LAS ELECCIONES Y EL DIVORCIO ENTRE LA ECONOMÍA Y LA POLITICA
Efraín Gonzales de Olarte
El Perú está ad portas de cambiar de gobierno, por cuarta vez consecutiva de manera democrática, es decir hemos logrado vivir 16 años de democracia ininterrumpida. Todo un record. Durante todo este tiempo y desde 1992, la política ha estado divorciada de la economía, es decir que acontecimientos políticos de distinto fuste no han influenciado la marcha económica, ni menos el modelo de crecimiento primario-exportador y de servicios que tiene el Perú. Esto suscita dos preguntas. Por un lado, ¿es posible que el modelo económico sea inmune a turbulencias políticas? Es decir que tenga mecanismos que hacen que eventos políticos como las elecciones, no altere las decisiones y comportamientos económicos, o, por otro lado, el sistema político es tan débil y desarticulado que no es capaz de afectar al modelo y a las políticas económicas.
Después de estas elecciones, cualquiera que sea el resultado lo más probable es que este divorcio siga en pie. Sin embargo, lo que si puede ser afectada es la naturaleza de la democracia, lo que sí podría generar turbulencia social y, por este medio, el Perú podría entrar en una senda que amenace una quinta elección democrática el 2021. Existen dos escenarios.
Gobierno de Fuerza Popular. El supuesto político es que estaríamos frente a una democracia delegativa, como decía O’Donell, es decir tendríamos un gobierno sin ninguna oposición y sin ningún contrapeso de poderes, pues controlaría el ejecutivo y el legislativo, con lo cual sería muy difícil que el poder judicial tenga algún rol controlador, todo lo contrario tal como está, éste sería más bien copado. El problema que tendría dicho gobierno es que tiene una oposición social “el antifujimorismo” que será muy difícil de torear por medios democráticos, lo que generaría amenazas futuras a la gobernabilidad. No me cabe duda que el fujimorismo tiene la fórmula para gobernar el Perú, que ya tuvo éxito con el padre de la candidata: continuar con políticas macro económicas ortodoxas favorables al empresariado y a los negocios, políticas que a la postre generan desigualdad y no disminuyen la pobreza si es que el ciclo internacional no es favorable, como es el caso actual, en dicho caso se implementarán políticas sociales anti pobreza, que servirán para aplacar a los sectores pobres y medios que votaron por su candidata. Es una formula populista probada y efectiva, pues los capitalistas y empresarios seguirán haciendo ganancias y los pobres tendrán apoyo del estado, pues el modelo económico no está diseñado para generar “empleo decente” (formal, bien pagado y con seguridad social).
Gobierno PPK. La variante desde el punto de vista político es que habría cierto equilibrio entre ejecutivo y legislativo y, abriría la posibilidad de que para algunos temas sea necesario negociar entre PPK y FP. La propuesta económica de PPK tiene una variante interesante pero con posibilidades de éxito casi nulas, pues la idea de reducir la informalidad a través de reducciones de impuestos es un camino que, hasta donde sabemos, no ha tenido éxito en países similares a los nuestros. Es una receta de cambio institucional que dejaría a la voluntad de los pequeños productores el formalizarse o no. La pregunta que dicta el sentido común es: ¿Por qué un informal que no paga impuestos, estaría interesado en pagar aunque sea un poco menos, a cambio de qué? En muchos casos el impuesto no pagado resulta siendo la única fuente de ganancia, dada las bajas productividades que tienen estos productores. En esta propuesta tenemos la impresión que la cola mueve al perro, es decir, no está apuntando al centro del problema económico peruano que es la dificultad del modelo de crecimiento de generar más empleo y mejorar las productividades de manera simultánea. Razón por la cual la desigualdad sigue sin variar sustantivamente, pese a que la pobreza puede disminuir cíclicamente y sabemos que estamos frente a un ciclo recesivo por los próximos cinco o seis años. En consecuencia, la desigualdad con pobreza es una combinación explosiva, para la cual las propuestas de PPK no son suficientes.
Estamos pues frente a un futuro bastante complicado, el próximo gobierno cualquiera que sea no promete acometer los problemas estructurales centrales del Perú: las bajas productividades, el subempleo y el desempleo, la desigualdad y la pobreza. Ninguna de las dos propuestas proponen medidas creíbles para enfrentar estos temas, peor aún para ninguno las bajas productividades y las desigualdades socio económicas son una prioridad.
El Perú seguirá flotando al compás del ciclo internacional, pero habrá tensión social, si la política económica no hace algo para reducir las desigualdades de productividad y de ingresos. Sin embargo, el divorcio entre economía y política hace prever que los próximos cinco años serán más de lo mismo aunque con bajas tasas de crecimiento.
Lima, mayo 2016