Archivo del Autor: Diego Fernández Castillo

Acerca de Diego Fernández Castillo

Soy psicólogo, psicoterapeuta de niños, adolescentes, adultos y parejas. Me licencié en psicología clínica en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Me formé como psicoterapeuta en el Instituto Guestalt de Lima y, posteriormente, en el Instituto Peruano de Terapia Cognitivo Conductual; y como terapeuta en la Asociación Internacional de Sintergética, a través de la Asociación Vía Ser Perú. Trabajo en Lima en mi consulta privada en el distrito de Miraflores, Lima, Perú.

La importancia de tomar un buen desayuno todos los días

Ilustración: Lucía Fernández

Muchas veces se sale de casa por la mañana tomando sólo una taza de bebida caliente o un vaso de jugo, en vez de tomar un desayuno completo. Esto puede ser debido a muchas razones; el apuro, la falta de apetito o una dieta mal llevada.

Hay que tener cuidado. El desayuno es la comida más importante del día, debido a que, entre otras cosas, de ella se producirán las energías que necesitaremos para todo un día de actividades.

Consecuencias iniciales

Un día sin tomar un buen desayuno puede ser garantía de que aparezcan señales psicológicas negativas en el transcurso del día, debido a la baja de niveles de glucosa. Estas pueden ser cansancio, irritabilidad, desgano o flojera, ansiedad o incluso mareos. Si no tomar un buen desayuno se hace costumbre, tenemos un buen factor desencadenante de signos de depresión en la persona.

Consecuencias de mediano y largo plazo

La Organización Mundial de la Salud ya publicó hace años la idea de que muchas de las enfermedades que se han entendido como de origen físico tienen en realidad un comienzo psicológico. No tomar desayuno adecuadamente no es un asunto físico en un inicio, es un asunto de hábitos, un asunto psicológico, y más aun en aquellas personas que sabiendo que se están haciendo daño, persisten en hacerlo.

El hábito de no tomar un buen desayuno en realidad es una forma de no alimentarse bien. A la larga genera problemas de salud que se agregan a los problemas mencionados arriba: estos pueden ser gastritis (lo que luego puede generar úlcera, lo que a su vez puede generar cáncer), flacidez muscular, celulitis, problemas de circulación y sobrepeso.

Un buen desayuno todos los días

Salvo excepciones dictadas por profesionales de salud, todos deberíamos formar el hábito de no saltarnos esta comida tan importante y de consumirla bien, sin que falte cantidad ni calidad. Si se hizo tarde para salir, es necesario que se busque un momento lo más temprano posible, hasta antes del mediodía, para completar su desayuno; para los estudiantes puede ser durante el primer recreo o descanso. No llegar al mediodía sin haber ingerido un buen desayuno.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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Tercera edad: actividad versus inactividad

A medida que avanza la edad, la sabiduría de las personas se enriquece, por la cantidad de años de sucesos vividos y por la capacidad de razonar las decisiones que otorga la misma experiencia y el hecho de que uno ya no es joven y no siente las mismas ansias ni la misma urgencia por lograr ciertos objetivos. Esto da un adicional de calma, de tranquilidad, de objetividad y de distancia para pensar y tomar decisiones más razonadas. Por ello, entre otras cosas, las personas tendemos a buscar el consejo de una persona mayor.

Pero el avance de la edad también tiene sus contrapartes. Una de ellas es el deterioro del sistema nervioso y, específicamente, el deterioro de las funciones del cerebro, como la memoria de sucesos recientes, la formación de nuevos aprendizajes o la ejecución de los mismos. De esta forma, el envejecimiento afecta al sistema nervioso, hay muerte neuronal acumulada por el paso del tiempo y el cerebro ve disminuido su peso y su volumen.

Mantener la actividad

La mejor manera de contrarrestar el deterioro cognitivo propio del avance de la edad es mantener la actividad mental. Esto sigue la lógica de la neuroplasticidad; si se mantienen las funciones activas, los mecanismos para poner en marcha dichas funciones no sólo serán mantenidos por nuestro sistema nervioso, sino que probablemente se fortalecerán. En adultos mayores, la actividad mental sirve para retrasar o incluso detener el deterioro de las funciones cognitivas.

¿Cómo mantener la actividad mental?

– Ponerse objetivos y cumplirlos.

– Tener pasatiempos constructivos, que impliquen cierta actividad, y cultivarlos. Y al decir “pasatiempos constructivos” no estamos hablando de sentarse a ver televisión todo el día, por ejemplo, ni tampoco de actividades adictivas, como asistir sistemáticamente a casinos o a casas de juegos de azar).

– Desarrollar, en lo posible, cierta actividad laboral o académica; enseñar o estudiar algo nuevo.

– Aprender a hacer cosas nuevas, más allá de lo académico (nuevos juegos de mesa o de otro tipo, nuevas recetas de cocina, nuevos pasatiempos en general).

– Las novedades son excelentes, salir de la rutina, no estancarse en ella.

– Mantener la actividad física, ya que tener el cuerpo en actividad garantiza que también nuestro sistema nervioso se mantenga activo y funcionando. Por supuesto, la actividad física debe realizarse con todas las precauciones del caso, y esto es necesario para todas las edades. Si es necesario debería consultarse con el médico o profesional a cargo.

– Mantener el contacto con otras personas; mejor si se comparte con ellas una actividad con objetivos. Y cuando hablamos de contactos, hablamos más de calidad que de cantidad.

Evitar la inactividad

Las personas mayores tienden mucho a deprimirse, debido a muchos factores que se relacionan con la edad. Lo que hace la depresión o los síntomas depresivos, entre otras cosas, es, justamente, reducir la voluntad de las personas de mantenerse activas:

– Hay exceso de sueño o, por el contrario, falta de descanso, lo que genera, en ambos casos, fatiga y desgano.

– El apetito se puede alterar, lo que implica una nutrición inadecuada, lo que a su vez puede afectar la disposición de la persona a mantenerse activa.

– Se puede presentar un ánimo triste, melancólico, aburrido, intolerante, irritable, lo que aleja a las personas del contacto con los demás.

Si el mejor aliado para permanecer lúcidos, memoriosos y hábiles es el mantener la actividad mental y física, el peor enemigo sería la inactividad. El quedarse postrado, la soledad innecesaria, la rutina, las actividades repetidas una y otra vez, el sedentarismo, la pasividad de escuchar todo el día la radio o de ver todo el día la televisión, o, peor aun, de quedarse en cama sin tener indicado un descanso médico, todo ello afecta negativamente y ayuda a que el sistema nervioso del adulto mayor se deteriore de forma más veloz.

Esta es una de las razones por las que es importante enfrentar la depresión, ya que esta puede impedir que la persona se mantenga activa, por más que lo desee. Si no hay depresión, por más dificultades que existan, se podría intentar desplegar un cierto nivel de actividad.

Si la persona o sus allegados creen que está deprimida, es mejor consultar cuanto antes con un profesional de salud mental y hacerle frente al problema. Poco a poco, con un tratamiento adecuado, podrá animarse a realizar más actividades placenteras.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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Lavado de cara

Hola. Pues resulta que la plantilla (o “piel”, como le llaman aquí) que estuve utilizando hasta hace un momento estaba bastante fea. La he cambiado por esta que pueden ver ahora, que no es que sea muy bonita, pero me parece que queda mucho mejor, más iluminado y menos tétrico (además que también me gusta el azul). Lo que definitivamente sí está bien, para mi gusto, es que el contenido del blog se puede ver en un espacio más amplio en la pantalla (o por lo menos da esa sensación). Con la anterior plantilla el espacio era (o se sentía) tremendamente reducido. ¡No sé cómo pude aguantar tanto con ella!

Bueno, y ya de paso cambié algunas cosillas por ahí que no son tan importantes.

Saludos a todos

Diego =)

La falta de sueño adecuado y sus efectos sobre el aprendizaje y la memoria

Ilustración: Lucía Fernández

La falta de sueño adecuado o de horas de sueño puede afectar muchas áreas de la salud de las personas. Acá sólo mencionaremos dos:

1) La capacidad de aprendizaje en general.

2) La capacidad para formar nuevas memorias: es decir, los recuerdos antiguos permanecen intactos, pero la persona puede ver menoscabada la capacidad de su sistema nervioso para registrar los nuevos acontecimientos o aprendizajes y fijarlos de tal forma que se formen recuerdos de sucesos recientes.

Estas dos áreas son de vital importancia para todas las personas de todas las edades, ya que aprendizaje y memoria son procesos fundamentales en casi todas las actividades que desempeñamos.

Para un niño o adolescente, por ejemplo, determinará su rendimiento académico, mientras que para un adulto determinará su rendimiento o productividad laboral, así como para un adulto mayor determinará la velocidad del deterioro producto del envejecimiento, puesto que mientras su sistema nervioso siga siendo capaz de aprender y de acumular experiencia, permanecerá activo y ejerciendo resistencia al paso natural del tiempo.

Cómo dormir

Aquí son importantes dos cosas: un sueño adecuado y un número adecuado de horas de sueño. Un sueño adecuado tiene que ver con dormir en un espacio tranquilo, oxigenado, sin hacinamiento, sin interrupciones excesivas y sin exposición a aparatos electromagnéticos. Lo ideal es que se pueda dormir de corrido, tal vez interrumpiendo sólo para ir al baño una o dos veces para luego continuar descansando.

Con respecto al tiempo, lo ideal es dormir entre 7 y 9 horas diarias, dependiendo de las necesidades de cada persona; salvo excepciones, no menos ni más.

Referencia

Hagewoud, Roelina; Havekes, Robbert; Novati, Arianna; Keijser, Jan N.; Van Der Zee, Eddy A.; Meerlo, Peter (2009). Sleep deprivation impairs spatial working memory and reduces hippocampal AMPA receptor phosphorylation. En: Journal of Sleep Research. Volumen 19. Número 2. Junio 2010. Páginas 280 – 288.

Puedes leer este artículo en línea aquí.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
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Neuroplasticidad positiva y neuroplasticidad negativa

Ilustración: Lucía Fernández

En la entrada anterior hablamos acerca de la neuroplasticidad o plasticidad neuronal. Esta propiedad natural de nuestro sistema nervioso puede jugar en nuestro favor o en nuestra contra, dependiendo de nuestras acciones.

Pongamos un ejemplo: un joven muy inteligente, con enormes posibilidades de desarrollo profesional egresa de la secundaria. Esto es lo que naturalmente se le dio, con estas capacidades vino al mundo, y hasta salir de la secundaria fueron desarrolladas y aprovechadas de manera adecuada.

Para decirlo de forma extremadamente simplificada, a este joven se le dan dos caminos extremos:

1) Desarrolla sus capacidades: por ejemplo, ingresa a una universidad y aprovecha esta etapa de su vida, con lo cual su sistema nervioso se fortalecerá y adquirirá habilidades nuevas y más complejas para desenvolverse en ámbitos especializados y de alto rendimiento.

2) Desaprovecha sus capacidades y las pierde con el tiempo: por ejemplo, adquiriendo una adicción que le impida especializarse, haciéndose expulsar de la universidad o repitiendo los ciclos y los cursos constantemente, drogándose y/o emborrachándose sistemáticamente con los amigos sin hacer nada más a conciencia.

En el primer camino, la neuroplasticidad en el sistema nervioso de la persona juega a su favor: sus células se unen entre sí en nuevas conexiones, arman nuevos circuitos, se generan nuevas neuronas, adquiriendo de esa forma nuevas capacidades y habilidades.

En el segundo camino, la neuroplasticidad juega en su contra. Sus redes neuronales se desconectan por el desuso, no se desarrollan las vías que anteriormente se habían aprovechado, las redes neuronales se debilitan, la persona no gana capacidades, sino que las pierde día tras día, sintiéndose a sí mismo cada vez más torpe, incapaz y poco inteligente.

Naturalmente, en la vida real las cosas no son tan simples. En la mayoría de casos veremos que las personas toman un camino intermedio entre estos dos extremos, pero de todas formas lo dicho puede servir para entender la idea esquemáticamente.

Factores que fortalecen la neuroplasticidad positiva

Actualmente se sabe que hay algunos factores que definitivamente fortalecen la neuroplasticidad positiva, animando a que nuestro sistema nervioso juegue a nuestro favor. Algunos de estos son:

– Actividad física – Educación – Nutrición adecuada – Interacción social

Factores que fortalecen la neuroplasticidad negativa

También se sabe algunos factores que más bien animan a nuestro sistema nervioso a jugar en nuestra contra. Algunos de estos son:

– Poca actividad física – Mala o pobre educación – Mala nutrición  – Mal estado de salud – Pocas horas de sueño

Para recordar

Aquí se tienen entonces cuatro cosas qué hacer y cinco cosas qué evitar; y esto vale para todas las personas, sean bebés, niños, adolescentes, jóvenes, adultos o adultos mayores. Piense en usted mismo y en sus hijos y cuente. ¿Lleva a cabo los cuatro factores positivos? ¿Cuál le faltaría o lleva a medias? ¿Lleva a cabo algunos de los factores negativos? ¿Cuáles serían esos?

La idea sería ver la manera de ir sumando los positivos e ir cancelando los negativos, tanto en usted como en sus hijos o en las personas que tiene bajo su cuidado.

Referencia

David E. Vance, PhD, MGS; Anthony J. Roberson, PhD, PMHNP-BC; Teena M. McGuinness, PhD, CRNP, FAAN; Pariya L. Fazeli, BA (2010). How Neuroplasticity and Cognitive Reserve Protect Cognitive Functioning. En: Journal of Psychosocial Nursing and Mental Health Services. April 2010 – Volumen 48 – Número 4: 23-30.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
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Plasticidad neuronal

Esta entrada fue publicada originalmente en Rumbo Norte en agosto del 2012.

Ilustración: Lucía Fernández

En una entrada anterior habíamos hablado algo acerca del sistema nervioso, a propósito del fenómeno conocido como “poda sináptica”. Ahora vamos a hablar un poco acerca de otro fenómeno denominado “plasticidad neuronal”.

Perdiendo y desarrollando capacidades

La plasticidad neuronal es una propiedad de las neuronas; es básicamente la capacidad que tienen de modificar sus conexiones entre ellas. La poda sináptica tendría relación con esta flexibilidad, ya que nos muestra cómo las redes neuronales no se quedan fijas si no las estimulamos, de manera que, por ejemplo, los niños pueden perder oportunidades de desarrollo si no se les permite cultivar sus capacidades.

Sin embargo, así como podemos perder capacidades si no las cultivamos, del mismo modo, y gracias a la plasticidad neuronal, también podemos conseguirlas o recuperarlas; y no hablamos solamente de aprender cosas, sino de desarrollar capacidades que anteriormente no teníamos o que incluso habíamos perdido.

La necesidad de estimular siempre

Gracias a la plasticidad neuronal, si una persona pierde la mitad de su cerebro y vive, las células de la otra mitad se reorganizarán, intentando reemplazar las funciones que anteriormente desempeñaban las células perdidas y para ello modificarán sus conexiones entre ellas, armando prácticamente una nueva red neuronal. Obviamente lo más probable es que la persona no vuelva a ser la misma, pero ahí vemos a la plasticidad neuronal en plena acción. De hecho han habido personas a lo largo de la historia que han sobrevivido bastante bien a lesiones cerebrales o medulares que impresionarían a cualquiera. Y esto se da justamente gracias a esta plasticidad; las neuronas se reorganizan ante las situaciones.

Cuando alguien sufre una enfermedad, un accidente o agresión y se lesiona el sistema nervioso, sea el encéfalo o la médula espinal, muchas veces la persona pasa a rehabilitación, justamente para recuperar (en gran parte mediante plasticidad neuronal) las capacidades afectadas por la lesión.

Un ejemplo cercano de esto lo tendríamos en la niña Romina Cornejo, que quedó cuadrapléjica después de ser baleada por unos asaltantes. Mediante rehabilitación y tratamiento se espera que la niña pueda respirar por sí sola e incluso volver a caminar. Mientras tanto vemos cómo esta niña va recuperando algunas facultades, como mover la cabeza o la sensibilidad en las manos.

En suma, el sistema nervioso tiende a reorganizarse constantemente, dependiendo de las experiencias de la persona. Todos tenemos plasticidad neuronal en nuestros sistemas nerviosos, inclusive las personas con retardo mental o las personas afectadas por demencia causada por la edad o por algún síndrome o enfermedad. Por eso es importante que todos, a toda edad, seamos estimulados, más aun si empezamos a perder ciertas facultades o si ya las perdimos o si nacimos sin ellas. Nuestro sistema nervioso es muy flexible, así que nunca se debería dar nada por perdido.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
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Dormir en la misma habitación que los padres

Ilustración: Lucía Fernández

La habitación donde una pareja sexual adulta mantiene su intimidad y sus comunicaciones privadas sólo debería ser de uso exclusivo de los dos miembros de la pareja en cuestión.

Dicho de esta manera, no se necesita mayores argumentos. Basta pensar en uno mismo. Me imagino que a muy pocas personas les agradaría que otro, que no sea su pareja, esté presente en la habitación mientras mantienen una discusión, o mientras se cuentan cosas personales, o mientras debaten acerca de una decisión importante, o mientras mantienen relaciones sexuales.

Y sin embargo…

Sin embargo, a pesar de esto, muchos padres, a veces innecesariamente, optan por instalar la cuna o incluso la cama de su hijo o hija en la misma habitación donde se encuentra el lecho conyugal.

Haciendo esto, seguramente sin querer, se expone a los hijos e hijas a ser testigos y partes de las discusiones, de los desacuerdos, de los conflictos, y, lo más grave, de las relaciones sexuales de sus padres.

¿Se dan cuenta o no se dan cuenta?

Muchas personas creen que los niños no se dan cuenta de lo que sucede a su alrededor. Esto es un error. Los niños se dan cuenta de lo que sucede, y no estamos hablando de nada sobrenatural ni de una especie de sexto sentido. Los niños se dan cuenta de la misma forma que un adulto se daría cuenta, sólo que la manera de procesar la información que recibe de su medio ambiente es distinta, y por ello, si se le pregunta, responderá de manera diferente a cómo respondería un adulto.

El hecho es que el niño experimentará malestar, al igual que cualquiera de nosotros, si es que se lo obliga a permanecer en el mismo ambiente en el que está una pareja que no se habla por estar peleada, con el agravante de que, además de la incomodidad natural, también seguramente experimentará tristeza, inseguridad, preocupación, miedo (de que por ejemplo se vayan a separar o se dejen de querer), ya que se trata de sus padres y no de cualquier otra pareja.

Asimismo, al igual que cualquiera de nosotros, experimentará una mezcla extraña de malestar y estimulación al saber que está en el mismo lugar en el que una pareja mantiene relaciones sexuales, con él presente. Muchos padres creen que sus hijos no se dan cuenta porque lo hacen silenciosamente y debajo de las sábanas, o porque los niños están dormidos. Eso es falso. Los niños son testigos de lo que sus padres les muestran. Los niños no son criaturas estúpidas. Los niños se dan cuenta de que algo sucede debajo de esas sábanas, escuchan los sonidos que se emiten, se despiertan ante la situación extraña, se hacen los dormidos, o se tapan con sus propias frazadas.

Aun en el caso de que estuvieran dormidos siempre (cosa extraña), los niños acaban siendo testigos en sueños de lo que sucede. Es probable que muchos de nosotros recordemos, por ejemplo, alguna situación en la que nos despertamos después de haber soñado algo relacionado a lo que efectivamente estaba sucediendo en el lugar donde dormíamos, tal vez relacionado a lo que se decía en la TV, en la radio, o a las voces de las personas presentes.

La necesidad de tener un mínimo de privacidad

Los niños, generalmente, no tienen forma de razonar como lo haría un adulto y pedir que se lo traslade a otra habitación porque no quiere seguir presenciando estos hechos, más aun cuando ha crecido así y no conoce otra opción posible. Pero su silencio o su dificultad para expresar racionalmente sus sentimientos o necesidades no significa que sean indiferentes a estas situaciones.

Muchos niños, por el contrario, no quieren dormir solos, pero esto tampoco implica que se deba mantener una situación de hacinamiento y de sobreexposición como esta. Más bien habría que pensar por qué es que el niño no quiere dormir en su propio ambiente. ¿Tendrá miedo? ¿Se sentirá inseguro? ¿Se sentirá demasiado apegado a alguno de los padres o a ambos, a tal punto que desea compartir estas situaciones íntimas con ellos?

En suma, hay que tener cuidado. Así como los niños no están preparados para ver determinadas películas, programas de TV o determinadas revistas o publicaciones, con mayor razón no están preparados para presenciar la vida íntima de una pareja sexual. Es más, parecería que nadie, por más adulto que fuese, debería estar preparado para presenciar y compartir la vida íntima de sus padres. Pensemos en nosotros mismos para entenderlo.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
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Ejercicio físico y deporte: aliados de la inteligencia y del buen rendimiento académico

Ahora se sabe que el ejercicio físico sí tiene relación con la inteligencia y el rendimiento académico de los niños. También se sabe que tiene relación con la salud física, la salud mental y el rendimiento académico o laboral de las personas adultas. Así, ha sido superada la separación que podría haberse insinuado anteriormente entre deporte e inteligencia o entre deporte y buen rendimiento académico.

Media hora diaria de ejercicio físico en el colegio

Para muestra un botón: en un colegio se tuvo la idea de que todos los días los estudiantes harían media hora de ejercicio físico. Al poco tiempo se vieron los resultados: el rendimiento académico general del alumnado mejoró significativamente, para sorpresa de todo el personal. 

Ilustración: Lucía Fernández

Papás incentivando el ejercicio físico y el deporte

Es importante, por tanto, que los papás consideren la necesidad de que sus hijos hagan ejercicio físico. Hay que interesarse en qué les gustaría hacer y proveerles de lo necesario para que lo hagan. Si su hija quiere correr, acompáñela a correr o haga lo posible para que pueda hacerlo; si su hijo quiere aprender a jugar tenis, haga el esfuerzo y busque cumplirle este deseo; si quieren manejar bicicleta, cómprensela, no condicionen la bicicleta a las buenas notas “poniendo la carreta delante de los caballos”.

El deporte no debe ser premio ni castigo

No condicione el ejercicio físico y el deporte a las buenas notas. Muchas veces he visto a los papás diciéndoles a sus hijos: “como sacaste malas notas, no tendrás fútbol”. Al contrario, el deporte ayuda a que los chicos estudien mejor y se sientan mejor. Si a pesar de hacer deporte, su hijo o hija no tiene un rendimiento adecuado, no le eche la culpa al deporte, el deporte juega más bien a su favor. Seguramente hay otras problemáticas que están impidiendo que su hijo o hija mejore, pero no es necesariamente el deporte, a menos que él o ella se dedique exclusivamente a eso, que tampoco es la idea (nada en exceso es bueno).

Enseñándoles a los pequeños y animando a los más grandes

Mientras más pequeños mejor, juegue con ellos, hágalos correr y jugar físicamente. Si sus hijos ya están grandes y han estado acostumbrados a una vida sedentaria, viendo TV, jugando videojuegos o incluso estudiando sentados a la mesa en exceso, puede que no quieran hacer deporte o ejercicio. No se trata de obligar a sus hijos, ni menos de elegirles qué hacer, pero puede animarlos y poner de su parte para que en algún momento se animen a moverse.

Ya sabemos: el ejercicio físico y el deporte son aliados del buen rendimiento académico y del desarrollo de la inteligencia de los niños y adolescentes. No hay que tomarlos como premios o castigos, hay que tomarlos más bien como necesidades que siempre deben estar satisfechas.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
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Tratamientos psiquiátricos mal llevados (segunda parte)

En la entrada anterior veíamos que muchas veces las personas que siguen un tratamiento psiquiátrico actúan de tal forma que acaban transformando dicho tratamiento en uno que no es el que indicó el médico. Enumeramos tres formas de hacer esto:

1) Variar las dosis según sus propios criterios.
2) Decidir qué medicamentos tomar y cuáles no, cuando se le han indicado dos o más productos.
3) Abandonar el tratamiento médico.

Ya desarrollamos las dos primeras. Ahora veremos la tercera:

3) Abandonar el tratamiento médico:

Aquí confluyen en el fondo todas las acciones que van en contra del tratamiento indicado: la persona se da de alta a sí misma unilateralmente, sin participación del profesional. Efectivamente, alguien puede abandonar su tratamiento o decidir que su hijo abandona el tratamiento por todos los motivos expuestos anteriormente, sea por motivos económicos, sea porque está harto de seguir consumiendo medicamentos, sea porque “no está de acuerdo” con el médico, sea porque cree que ya no lo necesita o porque le trae efectos adversos que ya no quiere experimentar, o por una amalgama de más de uno de ellos.

Ilustración: Lucía Fernández

También está el clásico “no sigo con el tratamiento porque no me ha servido de nada… sigo igual de mal”. Muchas veces, esta acción y esta razón que la sustenta sobrevienen después de que el paciente ha hecho con el tratamiento cualquier cosa excepto lo que le indicó el psiquiatra, es decir, después de que el paciente estuvo disminuyendo o aumentando sus dosis o después de que se estuviera suprimiendo uno de los fármacos recetados. Otras muchas veces se llega a la determinación de abandonar el tratamiento acusándolo de inefectivo cuando el paciente lo ha llevado indisciplinadamente, saltándose tomas de forma seguida, no tomando las medicinas por días consecutivos, tomándolas a deshoras, no siguiendo el tratamiento los fines de semana por estar de fiesta o de salidas con los amigos, consumiendo sustancias que interactúan mal con el medicamento, etc.

Muchas veces también, cuando he escuchado esto de “ya no sigo porque no me sirve de nada” y he preguntado hace cuánto que no ve al médico, me he encontrado con la sorpresa de que el paciente no ha ido a sus controles con el médico hacía meses. Yo me pregunto, ¿cómo no va a ser inefectivo el tratamiento si la persona no lleva sus controles? En este caso, el paciente está llevando el tratamiento ajustado para un momento pasado, meses atrás, no ajustado para el momento actual. El tratamiento psiquiátrico, en muchísimas ocasiones es variable, susceptible de regularse y modificarse según el momento y las circunstancias. Si uno no va a sus controles, es probable que en algún momento su tratamiento se desfase.

¿Por qué no es aconsejable interrumpir de esta manera un tratamiento psiquiátrico? Razones podemos encontrar muchas. Veremos algunas de ellas:

– Porque no es por gusto que a uno se le hayan recetado medicamentos; es porque uno está padeciendo de algo. Al interrumpir el tratamiento médico se le da luz verde y continuidad al padecimiento, a menos que se tenga una alternativa de salud.

– Porque las medicinas recetadas son sustancias que generan cambios en nuestro organismo. Es posible que el organismo del paciente necesite un retiro gradual de la medicación, no un retiro abrupto, y el único capacitado para definir estas cuestiones es el mismo médico, nunca el paciente.

– Porque se corre el riesgo de retroceder en el posible avance en el control de los síntomas, pudiendo incluso empeorar la situación inicial con una recaída.

– En el tratamiento de adolescentes: los menores guardan la experiencia (negativa para su adultez) de que el tratamiento médico es inefectivo y que posiblemente les generó más molestias que beneficios. Una vez adultos, estos adolescentes recordarán malas experiencias de tratamientos de salud, cuando no tendría por qué ser así, por lo menos en este caso. Esto genera desconfianza hacia el médico y resistencia a buscar ayuda en temas de salud.

– En el tratamiento de niños: se somete a los niños a un comportamiento negligente por parte de sus padres. Puede que en ese momento el niño no lo entienda o no lo perciba, pero eso no quita el hecho de la negligencia contra sus propios hijos. Por otro lado, he visto casos en los que aquellos niños hechos jóvenes les preguntan a sus padres por qué es que no encontraron solución a su malestar en ese momento. Uno, como padre, ¿qué hace? ¿Le miente a su hijo o le dice la verdad acerca de su irresponsabilidad?

Conclusión

Como conclusión es necesario repetir las dos máximas que se propusieron en un principio, habiendo ya mencionado algunas de las razones que las pueden sustentar:

1) Hacer con los medicamentos y con el tratamiento exactamente lo que el médico ha recomendado; y enfatizando: exactamente, ni más ni menos. Esto contempla por supuesto los controles: si el médico dice que el paciente debe regresar en un mes a verlo, eso exactamente es lo que debe hacerse. Hay que apuntarlo en la agenda, poner un recordatorio en el teléfono o lo que sea necesario para no olvidarse.

2) Contarle al médico todo lo que tenga que ver con la medicación y con el estado de salud (física y mental) del paciente. Para ello uno tiene que sacar cita con el médico apenas vea que haya cualquier duda o hecho importante. Hay que recordar que el médico no llamará a su paciente; es el paciente quién debe comunicarse.

Hay que recordar, finalmente, que sólo siguiendo las recomendaciones podremos esperar obtener los resultados que deseamos. Si no hacemos lo que se recomienda no podremos confiar en que lograremos avance alguno.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
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Tratamientos psiquiátricos mal llevados (primera parte)

En las siguientes dos entradas hablaremos acerca de un fenómeno bastante común entre los pacientes que están siguiendo un tratamiento psiquiátrico: el de recibir la receta y las indicaciones del médico, ir a su casa y de pronto hacer cambios en dicho tratamiento sin consultarle al profesional a cargo, de tal forma que no se hace lo que se recomendó sino que se hacen cosas diferentes esperando, un poco ingenuamente, los mismos resultados.

Lo que se debería hacer con el tratamiento psiquiátrico

Adelantando un poco la conclusión a la que quisiera llegar, cuando uno sigue tratamiento con un médico psiquiatra habría por lo menos dos máximas (se presupone que haya confianza en el profesional y que éste sea un médico adecuado):

Máxima 1: hacer con el tratamiento y los medicamentos recetados exactamente lo que el médico ha recomendado, ni más ni menos.

Máxima 2: contarle al médico todo lo que tenga que ver con la medicación y con el estado de salud (física y mental) del paciente. Para ello uno tiene que sacar cita con el médico apenas vea que haya algo qué conversar. Los médicos no suelen llamar a sus pacientes, uno tiene que buscarlos.

Lo que no se debería hacer con el tratamiento psiquiátrico

Sin embargo, pareciera que hay una suerte de tendencia cuando se trata de llevar tratamiento médico con un psiquiatra. Se tiende mucho a actuar y manejar los medicamentos al margen de la recomendación médica. Los pacientes o los papás de los pacientes (cuando se trata, por ejemplo, de menores de edad) parecen tender a:

1. Variar sus dosis según sus propios criterios.

2. Decidir qué medicamentos tomar y cuáles no, cuando se le han indicado dos o más productos.

3. Abandonar el tratamiento médico.

Las tres opciones suelen traer resultados muy negativos. Veamos ahora las dos primeras y la tercera en la siguiente publicación:

1. Variar sus dosis según sus propios criterios

Las personas pueden optar por esta acción cuando por ejemplo:

a) Se presentan efectos secundarios indeseables, como somnolencia, asco a la comida, euforia o sensación constante de cansancio:

Es probable que efectivamente disminuyan los efectos secundarios, haciendo sentir al paciente o a sus padres que tenían razón. Nada más equivocado. Ese paciente estará ahora en riesgo, por ejemplo, de ver agravados posteriormente sus síntomas o tal vez de no encontrar efectividad en
el tratamiento.

Lo que se debe hacer en este caso es sacar una cita con el médico e informarle acerca de la presencia e intensidad de los efectos indeseables. El médico es la única persona capacitada para utilizar esa información y recomendar acciones para aliviarlos.

b) Cuando el paciente o sus padres ven que hay mejoría aparece la tentación de retirar paulatinamente el medicamento, sin consultarlo con el médico:

La idea es más o menos la misma. Si se lleva a cabo una disminución paulatina o, peor aun, abrupta de los medicamentos o productos recetados sin hacer partícipe de esto al médico a cargo, se corre un riesgo muy grande de precipitar una finalización de tratamiento antes de tiempo, lo que a su vez podría traer un retroceso en lo avanzado o una “recaída”, con lo que los síntomas regresarían con más fuerza. Parte de lo lamentable de estos hechos es que la inversión de tiempo, de dinero y de disposición por parte del paciente y/o sus padres no habría alcanzado sus objetivos, quedando quizás la experiencia de aprendizaje, si acaso el paciente o sus padres son conscientes de su propia responsabilidad en el fracaso.

2. Decidir qué medicamentos tomar y cuáles no, cuando se le han indicado dos o más productos

Muchas veces, los médicos recetan más de un producto a un mismo paciente. Y muchas veces los pacientes o sus padres optan unilateralmente por decidir cuál de ellos toma y cuál no toma. Esto puede ser muy perjudicial, puesto que con ello se puede estar descompletando una estrategia de tratamiento que necesita del conjunto que el psiquiatra ha armado y que si se quita una o más partes, se vuelve ineficaz o incluso dañino para la persona. Esto se puede entender como una máquina a la que se le quitan piezas y se pretende que siga funcionando.

Las razones por las que las personas hacen esto con las indicaciones de su médico también incluyen las dos razones de la sección anterior (efectos secundarios indeseables, en este caso del medicamento rechazado, y/o mejoría del paciente). Pero también podemos hablar de otras razones, por ejemplo:

a) “No me gusta la idea de tomar tantas pastillas” o “no me gusta la idea de que mi hijo tome tantas pastillas”:

En este caso cabe preguntarse si uno está dispuesto a ponerse en manos de la ciencia médica o quizás prefiera otro tipo de intervenciones en salud que ofrezcan remplazar a la medicina científica. Si uno opta por la medicina científica debería seguir las indicaciones correctamente, pues con este tipo de acciones lo que puede lograr es el efecto contrario, es decir, que el tratamiento médico sea menos efectivo y que por tanto dependa más tiempo de las pastillas que la misma persona no desea utilizar.

b) “No estoy de acuerdo con parte del diagnóstico del doctor y, por tanto, no tomaré el medicamento o medicamentos para aquello que creo que no tengo”:

Por ejemplo, el psiquiatra ve que el paciente está muy temeroso e inseguro y que, además, está deprimido; pero el paciente no cree que él esté deprimido, así que no toma los antidepresivos. Lo mismo se puede dar con niños. En ese caso, son los papás los que no siguen lo que dice el médico.

Ya de por sí, es poco saludable mostrarse “en desacuerdo” con lo que dice el médico, por la sencilla razón de que uno no es médico y, por tanto, no sabe diagnosticar ni descartar un diagnóstico. Es como si el cliente le dijera a su contador, “no estoy de acuerdo con los impuestos que tengo que pagar, así que no los cancelaré”. La consecuencia obvia será una buena multa por parte de la SUNAT. En general no es saludable “estar en desacuerdo” con un profesional de una rama cuando uno no lo es.

Por otro lado, lo más probable es que lo que el médico entienda por “depresión” sea bastante diferente de lo que el paciente entiende por “depresión”. Por eso es mejor, en vez de “estar en desacuerdo”, escuchar la explicación del médico como quien aprende una palabra nueva.

c) “No tengo dinero para comprar tantas pastillas”:

Esta tal vez sea la única de estas tres razones que tenga cierta validez. El problema es que muchas veces los pacientes no le informan al médico esta realidad y se van de la farmacia simplemente con la idea de no cumplir con la totalidad del tratamiento, en vez de pensar “esto es muy costoso para mí, tengo que llamar al doctor para contarle”.

Aquí hay que acordarse de que el médico no es adivino; no tiene por qué saber que la persona no tiene los suficientes recursos económicos. Posiblemente el psiquiatra está recetando los medicamentos originales, que siempre son más caros que los genéricos, en ese caso, si el médico está de acuerdo, puede recetar los genéricos y bajar ese presupuesto tan elevado. A veces el médico conoce otras formas o lugares donde conseguir los medicamentos que ha recetado. Recuerdo, por ejemplo, que existía (no sé si aún hoy) una asociación de padres con niños con TDAH (Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad). Si mal no recuerdo, hacerse socio de ella traía el beneficio de acceder a precios especiales en las medicinas para TDAH. En su momento tuve información de que habían muchos papás que accedieron a estos beneficios hablándoles a sus médicos acerca de la dificultad económica.

Y posiblemente, si no hay otra salida, haya que variar la estrategia de tratamiento para bajar el costo. En fin, hay muchas posibilidades de solución, pero para acceder a esas posibilidades hay que contarle el problema al médico y no simplemente quedarse callado y seguir el tratamiento a medias, poniendo en riesgo la salud del paciente.

Continuará en la siguiente entrada

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“Tratamientos psiquiátricos mal llevados (primera parte)” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.