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Si se siembra confianza en la niñez se cosecha confianza en la adolescencia

La confianza que los hijos le tienen a sus padres es un elemento importantísimo, tanto así que lo podemos ver como factor protector de un montón de amenazas contra la salud de las personas, a saber, acoso escolar, adicciones, delincuencia, enfermedades de transmisión sexual, embarazo adolescente, abuso sexual, etcétera, etcétera.

A los hijos, desde que son niños, hay que dedicarles tiempo, más allá de los cuidados básicos (alimentación, vestido, educación, vivienda, salud). Hay que darse tiempo para jugar con ellos, para conversar, para salir y hacer cosas juntos. Si un niño desea conversar o decir algo, no cortarlo aduciendo falta de tiempo. En todo caso, si uno está ocupado o apurado y lo que quiere el niño no es urgente, definir juntos un momento posterior para conversar, no simplemente decir “ahora no” y luego olvidarse de que el niño quería conversar. De esta manera los hijos crecerán con la experiencia de que sus papás estaban ahí y se podía confiar en ellos.

Si uno no les da tiempo, no juega con ellos, no los escucha ni conversa con ellos, más adelante, en la adolescencia buscarán mitigar la soledad y llenar el vacío y la falta de apoyo en el grupo de pares o en otras personas (adultos idealizados, por ejemplo) u objetos (redes sociales, videojuegos, drogas), donde estarán expuestos a una serie de riesgos.

Por eso es necesario recordar que a los hijos, desde muy pequeños, hay que dedicarles esas horas de juego, de disfrute y de relación cara a cara, para luego cosechar esa confianza en los años críticos de la adolescencia, donde la confianza en los papás es tan importante como factor protector y como ventaja frente a la vida en general.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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“Si se siembra confianza en la niñez se cosecha confianza en la adolescencia” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Papás que insultan a sus hijos

En la cabeza de los niños y adolescentes, está indefectiblemente grabado, por naturaleza, que papá y mamá son quienes los mantienen vivos, que son aquellos que los cuidan, que los alimentan, que los forman para la vida adulta, que son los adultos que los crían.

Cuando un papá es negligente, golpea o abusa sexualmente de su hijo, este supuesto biológico se rompe, la vida del menor entra en un estado terrible y generalizado de indefensión, el mundo se torna horriblemente amenazante, pues no está más ese papá que protege a su cría, que le da lo necesario para que se logre, sino que se ha convertido en el victimario, en quien más bien lo daña, lo usa o lo destruye.

Los insultos: una cuarta forma de corromper la crianza

Mencioné negligencia, maltrato físico y abuso sexual. Hay una cuarta acción que genera los mismos efectos: el maltrato psicológico, y en particular, los insultos.

Si un amigo o amiga insulta a un niño o adolescente, éste se defenderá, se reirá, contraatacará, irá a la chacota o a la broma. En todo caso, queda claro que el niño o adolescente podría defenderse o podría no tomarlo tan en serio. Lo mismo sucede más o menos con los primos o los hermanos.

Sin embargo, cuando es el papá o la mamá quien le dice  “estúpido”, “huevón”, “imbécil”, “idiota”, “cojudo” o cuantas más perlas puedan ocurrírsenos, algo muy distinto sucede. Esa sola palabra resulta tan dolorosa, tan humillante, tan devastadora para la autoestima del menor, que muchos chicos cuando hablan de ello afirman que prefieren los golpes.

Si estas palabras se repiten sistemáticamente, el daño es gigantesco, ya que este papá o mamá, no es que sea indiferente ante los logros de su hijo, no es que no vea lo bueno que es, no es que desapruebe o critique, sino que directamente está destruyendo la autoestima de su hijo, pues es su propio padre o madre quien lo señala y le dice lo inútil, lo imbécil, lo bueno para nada que es; sí, su papá o su mamá, quien supuestamente lo cría, lo protege y lo forma para la adultez. Si había alguien en el mundo en quien se podía confiar, justamente habría sido él o ella. Démonos cuenta del contrasentido, de la ruptura del orden natural de las cosas.

Por supuesto, demás está decir que, a diferencia de lo que pasa con los amigos, los primos o los hermanos, aquí el niño o adolescente no puede defenderse y no hay forma de que no le dé importancia al ataque, no hay forma de que no lo sienta, de que no lo destruya poco a poco.

Por eso, en general, se recomienda desterrar estas palabras del vocabulario en el trato con los hijos. Es mejor no usarlas, no sólo para evitar agredirlos con ellas, si no para que ellos no escuchen cómo sus padres las utilizan para agredir a otras personas o para hablar mal a sus espaldas.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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Estrés crónico y muerte neuronal

El estrés crónico en el niño pequeño le provoca pérdida de neuronas, especialmente en un área del encéfalo llamada hipocampo. Ésta área tiene varias funciones; por ejemplo, juega un papel importante en los procesos de memoria.

Cortisol, hormona del estrés

¿Por qué sucede esto? Se ha visto que el estrés provoca que el organismo libere una hormona llamada cortisol. La segregación excesiva de esta hormona es la que provoca la pérdida de neuronas debido a los cambios fisiológicos que genera en el organismo.

Niños sobre exigidos

Así que es importante pensar qué pasa con los niños a los que desde muy pequeños se les somete a situaciones excesivamente demandantes, por ejemplo, académicas o de rendimiento, o a situaciones no recomendadas o no deseadas, como trabajo infantil, cuidado de hermanos pequeños, hacinamiento, falta de recursos básicos, falta de sueño, o a situaciones de maltrato físico o psicológico o a experiencias de abuso sexual.

Por ejemplo, si usted es padre o madre y cree que por someter a sus hijos a una sobre exigencia les van a enseñar a ser mejores, se le sugiere tomar en cuenta la posibilidad de que su comportamiento pueda estar provocando precisamente el efecto contrario, afectando y dañando físicamente su sistema nervioso, del que depende todo su rendimiento presente y futuro en toda actividad que vaya a realizar.

El punto medio entre la sobre exigencia y la irresponsabilidad

Pero cuidado, estamos hablando de una “sobre exigencia”. No estamos hablando de exigir lo necesario. Aquí es importante que los papás sepan diferenciar en qué momento las exigencias para con sus hijos pasan a ser excesivas o cuando más bien son muy bajas. Si hay dudas o desacuerdos al respecto, es necesario consultar con profesionales, absolverlas y aplicar las recomendaciones.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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