Efraín Gonzales de Olarte
La desigualdad en la distribución del ingreso y de la riqueza en el Perú es un serio problema social que no parece tener solución, es una desigualdad rebelde ¿porqué?
Una de las características más importantes de la economía peruana es la escasa relación entre productividad y los ingresos de los trabajadores, de ahí que el PBI per cápita haya crecido en 64 % mientras que las remuneraciones sólo en 22 %, durante los últimos 10 años. Esta asimetría es una de las principales causas de la desigualdad.
Por un lado, tenemos varios sectores donde la productividad es muy baja, como la agricultura tradicional, servicios informales, el comercio ambulatorio, etc. y como consecuencia los ingresos laborales son muy bajos. Esta es la principal fuente de pobreza. Por otro, hay sectores cuyos ingresos no dependen de la productividad si no de las rentas diferenciales, la minería, el gas, el petróleo, en los cuales las ganancias y la renta por explotación de los recursos naturales constituyen más del ochenta por ciento del ingreso. Esta es una de las principales fuentes de concentración del ingreso, en consecuencia de desigualdad.
En el fondo, las fuentes de los ingresos (flujos) están en la propiedad, la riqueza y el capital humano (stocks). En el Perú la propiedad y la riqueza está concentrada, mientras que el capital humano es de bajo nivel, es decir, la fuerza laboral en promedio tiene bajas calificaciones educativas y laborales, de ahí que las remuneraciones tampoco sean altas. Obviamente, hay un segmento minoritario de la población que tiene educación técnica o universitaria y ganan bien, pero son los menos. En buena cuenta la desigualdad de riqueza material y humana (stocks) define la desigualdad de ingresos (flujos).
Frente a ello hay dos cosas que se puede hacer. Redistribuir stocks o redistribuir ingresos. La redistribución de stocks se debe concentrar en la mejora del capital humano y esto significa educación de calidad al alcance de, sobre todo, los pobres. Esta es casi la única solución para reducir la desigualdad en el largo plazo y, sobre todo, para conectar la productividad con los ingresos. La redistribución de flujos debe ayudar a reducir la pobreza, pero no va a resolver nunca el problema de la desigualdad.
Publicado en enero del 2013, El Comercio Suplemento D1