La tarde del jueves pasado tenía una hora libre en mi consultorio. Estaba ahí en el escritorio sin mucho qué hacer. De repente, desde la ventana de atrás, que da a un jardín interior y, más allá, a la espalda de las casas vecinas, escuché los gritos de una mujer, proveniente de una de esas casas. Los gritos eran de enojo y llamaba “par de conchudos” a dos personas, de las que no se escuchaba ni pío.
Lo que siguió fue entre media hora y 45 minutos de gritos provenientes de esa casa, todos de esa misma mujer. Al poco tiempo de iniciado este griterío, pude darme cuenta de que le hablaba especialmente a otra persona del sexo femenino, que yo asumí que era su hija, a quién le decía, cosas como “inútil de mierda”, “conchuda”, “estúpida”, “idiota”, entre otras perlas, como carajos, mierdas y puta madres hasta para regalar.
Casi finalizando el desagradable episodio, escuché a la mujer en cuestión exigirle a grito pelado a esta otra persona que sacara algo o le mostrara algo. La otra persona no le respondía, o si lo hacía no se escuchaba. Vale aclarar que la distancia entre las casas es relativamente grande. Hay que gritar mucho para que se escuche a la casa vecina, así que lo normal es que no se escuche la respuesta.
Al parecer la otra persona no “sacaba” o no “enseñaba” lo que quería la mujer de los gritos, por lo que exigía cada vez con más fuerza y de forma más imponente y con más volumen de voz y sí, con más insultos y palabrotas.
De pronto, la mujer de los gritos perdió la paciencia y se escuchó como un movimiento violento de cosas. Entonces finalmente pude escuchar a la otra persona. En realidad no es que haya dicho nada, pues lo que se oyó no fueron palabras, sino un lloriqueo… el lloriqueo de una niña de unos 6 o 7 años como máximo.
Vaya, pues por el tono de los gritos, por el hecho de haberla llamado “conchuda”, por las lisuras y palabrotas, yo habría jurado que esta mujer estaba peleando con una hija adolescente o con una joven, pero no, era una niña.
La pregunta del millón: ¿hay alguien que realmente crea que esto le enseñó algo positivo a esa niñita?
Bueno, la respuesta ya la sé: sí, hay muchas personas que creen que esa es una buena forma de educar a una niña, y muchas de esas personas han sufrido cosas similares de sus propios padres, y lo justifican diciendo cosas como “yo soy una persona de bien, no he quedado traumada ni nada, [por tanto mis papás hicieron muy bien en lisurearme, insultarme y masacrarme]”.
En este caso, nosotros preferimos la evidencia científica a lo que pueda decir alguien particular acerca de su vida privada. Y la evidencia, desde hace ya décadas, muestra una y otra vez otra cosa muy diferente.
Menos mal que es la primera vez que escucho este tipo de griteríos en el consultorio. Si ha sido un acto aislado, estoy 99% seguro de que esa pobre niña nunca en su vida se va a olvidar de la interminable recatafila de palabrotas que salió de la boca de esta mujer. Si el cerebro de esta niñita ve que es mejor ocultar o encubrir el terror y lo impensable que sufrió en ese momento, y que yo pude percibir desde mi escritorio, tal vez más adelante escriba por ahí en alguna red social: “yo no estoy traumada ni nada, [estuvo genial que me gritaran conchuda, imbécil, inútil de mierda, etcétera, etcétera, etcétera]”.
Pero vamos, ¿tú qué harías si alguien te habla así? Exceptuando a las personas que se han unido a una pareja maltratadora, supongo que harían algo. De no poder hacer nada, la humillación y el daño experimentado tendría que traerles alguna consecuencia. De poder hacer algo, responderían, de una u otra forma. Es más, tal vez incluso se defenderían o atacarían. Pues bien, esta niña fue humillada ¡45 minutos SIN PODER DEFENDERSE! Algo de empatía: ¿qué sentirías en su lugar? No como hija, porque eso trae un montón de justificaciones, sino como persona, como ser humano.
Bueno, igual cada quién se responderá a su modo. Si quieres seguir leyendo sobre este tema puedes ir a este enlace:
http://blog.pucp.edu.pe/blog/diego-fernandez-castillo/tag/maltrato-psicologico/