¿QUO VADIS PERÚ? El incierto futuro de un país que ya no vale un Perú.
Efraín Gonzales de Olarte
El divorcio entre la economía y política en el Perú, relievada hace poco por varios analistas, tiene su origen en las reformas neoliberales que realizara el gobierno de A. Fujimori hace treinta años, tal como analizamos en el “Neoliberalismo a la peruana” (IEP 1998). Para algunos analistas económicos, esta situación significa que cualquier decisión política no ha de afectar el proceso económico y se alegran que sea así. Sin embargo, este divorcio no es para regocijarse, pues el Congreso puede, como lo está haciendo, destruir una serie de instituciones estatales que garantizan el equilibrio de poderes y el respeto a los derechos humanos, sin que la actividad económica sea afectada. Es decir, gracias a este divorcio se puede destruir la democracia sin que esto afecte la economía, la inflación y el empleo, obviamente hasta cierto punto y por cierto tiempo.
Lo peor de esta situación es que los congresistas de extrema izquierda, extrema derecha y los sin partido que no tienen quien los fiscalice, toman decisiones para limitar el poder de control y fiscalización de algunas instituciones con el propósito de quedarse hasta el 2026, es decir para seguir cobrando sus sueldos y gozando de las prebendas del poder. Frente a estas decisiones congresales el gobierno de D. Boluarte no hace nada para impedirlo, por las mismas razones y aún más. Ante un Congreso no sólo mediocre sino mercantilista y sobre todo destructor de lo poco de institucionalidad que tiene el Perú, la respuesta debería ser disolverlo, lo que sería el preludio de “nos vamos todos”. Pero la Presidenta Boluarte no lo puede hacer porque inmediatamente que deje el cargo tendrá que responder ante la justicia por los más de 60 muertes acaecidas entre diciembre y enero pasado. En consecuencia, no sólo no observa las leyes debilitantes del estado de derecho, sino que está de acuerdo con los congresistas de ir hasta el 2026.
En buena medida el Perú tiene una dictadura de la mediocridad, en la cual el Congreso es quien tiene la iniciativa para todo tipo de cambios, están reemplazando al ejecutivo y al poder judicial en varios aspectos. Lo que es inverosímil es que esta dictadura se está ejerciendo no por algún partido o coalición de partidos, pues no existen como tales, sino por grupos de congresistas que lo hacen para salvaguarda sus intereses particulares. Estamos frente a la dictadura de congresistas de una mediocridad nunca antes vista, de izquierda y derecha que, deliberadamente o no, están llevando al establecimiento de un régimen político autoritario. Es decir, el Perú se está convirtiendo en una republiqueta informal y corrupta. Una pena.
Pero: ¿cuál ha de ser el efecto de este “estilo” de gobernanza para el Perú? Por un lado, la economía seguirá dependiendo de los precios internacionales de las exportaciones y del manejo del BCRP, por otro lado, las decisiones políticas que se están tomado, dado el Estado chico que tiene el Perú y la ineficacia del aparato del estado, el efecto en la actividad económica será mínimo. Sin embargo, la reputación internacional que tiene el Perú y su Estado –crisis política, derechos humanos, abuso del poder- no es un buen aliciente para la entrada de nuevos capitales, salvo los chinos cuya estrategia geopolítica es invertir en el Perú, que es considerado el Hub de América del Sur.
La creciente presencia china en el Perú, cuyos estándares democráticos son inexistentes, está congeniando con el tipo de gobierno actual. No nos sorprenderá en el futuro que varias inversiones chinas hayan pasado por las puertas de la corrupción, con la ayuda del ejecutivo y legislativo. Parafraseando a Den Siao Ping, “no importa cuán democrático sea el Estado peruano, lo importante es que nos deje invertir”.
De aquí al 2026, la economía peruana tendrá un crecimiento mediocre, dependiente de la coyuntura internacional, que hoy por hoy está sujeta a incertidumbre, dada la invasión de Rusia a Ucrania, las elecciones americanas, la derechización de la política, casi a nivel planetario. El efecto será que probablemente baje la inflación, los niveles de pobreza no se reducirán mucho, pero la informalidad seguirá explicando el 75% del empleo y menos del 20% del PBI. Más de lo mismo.
Bajo este escenario tendremos dos años de empeoramiento de la democracia, y la probable exacerbación de conflictos sociales. Ese será el panorama en el cual se llevarían a cabo las próximas elecciones. ¿Quo Vadis Perú?