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Si se siembra confianza en la niñez se cosecha confianza en la adolescencia

La confianza que los hijos le tienen a sus padres es un elemento importantísimo, tanto así que lo podemos ver como factor protector de un montón de amenazas contra la salud de las personas, a saber, acoso escolar, adicciones, delincuencia, enfermedades de transmisión sexual, embarazo adolescente, abuso sexual, etcétera, etcétera.

A los hijos, desde que son niños, hay que dedicarles tiempo, más allá de los cuidados básicos (alimentación, vestido, educación, vivienda, salud). Hay que darse tiempo para jugar con ellos, para conversar, para salir y hacer cosas juntos. Si un niño desea conversar o decir algo, no cortarlo aduciendo falta de tiempo. En todo caso, si uno está ocupado o apurado y lo que quiere el niño no es urgente, definir juntos un momento posterior para conversar, no simplemente decir “ahora no” y luego olvidarse de que el niño quería conversar. De esta manera los hijos crecerán con la experiencia de que sus papás estaban ahí y se podía confiar en ellos.

Si uno no les da tiempo, no juega con ellos, no los escucha ni conversa con ellos, más adelante, en la adolescencia buscarán mitigar la soledad y llenar el vacío y la falta de apoyo en el grupo de pares o en otras personas (adultos idealizados, por ejemplo) u objetos (redes sociales, videojuegos, drogas), donde estarán expuestos a una serie de riesgos.

Por eso es necesario recordar que a los hijos, desde muy pequeños, hay que dedicarles esas horas de juego, de disfrute y de relación cara a cara, para luego cosechar esa confianza en los años críticos de la adolescencia, donde la confianza en los papás es tan importante como factor protector y como ventaja frente a la vida en general.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

Licencia Creative Commons
“Si se siembra confianza en la niñez se cosecha confianza en la adolescencia” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.

Hora de jugar

Esta entrada fue publicada originalmente en Rumbo Norte en octubre del 2011.

 Ilustración: Lucía Fernández

En el suplemento Mi Hogar de la edición de El Comercio del 4 de setiembre de este año salió un artículo titulado “Mucho más que un juego”, en el que se habla muy bien del ajedrez y se recomienda incentivar su práctica en niños desde los 3 y 4 años, en que pueden ir familiarizándose con las piezas sin entrar todavía a jugar una partida.

En dicho artículo se afirma que los chicos que juegan ajedrez de manera regular ejercitan funciones como la memoria, el razonamiento matemático, el razonamiento lógico, la creatividad, la atención y la concentración. Seguidamente se hace mención de que en varios países, las instituciones educativas promueven el ajedrez debido a que los aficionados a este deporte suelen obtener buenas calificaciones.

Ajedrez y muchos juegos más

Lo afirmado en el artículo del que hablo parece ser acertado y no podríamos hacer otra cosa que aunarnos a su incentivo. Pero también existen otros juegos, cada uno de ellos es todo un mundo y cada uno de ellos, jugado adecuadamente, es una mina para el desarrollo de los niños y adolescentes de la familia.

Entendiendo el jugar

Jugar puede ser entendido (sólo en parte) como una preparación para la vida futura. Si vemos a muchos de los cachorros de los mamíferos superiores, veremos que sus juegos siempre ponen en acción funciones que después le servirán al animal a sobrevivir; el morder, el dar un zarpazo, el atacar sorpresivamente, el correr persiguiendo, el correr huyendo. Los niños no son la excepción. Los niños y niñas, cada cual a su manera, pelean, luchan, batallan, son profesionales, son conductores de automóviles, son madres y padres, están a cargo de una familia o tal vez de una empresa, son pilotos de aeronaves, soldados, modelos de pasarela, cocineras, doctores, amas de casa o deportistas. También asumen roles menos felices: son (jugando) ladrones, delincuentes, asesinos, intrigantes, explotadores, tiranos y violentos; y esto no significa que se estén preparando para hacer el mal, sino que se preparan para hacerse adultos en un mundo en donde, lamentablemente, hay maldad. Y en esto hay que tener mucho cuidado. No hay que confundir el juego de un niño o adolescente que explora y experimenta, con la realidad de un adulto desadaptado.

Cada juego pone a los niños y adolescentes en una situación adulta simbolizada, donde la diferencia radica en que el perder o el equivocarse no es o no tendría que ser tan catastrófico como lo sería en un mundo adulto real. Y esto puede aplicarse con mayor o menor facilidad a todos los juegos, a los dramáticos, a los de roles, a los de mesa, a los de suerte, a los deportivos e incluso a los videojuegos. Así podemos ver con relativa facilidad que el ajedrez es en realidad un gran campo de batalla simbolizado.

Aprender a jugar con los papás

El mundo del juego infantil y juvenil es mucho más complejo e importante de lo que se ha dicho ahora. Sin embargo, podemos con estas pequeñas razones animar a los padres a incentivar el juego en sus niños. Ellos necesitan, por esta y por muchas otras razones, que espero poder tocar en su momento, disfrutar sus años de niñez y adolescencia jugando, y hacerlo no sólo en soledad, o con sus amigos, hermanos y primos, sino también con sus padres. Y es que, si jugar es una preparación para la vida adulta, ¿qué mejor preparación puede recibir un niño que la de sus propios papás?

Sólo podríamos añadir una última cosa fundamental: el juego es, en parte, una preparación para la vida adulta. Pero eso no significa que el juego tenga que convertirse en una clase o en una actividad que siempre tenga que traer una moraleja. La actividad de jugar no necesita de esas cosas para ser beneficiosa; es más, se me ocurren pocas cosas capaces de arruinar tanto un juego como el tener que escuchar a los papás dando clase y enseñanza a cada momento. Simplemente hay que jugar, ser creativos, respetar las reglas y, lo más importante, divertirse mucho.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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“Hora de jugar” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.