era y, sigue siendo, el medio y los mecanismos para impulsar el desarrollo humano de los campesinos en particular y de los habitantes rurales en general. Su desarrollo vendría desde afuera como un proceso de absorción por las ciudades vía su integración a mercados de trabajo urbanos o desde dentro vía el incremento de sus productividades y la diversificación de sus productos, acompañado del cambio de destino de sus mercados, por ejemplo para la exportación. Obviamente, las reformas velasquistas no tenían una visión clara de cómo resolver este problema y esto es lo que sostenía JMC en sus estudios.
Su equipo del IEP produjo un importante número de publicaciones que permitieron, por primera vez en el Perú, tener una visión amplia y minuciosa de los principales ángulos del complicado problema agrario y de sus relaciones con el resto de la economía y la sociedad, para el período pre reforma agraria y de la reforma misma. Varios de sus colaboradores siguieron trabajando en los temas iniciados con JMC durante varios años, lo que muestra la importancia de la investigación en equipo con la dirección, de un maestro visionario.
Más allá de los problemas agrarios, José María era un excelente profesor de economía, sus alumnos de la PUCP lo recuerdan como un defensor de la Escuela de Cambridge (Inglaterra) en controversia con la escuela de Cambridge (USA) en su mayor parte neoclásicos seguidores de Paul Samuelson, Robert Solow y otros, enfrentados a la Profesora Joan Robinson, Nicholas Kaldor y otros, en la famosa y, casi olvidada, “controversia de Cambridge” sobre el capital y la teoría que lo sustentaba. Este espíritu dialéctico y de debate fue parte de la formación de los estudiantes de la PUCP de los años 70 y 80s, espíritu que hoy está siendo peligrosamente reemplazado por la extrema formalización matemática, el fuerte peso de la econometría y por la pérdida de contacto con la realidad en muchos aspectos, que profesores como JMC insuflaron en la formación de los economistas.
Dentro de su perspectiva, defendía la idea de John M. Keynes, según quien un buen economista debería ser un buen historiador, un buen matemático y buen escritor. Debido a su formación europea –hispano-británica- JMC combinaba de manera natural sus aproximaciones económicas, con una visión histórica y humanista, que lo convertían en un economista y un humanista al servicio de la enseñanza y de la investigación. Siempre recalcaba que el economista tiene su razón de ser si sirve a su sociedad, para mejorarla y cambiarla hacia una más justa y más integradora. Era pues un economista comprometido con su tiempo y su sociedad, es decir aquella en la que él vivía, estudiaba y comprendía. Un ejemplo a seguir.
Un trabajo suyo sobre las cooperativas y socios de las cooperativas agrarias generó debate. JMC postuló que lo socios de las cooperativas tenían una suerte de esquizofrenia, razón por la cual dichas cooperativas terminarían fracasando y, uno de los pilares, de la reforma agraria “ni capitalista ni comunista” no tendría futuro. La idea era que los cooperativistas eran, por un lado, copropietarios y por el otro lado trabajadores, la pregunta era ¿Cómo conciliarían dos roles contradictorios?, es decir, optarían por la maximización de las ganancias de la empresa cooperativa o abogarían por mejores ingresos laborales. Un problema distributivo concentrado en una sola persona, mientras que en el capitalismo los dos roles se asocian a dos personas diferentes. De ahí la esquizofrenia.
La pregunta era legítima y no había forma de soslayarla si uno quería saber el futuro microeconómico de la reforma agraria. Los hechos posteriores dieron razón a la teoría de JMC, pues las cooperativas entraron en crisis económicas y posteriormente se fueron desintegrando, en la medida que los “socios” se comportaron más como trabajadores –pidiendo sus reivindicaciones sociales- antes que como propietarios, esto debido básicamente a que el Estado peruano mantenía una supervisión cercana a la del propietario y en la práctica era el propietario. Los cooperativistas nunca se sintieron realmente propietarios, porque no tenían capacidad de decisión autónoma, hasta que se fragmentaron y repartieron las cooperativas, entonces se convirtieron en pequeños propietarios.
José María no sólo era un teórico, un investigador empírico y profesor universitario, era sobre todo un hombre comprometido con la gente que estudiaba. Recuerdo que en uno de los últimos congresos de la Confederación de Campesinos del Perú (CPP), que se llevó a cabo en la Comunidad de Equecco Chacán en la Pampa de Anta en el Cusco el año 1978, participó activamente en las discusiones sobre ¿qué hacer para incorporar al campesinado en la economía y la sociedad peruana? Para entonces el gobierno militar había tenido una crisis, que debido a una enfermedad incurable del General Velasco fue reemplazado por el General Morales Bermúdez y, sobre todo, porque la crisis económica y el relativo fracaso de las reformas militares estaban llevando al fin de aquel experimento. En consecuencia, la confederación debía evaluara la situación y tomar decisiones sobre el futuro de la reforma agraria para los campesinos.
Las discusiones eran largas y tediosas, los acuerdos se llegaban a las 3 o 4 de la mañana, cuando la mayor parte de los participantes se dormían. En esos momentos prevalecía el criterio de la directiva y de los que todavía estaban despiertos, pero sobre todo las decisiones se definían en función de la “correlación de fuerzas” entre los partidos de izquierda que participaban en las distintas federaciones campesinas departamentales y en la CCP. Uno de los temas críticos era si invadir o no las cooperativas, que ya estaban comenzando a parcelarse. José María intervino en varios momentos siempre en favor de la mejora de los campesinos y sus opiniones eran muy tomadas en cuenta.
Al terminarse el financiamiento para el proyecto sobre la reforma agracia JMC comenzó a planear su vuelta a Europa y a Cambridge, pues tenía pendiente la tesis. Su partida fue muy sentida sobre todo por sus colaboradores más cercanos y por sus colegas, como yo, más cercanos en aproximaciones teóricas, preocupaciones e investigaciones. Sabíamos que la investigación agraria sufriría con su partida.
Pese a su brillantez JMC no logró terminar su tesis doctoral en Cambridge, que tuvo que ser sobre la reforma agraria en el Perú. Nunca conversé sobre este tema con él, era un tema delicado. Al respecto, años después, tuve una conversación con su asesor el profesor E.V.K. FitzGerald. Le pregunté qué pasó con la tesis de José María, él me respondió que el problema era que el asesorado era más brillante que el asesor. Tuve que inferir que JMC no había logrado escribir lo que hubiera querido y lo que se esperaba de él, después de un largo período de investigaciones. Quizás por esta razón publicó dos artículos en el Cambridge Journal of Economics, sobre la eficiencia de la aparcería y sobre el intercambio desigual entre campesinos y no campesinos, con lo que, hasta cierto punto, cerró su capítulo académico relacionado con el Perú y se fue a trabajar a la FAO en Roma.
Posteriormente, sólo lo vi episódicamente en Roma o en Lima, sobre aquella etapa de su vida, tanto Héctor Maletta como Raúl Hopkins tienen una apreciación presentada en este libro a la que yo me remito.
Antes de terminar esta breve nota de recuerdo a un gran economista y mejor amigo, quisiera reflexionar sobre su poderosa hipótesis según la cual los problemas del campesinado no se pueden resolver bajo el régimen capitalista y que es tarea del socialismo lograrlo.
En primer lugar, su percepción fue de un período de grandes cambios sociales en el Perú y de gran efervescencia política, cuando el Perú tenía una estructura agraria incompatible con un desarrollo capitalista, sobre todo en la sierra y los campesinos habían logrado organizarse en torno a sus intereses en la Confederación Campesina del Perú (CCP) que tenía una dirección política de izquierda socialista. El socialismo aparecía como una posibilidad y requería de una organización y representación política para ser viable. El Perú transitó por esta senda después que la dictadura militar cayera y se convocara a elecciones democráticas, previa aprobación de una nueva constitución. Las posibilidades de la izquierda de llegar al poder por la vía electoral estuvieron abiertas en los años 80’s, en Lima se eligió a un alcalde de Izquierda, Alfonso Barrantes, quién posteriormente como candidato a la presidencia de la república llegó con la Izquierda Unida al “ballotage” con el APRA y Alan García el año 1985. Debido a la diferencia en la votación Barrantes declinó pasar a la segunda vuelta y, creo, que ahí se acabaron las posibilidades de la izquierda de llegar al poder, en consecuencia, creo que también se cerró la posibilidad de una vía socialista para los campesinos y pobres del campo.
En segundo lugar, después del desastroso primer gobierno de Alan García una parte de la izquierda, no creyente en el sistema democrático electoral, pasó a las armas e instauraron una guerra particular basada en acciones terroristas aisladas pero bien coordinadas, en la cual los campesinos fueron conminados a seguir a Sendero Luminoso en base a acciones de terror y al miedo, es decir, cualquier posibilidad de mejoría para los campesinos pasaría por someterse a una dictadura del “pensamiento Gonzalo”. Obviamente, ese socialismo no era el que presumía JMC. Finalmente, cayeron los principales líderes de los movimientos que creyeron en la guerra popular como la vía para refundar el Perú y estos movimientos languidecieron, con sus líderes en la cárcel,
En tercer lugar, en 1990 el Perú había llegado al límite de un país viable. La administración aprista dejó en bancarrota económica y financiera al Perú, medio país estaba en estado de emergencia por las acciones terroristas y el Estado peruano estaba a punto de colapsar, pues se sostenía con una presión tributaria de 5% del PBI. Si alguien tenía un accidente debía ir a una posta médica, portando su algodón, gasa, agua oxigenada y algún medicamento, pues lo único que podían ofrecer eran médicos y enfermeras calificados. Esta triple crisis –económica, política y estatal- fue asombrosamente superada gracias al apoyo de los organismos internacionales que promovieron las recetas del “Consenso de Washington”, que permitieron que el Perú saliera de su crisis financiera. Sin embargo, la salida política fue a costa de apoyar un régimen denominado “democradura” o “dictablanda”, en la medida que el gobierno del Ing. Alberto Fujimori se salió del orden constitucional, cerró el congreso, eliminó los gobiernos regionales, intervino el poder judicial, en base a un golpe de estado el año 1992, apoyado por los militares y con la asesoría de un nefasto personaje: Vladimiro Montesinos. La comunidad internacional instó al gobierno fujimorista a reestablecer la democracia, lo que sucedió con la aprobación de una nueva constitución (1993) hecha por un congreso constituyente. El modelo económico neoliberal liberó todos los mercados, abrió la economía a la competencia internacional, atrajo capitales que se concentraron en la minería, finanzas y servicios en base a las privatizaciones y concesiones lo que coincidió con una coyuntura excepcional de capitales internacionales excedentarios buscando donde invertir. El efecto fue que la economía comenzó a crecer nuevamente, pero la pobreza no retrocedía y las desigualdades se acentuaron. Bajo este régimen los campesinos se favorecieron de las políticas sociales y parte de su producción fue requerida para proveer a los programas sociales, cuyo efecto conjunto fue el inicio de la reducción de la pobreza hacia mediados de los años noventa.
El año 2000, el fujimorato quiso re-elegir por tercera vez al Ing. Fujimori, para lo cual el gobierno, bajo la asesoría de Montesinos, urdió una serie campañas y procesos para facilitar la reelección, sin embargo, se filtraron varios videos en los cuales se observaba al asesor comprando votos en el congreso, campañas en los periódicos y en la televisión, es decir finalmente se hizo transparente el carácter corrupto del gobierno fujimorista. El epílogo fue que el Ing. Fujimori renunció por fax desde el Japón y el Congreso terminó eligiendo al Dr. Valentín Paniagua como Presidente de la república en un gobierno de transición. Posteriormente, se eligieron cuatro gobiernos consecutivos, que mantuvieron el modelo económico y gracias a la extraordinaria coyuntura financiera internacional la economía creció como nunca entre 2003 y el 2014. Este crecimiento redujo la pobreza urbana de manera drástica, la pobreza rural y la extrema pobreza si bien se redujeron, no lo hicieron a la velocidad de la urbana, lo que mantuvo las desigualdades. Los campesinos no parecen tener un mejor destino aún con un gran crecimiento, en mi criterio porque el modelo económico primario-exportador y de servicios no los integra en la dinámica económica de las ciudades y de la costa. ¿Sigue teniendo razón José María Caballero? Quizás sí, sin embargo un proyecto político socialista no sólo está ya lejano, sino que dadas las nuevas estructuras económica, social y política, proponer cambios radicales ya no es “políticamente correcto” ni económicamente viable, dada la globalización. Creo que la solución a los problemas de pobreza, sub empleo y bajos niveles de bienestar de los campesinos consiste en que las ciudades los absorban, que se integren a mercados de trabajo en los sectores modernos del campo y que algunos cambien su matriz productiva reduciendo su autoconsumo y aumentado su oferta mercantil. Es decir, creo que la solución para los campesinos ya casi no está en el campo sino en la ciudad, es decir, la solución está en que dejen de ser campesinos y se integren en otros sectores. No sé qué pensaría José María sobre estas afirmaciones, pero estoy seguro que estaría de acuerdo con aquel sistema que resuelva los problemas de los campesinos como personas, antes que como productores-consumidores.
Quiero terminar recordando a José María como el ser humano entrañable que era. Fue un buen padre. Lo recuerdo leyendo a sus dos hijos: Rodrigo y , Amadis de Gaula de Rodriguez de Montalvo antes de dormir o tocándoles la flauta con una pasión de músico, todo esto en su departamento de Residencial San Felipe. Creo que también fue un buen esposo y con seguridad un gran amigo. El estaba comprometido con la vida, con la familia con la cultura, eso lo ha hecho una persona inolvidable.
Ahora que ya no está con nosotros, me parece muy significativo que sigamos evocándolo y citándolo como si él aún estuviera. Hay personas que te marcan para toda la vida y una de ellas fue José María Caballero, maestro, padre y amigo.
Lima abril 2018.