LAS DESIGUALDADES PASARON LA FACTURA: Gobernantes, corrupción y redistribución
Efraín Gonzales de Olarte
Se dan varias explicaciones sobre las incapacidades del actual presidente de la república, de sus ministros y de los congresistas, todas ellas referidas a su calidad educativa, su ética, su mediocridad y su comportamiento cívico. Sin embargo, no nos preguntamos por qué son así, no nos preguntamos sobre los orígenes de su comportamiento y manera de ser. Creo que la respuesta está en las grandes desigualdades sociales que hay en el Perú en: educación, formación, patrimonio, ingresos, éticas y étnicas, en el marco de la corrupción generalizada que corroe al Estado.
Comencemos por las desigualdades de ingresos, que en realidad están en función de los otros factores. En 2019 el 10% más rico de la población recibía el 31% de las remuneraciones totales, y el 30% más pobre recibía apenas el 10%.
El 10% más rico tiene mayores remuneraciones porque tienen mayores niveles educativos secundarios, superiores y técnicos, o tienen un patrimonio (capital físico, propiedades urbanas o rurales, activos financieros) que les genera rentas (alquileres, intereses, dividendos) y en su mayor parte son blancos o mestizos acomodados.
En cambio, el 30% más pobre, tiene una deficiente educación incompleta y de mala calidad, secundaria en el mejor de los casos, tienen algún patrimonio mínimo (tierras de labranza, una casa autoconstruida o un tallercito informal) que en general no les da renta alguna y en general son mestizos pobres e indios.
El 60% restante de la población, tienen una educación secundaria, técnica de baja calidad, algunos lograron obtener algún título universitario, muchos de ellos en universidad no licenciadas, tienen algún patrimonio (casa modesta, algunos ahorros en algún banco, un negocio, un taller, una tienda de abarrotes o una ferretería) que les genera ingresos adicionales o que aumenta sus ingresos salariales y son mestizos diversos.
El asunto es que quienes han gobernado y manejado el Estado en el Perú hasta el 2021 han sido personas provenientes del decil superior, es decir del 10% más rico del Perú. Sin embargo, este estrato de la población debido a una serie de factores cayó en el “negocio” de la corrupción, es decir, del aprovechamiento de los recursos públicos y del poder político para provecho propio, que se ha hecho más notorio en los últimos 30 años, sobre todo a raíz de la corrupción institucionalizada de las empresas brasileras (Oderbrecht, OAS, Camargo Correa). Esta corrupción ha hecho metástasis en el Perú y se la encuentra en todo nivel de gobierno y, sobre todo, ha pasado a ser parte del objetivo de los partidos y frentes electorales para llegar al gobierno, sea este el nacional, los regionales o lo municipales.
Hoy, con honrosas excepciones, los que participan en política lo hacen para mejorar sus economías particulares y su posición social en función del robo sistemático de los recursos del Estado, de la corrupción en sus varias formas. Es decir, la carrera política se ha convertido en un medio para mejorar la distribución del ingreso a favor de las personas que participan en cualquier nivel de gobierno o en cualquier institución estatal, es decir hemos llegado a un patrimonialismo exacerbado por las desigualdades generadas por el modelo económico, por las deficiencias del Estado peruano y por la corrupción generalizada. Es dentro de este contexto que se dieron las últimas elecciones.
Los resultados electorales han cambiado radicalmente el panorama político peruano. A partir del 2021 han pasado a gobernar personas provenientes de los deciles intermedios que, debido a sus menores activos, menor calidad educativa, escaso patrimonio, su mediocridad y poco comprometidos por la cosa pública y más bien interesados en sus bolsillos. Por fin nos damos cuenta que la desigualdad económica y educativa se ha manifestado tanto en las elecciones como en el gobierno y el congreso.
En las elecciones, el nuevo presidente ganó con los votos de los deciles más bajos, de los pobres e informales y conformó un gobierno con la gente de su entorno –decil 4 o 5- es decir, gente poco calificada para manejar la maquinaria del gobierno. Nos rasgamos las vestiduras de ministros de la talla de Bellido, Supo, Condori, Silva o el licenciado en educación Oscar Zea que asume el Ministerio de Agricultura. Ellos son el producto del atrasado sistema educativo y de la desigualdad socio-económica. Los que siempre gobernaron lo hicieron con propuestas políticas populistas que permitían recoger votos de casi todos los deciles de la distribución del ingreso, pero esto llegó a su fin el 2021.
Al Congreso llegó el atomizado “sistema político” peruano y que gracias a las normas electorales (elección simultánea de ejecutivo y de legislativo) no hay algún partido o agrupación que tenga una mayoría. El propio gobierno tiene apenas 28% de los votos en el Congreso. En el fondo existe esta dispersión política, porque cada grupo (creo que ninguno llega a cumplir con los requisitos de un partido político) apuntó a sus intereses propios, en consecuencia, es muy difícil que este Congreso llegue, por ejemplo, a un “acuerdo político de base” para hacer gobernable el Perú, pues cada grupo defiende sus intereses particulaores: Fuerza Popular: busca de salvar a su lideresa de la prisión, Podemos: busca volver al negocio de la educación superior, los conservadores: Avanza Perú y Renovación Popular buscan vacar al presidente, Perú Libre tratan de sostener al presidente y con ello acceder a una serie de prebendas y puestos públicos. Pero el detalle mayor en el Congreso es que los 130 congresistas tienen asegurado un sueldo por 60 meses además de beneficios sociales, que para una gran mayoría es un salto notable en el nivel salarial que difícilmente querrán perder, pues es un ascenso de los deciles bajos de ingreso al decil superior.
Es más o menos evidente que: entre el mediocre ejecutivo y su presidente y la dispersión de intereses en el Congreso no hay posibilidades de llegar a acuerdos en favor de un proyecto de gobernabilidad y desarrollo.
Los peruanos estamos aprendienco cuán importante es tener un país más igual, sobre todo en niveles educativos. La historia nos ha pasado la cuenta, los países muy desiguales, poco inclusivos y con estados débiles están condenados a ser inestables y a progresar lentamente. En el Perú hay muy poca consciencia sobre este enorme problema estructural.
De lamentar. Recordemos que las elecciones estuvieron sesgadas por las sospechas y certidumbres de corrupción. Los que votaron en contra de Keiko Fujimori lo hicieron para evitar la corrupción del tiburón, los que votaron por Castillo, que pensaron que votaban por el Robin Hood peruano, en realidad votaron por la corrupción de pirañas.
15 febrero 2022