Dormir en la misma habitación que los padres

Ilustración: Lucía Fernández

La habitación donde una pareja sexual adulta mantiene su intimidad y sus comunicaciones privadas sólo debería ser de uso exclusivo de los dos miembros de la pareja en cuestión.

Dicho de esta manera, no se necesita mayores argumentos. Basta pensar en uno mismo. Me imagino que a muy pocas personas les agradaría que otro, que no sea su pareja, esté presente en la habitación mientras mantienen una discusión, o mientras se cuentan cosas personales, o mientras debaten acerca de una decisión importante, o mientras mantienen relaciones sexuales.

Y sin embargo…

Sin embargo, a pesar de esto, muchos padres, a veces innecesariamente, optan por instalar la cuna o incluso la cama de su hijo o hija en la misma habitación donde se encuentra el lecho conyugal.

Haciendo esto, seguramente sin querer, se expone a los hijos e hijas a ser testigos y partes de las discusiones, de los desacuerdos, de los conflictos, y, lo más grave, de las relaciones sexuales de sus padres.

¿Se dan cuenta o no se dan cuenta?

Muchas personas creen que los niños no se dan cuenta de lo que sucede a su alrededor. Esto es un error. Los niños se dan cuenta de lo que sucede, y no estamos hablando de nada sobrenatural ni de una especie de sexto sentido. Los niños se dan cuenta de la misma forma que un adulto se daría cuenta, sólo que la manera de procesar la información que recibe de su medio ambiente es distinta, y por ello, si se le pregunta, responderá de manera diferente a cómo respondería un adulto.

El hecho es que el niño experimentará malestar, al igual que cualquiera de nosotros, si es que se lo obliga a permanecer en el mismo ambiente en el que está una pareja que no se habla por estar peleada, con el agravante de que, además de la incomodidad natural, también seguramente experimentará tristeza, inseguridad, preocupación, miedo (de que por ejemplo se vayan a separar o se dejen de querer), ya que se trata de sus padres y no de cualquier otra pareja.

Asimismo, al igual que cualquiera de nosotros, experimentará una mezcla extraña de malestar y estimulación al saber que está en el mismo lugar en el que una pareja mantiene relaciones sexuales, con él presente. Muchos padres creen que sus hijos no se dan cuenta porque lo hacen silenciosamente y debajo de las sábanas, o porque los niños están dormidos. Eso es falso. Los niños son testigos de lo que sus padres les muestran. Los niños no son criaturas estúpidas. Los niños se dan cuenta de que algo sucede debajo de esas sábanas, escuchan los sonidos que se emiten, se despiertan ante la situación extraña, se hacen los dormidos, o se tapan con sus propias frazadas.

Aun en el caso de que estuvieran dormidos siempre (cosa extraña), los niños acaban siendo testigos en sueños de lo que sucede. Es probable que muchos de nosotros recordemos, por ejemplo, alguna situación en la que nos despertamos después de haber soñado algo relacionado a lo que efectivamente estaba sucediendo en el lugar donde dormíamos, tal vez relacionado a lo que se decía en la TV, en la radio, o a las voces de las personas presentes.

La necesidad de tener un mínimo de privacidad

Los niños, generalmente, no tienen forma de razonar como lo haría un adulto y pedir que se lo traslade a otra habitación porque no quiere seguir presenciando estos hechos, más aun cuando ha crecido así y no conoce otra opción posible. Pero su silencio o su dificultad para expresar racionalmente sus sentimientos o necesidades no significa que sean indiferentes a estas situaciones.

Muchos niños, por el contrario, no quieren dormir solos, pero esto tampoco implica que se deba mantener una situación de hacinamiento y de sobreexposición como esta. Más bien habría que pensar por qué es que el niño no quiere dormir en su propio ambiente. ¿Tendrá miedo? ¿Se sentirá inseguro? ¿Se sentirá demasiado apegado a alguno de los padres o a ambos, a tal punto que desea compartir estas situaciones íntimas con ellos?

En suma, hay que tener cuidado. Así como los niños no están preparados para ver determinadas películas, programas de TV o determinadas revistas o publicaciones, con mayor razón no están preparados para presenciar la vida íntima de una pareja sexual. Es más, parecería que nadie, por más adulto que fuese, debería estar preparado para presenciar y compartir la vida íntima de sus padres. Pensemos en nosotros mismos para entenderlo.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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