LA ECONOMIA POLÍTICA DE LA INVERSION EN EL PERU
Efraín Gonzales de Olarte
Durante mucho tiempo la tasa de inflación ha sido el indicador económico con mayor repercusión en la política. Una alta tasa de inflación generaba impopularidad en el gobierno de turno y obligaba a medidas de ajuste, en general fiscales y monetarias, con efectos tanto en las economías familiares, como empresariales. Desde que la tasa de inflación se mantiene baja en el Perú esta variable ha dejado de tener una connotación política como antaño. En los últimos tiempos, la inversión es la variable que ha reemplazado a la inflación. La popularidad del régimen depende de cómo va el proceso de inversión y, sobre todo, cómo va la inversión privada. Si por alguna circunstancia, digamos el movimiento regional de Cajamarca que impidió la ejecución de la inversión en el proyecto Conga, inmediatamente el gobierno comienza a perder popularidad y se encuentra entre dos fuegos: por un lado el empresariado que protesta por la incapacidad del gobierno y del estado para promover la inversión y, por otro lado, la población organizada o no que protesta porque el proyecto particular la afecta ya sea desde el punto de vista ambiental, por el uso alternativo del agua o, simplemente, porque de esos proyectos de inversión no sienten que los favorezcan tal como favorecen a los inversionistas. En consecuencia, la inversión se convierte en un hecho político. Frente a esta realidad, los medios de comunicación toman partido por uno u otro lado. Los que defienden los intereses empresariales, dicen en primer lugar que están defendiendo el crecimiento económico y la estabilidad social, basado en el razonamiento siguiente: si la inversión no se da en un proyecto habrá un efecto contagio y otros proyectos se retractarán, además una menor inversión significará un menor empleo, menores ingresos fiscales, en consecuencia más pobreza. La idea es que oponerse a la inversión es oponerse al crecimiento económico. Los adversarios de la inversión señalan que tantos años de inversión y de crecimiento no ha reducido las desigualdades, debido a que las tasas de crecimiento del producto son siempre más altas que las tasas de crecimiento de los ingresos salariales y no salariales. En consecuencia, la baja de la inversión no los va a afectar tanto como los inversionistas sugieren. Se trata, nuevamente, de una pugna política de intereses. El problema de fondo es: ¿por qué la inversión privada y pública no genera más empleo y no disminuye las desigualdades, que en la práctica es la fuente del conflicto distributivo existente? La respuesta tiene dos componentes. Por un lado, la inversión privada tiende a colocarse en sectores con muy baja capacidad de multiplicación del empleo y de la producción y con muy altas productividades, como es la minería, electricidad, gas y petróleo, esto debido a las tecnologías empleadas. El problema adicional es que estas tecnologías son de tal escala o magnitud (es decir necesitan grandes inversiones) que no pueden ser imitadas por sectores medio y pequeños. No hay difusión tecnológica. Por otro lado, la inversión pública se da básicamente en infraestructura funcional a los sectores más importantes como la minería y el comercio, en consecuencia no tiene un rol promotor de iniciativas productivas, sino un rol de acompañamiento de la estructura productiva ya establecida. Todo esto se debe a que el modelo económico peruano se ha basado en la promoción de los recursos naturales con alta rentabilidad diferencial –minería, gas, petróleo- y ha generado un modelo que depende de la inversión en estos sectores. Si el modelo económico promoviera la inversión en sectores transformadores e industriales, la historia sería diferente, tal como muestran las experiencias de muchos países, sud este asiático, Brasil, Nueva Zelanda, etc. En consecuencia, el modelo primario exportador y de servicios que tiene el Perú desde los años noventa, ha ido generando sus propias variables políticas y obviamente, en cuanto los precios internacionales de los minerales han comenzado ir para abajo la inversión en estos sectores ha ido cayendo. El problema del Perú es que no tiene sectores alternativos atractivos para los inversionistas extranjeros, que no dependan de la renta natural sino de la productividad de los factores, particularmente de la fuerza de trabajo. Por ello, es laudable, iniciativas como las de la diversificación productiva, pues apuntan a incorporar nuevos sectores atractivos al inversionista.